domingo, 5 de febrero de 2012

Corazón Sangrante, Alma Rota (XI)


Kaya rió cuando sintió las cosquillas de su amado de cabellos plateados, en el lecho había una caja abierta, en cuyo interior el albino podía observar el vestido más hermoso que había tenido el privilegio de mirar en toda su existencia, era blanco, de seda y su falda se alargaba hasta convertirse en una larga cola, los finos tirantes estaban fabricados en pequeños cristales swarovsky sujetaban el cuerpo completamente plano, a medida, bordado en hilo de plata, mientras que un hermoso cinturón de diamantes con un broche en forma de rosa tallado en relieve en nácar, sujetaba la prenda a la altura de la cintura, dejando que el resto cayera en suaves pliegues hasta el suelo, a su lado había un par de guantes de encaje que llegaban hasta por encima de los codos y una rosa blanca con pequeños diamantes cosidos, sin embargo lo que realmente haría feliz al muchacho de enormes ojos azul cielo y aura angelical era la pequeña cajita que Juka-sama sostenía entre sus dedos en cuyo centro brillaba un hermoso anillo de plata que en el medio tenía una pequeña rosa que sostenía un único diamante casi tan bello como el joven que pronto lo portaría, entonces Juka lo abrazó por detrás sonriendo y colocó la cajita abierta frente a los ojos.

-Sorpresa mi amor.-

Kaya chilló emocionado y se volvió abrazando al de ojos de mercurio líquido hasta casi ahogarlo, después sintió los brazos en su cintura rodeándola, haciéndole más feliz que nunca, las manos de Juka-sama le retiraron la ropa con tal delicadeza que apenas lo notó mientras él hacía lo propio con la de su amado, después comenzaron a caminar aún entre besos y caricias hasta el lecho y al de cabellos blancos apenas le dio tiempo de apartar su hermoso vestido antes de caer sobre el colchón, abrió sus piernas rindiéndose a los deseos de aquel hombre que había logrado llegar a su corazón, lo amaba, más que a nada en el mundo y pese a que no lograba explicar el porqué, dado el trato que había recibido, estaba dispuesto a darle una oportunidad.

-Te amo, Juka.-

El aludido sonrió, era la primera vez que su pequeño no añadía el sama a su nombre y sorprendentemente aquello le encantaba, solo deseaba tener a alguien que lo esperara, alguien que lo amara o más bien que lo correspondiera pues su corazón ya tenía dueño y era el muchacho hermoso y femenino que estaba entre sus brazos. Así, entre abrazos, besos y confesiones de amor llegaron a la media noche.

Ryoushin se movía en la cama con los puños cerrados, sus párpados se apretaban, estaba en medio de una pesadilla, cuando despertó se incorporó a medias en el lecho, había sacado la sábana de su lugar, esta acompañaba al edredón en el suelo completamente arrugado, se levantó tan solo con el bóxer negro puesto, se agachó tomando entre sus manos la ropa de cama arrojándola sobre el colchón, poniéndose una mano en la frente negó con la cabeza caminando fuera del cuarto, una vez que cerró la puerta se apoyó en esta suspirando al sentir el frio de la puerta de madera oscura en su espalda desnuda y sudorosa, con cuidado de no despertar al resto de muchachos que dormían en las habitaciones continuas caminó hasta el baño común donde mojó su cara varias veces hasta que consiguió tranquilizarse, cuando salió chocó de lleno con Hiroyuki que lo miró sorprendido preguntándole qué le ocurría, el más alto no pudo dejar de sonreír cuando Hiro le llamó sempai, colocó una mano en la frente del muchacho y salió en dirección al patio de Sakurai-sama, necesitaba tomar al aire para alejar los malos pensamientos. Cuando cruzó el umbral de la puerta estaba ensimismado que no advirtió la sombra negra que se situaba cerca de él apoyada en una de las columnas, cuando respiró hondo dejó que una lágrima bajara de sus ojos, como cada día los recuerdos era demasiado dolorosos, al cabo de un rato sintió un dedo frio pasar por su espalda, por encima de la columna vertebral hasta llegar a su nuca, un escalofrío siguió al gesto y el joven de cabello castaño se volvió rápidamente hacia su acechador que le miró con una sonrisa.

