domingo, 12 de febrero de 2012

¡¡Piratas!! (XII)





Capítulo 12: La tormenta perfecta II

Hizaki sentía los largos dedos de Asagi sobre su piel provocándole escalofríos, aquel contacto no se parecía en nada al que había tenido con Teru, pues las manos del moreno eran demandantes, aunque también entregaban a la par que exigían, realmente las sensaciones que las yemas del atractivo moreno le transmitían eran muy diferentes de la caricias tiernas e inocentes de su amado de ojos cobalto, era evidente que el antiguo soldado había conocido el calor de la pasión, bajo él, el bellísimo doncel de largos rizos rubios se sentía completamente dominado, el fuerte cuerpo masculino del moreno le tenía absolutamente subyugado, rendido como estaba dejaba que cada parte de su cuerpo fuera explorada por aquellos finos dedos que lo hacían vibrar, el hermoso doncel gimió abrazando apasionadamente al de melena negra rodeándolo también con sus piernas y juntando de esa forma sus cuerpos calientes, pero las caricias que lo volvían loco no cesaron sino que se intensificaron en la zona en que su miembro, ya muy despierto, rozaba contra el vientre de Asagi. Pero el rubio no pensaba quedarse mucho más tiempo inactivo por lo que con un fuerte sonrojo comenzó a acariciar el miembro de su amante provocando que esta vez los gemidos brotaran de la garganta del otro, después besó demandantemente sus labios como solo una princesa caprichosa es capaz de hacer, introduciendo su lengua para saborear aquella esencia masculina, pero al acabar el beso Hizaki estaba un poco celoso preguntándose en quién habría provocado que la lengua de su amado fuera tan habilidosa, pero sus recelos pronto fueron olvidados pues su cuerpo fue alzado hasta quedar sentado sobre el de Asagi que continuó besándolo, terminando de quitarle el vestido y sonriendo al notar que no llevaba ropa interior, después permitió que fueran las manos blancas del pirata las que soltaran su ropa poco a poco mostrando su cuerpo bien formado, fortalecido por el ejercicio que impresionó al muchacho, sobre todo al observar el tamaño del pene erecto, era bastante más grande que Teru por lo que durante un instante temió al dolor que sabía que podía provocarle, sin embargo al observar las pupilas gentiles aún más negras que las suyas se relajó sabiendo que el moreno era todo un caballero, por lo que, confiando en él, se rindió a sus deseos permitiendo que su pequeña entrada fuera explorada por aquellos expertos dígitos, a su vez el besaba el cuello y los hombros de su amante sintiéndose a salvo bajo su protección, no era difícil guardar aquellos sentimientos, al fin y al cabo ese hombre lo había mantenido seguro durante varios días en vez de delatarlo, por ello confiaba ciegamente en su amor.

Los dedos conocieron y estiraron los apretados músculos del ano que estaba a punto de poseer, entonces Asagi se sorprendió de su estrechez, nunca había tenido a un virgen y sabía que Hizaki no lo era, pero suponía que debía de parecerse mucho a aquello, después retiró sus dedos mojados comenzando a penetrar muy suavemente a la princesa, pues imaginaba que esa era tan solo su segunda vez, pero pronto el delicioso rubio tomó el control acelerando y profundizando el contacto que los dejaba sin aire, moviéndose con fuerza provocando así que sus sentimientos se desbordaran a la vez que trataban de respirar sin éxito, y es que las sensaciones eran demasiado abrumadoras, para ambos. Para Hizaki simplemente era una plena realización de amor, se sentía completo al entregarse al segundo de sus hombres, mientras que para el apuesto moreno era la primera vez, la primera vez que estaba con alguien que le importaba por lo que trató de ralentizar el momento lo máximo posible las envestidas, sin embargo el precioso rubio no deseaba esperar por lo que aumentó la presión sobre el miembro de Asagi haciendo que este perdiera el control por completo entregando todo lo que tenía. Sus gemidos se sucedieron sobre la cubierta y ambos se alegraron de que esa fuera una zona poco transitada pues de otro modo todos los barcos les habrían oído expresar su placer y entrega, sobre todo cuando finalmente ambos notaron los calambres del orgasmo recorriendo sus columnas vertebrales y pequeñas chispitas brillaron tras sus párpados mientras sus gargantas emitían prolongados gritos expresando todas las sensaciones que los llenaban, sacándoselas de su pecho. Entonces Hizaki se dio cuenta de lo perfecta que era esa noche, con suavidad apoyó su hermosa faz sobre el fuerte pecho del ex militar y cerró los ojos notando como aquellos largos dedos que tan solo unos instantes atrás habían conseguido hacerle vibrar, acariciaban sus mechones de rizos dorados con suma delicadeza provocando que el sueño le sobreviniera sin que pudiera remediarlo de alguna forma, una vez que estuvo dormido Asagi tomó su delicado cuerpo en brazos y lo transportó hasta el pequeño camarote del barco en cuyo centro había una cama bastante más cómoda que la mayoría de los catres que poblaban los barcos, donde depositó a su amado deleitándose con la visión de su bella cara dormida, después apoyó su propia cabeza sobre el pecho delicado del doncel y se durmió respirando su cálido y suave aroma.

Cuando el valeroso rubio despertó se descubrió solo en aquel pequeño camarote donde la cama igualmente diminuta ocupaba todo el espacio, se levantó algo avergonzado del punzante dolor que sintió en su estrecha entrada al mover los muslos pero pronto lo olvidó al ver el ungüento que estaba apoyado sobre sus ropas del día anterior que se sostenían precariamente de uno de los bordes del cabecero del lecho, se untó la crema relajante y después se vistió tan solo con la amplia camisola de su moreno que mantenía sus delicadas piernas desnudas, caminó tras peinar su cabello con un pequeño peine de hueso hasta la cubierta que descubrió vacía, sorprendentemente la vela estaba perfectamente desplegada y amarrada con curiosidad se acercó a la cadena del ancla que estaba echada, se inclinó por la borda tratando de averiguar lo que estaba ocurriendo pero en ese instante fue sorprendido y gritó cuando una mano se aferró a la cadena, a continuación un pulpo le cayó sobre el pecho comenzando a debatirse al estar fuera del agua lo que provocó más gritos del muchacho que cayó asustado notando los viscosos tentáculos rodeando su abdomen, pero en ese instante apareció en cubierta Asagi completamente empapado con su sable en la mano derecha, con el que cortó la cabeza al animal liberando a su princesa, después se acercó a él levantándolo con cuidado y besando sus finos labios que le correspondieron amorosamente, luego abrazó el frágil cuerpo terminando de mojarlo pero a ninguno le importó, simplemente se fundieron en aquel contacto. Al cabo de un rato de estar en aquella posición se separaron con reticencia y el mayor agarró de nuevo el feo gasterópodo enseñándoselo a su princesa.

-Mira mi amor, hoy desayunaremos pulpo.-

El aludido rió abriendo la diminuta bodega que más bien parecía una despensa y sacando de ella una desgastada cazuela de hierro a la vez que su apuesto amante preparaba la pequeña lumbre que había en cubierta, una vez tuvieron todo listo introdujeron el animal en el recipiente con varias patatas agradeciendo que dicho tubérculo tardara tanto en pudrirse, luego lo pusieron a cocer mientras se sentaban apoyados en el mástil a contemplar el cielo. En ese instante, al recordar los ojos de su hermano, aún más claros y brillantes que aquel mismo color azulado, se dio cuenta de que realmente extrañaba mucho la presencia de su familia, aunque debía ser fuerte, se dijo, pues en aquel instante era su futuro el que estaba en juego pero su intento de auto convencimiento no evitó que una lágrima rodara de sus ojos expresando su melancolía, Asagi que había prestado mucha atención a los gestos exhibidos por Hizaki no pude dejar de entristecerse, pero no por el hermoso rubio, que también, sino por sí mismo que jamás había tenido una familia por la que llorar, al menos no tras la muerte de su madre, y se dio cuenta de que una parte de él deseaba que sus relaciones con los Sakurai mejoraran, suspiró ante lo irónico que aquello le resultaba, unos pocos meses antes habría dado su vida por acabar con la de su padre y en aquel momento solo deseaba conocerlo. La vida era muy cruel sin duda, pero sobre todo muy inesperada.

Al cabo de un rato, cuando el valeroso doncel ya se había dormido el olor del pulpo ya cocido llenó la cubierta por lo que el moreno se levantó sin demasiadas ganas, caminó perezosamente hasta llegar a la altura de la cazuela, la cual destapó mostrando el contenido ya cocinado, luego, con la habilidad de un experto, y es que para sobrevivir en el ejército eran necesarios los conocimientos culinarios básicos, extrajo el desayuno de su recipiente colocándolo sobre una tabla de madera, pero cuando fue a tomar su cuchillo a fin de trocear los alimentos descubrió espantado que este debía de haber caído por la borda, ya que no lo hallaba por ningún lugar del pequeño barco. Entonces, sabiendo que si no se partían mientras estaban calientes, los tentáculos se ponían correosos, alargó el brazo alcanzando a asir la empuñadura del sable de Hizaki-hime que aún descansaba. Una vez tuvo tanto al animal, como al arma bien sujetos comenzó con el proceso de troceado, no obstante, en un determinado momento y al asestar un golpe más fuerte que los otros sobre la tabla, la empuñadura de aquel sable que no era suyo se desprendió de la guarda con un desagradable ruido.

Para su desgracia, mientras buscaba una manera de hacer que las piezas volvieran a encajar, el dueño del arma rota empezó a abrir sus hermosos y profundos ojos de azabache levantando sus curvadas y finas pestañas. Al comenzar a despertar lo primero que hizo Hizaki fue frotarse los párpados cerrados, luego se estiró descubriendo lo doloridos que estaban sus músculos tras el breve sueño en aquella incómoda postura que en nada se beneficiaba de la dureza de la cubierta de madera, sin embargo lo peor llegó cuando abrió sus bellos ojos del todo observando a Asagi delante de él que se había puesto más pálido que de costumbre mientras sostenía su sable en ambas manos, aquello habría resultado normal en cualquier otra ocasión, salvo por el hecho de que el moreno agarraba un pedazo de el arma en cada una de ellas. Comenzó a acercarse furioso tras haber emitido un grito de rabia que hizo temblar al usualmente valiente guerrero de larga cabellera negra.

-¿Qué se supone que hace mi sable roto en tus manos, Asagi?-

El aludido tragó saliva notando que pese a sus esfuerzos por modular el tono de voz, el hermoso doncel no lo había conseguido en absoluto, de hecho el tono grave solo había conseguido, junto con la mirada terriblemente enfadada de aquellas pupilas de carbón, que se pusiera aún más nervioso. Hizaki no podía comprender cómo era posible que hubiera llegado a semejante situación, sin embargo esperaba respuestas y sabía que el hombre que tenía ante él se las iba a dar.

-¿Y bien? ¿Qué vas a alegar en tu defensa?-

-Bueno, no fue intencional, eso te lo aseguro, solo estaba cortando el pulpo…-

Sus últimas palabras se vieron ahogadas por la fuerza del bramido que el usualmente dulce rubio emitió.

-¡¡Cortabas el pulpo con mi sable!!-

Asagi se encogió ligeramente antes de tragar saliva audiblemente y comenzar a hablar de nuevo con la voz temblorosa.

