martes, 6 de julio de 2010

¡¡Piratas!! VI




Reencuentros y confesiones

Cuando abrió sus bellos ojos negros se encontró con los azules de Teru que le miraban abiertos como los de una lechuza, trató de apartarse pero los fuertes brazos del hombre lo mantuvieron en su sitio a pesar de que trató de librarse de ellos sin éxito, sin embargo una suave caricia en su cara le hizo desistir y volver a apoyar su cara en el cálido pecho dejando que le acariciara el cabello. Al cabo de un rato la luz comenzó a entrar y entonces reparó en el bello ventanal de la pared que había estado cubierto por unas largas cortinas de terciopelo verde azulado, fue entonces cuando el hombre de cabello bicolor se levantó del lecho instándole a hacer lo mismo y le indicó que se introdujera con él en la tina y se lavara, lo hizo lo más rápido que pudo aunque no lo fue tanto como Teru que salió del agua y se dirigió a un pequeño cajonero tan verde como el resto de la decoración sacando de él un conjunto de ropa interior rojo y negro, concretamente tenía el color oscuro en la zona de las varillas del corsé y las tiras de la ajustada camisita, así como en los rebordes del pantaloncillo y en las ligas, se lo entregó y luego desprendió el vestido rojo de su percha y se lo dio también.
-Póntelos, te verás absolutamente arrebatador, si es que es posible que lo seas más. Por cierto, la camisita va debajo del corsé.-
La princesa se puso colorada al ver la mirada inquisidora de Teru.

-Vuélvete, ¿quieres? -
-No, no quiero, no voy a ver nada que no haya visto antes. -
-Éramos unos niños. –
-Por Dios Hizaki, no creo que haya nada de más o de menos en tu cuerpo. –
Bajó la cabeza avergonzado y notando como se sonrojaba aún más haciéndole ver a ojos del capitán más adorable si cabe, se soltó los botones de la bata que vestía desde que había salido de la tina y la dejó deslizarse por su piel hasta que tocó el suelo, luego agarró los pantaloncillos y se los puso rápidamente, la siguiente prenda fue la camisetina y las medias que ajustó con las ligas negras, luego trató de atarse el corsé pero fue incapaz por lo que estuvo obligado a pedirle ayuda a un encantado Teru que aprovechó para rozar con sus manos la sedosa piel por encima de la simple prenda de encaje, luego introdujo los cordones en sus ojales y tiró hasta que estuvo perfectamente envuelto en torno al esbelto pecho de su princesa. Agarró el vestido y se lo tendió para que se lo pusiera analizando todos y cada uno de los detalles en los movimientos del rubio. Hizaki no pudo negar que el vestido era realmente sublime, completamente rojo estaba bordado con figuras de rosas a lo largo del cuerpo, la falda en cambio comenzaba igual, pero en el bajo tenía bordado en negro un rosal con espinas, la capa de debajo era de encaje carmesí y tul granate semitransparente, mientras que las mangas muy ajustadas hasta por debajo del codo donde unas cintas negras las mantenía en su sitio dejando que las tres capas de encaje se abrieran dejando ver sus antebrazos y sus manos cubiertas de guantes delicados y semitransparentes. Teru le hizo sentar en una silla frente al tocador y cepilló sus largos rizos hasta dejarlos brillantes y hermosos, los recogió en un delicado moño dejando a la vista la nuca sobre la que ató una gargantilla negra con una lágrima del mismo color. Luego tendió su mano caballerosamente al joven doncel invitándole a que saliera con él del camarote, una vez fuera le instó a subiera al puente de mando y que se situara a su lado, rodeó la estrecha cintura y le hizo apoyar la cabeza en su hombro como si ya fueran pareja para sorpresa del segundo de abordo que con sus pupilas plateadas analizaba la interacción del capitán y su amado, y que conociendo la terquedad de ambos había esperado un numero de princesa ultrajada por parte del rubio, y una reacción de pretendiente despechado por parte de Teru, sin embargo Hizaki-hime había obedecido sumisamente y el de cabellos bicolor todo feliz le había tratado con un cariño y una dulzura impropias de él.
Aunque la paz no podía durar mucho y en un determinado momento la princesa trató de saltar por la borda para escapar, por eso entendió Juka el porqué de su obediencia anterior, y enfurecido Teru lo encerró en el camarote. Hizaki había ideado un plan de huida cuanto menos suicida, pero no se le ocurría nada mejor y sabía que tarde o temprano pasaría un barco que le recogería, una vez allí solo debía rezar para que no fuera militar ni francés y fingir ser una damisela en apuros, así que lo llevó a cabo y se lanzó hacia la barandilla para saltar aunque fue rápidamente detenido por su pretendiente que enfadado a más no poder, lo tomó por la cintura levantándolo del suelo y bajó cargándolo hasta el camarote donde se aseguró de atar su tobillo derecho a las columnas del dosel con un nudo realizado a la perfección ignorando los gritos furiosos y luego le encerró bajo llave y se marchó.
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Jasmine acarició el cabello azabache de Yuki observando su cara pacífica mientras dormía, sin embargo lo que el hermoso doncel no sabía era que el contramaestre solo fingía dormir contento ante las atenciones que recibía por parte del ser más amaba en el mundo, aunque en un determinado momento no pudo aguantar seguir esperando y abrió los ojos asustando al joven que se apartó, o trató de hacerlo siendo detenido por el hombre que lo pegó a su cuerpo y acarició el pelo con cuidado.
-Tranquilo, soy yo, no te voy a hacer daño.-
-No, no es eso, es…bueno, me asustaste.-
El de cabellos negros sonrió y continuó acariciándole, subiendo y bajando por aquella delicada y curvada espalda mientras notaba los escalofríos que sus dedos provocaban.
-Te amo.-
El fuerte cuerpo cayó inerte sobre a cama para desesperación del doncel que comenzó a emitir desgarradores gritos pidiendo ayuda, en apenas unos momentos gran parte de la tripulación entró bruscamente en el camarote del contramaestre encontrando al hermoso hermano del capitán llorando mientras abrazaba el cuerpo de su amado y trataba de reanimarlo susurrándole palabras de cariño y amor en el oído y luego, cuando lo levantaron para llevarlo donde Ryoushin que seguía actuando de médico Jasmine los siguió sin siquiera vestirse aún sosteniendo la mano de Yuki.

Kaya se había levantado pronto tras una horrible noche de insomnio, a ratos tenía calor y en otros momentos tenía frío, además de que su cuerpo se había puesto en su contra porque se negaba a encontrar una postura adecuada en el lecho, y para acabar de estropearlo todo cuando por fin consiguió dormirse Kamijo se levantó despertándolo. Se movió como un zombi por el camarote del capitán hasta que oyó un terrible grito en el que pudo reconocer la voz de Jasmine y salió corriendo a medio vestir hasta llegar al camarote del contramaestre, pero antes de que pudiera alcanzarlo notó un fuerte mareo y cuando su cabeza tocó el suelo ya había perdido el sentido. Pasó una terrible hora de angustia para el capitán hasta que su amante comenzó a abrir sus bellos ojos azules y se pudo acercar a él para ver su estado.
-¿Q…qué ha ocurrido?-
-Te has desmayado, ¿qué tal te encuentras? ¿No notas ningún dolor extraño?-
-N…no.-
Estaba muy preocupado, no era normal que un joven sano y activo como Kaya perdiera el conocimiento de pronto y sin explicación. Abrazó el frágil cuerpo acunándolo contra su pecho, no quería perderle, no ahora que por fin había encontrado a la persona idónea para compartir su vida que además le correspondía, justo en el momento en que aquellos pensamientos estaban atravesando su mente comenzó a sentir la mano del muchacho colarse por debajo del cuello de su camisa mientras el cálido cuerpo comenzaba a pegarse más y más a él haciendo que su pene comenzara a endurecerse, tomó al chico de la cintura y lo sentó sobre su miembro que comenzaba a estar preso dentro del pantalón, aunque no por mucho tiempo ya que el joven deslizó su otra mano hasta abrirle la prenda y gimió al notar el húmedo miembro contra su trasero, se frotó gimiendo y provocando una respuesta más que positiva por parte de Kamijo que retiró la ropa por completo dejándoles a los dos desnudos y casi de inmediato notó las delicadas manos del noble recorrer su erección con una cierta inexperiencia que solo conseguía hacer todo más excitante, comenzó a lamer el delicado cuello tratando de aguantar sus propios gemidos sin éxito.