-Tras todos estos años las pesadillas deberían haber desaparecido.-

-No después de ver lo que ocurre aquí Atsushi-sama, después de lo que me has obligado a hacer.-

El moreno extendió una mano retirando la lágrima de la cara de Ryoushin, después acercó su cuerpo al del moreno sintiendo el calor que desprendía y pasó una mano por la espalda mientras con la otra obligaba al chico a apoyar la cabeza en su hombro, no sabía por qué toleraba al vigilante todos sus desplantes pero siempre lo había hecho, al sentir los dedos de su jefe revolviendo su cabello a la altura de la nuca supo que como siempre no era lo bastante valiente, después notó como tomaba su mano haciéndolo subir con él a la habitación, cuando entrar pudo ver lo mucho que había cambiado el cuarto en todo aquel tiempo, no pudo dejar de recordar lo impresionado que se había visto cuando había llegado a aquel aposento la primera vez aunque solo lo había visto con un ojo, el otro se hallaba demasiado magullado como para que pudiera siquiera abrirlo, se introdujo entre las sábanas sintiendo el abrazo del hombre que le había rescatado del infierno para introducirlo en el purgatorio. Entonces el diablo habló.

-As de admitir que te di libertad para irte, te quedaste porque quisiste Ryou, ahora no me culpes, te saqué de una cloaca y te traje a un palacio.-

-Y no dejas de recordármelo, sé que tengo una deuda de vida contigo pero no… no puedo seguir aquí. Además no lo hiciste por caridad sino para tener un esclavo fiel y agradecido.-

Atsushi empujó al chico contra el colchón sujetándole las manos e impidiéndole moverse al colocar su cuerpo mucho más desarrollado encima, después miró los ojos castaños húmedos que tanto le gustaban, en cierto modo le recordaban a los de Yoshiki sin embargo esos estaban vacíos salvo por la desesperación que se apreciaba al fondo de los orbes de chocolate que en ese momento lo observaban, soltó con una mano la presa que mantenía sobre las muñecas del más joven acariciando de nuevo su mejilla, después besó los carnosos labios introduciendo su lengua en la húmeda cavidad del vigilante, que como cada vez se dejó hacer, no podía negar que Atsushi era el único hombre que le hacía disfrutar, de hecho era el único que le había tocado en años. Después pasó sus manos por detrás de la espalda de Ryou hasta alcanzar las nalgas que liberó de su prisión de tela notando las uñas del joven clavándose en sus hombros, con cuidado besó su cuello dejando pequeñas marcas de pertenencia que sin embargo a su pequeño dragón no le molestaron, cuando era pequeño había odiado que lo marcaran por lo que significaba pero la primera vez que Atsushi-sama lo había besado en el cuello se había sentido en paz y esa sensación pese a todo, perduraba. Notó como sus piernas eran alzadas y colocadas sobre los hombros del de cabellos negros que a continuación se colocó el preservativo con una mano mientras vertía el frío lubricante sobre su entrada masajeándola para no dañarlo, nunca lo dañaba físicamente, después entró de una sola envestida haciéndole gritar, empujó una y otra vez con furia liberándose al poco tiempo, luego lo masturbó hasta lograr que llegara al orgasmo y se dejó caer sobre él hasta que recuperó la normalidad en la respiración, después se retiró echándose a su lado, rodeando su cadera con un brazo y obligándole a apoyar la cabeza en su pecho, el joven de ojos de chocolate bajó sus párpados comenzando a recordar, no sabía por qué pero cada vez que estaba con Atsushi-sama las memorias acudían a él haciéndole sentir aquel dolor torturante en el pecho que tanto odiaba, y se preguntaba por qué no podía ser libre… deseaba tanto olvidar…