-Acababa de darme cuenta de que había perdido mi cuchillo y solo estaba a mano tu arma, no quería que la comida se estropease, entonces golpeé un poco más fuerte y la empuñadura se desprendió.-

Hizaki no comentó nada más, solo terminó de acercarse y tomando el arma rota y mirando la guarda que en ese mismo instante se separó de la hoja para su sorpresa y disgusto, sin embargo lo que vio hizo que todo su enfado se dispara, como si la suave brisa del norte que soplaba se lo llevara con ella, con mucho cuidado colocó la pequeña plaquita ovalada de plata sobre las brasas dejando que se calentara, después se envolvió la mano con un paño recio usado para limpiar la madera y tomó el pedazo incandescente que fue colocado sobre los tablones de la cubierta y presionado hasta que la forma completa se marcó, entonces ante sus ojos aparecieron una serie de letras y números que mientras estuvieron unidas al resto de la espada habían parecido simples adornos de filigrana, sin embargo en aquel momento eran simples coordenadas, o no tan simples pues había muchas de ellas. Casi de inmediato el joven rubio ordenó con voz imperiosa a su acompañante que le acercara un mapa viendo complacido como este le obedecía, y aún sabiendo que más tarde habría de disculparse por sus gritos anteriores, sonrió. Después al recibir el objeto junto con un estuche de instrumentos que el moreno le acercó por propia iniciativa, el muchacho de hermosas formas comenzó a medir con la ayuda de la regla y un compás las diferentes distancias partiendo de diversos puntos sin éxito alguno ya que no encontraba ningún tipo de referencia que las letras en teoría le habrían de darle. Dándose por vencido sacudió la cabeza, aquella había sido un pérdida de tiempo por lo que más decepcionado de lo que estaba dispuesto a admitir, se sentó apoyándose de nuevo en el mástil, no obstante Asagi al ver el gesto de abatimiento que su amado tan mal trataba de disimular agarró los pedazos del arma de nuevo apretando con fuerza la empuñadura, ni siquiera sabía muy bien lo que buscaba, solo, tal vez una simple pista, una mísera migaja de información, pero tampoco encontró nada.

Entonces, cuando al igual que el hermoso joven de rizos dorados ya se daba por vencido se fijó en que había apretado tan fuerte el mango que sostenía entre sus dedos que las marcas de este se habían impreso en su piel, lo dejó caer de la impresión y abrió más la mano sin poder creer lo que veía, luego corrió hacia la especie de bodega que tenía la pequeña embarcación, la abrió con impaciencia y rebuscó en ella hasta que encontró lo que andaba buscando, volvió corriendo hasta el pedazo de marfil, derramó el liquido oscuro por las líneas que lo adornaban y alcanzó el pedazo de pergamino que correspondía al ajado mapa, después solo tuvo que rodarlo por sobre la superficie que casi parecía tela al tacto y en esta aparecieron marcadas las muescas que una vez unidas constituían una cuadrícula de ajedrez, en ese preciso llamó a Hizaki para que se acercara.

-He encontrado la solución cariño, si te fijas las letras se corresponden con la fila y los primeros números con las líneas, solo tienes que buscar los tres últimos que son las longitudes y latitudes, y podrás obtener la dirección que buscas.-

En ese instante, mientras miraba la cara profundamente atractiva de su moreno con gesto asombrado, no pudo menos que recordar que no se había disculpado y agachó la cabeza avergonzado por lo mal que había tratado al hombre cuando no tenía ningún motivo pues un accidente, se dijo, lo tiene cualquiera, pero cuando estaba a punto de humillarse para pedirle perdón, sintió los dedos helados de su amado en la barbilla, levantando su rostro, este le sonrió dulcemente y lo abrazó haciéndole saber que en su infinita paciencia había perdonado el desplante.

-¿Por qué no mides eso después y vamos a desayunar? Casi es mediodía y aún no hemos comido nada, el pulpo estará ya frío, pero creo que todavía sabrá bien.-

Hizaki asintió caminando agarrado a su brazo hasta donde el animal reposaba, el moreno le alcanzó un par de platos de madera en los que repartió la comida y luego ambos devoraron su ración pues ninguno se había dado cuenta hasta entonces de lo todo el hambre que habían pasado, al terminar el hermoso rubio se abrazó al fuerte cuerpo del moreno en un gesto de vergüenza que sorprendió al antiguo marino aunque sabía por qué se producía, el comportamiento de antes no había sido adecuado, pero tan solo le correspondió como antes había hecho dándole a entender que en realidad no le había molestado, pues aunque de hecho así había sido, sabía que el hermoso doncel que se hallaba entre sus brazos tenía no solo un orgullo peculiar sino también un carácter igualmente complicado, por lo que simplemente le mostró su amor animándolo a terminar con las mediciones. El más joven de los dos agradeció con la mirada agarrando de nuevo los utensilios que le ayudarían a situar los puntos en el mapa, por lo que comenzó a contar en base a las casillas de ajedrez, pues la cabo de unos segundos de mirar la cuadrícula sin duda había llegado a la conclusión de que aquello era un tablero.

No sabía cuánto tiempo llevaba su hermosa princesa allí midiendo y apuntando en el mapa, pero el sol hacía rato que había alcanzado su cenit y no había señal alguna de que el joven hubiera conseguido llegar a buen puerto, pero al cabo de unos pocos segundos escuchó su llamada y se acercó presuroso, al mirar el papel observó que todas las líneas de coordenadas coincidían en un único punto, sin embargo para su decepción este se hallaba en medio del océano, o al menos eso parecía, pero su acompañante le sacó de dudas.

-Mira, este lugar tan solo lo conocen los piratas franceses, se llama Gonâve y es una isla inhóspita en la que se entierran los botines aunque está un poco lejos de aquí pero podremos aprovisionarnos en Tortuga antes de llegar.-

Asintió aunque la idea de parar a repostar en un puerto de piratas no le hacía demasiada ilusión, pero pronto sus preocupaciones cambiaron cuando el viento así mismo lo hizo, agitando fuertemente sus ropas, el muchacho tan solo cubierto por la camisola de su amante se abrazó tratando de infundirse calor sin demasiado éxito aunque cuando el fuerte viento amenazó con volcar la embarcación fue más importante su manejo al frente del timón, Hizaki en realidad nunca se había visto en las necesidad de pilotar una embarcación porque desde que tenía uso de razón en los barcos en los que había habitado siempre había habido un timonel, por lo que en esa ocasión estaba completamente aterrado, no obstante no tenía otra opción pues Asagi que era más fuerte que él debía encargarse de arriar la vela y levar el ancla que corría el resigo de hacerlos encallar ya que con el fuerte oleaje desatado se habían visto arrastrados, en pocos segundos habían pasado de estar tranquilamente anclados comiendo a estar siendo arrastrados por las olas más grandes que habían visto en toda su vida.

Asagi, tras guardar los restos del sable, el mapa y las herramientas de medición en un baúl en la pequeña bodega, trepó lo más rápido que pudo hasta que la escala se rompió por la parte de abajo dejándolo precariamente colgado, aunque aún pudo agarrarse de mala manera a la madera impulsándose hasta la verga, donde se sentó recogiendo y asegurando la vela, después se escurrió por lo que quedaba de la escala hasta que alcanzó el alcázar de nuevo, una vez allí se agarró como pudo a la borda caminando dando tumbos y esquivando olas lo mejor que pudo hasta alcanzar ancla, pero descubrió que esta se había enganchado en algún tipo de cúmulo de algas que impedían que se pudiera levar, solo tenía una opción antes de que el áncora los hiciera volcar, agarró el hacha y comenzó a golpear la cadena hasta que consiguió que uno de los eslabones se rompiera provocando que por fin el pequeño barco volviera a su posición normal, pero el fuerte movimiento provocó que saliera despedido golpeándose con una de las vigas del cabrestante quedando inconsciente.

Hizaki se gritó asustado al ver con uno de los rayos como el hombre no se movía, pero no abandonó el timón, si lo hacía sin duda perecerían, se mantuvo lo más firme que pudo completamente empapado por las altas olas y la lluvia sin tener demasiado claro si lo que caían por sus mejillas eran lágrimas o simples gotas de agua, sin embargo se irguió en toda su altura, por mucho que esta no fuera demasiada, navegando entre aquella terrible tempestad. Al llegar la noche la lluvia ya había comenzado a disiparse, dejando paso a una bruma que le impedía avanzar al no ver hacia donde se dirigían, pero al faltarle el ancla tampoco pudo dejar simplemente de navegar a riesgo de convertir la embarcación en un arrecife flotante durante toda la noche, así que simplemente siguió en lo creía una línea recta hasta el amanecer, cuando por fin comenzó a clarear, y aunque seguía sin tener ni la más remota idea de donde se encontraban dejó el mando por unos momentos yendo a comprobar el estado de su amado. Asagi estaba prácticamente ahogado, las magulladuras se sucedían por su cuerpo de los golpes que se había dado una vez inconsciente, y al parecer tenía un brazo dislocado a juzgar por el extraño ángulo en que se encontraba.

El muchacho de hermosos ojos de azabache y largos rizos rubios que se encontraban despeinados en aquel preciso instante, lo tomó como pudo arrastrándolo hasta el pequeño camarote, donde lo tendió sobre el lecho esforzándose por hacerle respirar correctamente, apretando su estómago hasta que consiguió hacerle expulsar el agua que había tragado, después lo secó lo mejor que pudo ya que el cuerpo del moreno era bastante más grande que el suyo, una vez que consiguió quitarle la mayor parte del agua comenzó a curar los morados con la mayor rapidez posible, y al terminar salió rápidamente para recobrar el control sobre la embarcación.

Despertó y lo primero que sintió fue hambre cuando su estómago rugió, pero pronto el dolor tomó la delantera cuando se incorporó bruscamente en la cama, tenía magulladuras a lo largo del torso y uno de sus brazos dolía como un demonio, aunque pronto lo solucionó agradeciendo las pocas clases de medicina que había tomado de muchacho pues estas le permitieron estirar y volver a colocar los huesos en su lugar aunque doliera horrores, después desgarró una ajada sábana que encontró en un arcón bajo el mueble, lo usó como venda para sujetar el brazo y así poder salir a cubierta donde encontró a su amado con unas terribles ojeras a causa de la noche en vela, presentaba un aspecto muy cansado pues no estaba acostumbrado a no dormir. Asagi se acercó abrazándolo desde atrás, sorprendiéndolo, pero justo a tiempo pues cayó agotado entre sus brazos, con mucho cuidado lo llevó hasta la cama en que él mismo había descansado hasta unos segundos antes y se dispuso a reemplazar a su amado a los mandos del timón extrayendo una pequeña brújula del mismo baúl del que sacó el mapa para guiarse y recuperar el rumbo, hacía mucho tiempo que no se encargaba personalmente de llevar un barco por pequeño que aquel fuera aunque disfrutó de la experiencia rememorando viejos tiempos , durante apenas un segundo cerró los ojos y pensó en su madre, la única persona a la que realmente había amado exceptuando a Hizaki, y notó una lágrima al reconocer por fin antes su orgullo lo mucho que la echaba de menos, en su corazón comprendía la tristeza del carácter rubio que dormía como un dulce bebé en aquellos instantes aunque él tenía más motivos para sufrir pues la mayor parte de su vida la había pasado completamente solo, al cabo de un rato sacudió la cabeza dejando de autocompadecerse para continuar con el trabajo de timonel, mientras tanto su estómago continuaba demandando alimento mediante ruidos cada vez más desagradables, extrañaba mucho unas buenas chuletas de cordero.

En la única estancia del lugar el bello durmiente comenzaba a recobrar el conocimiento sorprendiéndose ante el hecho de que lo había perdido, se levantó pero de inmediato hubo de sentarse de nuevo algo mareado, cuando por fin logró tenerse en pie anduvo hasta la figura de Asagi acurrucándose contra él en un gesto de dulzura que dejó boquiabierto al antiguo contralmirante, casi era inconcebible que aquel doncel de aspecto tan frágil y tierno fuera el mismo que casi se lo come el día anterior ante la rotura de uno de sus bienes, después suspiró suponiendo que el rubio era tan cambiante como el mar al que tanto amaba, con su brazo herido le rodeó la cintura y juntos miraron al horizonte pensando en el fututo que les depararía, aquello era un misterio, pero iban a estar juntos, de eso no cabía ninguna duda.