Mana dejaba que el viento meciera sus largos cabellos de azabache mientras a su lado un Közi con cara de sueño trataba de contener sus bostezos e impedir que los párpados se le cerraran, y no era para menos, puesto que Klaha le había esclavizado sexualmente toda a noche sin dejarle dormir más de dos horas seguidas, finalmente el pelirrojo de cabellos rizados se dejó caer al suelo sin fuerzas sentándose en una postura sumamente incómoda, hecho que no le preocupaba en lo absoluto pues en aquel momento solo un pensamiento cruzaba su mente y era dormir, Mana observó con un gesto de desagrado brillando en sus ojos negros la acción de su segundo de abordo aunque lo cierto es que tras conocer como había sido su noche de sus propios labios no podía culparle, estaba seguro de que su ociosidad era la causa de su mal humor, y es que a pesar de que Gackt y él habían dormido juntos, y no solo dormido, el de cabello castaño se había negado a devolverle el control de su bello junco o incluso el derecho de hacer algo, ni siquiera había liberado a su tripulación y él mismo solo podía moverse por la cubierta, ni por supuesto subir al puente de mando sin su compañía. Suspiró cansado y aburrido colocándose una mano en el mentón mientras observaba con gesto ausente el horizonte, al cabo de una rato notó una suave presión que le hizo volverse entre sorprendido y asustado, pero cuando lo hizo solo vio al joven que se había llevado a Közi la noche anterior, un chico que según tenía entendido respondía al nombre de Klaha.
-Mana-san, quería decirle que le admiro mucho, y que cuidaré su barco como si de un tesoro se tratase.-
Tuvo la intención de decirle que en realidad si que era un tesoro pero no se atrevió a hablarle mal, pues aunque fuera un crío seguía siendo un Sakurai, así que asintió y le dio un suave apretón de manos dejando al hermano de su amante realmente contento. Se volvió a girar sumiéndose de nuevo en aquel desesperante sopor hasta que vio lo que parecían unas velas de color negro que llamaron su atención, eran cuadradas al estilo del sampán, sin embargo lo que más le sorprendió fue ver que por detrás lo que logró identificar las velas de una corbeta que como puedo comprobar cuando estuvo más cerca era, no entendía lo que estaba ocurriendo, pero de pronto en cubierta se armó un gran revuelo y el barco dejó de avanzar mientras los marineros abandonaba sus puestos y se agolpaban en la baranda de estribor saludando a los de uno los barcos contrarios que hacían lo mismo, concretamente los de la fragata que estaba siendo remolcada. En un determinado momento trató de asomarse él mismo sin ser capaz de ver nada debido a la gran aglomeración de cuerpos, sin embargo al cabo de un rato notó como alguien tiraba de él haciendo que se diera la vuelta, era Gackt que le hizo subir las escaleras del puente de mando y colocarse a su lado junto con Klaha, desde aquella privilegiada posición pudo reconocer las insignias de los dos clanes de piratas más importantes de toda Asia, los Sakurai y los Hayashi.
Yoshiki se irguió en toda su altura poniendo una mano sobre su abultado vientre embarazado mientras su esposo guiaba personalmente el navío, conforme este se fue acercando a barco de su hijo pudo ver una figura bellísima a su lado, tocó el hombro de su marido y lo señaló.
-¿Te has fijado en la persona que está junto a Gackuchin? No es Klaha-chan.-
Atsushi miró primero al bello rubio embarazado y después a su hijo mayor en la cubierta de enfrente, pero no pudo reconocer al joven que le acompañaba, aunque si que pudo identificar el junco fondeado detrás del Metamorphoze.
-Yoshi, es el Dix Inferno.-
-No, no puede ser, ese barco…dicen que lo capitanea el mismo diablo, nunca deja prisioneros, ¿Estás seguro?-
-Completamente, hace dos años ataqué un puerto en busca de provisiones sin saber que era suyo, en el contraataque mis marineros ni siquiera fueron capaces de ver quien les atacaba, teníamos viento de proa y no podíamos avanzar ni retroceder, usó un señuelo para ver nuestra posición pues habíamos apagado las linternas y después dejó mi navío varado durante días viendo como nos pudríamos, hasta que se hartó y nos acogió en el puerto, no tengo ni idea de por qué lo hizo, de hecho creo que fuimos los únicos que sobrevivimos a un encuentro con él.-
Miró sorprendido a su esposo, nunca le había contado eso, aunque conocía de sobra el orgullo de su moreno por lo que no añadió nada, era lógico que se sintiera humillado después de haber sido vencido por un capitán que se había hecho famoso tres años antes. Cuando tendieron las pasarelas Atsushi agarró la mano de Yoshiki gentilmente ayudándole a pasar, al llegar el rubio abrazó a sus dos hijos y luego examinó atentamente al joven de mirada y cabello oscuro que se situaba detrás de Gackt, llevaba un vestido azul largo hasta por debajo de las rodillas y unas zapatillas de tela del mismo color un poco más oscuro, sus cabellos largos y tan negros como los de Atsushi caían en cascada sobre su espalda hasta a cadera donde un cinturón ancho y banco ceñía la prenda marcando perfectamente su cintura estrecha que revelaba su sexo, tenía los labios ligeramente rosados y sus enormes ojos de obsidiana se rodeaban de una nube de pestañas azabache sobre las que había una delicada capa de maquillaje azul pálido en el párpado móvil haciendo que tanto su palidez como la belleza de las pupilas resaltaran sin llegar a parecer recargadas. Entonces el pirata rubio, capitán del Kurenai se fijó en las tímidas miradas que el moreno echaba a su hijo y las que este le devolvía y la luz se hizo en su mente, su pequeño Gackuchin tenía pareja. Se acercó para ver lo que tenía de especial aquel muchacho como para haber conquistado el corazón de su hijito, tomó las delicadas y suaves manos pálidas aunque lo que no esperaba era que el chico le abrazara susurrando que lo admiraba, no pudo menos que sorprenderse gratamente pero no fue capaz de deshacer el abrazo había algo en aquel joven que le había llamado la atención de una forma muy especial, acarició el cabello y levantó su cara para mirarle a los ojos sorprendiéndose de verlos empañados, y es que Mana acababa de recordar épocas de su vida demasiado dolorosas.
Gackt se acercó e hizo las presentaciones mientras a varios días de distancia Hizaki comenzaba a despertar asustado por el repentino ruido de la puerta al abrirse.
-¡¡En que diablos pensabas!! ¿Eh? ¡Me has dejado en evidencia delante de toda la tripulación!-
Teru estaba tan furioso que se acercó a él y comenzó a arrancarle el vestido sin ningún cuidado, iba a entrar en razón por las buenas o por las malas, se dijo a sí mismo. Al rubio apenas le dio tiempo a replicar antes de que se la abalanzara soltando el vestido rápidamente, luego prosiguió arrancando el corsé y las medias, mientras el doncel trataba inútilmente de detenerle, finalmente quedó inmovilizado bajo el fuerte cuerpo de Teru solo con el pantaloncillo, al menos hasta que fue obligado a arrodillarse en el lecho y notó la mano del capitán usurpador deslizar la prenda exponiéndolo por completo. Se quedó extasiado contemplando la perfección de las intimidades de Hizaki, no podía comprender como existía un ser tan sumamente perfecto que parecía un insulto a la belleza divina, con cuidado acarició las nalgas respingonas y suaves notando de pronto unos suaves espasmos en el dulce cuerpo a su disposición, y entonces Hizaki pronunció unas palabras que le helaron la sangre en las venas.
-¿Tú también quieres abusar de mí?-
Entonces el chico movió su mano hasta llegar a la entrada del doncel separando sus nalgas con dos dedos para ver si había desgarros pero suspiró tranquilo al no verlos y comenzó a introducir un dedo poco a poco haciendo lloriquear a Hizaki que cuando lo tuvo dentro del todo trató inútilmente de liberarse otra vez.
-Por suerte nadie te ha violado.-
-¿Qué bien no? Vas a ser el primero.-
El tono de amargura del bello rubio casi fue palpable e hizo que Teru lo recostara con cuidado secando su llanto y obligándole a abrir las piernas, se introdujo entre ellas y las acarició con cuidado mientras besaba el delicado cuello a su alcance, notando las uñas de Hizaki clavándose en sus hombros en una férrea presa que sin embargo no lograba alejar al de cabellos bicolor de su cuerpo tal y como la princesa deseaba.
-No voy a hacerte daño, princesa, te amo demasiado.-
-¡¿Me amas?! ¡¿Y eso se te ocurrió antes o después de robar mi barco?! ¡¿Antes o después de que ni padre muriera creyendo que era un inútil?! No hables de amor cuando no sabes lo que es. Si me quieres joder hazlo, pero es lo único que vas a obtener de mí, Teru.-
Nuevas lágrimas, esta vez de rabia brotaron de las pupilas relampagueantes negras, pero fueron las palabras las que llegaron a herir el corazón del hombre que no obstante no se amilanó, si sabía lo que era el amor, llevaba años experimentando el sufrimiento que provocaba.
-Eres tú quien no sabe qué es el amor, Hizaki, tu padre murió sabiendo la verdad, que a pesar de tu destreza eras demasiado mimado y caprichoso como para hacer algo, y respecto al Princesse, como puedes ver está en buenas manos. Aunque te voy a confesar una cosa, me gustaste la primera vez que te vi, a pesar de que me pareciste una niña pedante, pero era imposible no mirarte con aquel vestido rosa y tu cabello recogido en un moño que brillaba bajo la luz de aquel asqueroso puerto, fue la primera vez que miré al sol a los ojos y me gustó…-
Hizaki trató de hablar sabiendo que si no lo hacía pronto su mal humor se disiparía, pero un dedo colocado sobre sus labios se lo impidió.
-…por eso me lancé contra aquel guardia repugnante, pensé que si llamaba tu atención, que si te parecía valiente podrías comprarme, pero ni siquiera me miraste, después cuando tu padre nos compró eras el único que no quería jugar conmigo, hacías caso a Hora-chan pero a mí no, hice todas aquellas estupideces solo para que supieras que existía. Al final decidí que si me odiabas sería feliz porque al menos sabrías que estaba ahí.-
Teru había enterrado su cabeza en el pecho pálido de Hizaki tratando de ocultar sus lágrimas, no quería que le viera como el niño asustado que una vez había sido, sin embargo notó que la fina mano del rubio le levantaba la cara y cerró los ojos demasiado avergonzado como para mirar las pupilas negras, le había abierto su alma y estaba seguro de que ni siquiera le importaba.
-No te odio Teru, nunca lo he hecho, si no me acercaba a ti es porque me ponías nervioso y sentía cosas que no podía explicar, y aún no comprendo pero yo…a pesar de todo yo…te…te quiero.-
Antes de que el de cabellos bicolor fuera capaz de procesar lo que acababa de oír notó los labios de su princesa sobre los suyos y sonriendo movió al chico hasta que lo tuvo sentado sobre su regazo y profundizó el beso acariciando la espalda y notando con gusto como su camisa era levantada, rompió el beso solo para dejar que la prenda fuera retirada por completo y volvió a besar los dulces labios de aquel arrogante muchacho al que amaba más que a su propia vida, sin embargo a Hizaki le comenzó a entrar miedo, no sabía si era lo correcto dejar que lo tomara.
-Te…Teru, para por favor, no…no sé si estoy listo.-
Contuvo sus ansias y se limitó a seguir besando la delicada piel, se había prometido a sí mismo que lo haría bien, y eso pensaba hacer.
-Lo haremos cuando tú quieras, te lo dije cuando te traje princesa, esta vez soy yo el príncipe, y un príncipe siempre es caballeroso.-
El rubio se abstuvo de comentar que él no lo era mucho mientras era recostado contra el fuerte pecho de su amado cerrando los ojos, era tan agradable dormirse así, sintiéndose amado y protegido que no pudo evitar que un suspiro de felicidad escapara de sus labios.
-Aunque no creas que te he perdonado por lo del barco, te lo tendrás que ganar.-
-Nunca he esperado lo contrario, Hiza-chan.-
Sonrió dejando que su cabeza reposara por fin sobre la almohada y cerrando los ojos de cobalto a la vez que cubría sus cuerpos con una sábana de seda cuidadosamente, su bello rubio ya se había dormido.