Tenía frío y miedo como cada noche, con sus pequeños dedos rotos abrazó su diminuto cuerpo tratando de no tocar en exceso las magulladuras que lo cubrían, tenía ocho años pero su altura y delgadez extrema lo hacía ver como a un niño de cinco años, cuando la puerta de la diminuta jaula para animales en la que estaba se abrió, no pudo ni siquiera moverse para huir, el hombre lo sacó a rastras porque casi ni podía moverse, su pantalón lleno de suciedad le venía grande por lo que sin darse cuenta pisó el bajo cayendo de bruces pero debió levantarse rápido porque su amo pronto comenzó a patearlo y no podía dejar que le rompiera ninguna costilla más, una tercera no le dejaría respirar, finalmente viendo que no podía caminar lo tomó por el cuello de la camisa arrastrándolo hasta el pequeño corral semicircular toscamente pintado de blanco, aunque tanto la suciedad del barro como las manchas de sangre impedían que se viera bien, pero eso no tenía importancia pues en la arena ya le esperaba un niño casi tan golpeado como él, sin embargo se tenía en pie solo, y Ryoushin lo supo, había llegado su día, cuando le habían comprado su primer combate fue contra otro muchacho que ni siquiera podía respirar por sí mismo, después, tras acabar con su vida, se había quedado con la jaula y las torturas, suponía que en aquel momento ocurriría lo mismo, sin embargo no estaba triste, una parte de él se sentía feliz por lo poco que le quedaba para alcanzar la liberación, otra parte de él simplemente no sentía nada, era como si ya estuviera muerto.

Con un gesto colocó sus puños lo mejor que pudo, y cuando escuchó el grito del muchacho solo cerró los ojos esperando el golpe pero lo único que pudo oír fue un fuerte petardazo, al abrir los ojos solo observó una chaqueta negra, habría levantado la mirada, pero le dolía tanto el cuerpo que no podía, cuando se dio la vuelta pudo ver el cuerpo de su amo con un tiro en la frente, los apostadores se habían quedado mudos pero todos echaron a correr cuando el hombre que lo había salvado levantó su arma y sopló el humo que se desprendía del cañón, miró a su alrededor y oyó un nuevo disparo, el muchacho que le había atacado cayó a su lado, y ni siquiera le dio tiempo de sorprenderse porque el hombre lo agarró por el brazo tirando de su mano para arrastrarlo lejos de aquel horrible lugar, cuando salieron el frío le azotó la cara y no pudo protegerse de la ventisca pero pronto aquel tipo le hizo subir a un deportivo rojo que lo hizo enrojecer de envidia, se sentó en el asiento del copiloto mientras que el hombre condujo a toda velocidad ignorando la nieve que cubría Morioka, el pequeño no podría precisar el momento en que se había quedado dormido, pero al despertar pudo ver que el lugar en el que estaban no se parecía nada al que habían abandonado, a los lados de la carretera podía ver los restos de nieve que precariamente se sujetaban sobre las ramas desnudas de los árboles, no tenía ni idea de a donde se lo llevaba pero pudo observar el imponente aspecto masculino que el otro exhibía por lo que prefirió no comentar nada, al cabo de un rato una ciudad comenzó a verse, los edificios antiguos se levantaban menos que los de Morioka, pero parecía limpia y acogedora, llegaron a la última casa del pueblo que parecía construida en madera, al estilo tradicional, el hombre aparcó y le hizo salir del coche agarrando su mano hasta llevarlo dentro, pese al aspecto anticuado del exterior, por dentro era una auténtica maravilla de lujo, las alfombras persas cubrían el suelo de caoba, las paredes forradas de madera decorada con bellos paisajes tradicionales eran muy hermosas, mientras que las escaleras y el ascensor tenían aspecto muy moderno, Ryoushin observó como el hombre se acercaba al mostrador, una vez allí pagó por una habitación de matrimonio en metálico, parecía que lo hacía a menudo pues el dueño le indicó que cogieran el ascensor de cristal, una vez que llegaron al pasillo vacío caminaron hacia la única puerta situada al fondo, el hombre pasó la tarjeta por la ranura y se oyó el clic de la cerradura mientras el niño miraba asombrada, nunca había visto semejante tecnología, desde que tenía uso de razón lo único que podía recordar eran los golpes, hasta que su amo se lo había llevado, pero no creía que a nadie le importara, solo esperaba que ese hombre no le hiciera cosas pervertidas también, le daba miedo eso, sin embargo cuando entraron, este solo habló con una voz sensual y masculina.