Corazón Sangrante, Alma Rota (XII-Parte I)




Yoshiki chilló asustado cuando oyó el disparo y se refugió en los brazos de Atsushi que le obligó a enterrar la cabeza en su hombro cuando se dispuso a acabar con las vidas de los italianos, el rubio además, se tapó los oídos pero aun así escuchó el fuerte estruendo que le recordó a aquel fatídico día en que lo había perdido todo. El joven de sedosas ondas rubias y ojos de chocolate despertó en mitad de la noche con un grito, sus largos mechones se pegaban a su piel sudorosa mientras al cerrar los ojos recordaba cómo sus manos se habían manchado de sangre, tras el disparo su autoimpuesto amante le había ordenado que extrajera la bala de su sirviente, sin embargo él no tenía ni idea de cómo hacerlo, al fin y al cabo no era más que un crío de quince años con demasiadas responsabilidades sobre sus hombros. Alzó una mano hasta tocar su rostro que aún presentaba una leve hinchazón donde Sakurai-sama le había golpeado al negarse a extraer el proyectil, después de eso le había hecho colocarse los guantes y comenzar a hurgar en la herida hasta que encontró el pequeño trozo de metal, cuando terminó la operación vendando el fuerte torso del joven salió corriendo del cuarto al que el herido había sido trasladado en el sótano, siendo perseguido por aquel que se llamaba su dueño, sin embargo el rubio solo fue capaz de caer de rodillas vomitando todo lo que había ingerido ese día mientras trataba de quitarse los guantes que estaban manchando su ropa con la sangre que goteaba. Al verle vomitar Atsushi simplemente se cruzó de brazos esperando a que terminara, y cuando lo hizo se acercó a él ofreciéndole un pañuelo para que pudiera limpiarse los labios, después levantó su cara obligándole a que le mirara.

-Sube a mi habitación y métete en la cama, tienes que dormir algo.-

El muchacho asintió, y ahí estaba, despertando horrorizado en medio de la noche, la cama estaba vacía salvo por su presencia, sin embargo una tenue luz procedía de la parte delantera del cuarto, se levantó caminando hasta la entrada pudiendo observar a Sakurai-sama que sentado en una cómoda butaca leía un pliego de papeles a la luz de un hermoso candelabro, sin embargo cuando sintió los leves pasos de los pies desnudos de su joven amante, apartó las hojas atrayendo al joven hacia sí, el muchacho de larguísimos cabellos apenas llevaba una larga camiseta que dejaba uno de sus hombros al descubierto, mientras los mechones rubios se apelmazaban sobre su otro hombro más revueltos de lo normal, pero a Atsushi nada de eso le importó, simplemente abrazó al joven por la cintura estrechándolo contra sí en un fuerte gesto posesivo mientras acariciaba sus perfectas piernas blancas. Después el hombre de larga cabellera azabache apoyó su cabeza en el hombro desnudo de su amante que para su sorpresa y agrado comenzó a jugar suavemente con sus mechones de carbón despejando toda la tensión que el hombre había tenido, entonces el mayor líder del crimen de Japón sonrió abrazándolo aún más fuerte.

-Por fin has entendido que no puedes escapar de mí, ¿verdad Yoshi-chan?-

El hermoso rubio esbozó una mueca triste antes de contestar con resignación.

-Nunca he tenido escapatoria Atsushi, y siempre lo he sabido.-

El moreno se sorprendió sobremanera cuando escuchó su nombre de los labios de su pequeño amado, sin embargo no le molestó en absoluto y simplemente acercó más su cara a aquella piel sedosa que lo volvía loco, definitivamente se quedaría con Yoshiki, tal vez incluso podría conseguir que se enamorara de él. Al cabo de un rato atrapó al muchacho de tal forma que pudo levantarlo para conducirlo al lecho, cuando lo hizo ya era casi de día, la luz se filtraba por entre las cortinas vaporosas de color gris perla que se agitaban levemente por la fina brisa de la mañana, el sol aún no había salido pero no era necesario, pues ambos veían a la perfección las líneas de la cara del otro, entonces el mayor juntó sus labios con los del pequeño en un suave roce que pronto prendió las llamas de la pasión despertando sus cuerpos. Atsushi levantó suavemente la camisita para tener acceso completo a las intimidades de su amante mientras que este soltó la camisa negra del hombre teniendo acceso a su fornido pecho, el cual acarició tímidamente, sorprendentemente esa vez el adolescente no se sentía obligado a estar con el mayor, simplemente el deseo le desbordaba, realmente tenía ganas de pertenecer a aquel hombre y no sabía por qué pues su mente, como cada vez que estaba cerca del moreno, estaba confusa, una parte de él deseaba odiarlo con toda su alma mientras que la otra simplemente se perdía en la profundidad de aquellos hermosos ojos más negros que la misma oscuridad, en aquel momento era esa parte de él la que tenía el control de su cuerpo por lo que le abrazó con fuerza rodeando su cintura con sus largas piernas también, acercando sus cuerpos calientes y provocando que sus gargantas emitieran sonidos de pasión con cada roce, Atsushi sonrió justo antes de fundir sus labios a los del muchacho de nuevo sintiendo la tímida lengua penetrar en su boca, ya tenía lo que deseaba, y por primera vez en su vida se sentía completo.

Yoshiki apretó un poco más su presa entorno a la cintura de su dueño rozando aún más fuerte sus deseosos miembros ya muy despiertos, entonces el moreno comenzó a besar sus hombros sin dejar de acariciar sus muslos en ningún momento causando gemidos necesitados del muchacho que a su vez tironeó el cabello largo y negro sin llegar a ser muy consciente de lo que hacía, ya que si lo hubiera pensado, jamás se le habría ocurrido tratar así a aquel hombre. Al notar los insistentes gestos, la punta de la lengua de Sakurai-sama bordeó el pene del jovencito para a continuación lamerlo en profundidad, así el torturador, oyó con placer los gritos agitados e intermitentes del objeto de sus torturas, el muchacho no podía parar los excitantes y mojados sonidos que partían de su garganta, y pudo aún menos cuando sintió la humedad de la boca de Atsushi rodeando su miembro, sentía que iba a morir con cada roce de aquella lengua experta, aunque cuando notó los dedos del hombre cubiertos de lubricante comenzar a entrar en su interior, su espalda se curvó en una postura imposible obligando al mafioso a tomarlo más profundamente en su boca y provocando que los dedos del mismo alcanzaran su próstata haciéndole gritar como nunca, Yoshiki jamás había sentido un placer tan profundo y primitivo en toda su vida. Tras acabar la felación, sin dejar que el joven alcanzara la tan ansiada liberación, el de profundos ojos azabache se incorporó en el lecho colocando las largas y delicadas piernas de aquel delicioso cuerpo que iba a poseer sobre sus hombros para facilitar la penetración, después envistió suavemente el estrecho pasaje que gracias a la preparación era más accesible que otras veces, luego, cuando notó al bello rubio mover las caderas y arañar sus fuertes brazos en una cadena de gestos desesperados, empujó con fuerza apretando una y otra vez el punto de placer del interior de su amante provocando nuevos gritos esta vez con su nombre escrito en ellos. Atsushi no supo por qué, tal vez fuera por los apasionados gritos, el oír su nombre de aquellos sensuales labios le estaba volviendo loco, tal vez fueron las rítmicas contracciones del ano de Yoshiki o simplemente la pasión desenfrenada del momento, pero esa vez duró mucho menos de lo habitual, no obstante, aquel fue una de las sesiones de sexo más placenteras de su vida. El joven rubio se aferró a los hombros fuertes de Sakurai Atsushi al notar las erráticas envestidas que este último le propinaba y chilló con toda la fuerza de sus pulmones al sentir como las corrientes de placer recorrían su cuerpo, esa mañana, pudo ver las estrellas danzando bajo sus párpados. Al terminar, el cuerpo poderoso del moreno se desplomó sobre el jovencito, pero a este no le molestó y simplemente lo retuvo contra sí sin permitir siquiera que saliera de él, después de un último y suave beso, mucho más calmado esta vez, ambos se durmieron abrazados, con las sábanas rodeándoles apenas y las manos entrelazadas.

Abrazó a Hizaki con cuidado estrechando el frágil cuerpo de su princesa contra el suyo en un suave gesto que desconcertó y confundió al bello rubio, sobre todo cuando el hombre apuesto y fuerte que era Kamijo, depositó un suave beso de mariposa sobre su frente, nada parecido a sus usuales y demandantes contactos, y Hizaki no pudo dejar de preguntarse si aquel comportamiento civilizado se debía a su respuesta del día anterior, aunque sinceramente no estaba muy convencido de ello, tal vez simplemente el mayor se había hartado de tener que obligarle. Estaban en la misma habitación con decoración oriental de la última vez, recostados en el lecho uno en brazos del otro, el muchacho rubio simplemente se acurrucó contra el cuerpo de su abusador en busca de calor sin que el otro hiciera nada por evitarlo, de hecho Kamijo ya parecía estar dormido, o eso creyó su joven amante cuando cerró los ojos, ya era de día sin embargo la tensión de la noche le cobraba factura. A su lado el hombre de cabello castaño sonrió abriendo los ojos, había fingido dormir para no inquietar a su princesa que desde la confesión estaba algo distante, con mucho cuidado tapó el cuerpo del rubio con las sábanas tras levantarse del lecho, ataviado tan solo con un ajustado pantalón negro, bajó hasta la cocina, en la que nunca había entrado, recogiendo lo que había ordenado a los muchachos de Atsushi que le prepararan, después subió de nuevo al cuarto sonriendo al ver la pacífica cara del hermoso joven que descansaba entre las sábanas blancas de seda, y cuando se sentó a su lado acariciando sus cabellos no pudo menos que preguntarse por qué el destino había puesto a aquel ángel en su vida cuando él no conocía otro camino más que el del pecado.

Hizaki abrió sus bellos ojos oscuros descubriendo los largos dedos de Kamijo-sama muy cerca de ellos, sin embargo no le molestó y simplemente observó al hombre que lo miró sonriendo, después, en un gesto extrañamente principesco, le tendió la mano ayudándolo a incorporarse en la cama, el silencio envolvía sus gestos pero a ninguno le importó. Al cabo de un momento el de ojos de hielo señaló el bulto envuelto en un tapete de cuadros tirando suavemente de la extremidad del muchacho para hacerlo levantar.

-Vamos princesa, hoy te tengo preparada una sorpresa.-

-¿De qué se trata Kamijo-sama?-

-Bueno, si te lo contara no sería una sorpresa, ¿no crees? Pero no te preocupes, no es nada peligroso, solo asegúrate de llevar ropa cómoda porque si no te vas a quejar bastante.-

El chico asintió algo inquieto, con todo su ser esperaba que fueran a salir, aunque realmente no esperaba que Kamijo-sama hiciera algo así por él, aun así hizo lo que le había ordenado bajando a la habitación, al entrar observó que estaba vacía pero no le dio importancia pues aún era pronto, rebuscó entre su ropa hasta encontrar lo que andaba buscando, unas sandalias de cuero con tiras que se ataban a los tobillos, unos pantalones anchos de color negro, una camiseta muy ajustada roja y una camisa de manga corta que tenía diversas líneas formando cuadros en rojo y negro, y que se colocó abierta sobre la camiseta, finalmente peinó sus larguísimos cabellos en una coleta que colocó sobre su hombro derecho, aunque eso no impidió que muchos de los cortos mechones que rodeaban su cara se soltaran dándole un aspecto tierno e inocente. Una vez se consideró listo, caminó hacia la salida donde ya le esperaba el dueño de su tormento ataviado con un ajustado pantalón de cuero que marcaba todo lo que se podía marcar de la parte inferior de aquel cuerpo perfecto, para vergüenza de Hizaki que terminó mirando zonas que se suponía no debía mirar, ya que las conocía demasiado bien. Cubriendo apenas su torso, portaba una camisa negra que se abría hasta más abajo que la mitad de su pecho mostrando seductoramente su torso pálido, casi no se había peinado, pero por más que el joven rubio lo negara para sí mismo, estaba más atractivo que nunca. En una mano Kamijo llevaba el paquete que le había enseñado en el cuarto, mientras que en la otra llevaba unas llaves de coche, Hizaki sonrió entre sorprendido y emocionado, al parecer iba a cumplir su deseo de salir al exterior.

-Vamos Hizaki, seguro que cuando veas la sorpresa te quedarás sin palabras.-

El chico, aún esbozando una tierna sonrisa miró los ojos increíblemente azules.