Agotado Kamijo acariciaba en un gesto casi perezoso la espalda aún sudorosa de Kaya que trataba de tranquilizar su respiración sin demasiado éxito, las sábanas se enredaban entre sus piernas blancas tapando justo hasta su cadera, lo cierto era que tras hacer el amor cuatro veces seguidas era bastante lógico su cansancio, aunque también era normal pues los días de celo estaban comenzando y Kaya sentía un fuerte ardor en el vientre que aumentaba su apetito sexual, pero que también le hacía desear dormir más de lo normal, pero lo que ocurrió no fue precisamente normal, ya que al tratar de levantarse para acomodar su cuerpo en el lecho notó como su vista comenzaba a nublarse y caía sin fuerzas sobre el fuerte pecho de Kamijo que lo sostuvo sorprendido, era la segunda vez que ocurría en un mismo día y eso era absolutamente preocupante, estuvo a punto de ir a buscar a Ryoushin para que le volviera a repetir el diagnóstico anterior antes de darle una paliza cuando los bellos orbes azules se abrieron con gesto cansado, o más bien agotado y comenzó a respirar con dificultad sonrojándose y tratando de nuevo de levantarse, le miró preocupado sin saber qué hacer hasta que le oyó susurrar por agua, se levantó corriendo y alcanzó una copa llenándola con el fresco y transparente líquido, luego se la acercó a los labios haciéndole beber a pequeños sorbos hasta que logró calmarlo. Lo recostó con cuidado tratando de hacer que se relajara pero lo cierto era que el chico sentía algo muy extraño en su interior, algo que le hacía estar nervioso y asustado sin dejar de temblar mientras por su mente no dejaban de pasar ideas a cada cual más absurda sobre si era una enfermedad o algo parecido, temía estar muriéndose porque no quería dejar solo a Kamijo, no ahora que había encontrado a un hombre tan especial como él, ahora que su vida tenia sentido.
-Tengo miedo, Kamijo-san.-
-Shhh, pequeño, no creo que sea nada, solo un golpe de calor, no estás acostumbrado a hacer esa clase de cosas tantas veces es normal que te canses, trata de dormir, ya verás que cuando despiertes estarás mejor.-
Trató de infundirle unos ánimos y una confianza que él mismo no era capaz de sentir. Cuando observó que ya se había dormido lo arropó con cuidado y salió en busca de aquel estúpido intento de enfermero que se había atrevido a decir que todo estaba bien, sin embargo cuando llegó a las bodegas donde había instalado su improvisaba consulta encontró a su hermano con una sábana violeta enrollada en el cuerpo como único atuendo observando como Ryoushin apretaba fuertemente la herida de Yuki que se hallaba tendido sobre una mesa sangrando a borbotones, mientras Jasmine apretaba fuertemente las manos tratando de contener sus sollozos. Sintió una terrible desazón por dentro al ver a su hermano en ese estado y se acercó tomándolo por los hombros, acercándolo a su cuerpo para tratar de reconfortarlo.
-Ha sido mi culpa Kami-chan, si no hubiéramos dormido juntos no se le habrían salido los puntos y no estaría sangrando, yo…yo…lo amo…y…y mira lo que he hecho.-
-Shhhh, no sigas Jas-chan, no has tenido la culpa de nada, Yuki es un hombre fuerte saldrá de esta, y no querría que te martirizaras.-
-¿Y tú por qué estas aquí?-
-Es por Kaya, se desmayó por segunda vez en el día, y no creo que vuelva a ser un simple desvanecimiento a causa del calor.-
Examinó la cara mientras se secaba las lágrimas y justo en ese instante, a la vez que observaba el gesto incrédulo de su hermano mayor una idea pasó por su mente.
-¿Kaya y tú habéis tenido relaciones?-
Miró a Jasmine sorprendido por el mal aspecto que presentaba, su usualmente divertido hermano que tendía a dar envidia con su aspecto siempre bello y sonriente, había sido sustituido por un joven demacrado con los ojos hinchados y rojizos de tanto llorar, con un gesto de temor y un brillo de tristeza en los ojos, que aún parecían más grandes, que rompía el corazón.
-Pues sí, contando hoy seis veces.-
-Vaya.-
Desvió la mirada, no lo consideraba un tema apropiado de conversación, no era elegante.
-¿Has…has pensado en tener hijos?-
No sabía qué tenía que ver aquella pregunta con el tema que estaban tratando pero aún así contestó.
-Pues, si, por supuesto.-
Jasmine sonrió, aunque su sonrisa no subió hasta sus pupilas tristes.
-¿Has pensado en cuales son los síntomas de un embarazo?-
Kamijo le miró con a boca abierta y sonrió como un idiota, luego, en un gesto muy poco elegante y por tanto muy poco propio de él, salió corriendo del lugar y subió corriendo hasta su camarote, donde Kaya aún dormía, una vez allí destapó con cuidado el frágil y delicado cuerpo, y acarició el cálido vientre apoyando su cabeza sobre él. Decir que lo quería era quedarse corto, incluso decir que lo amaba era una blasfemia, porque hacía mucho más que eso, ni siquiera podía imaginarle un sentido a su vida sin aquel muchacho de cabellos dorados, bellos ojos azules y amplia sonrisa de amabilidad.