-Deberías entrar en la ducha, te conseguiré ropa limpia, aunque cuando salgas del baño, te secarás y esperarás desnudo a que yo venga, si no, atente a las consecuencias.-

Con geste renuente y asustado asintió arrastrando los pies hasta el baño, se desnudó como mejor pudo entrando en la bañera tras llenarla de agua fría, sin embargo al ponerse en pie cayó sin fuerzas golpeándose, el hombre, al que no le había dado tiempo de alcanzar a salir para buscar las prendas entró corriendo mirando con el ceño fruncido como el niño se retorcía intentando levantarse, al ir a ayudarlo se dio cuenta de que el agua estaba helada y abrió la llave del agua caliente equilibrando las temperaturas, después se quitó la chaqueta y la camisa para no mojarlas y comenzó a limpiarlo, aunque era difícil distinguir la suciedad de las magulladuras, una vez que el pequeño estuvo listo dejó que el líquido templado escurriera por el desagüe, envolvió al pequeño en una toalla y lo llevó hasta la cama donde ya tenía preparado un botiquín para limpiar sus heridas, al lado de este había un cenicero con un cigarrillo a medio consumir que aquel joven se puso entre los labios de nuevo. Luego comenzó a pasar unos paños humedecidos con desinfectante por las heridas abiertas y aplicó crema cicatrizante sobre los moratones, desde que lo había visto se había dado cuenta de que el destino de aquel chico y el suyo propio estaban entrelazados, para bien o para mal.

De vuelta en el presente Ryoushin suspiró, desde siempre todo había sido tan complicado… Pronto llegó la mañana y ambos ocupantes de la cama, cada uno con una idea en mente, se levantaron, tenían trabajo, Ryoushin caminó lentamente hasta su dormitorio sintiendo una desagradable molestia en su ano que lo hizo sonrojar, al llegar al aseo se quitó la única prenda que portaba comenzando a ducharse de inmediato sin saber que desde una esquina Hiroyuki, que llevaba esperándole toda la noche, lloraba al ver las marcas en su piel. Un piso más abajo Klaha daba vueltas en la cama sin saber qué hacer, una parte de él quería buscar a Mana, abrazarlo y nunca más soltarlo, desde que se habían separado a la hora de la cena sentía que una parte de él se había vuelto a perder, al cabo de un rato entró su pesadilla en el cuarto, había debido de terminar el “trabajo”, aunque el moreno se abstuvo de conocer los detalles para no ponerse enfermo de ira, simplemente fingió dormir cuando el otro cuerpo se deslizó bajo sus sábanas y lo abrazó besando su cuello por encima de las magulladuras.