-Dudo que eso sea posible.-

Kamijo rió tirando de él hacia la salida del complejo, en cierto modo, pensó el hermoso joven, era más difícil salir que no hacerlo, porque después de sentir la libertad quemándote la piel resultaba mucho más complicado regresar a aquella jaula, movió rápidamente la cabeza hacia los lados para despejar de ella aquellos pensamientos tan negativos, lo que importaba en aquel momento era que iba a salir fuera. Montó en un coche impresionante, no era el mismo de la última vez, de eso se pudo dar cuenta cuando observó las puertas de tijera, era la máquina más bonita que había visto en toda su vida, aunque cuando se sentó sobre la tapicería de cuero blanco se dio cuenta de cómo había sido adquirido aquel vehículo y le dieron ganas de vomitar. El de cabello castaño manejó el volante sin dejar de pisar el acelerador, de hecho, como la vez anterior, iban tan rápido que ni siquiera podía apreciar a los demás coches de la carretera, aunque al parecer debían de estar yendo por el carril de adelantamientos, esa era la única respuesta posible a la pregunta de por qué no se chocaban con nadie. Esa vez tardaron más por lo que Hizaki, que apenas había podido descansar, se durmió sobre el cómodo asiento, a su lado Kamijo Yuuji apenas se concentraba en el camino embobado como estaba mirando el dulce rostro que presentaba su princesa cuando se hallaba en el mundo de los sueños.

Al llegar, aparcó en el pequeño parking privado que había ordenado construir, después bajó del coche rodeando el capó para abrirle la puerta a su amante, una vez lo hizo se colocó en cuclillas para estar a la altura del muchacho, al que despertó con un suave pero apasionado beso. Cuando Hizaki notó, aún en sueños, los cálidos labios sobre los suyos, no pudo evitar corresponder aquel contacto que tanto había anhelado en secreto entregándole toda su pasión, al despertar, maldijo a Kamijo-sama por haberlo asaltado en un momento de debilidad como aquel, sin embargo al observar el paisaje que tenía ante sí todo su enfado se evaporó, no podía creerlo, era simple y llanamente una maravilla. Bajó del impresionante deportivo corriendo, y se tuvo que apoyar en la valla de madera porque era incapaz aún de creer lo que veía, ante sus ojos había una hermosa playa salvaje, era de hierba verde hasta casi el agua, convirtiéndose en finísima arena blanca al llegar al borde de las olas, en todo el borde de aquel pequeño paraíso había hermosos cerezos que en aquel momento estaban repletos de su dulce fruto, a un lado, bajo varios árboles sin frutas había una cabaña de madera a la que no habría dado importancia de no haber sido conducido a ella por su dueño. Kamijo, tomó la suave mano de su pequeño amado entre sus dedos de pianista guiándolo hasta la que durante años había sido el retiro familiar en el que había pasado los veranos con su madre. Cuando entraron en la cabaña, observó con nostalgia como todo seguía igual que la última vez que había estado allí, tan solo habían cambiado él y su compañía, a la que se dirigió nada más tomar asiento sobre uno de los cómodos sillones de cuero negro.

-Ven cariño, siéntate a mi lado.-

Sonrió al ser obedecido por el muchacho que se preguntaba acerca de la razón que había impulsado a aquel atractivo pero letal hombre, a ponerle aquel apodo cariñoso.

-Desde hoy, los veranos vivirás aquí, sé lo que amas el mar por lo que espero que recuerdes portarte bien para poder estar aquí, los comportamientos irrespetuosos o desobedientes conllevarán que no puedas venir, cada vez que seas impertinente retiraré un día de visita a este lugar, aunque si eres amable podrás ganar algunos premios, como fuegos artificiales en la playa, excursiones en invierno o baños al anochecer, creo que la elección es muy sencilla, pero está en tus manos.-

Hizaki apoyó la cabeza en el hombro recubierto por aquella suave tela sintiendo como la mano de Kamijo le acariciaba suavemente el cabello, sin embargo su momento de tranquilidad fue roto por el sonido de las tripas de la princesa que se revolvían hambrientas para vergüenza de su dueño que se sonrojó al oír la risa del hombre de cabello castaño, después este se incorporó en el blando sillón para alcanzar el paquete desenvolviéndolo al instante, luego le mostró el contenido al bello rubio.

-¿Te apetece un picnic en la playa o lo prefieres aquí?-

-Lo cierto es que me encantaría comer al aire libre.-

-Perfecto, entonces te enseñaré la casa luego. Vamos, conozco un lugar estupendo.-

Como antes, agarró su mano tirando de él para llevarlo fuera esta vez, caminaron el uno junto al otro hasta un pequeño montículo de tierra cubierta de hierba desde la que se veía toda la pequeña playa, se sentaron muy cerca el uno del otro, pero de pronto Kamijo recordó que había olvidado el paquete en la casa y volvió a por él dejándole solo. En ese instante Hizaki comprendió que tenía la posibilidad de huir, al fin y al cabo estaba completamente solo en aquel lugar, se levantó caminando hacia el parking, sin embargo sintió que algo le obligaba a quedarse, y es que si lo pensaba, podía darse cuenta de que no tenía nada ni a nadie, no había un solo lugar en el mundo al que pudiera ir, ni una sola persona fuera de la casa-prisión de Sakurai-sama a la que le importara, solo tal vez, a aquel hombre de ojos azules que le había hecho sufrir más que nadie, se giró suavemente acariciando el suave tronco de un cerezo joven, después tomó uno de sus pequeños frutos degustándolo, sabía delicioso. Cuando Kamijo regresó de la cabaña le sorprendió comprobar que su amada princesa seguía allí, el joven masticaba algo que pudo identificar como cerezas al besarle, después, sin mediar palabra extendió el mantelito sobre la hierba abriendo la fiambrera repleta de comida, le ofreció una bola de queso rebozada pinchada en sus palillos con una sonrisa.

-Prueba esto, está delicioso, ordené a los chicos de Atsushi que lo prepararan para ti, es tu queso preferido.-

Hizaki lo miró un poco sorprendido, Kamijo nunca había prodigado semejantes atenciones hacia su persona, de hecho el chico incluso había dudado de que conociera algo de lo que le gustaba, sin embargo cuando mordió la bolita descubrió sorprendido que en efecto se trababa de queso camembert francés, el que más le gustaba.

-Está delicioso, dame más.-

-Tranquilo cielo, puedes cogerlo tú mismo, si es que te dejo alguna.-

Kamijo rió tomando dos bolitas y metiéndoselas a la boca ante la mirada furiosa de Hizaki-hime que de inmediato tomó las otras que quedaban atragantándose ante la afluencia de comida en su boca, después pasaron a devorar el arroz, aunque esta vez sí que lo hicieron como personas normales. Tras el arroz, pudieron comer suave sashimi y unas deliciosas brochetas de yakitori con salsa teryaki. Al terminar el joven pudo ver que no tenían postre pero eso no importó porque Kamijo-sama se levantó recogiendo todas las cerezas que pudo y compartiéndolas con él.

-Lo bueno de tener un lugar como este es que puedes hacer lo que gustes en toda una playa, ¿no crees mi amor?-

-Me gustaría tener un sitio como este para mí solo.-

Kamijo sonrió, no era como si su princesa se fuera a librar de él tan fácilmente, aunque pensándolo bien, tampoco parecía que quisiera hacerlo. Se acercó un poco más a él pasando un brazo por su hombro y haciendo que se tumbara a su lado.

-No te has ido, a pesar de que tenías la oportunidad no lo has hecho, ¿por qué?-

A Hizaki le costó responder mucho más de lo que había previsto, no se trataba de una explicación tan simple, después de todo, al reconocerlo con palabras dolía mucho más, pero al final suspiró e hizo un intento, no lo hacía por el de ojos azules sino porque también él lo necesitaba, por muy doloroso que resultara, deseaba liberarse de esa carga.

-Porque nadie me quiere, a nadie le importo, no podría ir a ningún lugar, porque en ninguno tengo cabida.-

Al terminar de pronunciar aquellas palabras el rubio se echó a llorar en brazos del mafioso que lo estrechó con fuerza contra su pecho acariciando su cabello con cuidado y cariño, consolándolo suavemente, después lo tomó en brazos ayudándolo a levantarse y besó sus labios en un gesto sencillo, delicado y amoroso, después lo llevó tranquilamente hasta casi el borde del agua, le preguntó si quería tomar un baño, por lo que comenzó a desnudar al muchacho al recibir una respuesta afirmativa desperdigando las ropas de este sobre la arena, y haciendo lo propio con las suyas al terminar de mostrar la piel blanca sedosa de su amante. Con un simple gesto de timidez el rubio de largos rizos consiguió que Kamijo perdiera el control sobre sí mismo procediendo en ese preciso instante a abrazarlo besando su cuello y acariciando sus brazos, pero antes de que pudiera profundizar su contacto el jovencito corrió metiéndose en el agua que estaba ligeramente fría, lo que provocó que soltara un grito, después salpicó al mayor que rió persiguiéndole y sumergiéndose con él, ambos ascendieron de nuevo a la superficie abrazados, besándose y acariciándose. Cuando el contacto se rompió el mayor obligó al hermoso joven de ojos de azabache a apoyar la cabeza en su pecho, después besó su cabello húmedo infundiéndole una calma que ninguno había sentido en mucho tiempo.

-No estás solo princesa, nunca lo has estado, y hay mucha gente a la que importas...-

Yuuji se calló un momento antes de continuar levantando la cara para mirar aquel hermoso gesto de inocencia que siempre adornaba la faz del hermoso rubio.

-…tal vez no haya muchos lugares a los que puedas ir, pero deberías darte cuenta de que toda la gente a la que quieres y que te quiere solo está en uno de esos lugares por lo que no tienes que ir a muchos más a buscarlos. Además…yo te amo Hizaki-chan, te amo y no voy a dejarte solo nunca.-

El aludido esquivó su mirada girando levemente la cabeza, no sabía exactamente qué hacer ni que decir, al parecer aquella sensación de incertidumbre comenzaba a ser permanente, para su disgusto.

-Ya respondí…yo…-

-No te estoy pidiendo nada Hizaki, solo quiero que no olvides que eres lo único importante a mi.-

Acarició su mejilla con suavidad comenzando a besarle de nuevo, esta vez de forma más pasional y adulta, haciéndole sentir el calor que sus labios desprendían, después ambos batallaron por el control en la boca del otro a la vez que sus manos iniciaban un reconocimiento del territorio previamente conquistado. No pasó mucho antes de que sus cuerpos cayeran sobre la arena húmeda mientras las olas cubrían periódicamente sus cuerpos sin lograr apagar su calor, se besaron y acariciaron quedándose sin aire cada vez, sus cuerpos se juntaban y separaban simulando el movimiento de las olas, entonces Kamijo agarró con fuerza la mano de su amado comenzando a entrar es su interior aprovechando la movilidad que las piernas completamente abiertas del rubio le proporcionaban, al sentirse invadido Hizaki abrazó la cintura del mayor con sus deliciosos muslos gimiendo sonoramente, el vergonzoso muchacho se alegro en ese instante de que la playa fuera privada y nadie pudiera ver aquel erótico espectáculo. Bajo la luz del atardecer se entregaron a la pasión el uno en brazos del otro siendo acompañados por el agua de aquel hermoso mar de color cobalto, cuando terminaron juntos, apretando la mano del otro, besándose fuerte pero dulcemente a la vez . Cuando terminaron ya estaba poniéndose el sol, los días comenzaban a hacerse más cortos y es que ya estaban en agosto, tras perder el tiempo pensando aquello y con algo de esfuerzo, el de ojos de hielo tomó el frágil cuerpo princesil entre sus brazos llevándolo hasta la cabaña, una vez allí lo tumbó sobre la cama de matrimonio acostándose a su lado, mientras se dormía, cansado por el ejercicio acarició los bucles dorados pensando que realmente amaba a aquel chico.