Mana observó con aprensión la cara seria de Sakurai Atsushi que sin embargo se acercó a él y lo envolvió entre sus brazos suavemente y susurró a su oído que a pesar de todo era la pareja que su hijo había elegido y que realmente consideraba que podía llegar a ser un gran compañero, entonces, justo antes de separarse le dijo en un tono más bajo que el anterior que no tuviera miedo al amor. El moreno sabía lo que era y conocía el tipo de persona que era Mana, siempre había considerado que Gackt había sacado las cualidades de Yoshiki, y no le molestaba, pero de algún modo también había esperado que sus hijos se parecieran más a él, aunque viendo al joven doncel capitán de hielo le parecía que era una justicia poética que justamente aquel muchacho fuera el futuro padre gestante de sus nietos. Gackt respiró tranquilo cuando vio como sus padres aceptaban a Mana sin decir nada, aunque tenía curiosidad por saber lo que su padre había susurrado al oído de su amante, sin embargo estaba tan emocionado ante la perspectiva de tener un nuevo hermano que pronto se le olvidó deshaciéndose en atenciones hacia su madre como estaba, al igual que Klaha mientras los otros dos morenos trataban de apartarse, uno porque su reputación le impedía ser cariñoso en público y otro porque se sentía fuera de lugar, nunca había tenido una familia con la que compartir momentos como aquel, no tenía ni idea de que hacer, pero mientras entraban en el comedor notó como el de cabellos castaños que había conquistado su corazón pasaba un brazo rodeando su cintura con cuidado.
-No te preocupes Mana-chan, todo va a estar bien.-
El capitán cedió la presidencia a sus progenitores, él ocupó el lugar a la derecha de Atsushi y a su propia derecha al joven capitán del Dix Inferno, por otro lado su hermano escogió le asiento junto a su madre, cuando todos estuvieron acomodados entraron varios marineros que sirvieron una rica cena típicamente asiática de la que se habían apropiado en puerto y que consistía en arroz con especias y frutos secos de la India, carne de cerdo con bambú cortado en salsa de China y yakitori con salsa teriyaki de Japón, lo cierto era que a pesar de la sencillez de la cena Mana se sintió contento y era una sensación extraña en él, pero muy agradable, en ese momento entendió lo que significaba formar parte de algo, aunque por supuesto no sonrió ni habló para demostrar su alegría puesto que el hecho de que se encontrara bien en ese instante no le hacía confiar completamente en Gackt, con el tiempo había aprendido a desconfiar de la gente en general y de los hombres en particular, aunque los ojos almendrados del hombre tenían un brillo que lograba confundir su percepción. Cuando terminaron de ingerir los alimentos tanto Atsushi como Yoshiki se retiraron al navío del primero, el Heaven’s Heroine, mientras que Klaha se llevó a Közi con él al Dix Inferno pues sus días de necesidad no habían pasado por completo, hay que decir también que se abstuvo de informar a sus progenitores de su perdida de virginidad ya que apreciaba demasiado las partes pudendas del pirata pelirrojo. Gackt tomó al bellísimo y siempre mudo doncel guiándolo de nuevo hasta su camarote, una vez allí le besó con suavidad, pues pese a que también atravesaba el celo como su hermano, el miedo que había pasado durante años hacía que fuera menos potente, pero eso no evitó que poco a poco se abandonara entre los brazos tan fuertes y morenos como el resto del cuerpo de su capitán Sakurai. En el barco fondeado a su lado el esposo del capitán se dejaba querer por su diligente moreno que le masajeaba la espalda suavemente y es que el embarazo hacía que su columna se resintiera.
-¿Crees que ese joven, Mana, es bueno para Gackuchin?-
-Nuestro hijo ya no es un bebé Yoshi, de todas formas creo que Mana necesita a nuestro hijo más de lo que cree, es un chico que ha sufrido mucho solo hay que mirarle a los ojos para verlo, y tal vez esta sea la oportunidad que tiene para dejar de sufrir y aprender a ser feliz, creo que Gackt lo ama de verdad, siempre supe que en eso sería como yo.-
-¿Qué se aprovecharía de un doncel indefenso?-
Esbozó una sonrisa ante al mirada juguetona del hermoso rubio, retiró el cabello largo y ondulado para ver a la perfección la totalidad de aquella hermosa cara que se disponía a besar suavemente. Recostó el cuerpo sobre los cojines para que estuviera más cómodo mientras retiraba la ancha chilaba negra y rosa que lo envolvía ya que debido a su abultado vientre no podía vestir otro tipo de prendas, cuando consiguió deslizar por completo la ropa examinó detenidamente el perfecto cuerpo del gestante, pues su embarazo solo le hacía verse más radiante si cabe, no había nadie más hermoso que Yoshiki para Atsushi.
-Sé que no te lo suelo decir muy a menudo mi hermoso Yoshi-chan, pero te amo, más de lo que mi estúpido ego está dispuesto a admitir.-
Escuchó encantado la fresca risa del rubio de larguísimos cabellos dorados que casi de inmediato contestó.
-Lo sé, cariño, siempre miro tus ojos, no me hace falta escucharlo porque lo leo en tus pupilas. Y como supongo que sabrás, mi apuesto capitán, yo también te amo.-
Se besaron de nuevo con la misma pasión que mostraban desde hacía casi dieciocho años, y es que a pesar de todas sus discusiones y disputas los sentimientos que guardaban el uno para el otro no habían cambiado, y ambos estaban seguros de que no cambiarían.

Se despertó al sentir el frío en su pecho y brazos y descubrió que la cabeza de Kamijo apoyada en su vientre, la única zona de su cuerpo que estaba caliente. Acarició la cabeza de rizos castaños, tan claros que parecían rubios a la luz de las velas prendidas, miró por la ventana observando el mar de la noche fundirse con el frío cielo oscuro de la madrugada, al cabo de un rato acarició de nuevo los mechones despertando a durmiente que le miró sonriendo y le dio un beso que le dejó sin respiración, entonces lo abrazó con delicadeza entregándole todos sus sentimientos en aquel simple contacto.
-Te quiero mi pequeño, y respecto a los desmayos no es necesario que te preocupes, Ryoushin dice que suele ser normal en la adaptación en la vida abordo, y aunque tu lo has pasado más tarde no es grave.-
El doncel asintió feliz al saber que no era grave sin saber que Kamijo había omitido las sospechas de su hermano, y es que hasta no estar seguro prefería no especular, no quería ni desilusionarse ni desilusionar a Kaya. Suavemente se abrazaron acomodándose para dormir debían descansar para los acontecimientos que se avecinaban, fueran los que fueran y llegaran cuando llegaran. Cuando cerró los ojos lo primero que llegó a su mente fue un niño ataviado con un pantalón corto azul cielo y una chaqueta negra correteando y riendo con sus grandes ojos azules cobalto abiertos y un delicado cabello rubio platino rizado al viento, y solo pudo desear que ese sueño se cumpliera.

Corazón Sangrante, Alma Rota V




Cuando llegó a la habitación lo primero que notó fue que el ambiente estaba más relajado de lo normal, además Kamijo en vez de actuar ansioso y deseoso por tomarle simplemente tiraba de él con cuidado conduciéndole hacia el baño, una vez que entraron se asombró de lo hermoso que estaba todo, la enorme bañera rectangular estaba llena de agua perfumada cubierta de pétalos de rosas rojas, a su alrededor estilizadas velas con esencia de flores colocadas en ornamentados candelabros de pie iluminaban la estancia que no contaba con más luz, en el equipo de sonido una bella melodía llenaba la habitación haciéndola más romántica aún si cabe.
El de cabellos castaños retiró la capa de su princesa, soltó el lazo del obi dejándolo caer y haciendo que el kimono se deslizara, después sujetó la fina mano de dedos blancos haciéndole bajar de las altas plataformas, retiró la ropa por completo dejándolo tan solo con los tabi que se apresuró a retirar también, luego lo tomó entre sus brazo y lo llevó hasta la bañera donde lo sentó en los primeros escalones de la escalerilla sumergiendo su cuerpo parcialmente en el agua templada, procedió a quitarse su propia ropa y a acompañar a su joven amante entre las rosas. Acarició el delicado cuerpo de Hizaki acercando sus cuerpos hasta que sus pechos se rozaron, enredó sus dedos en el cabello rubio antes de propinar un largo y apasionado beso al joven que sin darse cuenta pasó sus brazos por el cuello intensificando aún más el contacto. Se estaba rindiendo, lo sabía, cada vez resistía menos y se entregaba más, lo peor era que disfrutaba cuando Kamijo le tomaba y era feliz al notar que era amable con él, lo peor es que su corazón comenzaba a vibrar con la mirada de hielo.
Abrió las piernas que rodearían su cintura en un futuro no muy lejano y se introdujo entre ellas acariciándolas de arriba abajo enterrando su cara en el hombro del muchacho que simplemente acarició sus rizos relajadamente mientras su mente trataba de analizar lo sentía, había una fuerte presión en su pecho que le indicaba que algo no iba bien, algo que evidentemente tenía que ver con el centro de todo su universo que ahora besaba su garganta suavemente mientras deslizaba los dedos por su espalda causándole escalofríos en la columna vertebral, cerró los ojos para evitar que las lágrimas cayeran por sus mejillas aunque no las pudo contener durante más de unos pocos minutos y se echó a llorar desconsolado.

Estaba tranquilamente saboreando la deliciosa y fina piel del cuello de su princesa cuando notó como las lágrimas caían sobre su cara y levantó los ojos hasta ver como Hizaki cerraba los suyos tratando de evitar los hipidos.
Sin mediar palabra lo levantó entre sus brazos cogiendo un albornoz y envolviéndole en él y después lo llevó a la habitación donde lo poso con delicadeza en la cama sin importarle que su cabello mojara las sábanas, puso sus manos a ambos lados de la cabeza rubia y miró los ojos de azabache que acababan de abrirse.

-Hizaki, noto que desde hace días te ocurre algo y quiero saber qué es.-
Pero el más joven en vez de responderle volvió el rostro sin despegar los labios tratando de ignorar tanto el frío tono como la inquisitiva mirada que amenazaba con conocer aquello que ni él mismo comprendía, aquello que lo tenía en semejante estado emocional. Kamijo torció el gesto ante la reacción de su princesa y tomo la cara redondeada por el mentón obligándole a girarla, sin embargo el rubio cerró los ojos negándose a mirarle.

-Primero, mírame cuando te hablo, y segundo, no me obligues a hacerte daño para averiguar qué es lo que te ocurre.-

Tembló al oír la imperiosa voz de su dueño y abrió lentamente sus orbes oscuros que reflejaban tanto su miedo como su incertidumbre, y se echó a lloras de nuevo mientras trataba de tragar el nudo que se había instalado en su garganta y que le impedía hablar. Cuando por fin lo consiguió solo fue capaz de suplicar débilmente.