Teru se dejaba acariciar cual cachorro gatuno por Asagi que tranquilamente tarareaba trazando con la mano que no se hallaba sumergida en el suave cabello de dos colores, líneas en el papel con uno de sus pinceles preferidos a imagen y semejanza de los antiguos samurai que cultivaban su paciencia de tal forma. Además, iba ataviado con un largo kimono negro con hermosos dibujos de flores bordados, el muchacho que dormitaba sobre su regazo también portaba un traje tradicional, aunque era más sencillo pues se trataba de una yukata en un color celeste claro, casi blanco en contraposición al de su dueño que, como siempre, estaba enteramente cubierto de negro, incluyendo a su cabello azabache, lo único que tenían en común eran los obi, los dos de tono rojizo, aunque el del mayor se parecía más al granate mientras que el del menor era carmesí, ambos con delicados motivos lineales y geométricos que rodeaban sus cinturas estilizándolas admirablemente, Teru estaba aburrido ya que desde que se había levantado no había hecho nada útil aparte de desayunar, aunque al cabo de un rato el de ojos rojos encendió el pequeño aparato de música que estaba escondida en una de las mesillas, una suave música tradicional, como de Koto llenó la habitación, aunque de fondo se oía el suave sonido del bambú golpeando las piedras.

El adolescente de enormes ojos azules se dio cuenta de que cuando se estaba en silencio se podían apreciar todos los sonidos, no solo la música, sino también el delicado rasgar de los pelos de marta contra el papel, entonces se incorporó suavemente tomando uno de los folios del amplio montículo de hojas en blanco que el moreno tenía a un lado, agarró también un lápiz y comenzó a dibujar lentamente las facciones del hombre que tan solo reflejaban paz mientras continuaba con su ejercicio caligráfico. Acababa de descubrir una nueva afición, aunque de pronto en uno de los rebordes de la hoja comenzó a apuntar algunas de las pocas notas que conocía, sin él saberlo acababa de componer una pequeña pero hermosa canción. Con cuidado de no molestar al moreno comenzó a levantarse sin embargo este no le dejó abrazándolo contra su fuerte pecho, besando sus labios con delicadeza, al fin y al cabo no era más que un crío, un crío hermoso y sexy pero un niño al fin y al cabo, aunque eso no detuvo a Asagi cuando quiso reclamar al jovencito de su propiedad, lo recostó sobre el tatami del cuarto con cuidado exquisito alegrándose de lo sencillo que era abrir una yukata, pues solo había que soltar el obi, lo hizo con premura deseando poder ver al instante el cuerpo pálido, menudo y sensual de su jovencísimo amante, realmente Teru nunca lo decepcionaba, o al menos eso pensó al besarle.

domingo, 5 de febrero de 2012

¡¡Piratas!! (XI)


Capítulo 11: La tormenta perfecta I


Kaya se sujetó el vientre llorando de emoción cuando sintió la primera patadita de los bebés y se sentó como pudo en la cubierta, después soltó el obi dejando que la yukata se abriera ligeramente, lo suficiente como para poder tocar directamente su propia piel notando más cerca los suaves golpecitos en el borde de su abultado vientre, se limpió las lágrimas solo para sentir como nuevas tomaban su lugar, mojando su cara de nuevo, mientras tanto a su alrededor los marineros no podían evitar girar su cara para observar al hermoso doncel cuyo embarazo solo conseguía hacerle ver más especial y hermoso, al cabo de un rato se acercó a él Jasmine con una sonrisa radiante arrodillándose a su lado, le agarró los suaves dedos con delicadeza para retirar su mano para poder acariciar él mismo la suave piel en un gesto de ternura que llenó de emoción tanto al bello doncel rubio como a Yuki que observa a su amor con una sonrisa, Jasmine sintió que se emocionaba al notar las pataditas de aquellos piececitos diminutos, después ayudó al embarazado a levantarse, sujetando la yukata para que no se le abriera, evitando así, que mostrara su desnudez, lo condujo suavemente hasta la proa hasta llegar casi a la altura en que el moco estaba atado al bauprés, ambos se sentaron en la baranda bien sujetos a los cabos para no caerse, dejaron sus pies colgar sintiendo las salpicaduras de agua salada mojándolos y refrescándolos, rieron sintiendo el viento hacerles cosquillas mientras el hermoso joven de rizos cobrizos pasaba su brazo izquierdo por encima del hombro del prometido de su hermano, adoraba a aquel bello rubio de ojos cobalto que había conseguido ganarse con su dulzura el corazón de Kamijo.

-¿Sabéis ya que nombre vais a poner a los pequeños cuando nazcan?-

Kaya le miró con la sorpresa brillando en sus ojos, lo cierto era que ni Kamijo ni él se lo habían planteado aún.

-Pues todavía no lo hemos pensado, aunque supongo que sería algún nombre francés, pero claro depende de si son niños o niñas.-

Jasmine asintió sabiendo que el hermoso joven embarazado tenía razón, aunque ya tenía algo en mente para sorprender a su hermano, era lo menos que podían hacer recordando el apego que había tenido por su madre cuando había sido un niño, de hecho era un buen tributo a la mujer que lo había cuidado pese a que era el hijo de la amante de su marido, la mujer siempre había sido un ángel para él y se lo merecía. Por un único segundo el hermoso doncel de ojos de chocolate comenzó a pensar en lo que le había cuidado tras la pronta y repentina muerte de su madre, él siempre se había sentido solo cada vez que Jade se marchaba en alguna misión para su padre, François Kamijo pero al saber que iba a volver se consolaba, aunque también ayudaba la presencia de su hermano mayor, pero una vez que la bella Jade de mirada verdosa falleció fue la verdadera señora Kamijo quien, con sus largo cabello castaño y sus ojos melancólicos pero valientes, se ocupó de él como si fuera el fruto de su propio vientre. Suspiró dándose cuenta de que había dejado de lado a Kaya que lo miraba con la curiosidad reflejada en sus ojos azul cielo, le colocó la mano en el brazo con un cariñoso gesto y sonrió.

-Perdóname Kaya me he perdido en los recuerdos, creo que si hay una niña deberás llamarla Laura, pero no le digas a Kami que te he dicho nada, haz como que ha sido idea tuya.-

El hermoso jovencito sonrió, aquel nombre sonaba muy hermoso, le gustaba, aunque no había entendido muy bien por qué había dicho aquello su acompañante.

-¿Por qué dices eso?-

-Laura era el nombre de su madre, la quería mucho porque fue quien le crió, y a mí también, nuestro padre solía pasar largos periodos navegando en este barco y no tenía tiempo para nosotros.-

-¿Tú no eres hijo de la misma mamá que Kamijo?-

Kaya le miró asombrado, en el ambiente en que él se había criado reconocer que se era bastardo era una de las mayores vergüenzas a las que un joven podía exponerse, pero el fuerte doncel pirata en aquel momento lo miraba extrañado ignorando el mar profundamente azulado que parecía correr bajo sus pies, y es que para el de rizos castaños las relaciones extramatrimoniales eran perfectamente normales.

-No, mi madre era una sirvienta de Laura, se llamaba Jade porque tenía los ojos verdes, me habría gustado tenerlos de ese color y no oscuros como mi padre…-

Durante un momento se quedó en silencio sin saber muy bien que decir, como continuar, pero no tardó demasiado en hallar las palabras adecuadas de nuevo.

-…Ella era medio india medio española, ¿sabes? Según me contó, mi abuelo era un colono Leonés, por eso soy un poco más moreno que mis hermanos, aunque el cabello lo saqué de mi padre François, espero que mis pequeños sobrinitos también tengan el cabello rizado aunque me gustaría que tuvieran el cabello castaño como Kami y la sonrisa tan hermosa como la tuya.-

Kaya abrazó conmovido al que pronto sería su hermano mayor procurando no moverse en exceso para no caer por la borda, después el mayor acaricio su cabello a la altura de la nuca provocándole cosquillas y haciéndole reír, no pasó mucho antes de que la risa del bello joven de cabello castaño acompañara a la suya, sin embargo al cabo de un rato no pudieron seguir perdiendo el tiempo allí, ya que se internaban en una zona de corrientes y el viento estaba cambiando de fuerza, Kalm sostenía firmemente el timón con ayuda de Teru y Juka que sujetaban con fuerza la vela mayor moviéndola para que el viento no la desgarrara, el segundo de abordo llevó al embarazado al camarote del capitán para mantenerlo a salvo, después retornó a cubierta donde comenzó a guiar a los marineros que comenzaban a trepar por los cabos hasta las velas para afianzarlas, a su lado Yuki guiaba a los que sujetaban las mercancías en la bodega, un mínimo desprendimiento podría hacer que el barco volcara. En medio de la bruma que se había formado mientras se acercaban a las islas de la Trinidad Kamijo desplegó su catalejo tratando de reconocer entre las diversas formas, el navío del capitán Sakurai que iba muy por delante de ellos, sin embargo las olas le hacían imposible ver nada, en apenas unos minutos habían comenzado a inundar la cubierta.

-¡Achicad el agua!! ¡No dejéis que comience a inundarse el Versailles o moriremos todos!!-

Mientras tanto en el interior del camarote del capitán Kaya no podía dejar de llorar, metido en la cama tapado hasta la cabeza, se abrazaba el abultado vientre aterrado, nunca en toda su vida había pasado un miedo tan terrible, entonces la puerta se abrió y el joven sin ver nada chilló asustado, cuando el hombre lo destapó simplemente lo abrazó contra su camisa completamente empapada, los ojos castaños brillaron con fuerza cuando un relámpago iluminó el oscuro día cuyo cielo tenebroso parecía competir con la noche más cerrada, con cuidado le hizo soltar una mano de su vientre examinándolo él con gesto experto, al fin y al cabo era lo más parecido a un médico que había en aquel barco.

-Tranquilo Kaya, los bebés están bien, solo algo revueltos como su mamá, pero son fuertes y no les ocurrirá nada, el tiempo me ha enseñado que hace falta mucho más que una tormenta para quitar de en medio a un Kamijo, y ahí dentro hay al menos dos.-

-Gracias por venir Ryoushin, tenía mucho miedo.-

-En la bodega no tenía nada que hacer pero he recordado que era tu primera tormenta a bordo, la primera vez siempre es la peor, aún recuerdo la mía y te aseguro que no mantuve ni la mitad de aplomo que tu, de hecho creo que incluso manché mis pantalones.-

Kaya simplemente apoyó su rubia cabeza en el hombro del joven que comenzó a acariciar su tripa y su espalda a la vez logrando que poco a poco dejara de llorar recuperando la calma.

-¿Por qué eres tan amable? Hiza-chan dijo que habías tratado de matarle.-

Cuando Ryoushin suspiró tristemente, Kaya se arrepintió al instante de lo que acababa de decir, sin embargo el mayor comenzó a hablar exhibiendo un gesto resignado que nadie vio.

-No importa, es lógico que todos piensen eso de mi, todos lo hacen, lo han hecho siempre, supongo que tendré que empezar desde el principio. –

El joven tomó aire antes de continuar, estaba recordando cosas que hacía mucho que creía haber olvidado.

-Mi padre era un herrador de Manchester aunque por las tardes trabajaba en los astilleros, donde murió tras un ataque pirata, mi madre cosía para una dama de la alta sociedad que vivía en una gran casa al otro lado de la costa, en una zona algo alejada donde todos los ricos habitaban, pero eso no es importante, lo auténticamente importante es que pasábamos hambre, mi madre era explotada por aquella desgraciada incluso cuando perdió a su segundo hijo, y yo no lo podía consentir, o eso creía con mi mente infantil por lo que una noche entré a robar en la mansión con la mala fortuna de que el esposo volvía a casa tras varios meses en alta mar, pero era un buen hombre y me dejó ir con la condición de que me alistara, el capitán Nelson me cambió la vida, consiguió hacerme un hombre, aunque no un caballero.

El problema llegó cuando el Versailles atacó el puerto en que me hallaba destinado, parte de los escombros me atraparon pero un muchacho me salvó, cuando desperté Hizaki-hime me había curado, pero cuando supe lo que era no me pude contener, sabía que él no había matado a mi padre pero el odio era más fuerte que cualquier otra cosa y le disparé a bocajarro con su propia pistola, lo siguiente que recuerdo fue la tortura a la que Kamijo-sama me sometió, sin embargo Hizaki-sama intercedió por mi vida convirtiéndome en su sirviente. Supongo que aún te preguntarás por qué soy amable contigo ¿verdad? Resulta que con todo lo que ha pasado no sé si te acordarás, pero la primera vez que nos vimos me defendiste, entonces me caíste bien y eso no ha cambiado, además eres un doncel embarazado.-

Kaya le sonrió apretando su antebrazo tatuado, lo cierto era que el hombre realmente parecía una buena persona, y se sentía a salvo sabiendo que en la tripulación de su prometido había gente como él. Entonces, cuando la puerta se abrió dando paso a un Kamijo más que mojado, el joven inglés se levantó saludando con un gesto al capitán que le dio las gracias con un leve asentimiento, después el de ojos de hielo se acercó a su dulce amante con una sonrisa pues la tormenta había pasado y el barco estaba más o menos intacto, cuando llegó a su altura el doncel se lanzó a sus brazos susurrándole que tenía demasiado miedo, no solo por los bebés, sino también por él.

-Temía tanto perderte Kami, te amo tanto que no sé qué haría si murieras, no sé si podría criar a los pequeños yo solo mi amor.-

Kamijo lamentó, en ese momento más que nunca, el tener que atender las labores de un capitán, pues debería haber sido él quien consolara a su pequeño ángel y no Ryoushin, pero simplemente lo abrazó con fuerza, como si quisiera fundirse con el rubio en un solo ser, sin querer soltarlo jamás.

-Estoy seguro de que serías muy capaz de seguir adelante sin mí, mi amor, eres muy valiente Kaya, muy valiente y estoy muy orgulloso de que me ames, de que me hayas aceptado pese a lo mal que te traté al principio, quiero que sepas mi dulce prometido que moriré por ti si es necesario, y que espero que aceptes ser mi esposo en la ceremonia que, tal y como le he pedido, Atsushi se ha comprometido a oficiar cuando nos encontremos con su familia.-

-No creo merecer lo de valiente, pero tienes razón en una cosa, te amo y seguiré adelante por ti ocurra lo que ocurra en el futuro. Si quiero casarme contigo cuando nos encontremos con el clan Sakurai, quiero ser tuyo por toda la eternidad, porque mi corazón siempre te pertenecerá mi pirata, mi capitán, mi amor.-

Con lágrimas en los ojos Kamijo lo hizo salir del camarote, mostrándole el cielo del atardecer, límpido, de un brillante tono carmesí.

-Bienvenido al mar de China mi amor, este es mi regalo de bodas, todo un mar que conquistaré para ti.-

Kaya se echó reír emocionado y le abrazó, aunque una parte de su ser no pudo dejar de pensar en la princesa, pues el rojo era su color, y se preguntó lo que el bello rubio de rizos de oro estaría haciendo en aquel instante, realmente deseaba que viera la boda.

Mirando el rojo amanecer que se producía junto a las costas del Virreinato de Nuevo México Hizaki sonrió envolviendo su cuerpo en una delicada prenda de muselina rosada que mostraba sus bellas formas más de lo que las ocultaba para deleite del hombre que se le acercó por detrás pasando sus cálidas manos por sobre sus hombros causándole escalofríos, giró su cabeza recibiendo un casto beso en la mejilla, y es que el hombre aún guardaba sus modales, pero la hermosa y pícara princesa iba a conseguir que pronto los perdiera, entonces Hizaki se giró hacia Asagi dándole uno de los besos más apasionados que ambos habían vivido en sus cortas vidas. Cuando cayeron sobre el suelo de la pequeña embarcación que tripulaban esta estuvo a punto de volcar, pero a ninguno de los dos les importó solo se entregaron a su amor.

Corazón Sangrante, Alma Rota (XI)


Kaya rió cuando sintió las cosquillas de su amado de cabellos plateados, en el lecho había una caja abierta, en cuyo interior el albino podía observar el vestido más hermoso que había tenido el privilegio de mirar en toda su existencia, era blanco, de seda y su falda se alargaba hasta convertirse en una larga cola, los finos tirantes estaban fabricados en pequeños cristales swarovsky sujetaban el cuerpo completamente plano, a medida, bordado en hilo de plata, mientras que un hermoso cinturón de diamantes con un broche en forma de rosa tallado en relieve en nácar, sujetaba la prenda a la altura de la cintura, dejando que el resto cayera en suaves pliegues hasta el suelo, a su lado había un par de guantes de encaje que llegaban hasta por encima de los codos y una rosa blanca con pequeños diamantes cosidos, sin embargo lo que realmente haría feliz al muchacho de enormes ojos azul cielo y aura angelical era la pequeña cajita que Juka-sama sostenía entre sus dedos en cuyo centro brillaba un hermoso anillo de plata que en el medio tenía una pequeña rosa que sostenía un único diamante casi tan bello como el joven que pronto lo portaría, entonces Juka lo abrazó por detrás sonriendo y colocó la cajita abierta frente a los ojos.

-Sorpresa mi amor.-

Kaya chilló emocionado y se volvió abrazando al de ojos de mercurio líquido hasta casi ahogarlo, después sintió los brazos en su cintura rodeándola, haciéndole más feliz que nunca, las manos de Juka-sama le retiraron la ropa con tal delicadeza que apenas lo notó mientras él hacía lo propio con la de su amado, después comenzaron a caminar aún entre besos y caricias hasta el lecho y al de cabellos blancos apenas le dio tiempo de apartar su hermoso vestido antes de caer sobre el colchón, abrió sus piernas rindiéndose a los deseos de aquel hombre que había logrado llegar a su corazón, lo amaba, más que a nada en el mundo y pese a que no lograba explicar el porqué, dado el trato que había recibido, estaba dispuesto a darle una oportunidad.

-Te amo, Juka.-

El aludido sonrió, era la primera vez que su pequeño no añadía el sama a su nombre y sorprendentemente aquello le encantaba, solo deseaba tener a alguien que lo esperara, alguien que lo amara o más bien que lo correspondiera pues su corazón ya tenía dueño y era el muchacho hermoso y femenino que estaba entre sus brazos. Así, entre abrazos, besos y confesiones de amor llegaron a la media noche.

Ryoushin se movía en la cama con los puños cerrados, sus párpados se apretaban, estaba en medio de una pesadilla, cuando despertó se incorporó a medias en el lecho, había sacado la sábana de su lugar, esta acompañaba al edredón en el suelo completamente arrugado, se levantó tan solo con el bóxer negro puesto, se agachó tomando entre sus manos la ropa de cama arrojándola sobre el colchón, poniéndose una mano en la frente negó con la cabeza caminando fuera del cuarto, una vez que cerró la puerta se apoyó en esta suspirando al sentir el frio de la puerta de madera oscura en su espalda desnuda y sudorosa, con cuidado de no despertar al resto de muchachos que dormían en las habitaciones continuas caminó hasta el baño común donde mojó su cara varias veces hasta que consiguió tranquilizarse, cuando salió chocó de lleno con Hiroyuki que lo miró sorprendido preguntándole qué le ocurría, el más alto no pudo dejar de sonreír cuando Hiro le llamó sempai, colocó una mano en la frente del muchacho y salió en dirección al patio de Sakurai-sama, necesitaba tomar al aire para alejar los malos pensamientos. Cuando cruzó el umbral de la puerta estaba ensimismado que no advirtió la sombra negra que se situaba cerca de él apoyada en una de las columnas, cuando respiró hondo dejó que una lágrima bajara de sus ojos, como cada día los recuerdos era demasiado dolorosos, al cabo de un rato sintió un dedo frio pasar por su espalda, por encima de la columna vertebral hasta llegar a su nuca, un escalofrío siguió al gesto y el joven de cabello castaño se volvió rápidamente hacia su acechador que le miró con una sonrisa.

-Tras todos estos años las pesadillas deberían haber desaparecido.-

-No después de ver lo que ocurre aquí Atsushi-sama, después de lo que me has obligado a hacer.-

El moreno extendió una mano retirando la lágrima de la cara de Ryoushin, después acercó su cuerpo al del moreno sintiendo el calor que desprendía y pasó una mano por la espalda mientras con la otra obligaba al chico a apoyar la cabeza en su hombro, no sabía por qué toleraba al vigilante todos sus desplantes pero siempre lo había hecho, al sentir los dedos de su jefe revolviendo su cabello a la altura de la nuca supo que como siempre no era lo bastante valiente, después notó como tomaba su mano haciéndolo subir con él a la habitación, cuando entrar pudo ver lo mucho que había cambiado el cuarto en todo aquel tiempo, no pudo dejar de recordar lo impresionado que se había visto cuando había llegado a aquel aposento la primera vez aunque solo lo había visto con un ojo, el otro se hallaba demasiado magullado como para que pudiera siquiera abrirlo, se introdujo entre las sábanas sintiendo el abrazo del hombre que le había rescatado del infierno para introducirlo en el purgatorio. Entonces el diablo habló.

-As de admitir que te di libertad para irte, te quedaste porque quisiste Ryou, ahora no me culpes, te saqué de una cloaca y te traje a un palacio.-

-Y no dejas de recordármelo, sé que tengo una deuda de vida contigo pero no… no puedo seguir aquí. Además no lo hiciste por caridad sino para tener un esclavo fiel y agradecido.-

Atsushi empujó al chico contra el colchón sujetándole las manos e impidiéndole moverse al colocar su cuerpo mucho más desarrollado encima, después miró los ojos castaños húmedos que tanto le gustaban, en cierto modo le recordaban a los de Yoshiki sin embargo esos estaban vacíos salvo por la desesperación que se apreciaba al fondo de los orbes de chocolate que en ese momento lo observaban, soltó con una mano la presa que mantenía sobre las muñecas del más joven acariciando de nuevo su mejilla, después besó los carnosos labios introduciendo su lengua en la húmeda cavidad del vigilante, que como cada vez se dejó hacer, no podía negar que Atsushi era el único hombre que le hacía disfrutar, de hecho era el único que le había tocado en años. Después pasó sus manos por detrás de la espalda de Ryou hasta alcanzar las nalgas que liberó de su prisión de tela notando las uñas del joven clavándose en sus hombros, con cuidado besó su cuello dejando pequeñas marcas de pertenencia que sin embargo a su pequeño dragón no le molestaron, cuando era pequeño había odiado que lo marcaran por lo que significaba pero la primera vez que Atsushi-sama lo había besado en el cuello se había sentido en paz y esa sensación pese a todo, perduraba. Notó como sus piernas eran alzadas y colocadas sobre los hombros del de cabellos negros que a continuación se colocó el preservativo con una mano mientras vertía el frío lubricante sobre su entrada masajeándola para no dañarlo, nunca lo dañaba físicamente, después entró de una sola envestida haciéndole gritar, empujó una y otra vez con furia liberándose al poco tiempo, luego lo masturbó hasta lograr que llegara al orgasmo y se dejó caer sobre él hasta que recuperó la normalidad en la respiración, después se retiró echándose a su lado, rodeando su cadera con un brazo y obligándole a apoyar la cabeza en su pecho, el joven de ojos de chocolate bajó sus párpados comenzando a recordar, no sabía por qué pero cada vez que estaba con Atsushi-sama las memorias acudían a él haciéndole sentir aquel dolor torturante en el pecho que tanto odiaba, y se preguntaba por qué no podía ser libre… deseaba tanto olvidar…

Tenía frío y miedo como cada noche, con sus pequeños dedos rotos abrazó su diminuto cuerpo tratando de no tocar en exceso las magulladuras que lo cubrían, tenía ocho años pero su altura y delgadez extrema lo hacía ver como a un niño de cinco años, cuando la puerta de la diminuta jaula para animales en la que estaba se abrió, no pudo ni siquiera moverse para huir, el hombre lo sacó a rastras porque casi ni podía moverse, su pantalón lleno de suciedad le venía grande por lo que sin darse cuenta pisó el bajo cayendo de bruces pero debió levantarse rápido porque su amo pronto comenzó a patearlo y no podía dejar que le rompiera ninguna costilla más, una tercera no le dejaría respirar, finalmente viendo que no podía caminar lo tomó por el cuello de la camisa arrastrándolo hasta el pequeño corral semicircular toscamente pintado de blanco, aunque tanto la suciedad del barro como las manchas de sangre impedían que se viera bien, pero eso no tenía importancia pues en la arena ya le esperaba un niño casi tan golpeado como él, sin embargo se tenía en pie solo, y Ryoushin lo supo, había llegado su día, cuando le habían comprado su primer combate fue contra otro muchacho que ni siquiera podía respirar por sí mismo, después, tras acabar con su vida, se había quedado con la jaula y las torturas, suponía que en aquel momento ocurriría lo mismo, sin embargo no estaba triste, una parte de él se sentía feliz por lo poco que le quedaba para alcanzar la liberación, otra parte de él simplemente no sentía nada, era como si ya estuviera muerto.