-Po…por favor, déjame ir…me…me duele, por favor déjame…-

Se levantó impresionado ante la respuesta de su pequeño y sin saber qué hacer se dirigió al baño de donde cogió su propia bata colocándosela y frotando sus extremidades por encima de la esponjosa tela para secarse, luego salió y se encontró con la cama vacía y la puerta abierta, furioso consigo mismo más que con Hizaki salió corriendo para encontrarlo antes de que hiciera una locura.
Cuando se dio cuenta de que Kamijo había salido de la habitación se decidió a escapar como fuera, sin hacer ruido se levantó y abrió la puerta agradeciendo que el cerrojo estuviera quitado, corrió por el pasillo sin encender la luz, por suerte se sabía el camino de memoria, bajó las escaleras lo más rápido que pudo, luego agarrándose a la pared tanteó en busca de una puerta, recordaba de cuando era pequeño que la entrada estaba disimulada en la pared. Estaba a punto de encontrarla cuando sintió un fuerte tirón en su cintura y una mano apretó su boca salvajemente haciéndole daño.

Cuando por fin encontró al rubio este estaba a punto de encontrar la puerta de principal de la casa, aceleró el paso agarrando la estrecha cintura y le tapó fuertemente la boca para evitar cualquier sonido que advirtiera a Atsushi de lo que acababa de ocurrir, no sabía por qué estaba salvando a Hizaki del castigo puesto que en otro tiempo hubiera llegado incluso a disfrutar de él, lo cargó duramente escaleras arriba hasta llegar de nuevo al cuarto, una vez allí lo arrojó sobre el lecho y antes de que pudiera reaccionar y levantarse se volvió y marcó la clave de la cerradura electrónica que solo él conocía.
Al ver cómo el castaño marcaba la contraseña toda la esperanza desapareció para él puesto que aunque llegara a la puerta ni siquiera le daría tiempo a marcar la primera combinación de números, tragó saliva tratando de hacerse a la idea de que iba a ser castigado tan duramente como al principio, sin embargo no fue capaz, hacía mucho tiempo que no era tratado tan duramente, cerró los ojos al ver cómo Kamijo se acercaba de nuevo, sin embargo no notó ningún golpe o insulto como había esperado, sino algo que caía sobre su cara. Miró y descubrió un fardo de ropa compuesto por unas medias blancas, la ropa interior de igual color, una especie de vestido de color rosa pálido con puntillas en los bajos y un abrigo a juego que además tenía piel blanca en el cuello, las mangas y los bajos y dos corazones también de piel en los bolsillos. Finalmente extrajo de una caja unas botas de cuero blanco con piel y dos borlas en el extremo de los cordones y se las lanzó también.

-Póntelo, vamos a salir.-

No dijo nada más antes de volverse a elegir su propia ropa, una vez que se decidió retiró su albornoz pensando que había dado el regalo a Hizaki bastante antes de tiempo, la ropa iba a ser entregada el diecisiete de febrero, el día de su cumpleaños, pero la extraña sensación que las palabras del joven le habían causado le había hecho actuar de una forma poco conforme con su habitual tranquilidad, se subió los bóxers negros y agarró sus pantalones vaqueros favoritos también oscuros y se los puso, luego se abrochó la camisa azul marino pero decidió no ponerse corbata, se calzó los brillantes zapatos de vestir y la chaqueta de ante, luego agarró el largo abrigo y miró a Hizaki que ya estaba listo, se acercó y tiró de él fuera de la habitación, recorrió el mismo camino de hacía unos instantes pero esta vez fue él quien abrió la puerta e indicó al chico que saliera.
Una vez en el exterior caminaron hasta su deportivo, dio la vuelta al capó y abrió la portezuela del copiloto para su princesa, en un gesto de perfecto caballero, Hizaki entró aterrado, pensando mil y una barbaridades, trató de calmarse pero el ruido de la puerta de Kamijo al cerrarse retumbó en el abrumador silencio que se había instalado entre ellos. Apenas le dio tiempo de abrocharse el cinturón de seguridad antes de que el terrible coche arrancara alcanzando en pocos segundos una velocidad muy por encima de la permitida, miró por la ventana tratando de nuevo, de calmarse, intentando no pensar que se lo llevaba a otra parte para matarle, sin embargo tras el cristal la increíble velocidad que llevaban convertía todo en luces fugaces bajo un cielo que ya comenzaba a aclararse. No tardaron mucho en llegar a donde quiera que estuvieran, Kamijo apagó el motor y bajó repitiendo el gesto elegante de antes y ayudándole a bajar, miró a su alrededor para saber donde estaba y lo que vio hizo que sus ojos se abrieran como platos, frente a él se encontraba un cúmulo de arena al que cualquier libro daría el nombre de playa, y tras él estaba su más anhelado sueño, la ilusión de la que había vivido en los momentos más difíciles.
Al ver que Kamijo no decía nada bajó corriendo las escaleras que daban acceso a la playa y corrió riendo como un niño hasta llegar al borde del agua. Al ver la felicidad de su pequeño le siguió a paso lento y una vez estuvo sobre la arena olvidó su medida elegancia y se despatarró alegremente sobre la arena. Tras contemplar las saladas olas azules se acercó a Kamijo que se había sentado y se acurrucó a su lado, tras un rato viendo el final del amanecer se levantó sobre sus rodillas siguiendo el impulso que su corazón le dictaba, su mente se había quedado en blanco hacía rato. Tomó entre sus manos la cara de Kamijo y unió sus labios a los del hombre, luego completamente sonrojado por su acción se sentó de nuevo y posó su cabeza en el hombro de su amante.

Kamijo abrió los ojos sorprendido al notar como su princesa le besaba, pero los cerró casi de inmediato profundizando el contacto que los unía, entonces una luz se prendió en su cerebro, una luz que le indicaba por qué Hizaki había estado así de raro durante las últimas semanas, el pequeño pese a todo el daño que le había causado comenzaba a sentir algo por él, ese beso era la prueba fehaciente de ello, cuando acabó miró las mejillas sonrojadas de su pequeño, el que llevaba siendo su pequeño once años, casi doce, el único que se había ganado su corazón aunque nunca se lo hubiera demostrado. El rubio se acurrucó contra él de nuevo y pasó un brazo entorno a sus hombros acercándolo aún más a su cuerpo, así, juntos vieron el amanecer.


Kaya se removió perezosamente en el lecho extendiendo el brazo sobre la porción de cama que Juka había ocupado y que por lo tanto debía estar vacía, sin embargo no era así y al tratar de retroceder asustado por la presencia de otro bulto en el lecho se enredó con las sábanas y se cayó al suelo ante la mirada de un peliplateado más que despierto que al ver cómo trataba de librarse de la tela forcejeando sobre la alfombra se echó a reír fuertemente. Se levantó tan enfadado con Juka por reírse que ni siquiera se dio cuenta de que al caer la tela no había nada más cubriendo sus partes más íntimas, se tapó con las manos pero no ocultaban mucho, por lo que se metió en la cama y se tapó con las mantas hasta la cabeza, pero no fue buena idea ya que Juka estaba también bajo las sábanas y se apresuró a atrapar el frágil y pálido cuerpo que le volvía loco, Kaya se retorció riendo en los fuertes brazos del hombre que amaba, estaba feliz sabiendo que por fin habían dormido juntos. Besó el cuello y los hombros de su amante y lo acomodó de espaldas, sin embargo en vez de abrirle las piernas y continuar con los juegos sexuales, acarició su mejilla mirándole a los ojos.

-No me volveré a ir, porque ya sé lo que te ocurre.-

Abrió los ojos espantado ante tal declaración, trató de alejarse pero le fue imposible, su cuerpo no le respondía puesto que tenía miedo de que no le correspondiera.

-Pero antes de que contestes has de saber que nadie me lo ha contado, digamos que no eres el mejor actor que he conocido. Te quiero.-

Justo acabó de pronunciar esas palabras y besó los voluptuosos labios de su amor, sonriendo mentalmente por haber sido capaz de decirlo, siempre había sabido que nunca podría merecer el amor de un ser tan sumamente hermoso y puro como Kaya y con el tiempo lo había aceptado acostumbrándose al sexo forzado, por obligación, por lo que descubrir que el joven sufría por amarle era el mayor regalo que podía recibir, entregó en aquel simple contacto todos los sentimientos que durante años había tratado de ignorar, que durante años le habían hecho sufrir como la peor de las heridas, esas que son incurables, que te dejan vivir restregándote día a día, noche a noche todo lo que te falta. No fue capaz de procesar lo que acababa de oír y al notar los tibios labios de su dueño sobre los suyos solo pudo abandonarse al contacto electrizante que puso su mente en blanco, cuando la falta de aire requirió que se separaran notó humedad en sus mejillas, se había echado al llorar, y sabía la razón, Juka acababa de afirmar que le quería, le miró a los ojos buscando cualquier rastro de mentira, sin embargo los ojos oscuros del hombre no le mostraron ningún tipo de engaño, y es que con el tiempo había aprendido a leer aquellos pozos grises que una vez que te atrapan ya no te liberan jamás, y como en su caso te llevan al más doloroso y desesperado amor que una persona puede sentir.
Le abrazó sollozando desconsolado y enterró su cabeza en el cuello pálido del hombre que amaba tratando de tragar el nudo de su garganta provocado por el mar de emociones en el que se estaba ahogando, quería decir algo, pero no se sentía capaz, se sentía muy extraño, por un lado feliz y por otro confuso, pero cuando notó la mano de Juka en su espalda supo que todo estaba bien, suspiró un par de veces y cerró los ojos tranquilo por fin. Luego notó como volvía a recostarle y le acariciaba retirando su cabello.

-¿Recuerdas la primera vez que te vi?-

-Es imposible olvidarlo, esa noche no pude dormir.-

Se echó a reír ante la contestación y apoyó su cabeza sobre el pecho delgado y blanquecino de su pequeño amante que comenzó a recordar cómo había sido su primer día en aquella casa de la que no había vuelto a salir.

--Flash-Back—

Era diecisiete de julio, el día de su cumpleaños, el día que cumplía siete años de edad, y lo normal en ese tipo de casos era que un niño recibiera muchos y diversos regalos, sin embargo como ya era habitual tan solo había recibido el de su hermano, Jasmine como siempre había gastado el poco dinero que tenía para sí mismo en una rosa brillante y roja para su pequeño hermanito al que desde luego no había contado que ese mes tampoco se iba a poder comprar unos zapatos nuevos que no le apretaran y se mojaran con la lluvia. Agarró fuertemente la mano de Kaya cuyo pelo blanco y hermoso se veía bajo el pequeño gorrito azul cielo, y caminó por la calle esquivando las piernas de los adultos que amenazaban con arrollarles, tenían que buscar un nuevo lugar donde dormir dado que el sitio que antes ocupaban acababa de ser desmantelado.

Anduvieron durante gran parte del día y cuando la noche cayó el pequeño Kaya aún no había comido nada, por lo que aprovechando su pequeña estatura caminó dentro de un bar sin que nadie advirtiera su presencia, para sus nueve años era demasiado bajito y delgado, había dejado al pequeño cerca de la puerta por si tenían que salir corriendo. Se acercó a una mesa ocupada por dos hombres trajeados y de aspecto serio que no paraban de hablar ignorando el pastel de crema de aspecto delicioso que llenaría el estómago de su pequeño hermano.
Extendió su fina mano y hasta tantear la superficie glaseada que le pringó los dedos, luego la fue retirando lentamente suplicando por que los hombres no se dieran cuenta, sin embargo no era su día de suerte puesto que uno de ellos, el rubio agarró su muñeca fuertemente haciéndole daño y tiró de ella haciéndole gritar, en ese momento los demás hombres que había en el establecimiento se levantaron de sus asientos y taparon las salidas, solo entonces fue consciente del error que había cometido, oyó el grito de Kaya cuando un hombre alto de mirada peligrosa y cabello plateado le tomó en brazos y trató de soltarse para auxiliar a su hermano que ahora no dejaba de llorar asustado, pero el hombre que le sujetaba simplemente retorció su mano haciendo que cayera de rodillas sin fuerzas y que las lágrimas comenzaran a brotar por el dolor de su muñeca.
Fue levantado en vilo, al igual que Kaya, por aquel señor rubio, y vio cómo lo montaban en un coche negro tan imponente como su dueño, tenía tanto miedo que si siquiera era capaz de gritar sobre todo porque sabía que aunque los mataran a los dos a nadie le importaría, no tenían familia, ni amigos, ni siquiera un lugar decente para dormir.

--Fin del Flash-Back—

Una lágrima se deslizó por la hermosa y andrógina cara de Jasmine pero antes de que llegara a la altura del cuello fue secada por Yuki que descansaba a su lado con solo un bóxer como pijama, luego pasó un brazo por la estrecha cintura del joven de cabello rizado sintiendo la cálida piel bajo el camisón de rayas moradas y blancas que usaba para dormir.

-¿En qué piensas?-

-En la primera vez que nos vimos, nunca en mi vida había tenido tanto miedo.-

-No pienses en esas cosas ahora, solo descansa, no me gusta que te pongas triste.-

Jasmine asintió omitiendo el comentario de que era el propio Yuki el que causaba su tristeza y cerró los ojos tratando, sin éxito, de que las imágenes del recuerdo no volvieran a su mente.

--Flash-Back—

Habían llegado a una casa enorme que además tenía calefacción, esos últimos días hacía mucho frío por la noche, el hombre le había amenazado con hacer daño a Kaya si trataba de huir o gritaba y luego los había dejado en un cuarto con una hermosa cama de sábanas rojas que estaba ocupada, había sentado a su hermano sobre la colcha y le había quitado el fino abrigo que llevaba dejando ver el vestido blanco que contrastaba con las medias negras y los pequeños zapatos del mismo color, luego se había dejado caer en un pequeño y blando puf de cuero enfrente de la cama.

Al cabo de un rato el ocupante del lecho comenzó a despertar y poco a poco se fue levantando aún abrazado a un peluche que hizo que por él corriera la envidia, habría dado casi cualquier cosa por conseguirle uno igual a su hermanito y no esas rosas que al cabo de un día se marchitaban, sin embargo el pequeño Kaya no se había enterado de que otro niño de cabello rubio miraba con interés la rosa que acariciaba para tratar de calmarse. El pequeño se acercó con la curiosidad brillando en sus grandes y expresivos ojos negros, pero sin soltar a su conejo de peluche, hasta llegar a la altura de Kaya a quien tomó del hombro para ver mejor la flor y asustándolo sin querer. Se incorporó al ver a su hermanito temblar, pero al observar la mirada del niño se calmó de nuevo.

-No te asustes, soy Hizaki y me gusta tu flor.-

Escuchó la voz infantil del niño tan parecida a la del propio Kaya que no tardó en contestar.

-So…soy Kaya y me gusta tu peluche.-

-Se llama Lavi.-

Jasmine sonrió ante el inocente comentario y aún más cuando vio cómo el otro infante le tendió su conejo a su nuevo amigo que lo aceptó encantado tendiéndole la rosa, sin saber que mientras tanto en una habitación tres hombres observaban a través de las cámaras colocadas en las lámparas las acciones de los tres niños, en el centro un hombre alto e imponente de cabello largo y negro giró su cabeza para observar a su colega de pelo rizado que miraba las acciones del niño rubio con los ojos completamente abiertos por la sorpresa, nunca se podría haber imaginado que Hizaki llegara a compartir a Lavi, puesto que ni siquiera dejaba que él lo tocara, analizó atentamente el comportamiento del rubio respecto a la flor roja, hacía ya dos años que su pequeña princesa como se empeñaba en llamarle vivía allí, pero aún estaba averiguando cosas sobre él.
Yuki observaba con interés al niño de rizos castaños tratando de decidir si quedárselo para él o entregárselo a Atsushi para que lo usara en su negocio, finalmente se decidió por la primera opción.

-Te pagaré su manutención Atsu, la de los dos.-

El aludido pasó por alto aquel mote tan poco imponente que el rubio le acababa de poner y le miró algo impresionado.

-¿A los dos?-

-Sí, de ese modo el mayor me obedecerá.-

Atsushi asintió pensando en que de todas formas controlar a un niño de esa edad no podía resultar tan difícil, sin saber el error que estaba cometiendo.

--Fin del Flash-Back—

Yuki suspiró acariciando uno de los suaves rizos de Jasmine que tenía la cabeza apoyada en su pecho desnudo, amaba cada parte de aquel bello joven que tras constantes torturas se había rendido a él, abrazó un poco más el cuerpo cubierto por aquella fina tela que en aquel momento le impedía sentir aquella piel increíblemente suave, juntó los párpados, se sentía lleno de paz, absolutamente calmado.


Toshi acarició una última vez la cabeza rosada y salió de la habitación mientras el pequeño cuerpo se removía entre las sábanas extrañando el agradable calor del hombre de negro, pero el trabajo le reclamaba y debía ocuparse de él antes de que la policía llegara, según tenía entendido había un informante en la organización y debía poner a salvo el cargamento antes de que diera el soplo. Montó en la flamante moto negra y se puso el casco que evitaría un posible reconocimiento facial, luego aceleró recordando la bella cara durmiente de Hideto, el ser más bello sobre la tierra, y es que pese a vivir rodeado de bellezas como Hizaki o Kaya aquel niño de mirada inocente y horrible gusto para vestir le había robado poco a poco el corazón con sus ojos de chocolate.


Teru apartó las mantas que le agobiaban pero casi de inmediato estas volvieron a cubrirle casi por completo, mientras Asagi reía divertido ante los gestos del pequeño, luego lo agarró y comenzó a hacerle cosquillas provocando las risas del muchacho a pesar de sus intentos por resistirla, finalmente dejó que el pequeño cuerpo descansara sobre el suyo propio, era tan bello cuando descansaba agotado sobre él. Movió sus enormes ojos cobalto que daban un aspecto sumamente infantil a su cara hasta que se encontraban en las pupilas carmesí del hombre de cabello negro, aquellos ojos que tanto le habían asustado la primera vez que los había visto, tenía doce años, tan solo habían pasado unos meses desde aquel momento. Su familia había desaparecido, sus padres, la única que tenía, se habían esfumado, sabía que tenían deudas puesto que su progenitor era un ludópata consumado, pero lo que jamás había podido imaginar es que había sido tan estúpido como para pedir dinero a la mafia, esta tras desmantelar lo que hasta hacía unas horas era el único hogar que conoció, le había llevado hasta un edificio de aspecto majestuoso donde dos hombres de cabello negro le habían examinado profundamente causándole más miedo del que estaba acostumbrado, luego uno de ellos le había ordenado a un tipo con aspecto de gorila que lo llevara al lugar en el que estaba en ese instante, una habitación con dos camas, una con cortinajes azules y negros y la otra con adornos que iban desde el morado más claro hasta el violeta más oscuro.