Con un gesto colocó sus puños lo mejor que pudo, y cuando escuchó el grito del muchacho solo cerró los ojos esperando el golpe pero lo único que pudo oír fue un fuerte petardazo, al abrir los ojos solo observó una chaqueta negra, habría levantado la mirada, pero le dolía tanto el cuerpo que no podía, cuando se dio la vuelta pudo ver el cuerpo de su amo con un tiro en la frente, los apostadores se habían quedado mudos pero todos echaron a correr cuando el hombre que lo había salvado levantó su arma y sopló el humo que se desprendía del cañón, miró a su alrededor y oyó un nuevo disparo, el muchacho que le había atacado cayó a su lado, y ni siquiera le dio tiempo de sorprenderse porque el hombre lo agarró por el brazo tirando de su mano para arrastrarlo lejos de aquel horrible lugar, cuando salieron el frío le azotó la cara y no pudo protegerse de la ventisca pero pronto aquel tipo le hizo subir a un deportivo rojo que lo hizo enrojecer de envidia, se sentó en el asiento del copiloto mientras que el hombre condujo a toda velocidad ignorando la nieve que cubría Morioka, el pequeño no podría precisar el momento en que se había quedado dormido, pero al despertar pudo ver que el lugar en el que estaban no se parecía nada al que habían abandonado, a los lados de la carretera podía ver los restos de nieve que precariamente se sujetaban sobre las ramas desnudas de los árboles, no tenía ni idea de a donde se lo llevaba pero pudo observar el imponente aspecto masculino que el otro exhibía por lo que prefirió no comentar nada, al cabo de un rato una ciudad comenzó a verse, los edificios antiguos se levantaban menos que los de Morioka, pero parecía limpia y acogedora, llegaron a la última casa del pueblo que parecía construida en madera, al estilo tradicional, el hombre aparcó y le hizo salir del coche agarrando su mano hasta llevarlo dentro, pese al aspecto anticuado del exterior, por dentro era una auténtica maravilla de lujo, las alfombras persas cubrían el suelo de caoba, las paredes forradas de madera decorada con bellos paisajes tradicionales eran muy hermosas, mientras que las escaleras y el ascensor tenían aspecto muy moderno, Ryoushin observó como el hombre se acercaba al mostrador, una vez allí pagó por una habitación de matrimonio en metálico, parecía que lo hacía a menudo pues el dueño le indicó que cogieran el ascensor de cristal, una vez que llegaron al pasillo vacío caminaron hacia la única puerta situada al fondo, el hombre pasó la tarjeta por la ranura y se oyó el clic de la cerradura mientras el niño miraba asombrada, nunca había visto semejante tecnología, desde que tenía uso de razón lo único que podía recordar eran los golpes, hasta que su amo se lo había llevado, pero no creía que a nadie le importara, solo esperaba que ese hombre no le hiciera cosas pervertidas también, le daba miedo eso, sin embargo cuando entraron, este solo habló con una voz sensual y masculina.

-Deberías entrar en la ducha, te conseguiré ropa limpia, aunque cuando salgas del baño, te secarás y esperarás desnudo a que yo venga, si no, atente a las consecuencias.-

Con geste renuente y asustado asintió arrastrando los pies hasta el baño, se desnudó como mejor pudo entrando en la bañera tras llenarla de agua fría, sin embargo al ponerse en pie cayó sin fuerzas golpeándose, el hombre, al que no le había dado tiempo de alcanzar a salir para buscar las prendas entró corriendo mirando con el ceño fruncido como el niño se retorcía intentando levantarse, al ir a ayudarlo se dio cuenta de que el agua estaba helada y abrió la llave del agua caliente equilibrando las temperaturas, después se quitó la chaqueta y la camisa para no mojarlas y comenzó a limpiarlo, aunque era difícil distinguir la suciedad de las magulladuras, una vez que el pequeño estuvo listo dejó que el líquido templado escurriera por el desagüe, envolvió al pequeño en una toalla y lo llevó hasta la cama donde ya tenía preparado un botiquín para limpiar sus heridas, al lado de este había un cenicero con un cigarrillo a medio consumir que aquel joven se puso entre los labios de nuevo. Luego comenzó a pasar unos paños humedecidos con desinfectante por las heridas abiertas y aplicó crema cicatrizante sobre los moratones, desde que lo había visto se había dado cuenta de que el destino de aquel chico y el suyo propio estaban entrelazados, para bien o para mal.

De vuelta en el presente Ryoushin suspiró, desde siempre todo había sido tan complicado… Pronto llegó la mañana y ambos ocupantes de la cama, cada uno con una idea en mente, se levantaron, tenían trabajo, Ryoushin caminó lentamente hasta su dormitorio sintiendo una desagradable molestia en su ano que lo hizo sonrojar, al llegar al aseo se quitó la única prenda que portaba comenzando a ducharse de inmediato sin saber que desde una esquina Hiroyuki, que llevaba esperándole toda la noche, lloraba al ver las marcas en su piel. Un piso más abajo Klaha daba vueltas en la cama sin saber qué hacer, una parte de él quería buscar a Mana, abrazarlo y nunca más soltarlo, desde que se habían separado a la hora de la cena sentía que una parte de él se había vuelto a perder, al cabo de un rato entró su pesadilla en el cuarto, había debido de terminar el “trabajo”, aunque el moreno se abstuvo de conocer los detalles para no ponerse enfermo de ira, simplemente fingió dormir cuando el otro cuerpo se deslizó bajo sus sábanas y lo abrazó besando su cuello por encima de las magulladuras.

Mientras tanto el dueño de sus pensamientos se removía en la cama muerto de frío, el cuerpo moreno de Gackt-sama que acababa de abandonar en el lecho, el de ojos azules y cabellos castaños no se había sentido bien tras tomar a su muñeca de porcelana por lo que había decidido bajar en busca de una aspirina al botiquín, no tardó mucho pero al volver pudo ver al de lacios y sedosos cabellos de azabache acurrucado en el lecho como una bolita tratando de infundirse calor con la sábana arrebujada cubriendo su cuerpo, con un gesto negó con la cabeza y echó sobre la fina tela de seda un grueso edredón azul pavo real bajo el que se introdujo luego acariciando el suave cuerpo blanco que se acurrucó contra él en un movimiento que ninguno de los dos sabría clasificar como frío o simple cariño, a pesar del cariñoso movimiento, Gackt pronto sintió la necesidad de sentir aquel cuerpo delicado y sensual apretado contra el suyo por lo que comenzó a acariciar los temblorosos músculos perfectamente formados que componían los suaves muslos blancos de su Mana, con cuidado subió el cuerpo del muchacho sobre el suyo besando los voluptuosos labios hasta quedarse sin aliento, después pudo sentir como sus apasionadas caricias eran correspondidas, desde que había aceptado que su pequeño se viera con Klaha, a pesar de lo que odiaba al antiguo ex policía, este parecía mucho más feliz y se prestaba a sus deseos con la delicadeza y elegancia que lo caracterizaba pero con mucha más pasión que las veces anteriores, como si él también deseara aquellos contactos, el hermoso moreno acarició el pecho bien formado del hombre sintiendo la nueva erección de este entre sus muslos, presionando su propio pene, haciéndole calentarse, quería más por lo que abrió sus piernas rodeando la cadera de su dueño en un gesto que tan solo arrancó más gemidos de ambos, después colocó las manos sobre los pectorales de Gackt alzándose para acabar sentado sobre el pene duro y húmedo de su amo que a la vez que él se movía sensualmente, lo masturbaba con delicadeza, entonces el de brillantes ojos azules lo besó suavemente comenzando a invadir las suaves y tersas paredes que solo él podía poseer. Mana gritó quedamente rompiendo el beso, aquella intromisión le estaba conduciendo a la locura, aunque no en el mal sentido, se movió ansioso por intensificar el contacto y es que no sabía qué le ocurría a su cuerpo pero estaba más caliente que nunca, el hombre que gemía guturalmente entre sus piernas lo llevaba al límite de la cordura una y otra vez provocando en su corazón un torbellino de emociones que no solo se reducía al sexo. Observar como el objeto de su amor, probablemente la única persona a la que había amado, y a la que podría amar, se movía sobre el gimiendo y gritando era simplemente perfecto, Gackt se sintió en paz consigo mismo al ver que el chico se entregaba por fin sin oponer ningún tipo de resistencia, uniéndose a él en la pasión, se liberó en su interior notando el semen mojar sus manos aunque imbuido aún por el deseo solo lamió el viscoso líquido blanco ante la mirada sonrojada de su muñeca que con un simple movimiento se tumbó encima de él sin dejar que abandonara sus delicadas paredes que a pesar del ejercicio continuaban apretándole, acarició los largos mechones morenos en silencio, amaba todos y cada uno de los momentos que pasaba al lado de Mana, pero en especial los de silencio después del sexo, cuando el hermoso joven de ojos de azabache , cabello de seda y piel de porcelana comenzaba a dormirse y lo abrazaba con fuerza con sus delgados brazos acurrucándose contra él, estuvieran en la postura que estuvieran, como en aquel preciso instante hacía. Mientras tanto en aquel instante Kamijo habría deseado que su princesa actuara de la misma forma, el sol estaba subiendo en el cielo y a pesar de haber pasado toda la noche pensando en cómo hacer reaccionar a su princesa seguía sin tenerlo demasiado claro, miró a su lado viendo al muchacho dormido dándole la espalda, y negó con la cabeza, todo había sido un desastre desde que le había confesado que lo amaba, cuando por fin había encontrado al rubio de nuevo este simplemente lo había tratado con más indiferencia y frialdad que nunca, irónicamente él había suplicado porque lo tratara con enfado pero aquella apatía que envolvía al joven lo desesperaba más que cualquier otra cosa, se movió en el lecho en dirección al hermoso cuerpo tan solo tapado por un picardías rojo y por un fino culotte de encaje, movió al muchacho que despertó poco a poco levantando su cabeza haciendo que los largos rizos dorados cayeran sobre su hombro abandonando la almohada, se volvió hacia él con gesto de enfado, al fin y al cabo a las princesas no les gusta que interrumpan su sueño, pero no dijo nada, solo lo observó con sus pupilas de azabache, con un gesto que lo hizo estremecer, no solo por lo intenso sino también por todas las cosas que averiguaba en el horizonte negro de los ojos de su amor, cada llanto secreto, cada vergüenza, cada golpe, todo el dolor que le había ocasionado, y entonces ocurrió lo impensable, Kamijo Yuuji se sintió avergonzado por el daño que había causado a aquel hermoso joven inocente que lo miró de nuevo, esta vez con tristeza mientras se levantaba de la cama, solo pronunció una frase pero fue suficiente como para hacer que uno de los hombres más temibles de Japón, la pesadilla de la princesa más hermosa, sintiera su corazón romperse.