Mientras examinaba el cuarto entraron en él varios jóvenes de sorprendente belleza que le miraron apenados, el primero tenía largos rizos rubios y bellos ojos negros, y vestía pantalones muy anchos y una camiseta ajustada, todo ello negro, el chico con el que había estado hablando era aún más impresionante, pues si el primero parecía un modelo, el segundo vestido enteramente de blanco como estaba se asemejaba con una figura celestial, y en su cara dos purísimas turquesas parecían brillar con luz propia. Los acompañaban dos morenos impresionantes, el de la derecha tenía rizos castaños y grandes ojos del mismo color, portaba pantalones blancos y una chaqueta morada, mientras que el otro ayudado por su vestimenta oscura parecía una figura en blanco y negro, sus ojos y cabello del color de la noche parecían brillar en contraste con la piel de porcelana inmaculada, su ropa era idéntica a la de una muñeca, llena de encajes y lazos haciéndole ver aún más irreal.

-¿Eres el nuevo?-

La voz cantarina del chico de pelo blanco le hizo salir de su ensimismamiento y se puso colorado al darse cuenta de que había sido descubierto y asintió torpemente antes de contestar.

-No estoy muy seguro.-

-Yo soy Kaya, ellos son Hizaki, Yuu y Mana.-

-Me llamo Teru.-

-Nosotros te ayudaremos a acostumbrarte a la vida de aquí.-

-No…no lo entiendo, ¿y mis padres?-

El chico que parecía un ángel lo miró con pena, ese gesto le hizo sentir mal por dentro, algo le decía que no los volvería a ver.

-Tus padres tenían una deuda con Asagi-sama, como no la han podido pagar completa debes hacerlo tu.-

Notó como las lágrimas comenzaron a acudir a sus ojos cuando notó la mano del chico en su hombro, sabiendo que vendría a continuación.

-Lo siento, ellos han escapado, probablemente se han ido del país.-

-¿¿Me…me han abandonado??-

-Lo siento, ahora nosotros somos tu familia.-

Finalmente rompió a llorar siendo abrazado por tres de los jóvenes, el cuarto, el bello muchacho que parecía una muñeca solo les miró con su expresión imperturbable. Parpadeó regresando a la realidad ante la mirada curiosa de Asagi que se imaginó lo que había estado pensando su pequeño y le acarició suavemente, Teru había sido uno de los pocos que había aceptado su destino desde el principio, y es que no era para menos, no tenía absolutamente nada, así como los demás habían sido relativamente felices en su niñez, por lo que había logrado sonsacar al pequeño él no lo había sido en absoluto, su padre se dedicaba a su peligrosa afición al póker mientras que la madre fingía que todo iba bien en su matrimonio a pesar de que este llevaba muerto demasiados años, mientras el pequeño debió crecer solo en una situación que no entendía. Acarició el pelo retirándolo de la cara de su niño para ver mejor sus ojos.

-No sigas pensando en aquella época, han pasado meses suficientes como para que te olvides de ellos, no valen la pena y lo sabes.-

Asintió, pues aunque odiara admitirlo el hombre tenía razón, y de todas formas su vida no había cambiado, salvo por las noches, en absoluto, podía decir que excepto la obligación sexual, todo era mejor que cuando vivía con su propia familia.

-Cuando los encuentres, ¿qué ocurrirá?-

-Pagarán su deuda con sus vidas.-

Abrió los ojos alarmado, a pesar de todo eran sus padres.

-Pe…pero ¡son mis padres!-

Aquel comentario le enfureció, no eran más que basura que jamás habían hecho nada por él y se preocupaba por ellos, no sabía si era muy bueno o muy estúpido. Inspiró para tranquilizarse antes de contestar, no quería pagar su mal humor con el pequeño, entonces se le ocurrió una de las mejores ideas que jamás había tenido, por lo que se permitió esbozar una sonrisa sarcástica antes de comenzar a hablar de nuevo.

-Después de lo que te hicieron no sé cómo puedes rogar por sus vidas, pero has de tener en cuenta que si no lo pagan ellos lo harás tú.-

Teru asintió con una mirada decidida, acababa de firmar su esclavitud de por vida. Asagi sonrió, ahora el chico no tendría ninguna excusa para huir, puesto que él mismo se había comprometido a quedarse, acarició su cabello de nuevo antes de cerrar los ojos y conminar al niño a imitarle.

-Duérmete que no has descansado nada.-

-Hai, Asagi-sama.-


Cuando el sol estuvo muy alto en el cielo dejaron los abrigos en el coche y fueron a desayunar a una cafetería del centro, para sorpresa de Hizaki que había esperado que le devolviera a la casa, aunque le resultó aún más sorprendente que le dejara elegir su comida, normalmente no podía, compraban siempre cosas que les mantenían en un peso adecuado que satisficiera a los clientes, por lo que aprovechó sabiendo que habría pocos días como ese y pidió una taza de chocolate caliente y una napolitana de crema con abundante glaseado por encima, cuando se lo llevaron sonrió, iba a ser la envidia de Kaya que salvo en los cumpleaños no podía probar sus amados dulces, mientras engullía el enorme dulce observó la mirada divertida de Kamijo que daba pequeños sorbos a su humeante café solo tras apartar la torta dulce que le habían servido de acompañamiento, al ver a la princesa terminar de ingerir su desayuno le tendió la porción de torta que el rubio aceptó feliz y se comió en menos de cinco segundos, luego sopló el humo de su chocolate que aún no se había enfriado ni un poco.
Sin embargo la calma duró poco puesto que Kamijo recibió una llamada al móvil cuando Hizaki estaba a punto de terminar la bebida, era Atsushi que ya había notado la evidente falta del más joven, bueno era lógico, al fin y al cabo había cámaras por todo el recinto, sobre todo en la habitación compartida de Kaya y Hizaki ya que era en la que más intentos de huida e incluso de suicidio se habían producido, el rubio pudo oír la voz del moreno a través del auricular lo que le dio una idea de lo alto que estaba gritando, sin embargo las respuestas del castaño de ojos claros eran tan tenues y susurrantes que no era capaz de entenderlas eclipsadas como estaban por los gritos de Sakurai-sama.
Tras un rato de discusión Kamijo consiguió convencer a su amigo y tranquilizarlo, y agarró la mano de su princesa conduciéndolo de nuevo hasta el vehículo, este echó una mirada de tristeza al océano sabiendo que aún tendría que pasar mucho tiempo para que Kamijo le dejara verlo de nuevo, aunque estaba contento por haberlo observado al menos una vez. Viajaron a la misma velocidad que antes pero por supuesto la sensación horrible que le había invadido desapareció casi por completo, al llegar y entrar se dirigió a su cuarto tal y como su amante había “sugerido” mientras él iba a hablar con Sakurai-sama, una vez allí encontró tanto a Kaya como a Yoshiki sentados con la misma expresión absorta e inmóvil sobre sus camas mirando la puerta cuyo marco acababa de cruzar, ambos jóvenes parpadearon en un gesto tan idéntico que pareció ensayado y se levantaron rápidamente a recibirle.

-¡Oh, Hizaki-hime! ¡Nos has tenido tan preocupado!-

Kaya le abrazó estrechándolo fuertemente entre sus brazos. Después le llegó el turno a Yoshiki que enterró la cara en su hombro.

-Yoshiki-chan vino muy preocupado porque Sakurai-sama estaba enfadado porque tú habías desaparecido, pensamos toda clase de cosas.-

El joven albino se secó las lágrimas que comenzaban a brotar de sus bellos ojos azules mientras el muchacho rubio a su lado asentía examinándole en busca de algún tipo de daño.

-Estoy bien, chicos, no me ha pasado nada, en serio.-
-Cuando Sakurai-sama vio que no estabais me dio mucho miedo, temí que me pegara o algo, pero después de hablar con Kamijo-sama se calmó un poco. ¿Qué ocurrió?-

-¡Me llevó a ver el mar!-

Rió contento y dio vueltas ante la mirada asombrada de los dos jóvenes que tras asimilar sus palabras lo siguieron compartiendo su alegría.

-Luego fuimos a una cafetería, nunca había estado en una, y desayuné chocolate y un bollo con crema y glaseado que no sé cómo se llama.-

Los grandes ojos azules de Kaya brillaron de envidia. Pero no podía dejar de alegrarse por su amigo, Hizaki se merecía eso y mucho más.

-¿De veras? Cuanto me alegro por ti.-

Le abrazó de nuevo e incluso Yoshiki se unió al contacto. Sakurai Atsushi y Kamijo Yuuji observaron desde el marco de la puerta a los tres jóvenes que reían tirados en el suelo, llevaban ya un rato mirando su interacción, ninguno de los dos podría precisar exactamente cuánto puesto que ambos podrían pasarse la vida entera viendo sus bellas figuras, finalmente fue el moreno el que entró en el cuarto y se aclaró la garganta para llamar su atención, tanto Kaya como Yoshiki se levantaron rápidamente, pero la princesa apenas tuvo tiempo de incorporarse antes de que el hombre hablara.