-Espero que entiendas ahora por qué no puedo contestar lo que quieres oír.-

Cuando Hizaki cerró la puerta colocó una mano en su pecho y cerró los ojos, su corazón dolía, pero sabía que el orgullo era lo único que le quedaba, el hombre que en aquellos momentos se tiraba de los pelos sentado en la cama se había encargado de quitarle todo lo demás, su ilusión, su dignidad y su libertad, pero no el orgullo, porque el orgullo es el alimento de los valientes, no pudo evitar reír al recordar aquella frase, aún podía rememorar el día en que la había leído, era una de las pocas cosas que siempre recordaría porque aquello le había dado fuerzas después de cada castigo para no derrumbarse. El hermoso rubio se escurrió hasta el suelo quedando sentado con las rodillas pegadas al pecho mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, porque dos simples palabras habían logrado desarmarlo, acabar con todo su aplomo, suspiró levantándose tras secarse la cara y caminó hasta el cuarto donde Yoshiki comenzaba a despertar, Kaya había pasado la noche con Juka a juzgar por el hecho de que su cama estaba vacía, se acercó al armario sin hacer ruido para no molestar al otro rubio, lo abrió extrayendo un pantalón ancho negro y una camiseta muy ajustada con el dibujo de un águila en color rojo cereza, lo tomó todo entre sus manos pasando al baño donde se dio una rápida ducha sin prestar atención a nada, absorto como estaba ni siquiera advirtió que Yoshiki entraba al baño para lavarse la cara y peinarse, aunque al salir le agradeció que le ofreciera una toalla, aquel chico era un encanto, se cubrió y tras secarse se puso la ropa peinándose luego, más por acto reflejo que por otra cosa, al entrar de nuevo en el cuarto caminó con gesto ausente hasta su cama tendiéndose en ella fijando la mirada en el techo. A su vez el otro muchacho de largas ondas rubias se vistió con un pantalón de cuero negro, una camiseta lisa blanca y un chaleco también negro, dejó el cabello suelto como cada vez que no tenía que servir a su dueño, y con gesto hastiado esperó a que llegara la hora del desayuno, aunque no debió hacerlo mucho porque pronto llegó un muchacho con el carrito, para su sorpresa ya que normalmente cuando no dormía con Sakurai-sama, no recibía desayuno privado y debía bajar con el resto de muchachos. Contento tomó una de las tostadas en su mano pero dejó la otra pues a la princesa no le habían llevado nada ya que en teoría aún estaba con Kamijo-sama. Suspiró, tenía muchas ganas de dar un paseo por la bahía, en cierto modo una parte de él aún tenía la esperanza de ser libre, al fin y al cabo, ¿no se dice siempre que a esperanza es lo último que se pierde?

En el cuarto más cercano Hide despertaba como cada mañana en los brazos de Toshi-sama que también como cada mañana, besó su flequillo rosado y lo llevó en brazos hasta el baño ayudándolo a lavarse y ocupándose del peinado del chiquillo, aunque no lo pareciera, conseguir el aspecto capilar de un electrocutado no era tarea fácil, cuando volvieron al cuarto la bandeja del desayuno pero el pequeño la apartó mirándole con aspecto serio, clavó sus pupilas de chocolate en las azabache del hombre, y suspiró pues le daba miedo la reacción que este podía tener ante la pregunta que iba a realizar.

-Tú mataste a mamá, ¿por qué lo hiciste? La echo de menos.-

El niño luchó para retener las lágrimas sin éxito alguno mientras el moreno no sabía cómo reaccionar ante aquella pregunta, tomó aire tratando de hallar la respuesta menos cruel.

-Tu mamá era mala, Hide-chan, nos robó y teníamos que castigarla.-

El niño de chillones cabellos rosados se sorbió los mocos mirándole con la mirada más triste y tierna que había visto en su vida.

-Pero era mi mamá y la extraño, no es justo.-

-La vida no es justa pequeño, ¿sabes? Yo también extraño a mi madre, pero la gente no puede volver, ahora nos tienes a Yoshiki y a mí.-

Hideto sintió abrazándolo y es que ¿qué más le quedaba?

Mientras tanto Teru se dejaba acariciar en la bañera, no tenía otra opción pero con el tiempo se había acostumbrado a las caricias de Asagi-sama que en aquel momento no podía apartar sus pupilas de color rojo sangre de las azules cobalto del hermoso adolescente, no podía evitar el perderse en ellas cada vez que las observaba, igual que no podía evitar sonreír cada vez que veía curvarse aquellos labios perfectos, aquel niño lo volvía loco y lo amaba aunque jamás se lo diría, por supuesto, o al menos eso creía. El jovencito de cabellos bicolor suspiró, acercándose al hombre de largos cabellos de azabache que ese día se tomaba la mañana libre para estar con él, sabía que en el fondo, muy en el fondo, Asagi no era malo, pero también sabía que lo estaba comenzando a querer y no había vuelta atrás, de eso era consciente gracias a la mirada que veía cada día en los ojos de sus sempai, con el tiempo amaría más y más al hombre que había acabado con la única vida que había conocido conduciéndolo a aquel perpetuo estado de confusión y miedo, lo abrazó sabiendo que se estaba rindiendo, una parte de él se reprochaba el ser tan cobarde, pero la otra no podía remediar sus sentimientos, en cierto modo habría deseado ser tan fuerte y valiente como Hizaki-hime, Jasmine-san y Kaya-san juntos, pero puestos a soñar, también quería salir en la Rock&Read.

Uno de los héroes del muchachito, el ángel más hermoso de los tres, el de los enormes ojos castaños y los rizos de cobre, se cepillaba en aquel momento dichos rizos ante la mirada sonriente de su amo Yuki que lo besaba en el cuello aprovechando que el joven se sentaba en sus rodillas, amaba al muchacho, no solo por su belleza, de hecho lo primero que le había conquistado de Yuu había sido su coraje, ese que tantos problemas le había dado después, pero sabía que no podía vivir con un cobarde miedoso, y el dulce mago que estaba sentado sobre él era cualquier cosa menos esa.

-Te amo Jasmine, como no tienes ni idea.-

El aludido sonrió, el tiempo de las confesiones había pasado hacía años, y el rubio prácticamente no se lo había repetido jamás, su contestación había sido cuanto menos, cortante, pero esa vez no lo pudo evitar, el atractivo hombre había sido capaz de esperar el tiempo suficiente.

-He de alabar tu paciencia, Yuki, has sabido esperar el momento preciso para enamorarme, espero que Kamijo-sama sea igual de inteligente.-

El rubio sonrió, la princesa de su amigo era demasiado parecida a su hermosa bruja a la que besó con todo su cariño mientras el propio Jasmine se preguntaba cómo habían podido pasar del robo de un simple pastel a estarse abrazando y besando como si la vida les fuera en ello, pero las simples caricias de su amado hicieron que pronto dejara de pensar en nada.

En su habitación Klaha, al contrario que el bello Yuu, no podía dejar de pensar, entonces lo vio claro, y se horrorizó, con furia, corrió hasta el despacho de Sakurai Atsushi, le costó encontrarlo dado que hacía muchos meses desde que había estudiado los planos de la casa, aunque al final pudo llegar y abrió la puerta con fuerza encontrándose con el propio Sakurai fumando, con una taza de café en la mano y mirando hacia él, el hombre sonrió cuando escuchó su grito furioso.

-¡¡Tú lo sabías!!-

El dueño del complejo tras levantarse y vestirse había caminado hasta su despacho desde donde controlaba absolutamente todos y cada uno de los aspectos de la mansión, había pedido un café para después centrarse en las imágenes que las cámaras de vigilancia le ofrecían, entonces fue cuando vio a Klaha correr hasta allí, debía de ser el único de los muchachos que conocía el emplazamiento del estudio. Al oír el grito no pudo menos que sonreír, pero habló con calma pese a su enfado.

-Por supuesto que lo sabía, ¿pero en serio crees que me importa? En lo que a mí respecta no sois de mi familia, tu madre se casó con un policía y traicionó a su hermano, mi padre. En ese momento fue expulsada del clan, tú podías haber regresado, serías un hombre libre ahora, pero decidiste seguir los pasos del desgraciado de tu padre.-

Klaha lo miró furioso, acercándose y tomándole del cuello de la camisa.

-Me convertí en policía para alejarme de ti y de tu maldita familia tal y como madre deseaba, mientras que mantenías a mi hermano así, ¡¿cómo pudiste?! Es tu primo también.-

El mayor de los morenos no se tomó nada bien el gesto del antiguo detective y le pegó un puñetazo haciendo que se arrodillara agarrándose el abdomen por el dolor.

-Te voy a dar dos consejos Masaki, primero, no me grites, y segundo, no me toques. Si quieres ser libre y que Manabu también lo sea solo tienes que aprender un poco de respeto y servir al clan.-

Klaha, aún desde el suelo lo miro con odio.

-Nunca me rebajaré ante ti.-

En cierto modo Atsushi se alegro de que el orgullo de los Sakurai hubiera sido heredado por el chico. Entonces Közi entró en el cuarto encontrándose sorprendido con su pequeño neko en él, pero no dijo nada, al ver el simple gesto de Sakurai-sama lo sacó de allí llevándolo de vuelta al cuarto para que se preparara, esa tarde había espectáculo especial, la mafia italiana firmaría un acuerdo con el circulo.

Cuando entraron en el salón todo volvió a ser como antes, aunque esa vez fue Yoshiki el primero en avanzar, a sus espaldas se arrastraba el reborde de su furisode hermosamente bordado en color blanco, formando delicadas dalias entrelazadas por líneas que se asemejaban al vuelo de una mariposa, conforme se iba subiendo por la prenda el dibujo pasaba a estar repleta de pequeñas formas similares a las de las flores del cerezo, de hecho eran pétalos de sakura en diversos tonos de blanco y rosa, que hacían juego con el color del fondo de la prendas que iba desde el negro en el cuello hasta el naranja pálido del bajo pasando por todos los tonos de violeta, rosa y rojo que existían, las mangas en cambio permanecían en color negro y tenían el emblema del clan Sakurai adornando los hombros en un círculo dorado, con aquel gesto era como si el Líder del Círculo tratara de reafirmarlo como su amante, sin embargo al muchacho de largos cabellos ondulados, que en aquel instante estaban recogidos en una coleta alta adornada con una rosa negra, no le importaba en absoluto, solo quería abrazar a su hermano que en aquel momento caminaba detrás de él, e irse lejos de aquel lugar, pero lo sabía, eso era imposible, nunca podría escapar de las garras de Sakurai Atsushi y sorprendentemente comenzaba a acostumbrarse, solo esperaba no perder nunca al pequeño Hide, porque todo lo demás, ya lo había perdido. El pequeño pelirosa caminaba detrás de su hermano con un delicado yukata rosa con rayas verticales verdes muy sencillo, el obi de flores junto con los tabi y zori completaban el atuendo, tras él caminaba Hizaki-hime envuelto en un vestido de princesa de terciopelo rojo, el cuerpo dorado y la falda compuesta por tres capas de encaje, las mangas acuchilladas se estrechaban a la altura de los codos hasta formar un pico que se ataba al anular, un moño impedía que el cabello el molestara, estaba radiante, aunque no podía competir con Kaya y su vestido de novia, tras él sumamente orgulloso estaba Jasmine con un conjunto violeta que descubría sus hombros, aunque el conjunto de collares los tapaba prácticamente. Por último iba Teru con una yukata tan sencilla como la de Hide-chan, en color azul y rayas blancas, aunque su obi era azul pavo real con intrincados diseños en gamas de verde que no tenían ni principio ni fin. Se sentaron al lado de sus dueños pero la reunión no duró mucho pues de pronto uno de los italianos sacó una pistola, apuntó a Sakurai-sama y disparó. El Líder del Círculo observó anonadado como Ryoushin, que había estado oculto tras las cortinas con el resto de los chicos de su guardia saltaba empujándole y recibiendo la bala por él. Todos los muchachos vieron como en un sueño, o más bien como en una pesadilla como el cuerpo del joven que se acababa de interponer entre la bala y Sakurai-sama. Ryoushin no sintió nada, cuando la bala penetró en su cuerpo simplemente fue como si su alma lo hubiera abandonado, ni siquiera notó el impacto con el suelo y finalmente tampoco fue capaz de distinguir las voces de los jóvenes que comenzaban a arremolinarse a su alrededor solo la de Hiro permaneció fresca en su mente por alguna razón que no alcanzaba a comprender. Esa noche los miembros más importantes de las familias italianas fueron masacrados.