-Bueno, durante estos días que yo sepa ninguno ha realizado sus tareas, por lo que durante este fin de semana os encargareis de la comida y la colada, Kaya, Hizaki poned a Yoshiki al corriente del sistema de tareas, por cierto esta noche cenarás conmigo, mandaré a alguien para que te recoja a las ocho en punto, ni un minuto más ni un minuto menos, espero que vengas vestido de acuerdo con la ocasión.-

Eso último lo dijo enfocando sus fríos ojos negros en las pupilas castañas que lo miraron ligeramente asustado, luego se giró y sin decir nada abandonó la habitación seguido de Kamijo que justo antes de irse miró a Hizaki provocando en él un sonrojo que no supo cómo explicar. El chico de cabello de nieve sonrió a sus dos acompañantes y se dirigió hasta la cesta donde guardaban la ropa sucia a lo largo de la semana, la agarró cargando con ella y anduvo hasta la salida.

-Seguidme.-

Ambos lo hicieron, el mayor de los rubios ya conocía el camino, pero el más joven se preguntaba a donde se dirigirían, entonces recordó que una de las cosas que Sakurai-sama había ordenado no la había entendido del todo.

-¿A qué se refería con lo de la comida?-

-Los chicos que vivimos aquí nos encargamos también de limpiar, de cocinar, de lavar nuestra ropa, además de servirles por la noche, ellos tienen un servicio que se encarga de eso, son los que viste ayer, los que sirvieron la cena. A nosotros solo nos cambian los cortinajes de las camas o cualquier otra prenda que haya que llevar a la tintorería porque nosotros no podemos salir de esta casa, imagino que ahora me vigilarán más ya que conozco la ubicación de la puerta, aunque no sé por qué pero creo que no voy a volver a salir por ella.-

Le miró con los ojos abiertos como platos, el no sabía cocinar, es más la única vez que había puesto una cazuela al fuego la había quemado, en la cocina era un cero a la izquierda. Así se lo hizo saber a los dos jóvenes que trataron de tranquilizarle diciendo que ellos le enseñarían, algo que por otra parte solo consiguió preocuparle más. Llegaron a una habitación con azulejos blancos y azules casi cubiertos por varias lavadoras iguales de acero inoxidable, también había pequeñas mesas de contrachapado azul claro debajo de las cuales pudo ver más recipientes de ropa, y donde Kaya dejó la cesta antes de destaparla y comenzar a sacar su contenido, lo fue distribuyendo por colores mientras Hizaki, tras hacerle un gesto para que lo imitara, repetía el proceso con el resto de cajas de mimbre, pusieron las cinco lavadoras y se sentaron en el suelo de cemento a conversar un rato, no estaba frío como se había esperado, aunque no sabía por qué.

-¿Por qué el suelo está templado?-

-Por debajo pasan las tuberías del agua caliente, ahora funcionan porque está lavando.-

Asintió sorprendido, pero no dijo nada más, se dedicó a mirar cómo se centrifugaba la ropa hasta que comenzó a notar un ligero mareo, entonces se volvió hacia los otros chicos.

-¿Por qué tenemos tanta libertad? Imagino que en la cocina hay cuchillos y esas cosas, ¿por qué nos dejan tener acceso a ellas?-

-Porque no podemos escapar, hay cámaras de video vigilancia por toda la casa, incluso en los baños, si tratamos de herir a alguien o a nosotros mismos no pasan ni dos minutos antes de que los matones de Sakurai-sama nos encuentren, luego solo podemos rezar para no curarnos rápido, porque eso significa que seremos castigados más duramente por haber hecho algo que nos está prohibido.-

-Pero, ponerlas incluso en el baño es mucho ¿no?-

Hizaki miró elocuentemente a Kaya que bajó la cabeza avergonzado, justo antes de contestar.

-Las pusieron porque me abrí las venas allí con un cuchillo pequeño que cogí de la cocina, tardaron media hora en encontrarme y pasó un mes antes de que se me curaran las heridas del todo, después del castigo que recibí jamás se me ocurriría intentarlo de nuevo.-

Se sumió en los dolorosos recuerdos.

--Flash-Back--

Ya ni siquiera era capaz de sentir el dolor le habían dado tantos golpes sobre su piel desnuda que se había desmayado dos veces, tanto Juka-sama como Sakurai-sama le estaban castigando, esperaron a que el dolor más fuerte pasara para seguir golpeando su frágil figura, si no notaba nada no se podía considerar un castigo efectivo. Lo primero que le devolvió a aquella horrorosa realidad fue el tirón que uno de ellos dio a las cadenas que sujetaban sus muñecas haciendo que sus músculos se estiraran dolorosamente obligándole a exponer su estómago y vientre, entre los labios tenía una mordaza que le impedía gritar, y que además hacía más presente el dolor de sus mejillas provocado por los primeros golpes en forma de bofetada que había recibido, luego una gruesa suela de bota se apretó contra su estómago y chilló aunque este fuera reprimido por la bola roja, las lágrimas volvieron a brotar y cuando notó que paraba y que soltaban las correas de su cara prometió con la voz ronca que jamás volvería a hacerlo, lo juró por lo que más se importaba con la voz rota mientras trataba de encogerse, sin embargo aún no llegaba lo peor, oyó la puerta cerrarse y supo lo que iba a ocurrir a continuación, sus piernas fueran bruscamente separadas y apenas pasó nada de tiempo antes de que el duro y húmedo miembro de Juka-sama rompiera sus entrañas con saña, pero esta vez no gritó, ni siquiera se movió, el dolor que sentía en el pecho era mucho más fuerte que cualquiera que hubiera sentido antes, más fuerte que el que los dos hombres le habían hecho sentir, era su corazón rompiéndose.

--Fin del Flash-Back—

Cuando vio la expresión vacía en la cara de Kaya-san se arrepintió de haber preguntado pero lo hizo aún más al ver una lágrima deslizarse por la blanca tez del muchacho y maldijo su curiosidad, se acercó y lo acogió entre sus brazos mientras este por fin rompió a llorar desconsolado, el hecho de amar a Juka solo complicaba las cosas, y aunque él le había dicho que le quería, eso no borraba los malos tratos, de los cuales el que acababa de recordar había sido el más terrible de toda su existencia. Tomó aire antes de volver a hablar, necesitaba hacerlo pues de ese modo sentía que se quitaba un gigantesco peso de encima.

-Tras lo que me hicieron no me pude mover en varios días, si no hubiera sido por Hizaki y Jasmine me habría vuelto loco, solo prométeme una cosa Yoshi-chan…-

Agarró su cara con las dos manos mirándole con aquellos ojos llenos de lágrimas que debido a su color parecían bellos y enormes lagos.

-…no lo intentes nunca, no soportaría ver cómo te hacen lo mismo que a mí.-

Hizaki miró a otro lado frunciendo los labios en una mueca reprobatoria, ya conocía el carácter de Kaya, era mucho más delicado, dulce y tierno que el resto de ellos, pese a su edad a veces era el más infantil de todos, lo que le molestaba no era eso, por supuesto, sino la falta de valor que a veces demostraba, aún podía recordar cuándo le había gritado “¡Y qué sí soy un cobarde!”. Aunque no podía culparle, después de lo que había visto sufrir a Yuu, pero le seguía incomodando su falta de lucha, era el corazón más frágil de los tres, puesto que Mana no contaba, su mutismo casi perpetuo también era seguido por una obediencia casi continua. Se levantó para dirigirse a la cocina pero antes de salir puso su mano en el hombro del albino.
-Ya no pienses más en eso, Kaya-chan.-

-No te enfades conmigo Hime-chan, yo no puedo evitarlo.-

-No me enfado contigo, aunque no comparta tu opinión nunca me enfadaría contigo por algo semejante.-

Se arrodilló a su lado y secó las lágrimas del de ojos azules antes de tenderle la mano para ayudarle a levantarse, luego salieron los tres, rumbo a la habitación que también estaba decorada con azulejos, esta vez con imágenes de fruta y comida, comenzaron a extraer utensilios de los armarios de madera rojiza y a colocarlos sobre la encimera de granito verde, él se quedó parado detrás de ellos sin moverse ni hacer nada, simplemente mirando cómo se dividían y coordinaban a la perfección para comenzar a cocer unos macarrones y picar algo de pescado para hacer la salsa de acompañamiento. Le indicaron que comenzara a abrir latas de aceitunas, una de las cosas que podía hacer sin poner en peligro la vida de todos, y así lo izo, luego las fue vertiendo enteras sobre el tomate y el queso que se fundían en la sartén en medio de un delicioso y agradable chisporreo. Era todo tan normal, tan familiar que parecía que nada malo podría ocurrir, esbozó una sonrisa, una de las pocas que había conseguido formar desde que estaba allí, aunque no tuvo tiempo apenas de regodearse en aquella felicidad momentánea, puesto que de inmediato sus acompañantes comenzaron a hablar a toda prisa sobre el guiso obligándole a vigilar la sartén y la cazuela, durante un segundo se permitió suspirar y cerrar los ojos. Durante el día todo era mucho mejor de lo que había esperado, ahora solo esperaba que Sakurai-sama no estuviera de mal humor.
Se volvió al oír un estrepitoso ruido seguido de las risas de los chicos, con ellos era tan fácil olvidar la realidad.