Mientras tanto el dueño de sus pensamientos se removía en la cama muerto de frío, el cuerpo moreno de Gackt-sama que acababa de abandonar en el lecho, el de ojos azules y cabellos castaños no se había sentido bien tras tomar a su muñeca de porcelana por lo que había decidido bajar en busca de una aspirina al botiquín, no tardó mucho pero al volver pudo ver al de lacios y sedosos cabellos de azabache acurrucado en el lecho como una bolita tratando de infundirse calor con la sábana arrebujada cubriendo su cuerpo, con un gesto negó con la cabeza y echó sobre la fina tela de seda un grueso edredón azul pavo real bajo el que se introdujo luego acariciando el suave cuerpo blanco que se acurrucó contra él en un movimiento que ninguno de los dos sabría clasificar como frío o simple cariño, a pesar del cariñoso movimiento, Gackt pronto sintió la necesidad de sentir aquel cuerpo delicado y sensual apretado contra el suyo por lo que comenzó a acariciar los temblorosos músculos perfectamente formados que componían los suaves muslos blancos de su Mana, con cuidado subió el cuerpo del muchacho sobre el suyo besando los voluptuosos labios hasta quedarse sin aliento, después pudo sentir como sus apasionadas caricias eran correspondidas, desde que había aceptado que su pequeño se viera con Klaha, a pesar de lo que odiaba al antiguo ex policía, este parecía mucho más feliz y se prestaba a sus deseos con la delicadeza y elegancia que lo caracterizaba pero con mucha más pasión que las veces anteriores, como si él también deseara aquellos contactos, el hermoso moreno acarició el pecho bien formado del hombre sintiendo la nueva erección de este entre sus muslos, presionando su propio pene, haciéndole calentarse, quería más por lo que abrió sus piernas rodeando la cadera de su dueño en un gesto que tan solo arrancó más gemidos de ambos, después colocó las manos sobre los pectorales de Gackt alzándose para acabar sentado sobre el pene duro y húmedo de su amo que a la vez que él se movía sensualmente, lo masturbaba con delicadeza, entonces el de brillantes ojos azules lo besó suavemente comenzando a invadir las suaves y tersas paredes que solo él podía poseer. Mana gritó quedamente rompiendo el beso, aquella intromisión le estaba conduciendo a la locura, aunque no en el mal sentido, se movió ansioso por intensificar el contacto y es que no sabía qué le ocurría a su cuerpo pero estaba más caliente que nunca, el hombre que gemía guturalmente entre sus piernas lo llevaba al límite de la cordura una y otra vez provocando en su corazón un torbellino de emociones que no solo se reducía al sexo. Observar como el objeto de su amor, probablemente la única persona a la que había amado, y a la que podría amar, se movía sobre el gimiendo y gritando era simplemente perfecto, Gackt se sintió en paz consigo mismo al ver que el chico se entregaba por fin sin oponer ningún tipo de resistencia, uniéndose a él en la pasión, se liberó en su interior notando el semen mojar sus manos aunque imbuido aún por el deseo solo lamió el viscoso líquido blanco ante la mirada sonrojada de su muñeca que con un simple movimiento se tumbó encima de él sin dejar que abandonara sus delicadas paredes que a pesar del ejercicio continuaban apretándole, acarició los largos mechones morenos en silencio, amaba todos y cada uno de los momentos que pasaba al lado de Mana, pero en especial los de silencio después del sexo, cuando el hermoso joven de ojos de azabache , cabello de seda y piel de porcelana comenzaba a dormirse y lo abrazaba con fuerza con sus delgados brazos acurrucándose contra él, estuvieran en la postura que estuvieran, como en aquel preciso instante hacía. Mientras tanto en aquel instante Kamijo habría deseado que su princesa actuara de la misma forma, el sol estaba subiendo en el cielo y a pesar de haber pasado toda la noche pensando en cómo hacer reaccionar a su princesa seguía sin tenerlo demasiado claro, miró a su lado viendo al muchacho dormido dándole la espalda, y negó con la cabeza, todo había sido un desastre desde que le había confesado que lo amaba, cuando por fin había encontrado al rubio de nuevo este simplemente lo había tratado con más indiferencia y frialdad que nunca, irónicamente él había suplicado porque lo tratara con enfado pero aquella apatía que envolvía al joven lo desesperaba más que cualquier otra cosa, se movió en el lecho en dirección al hermoso cuerpo tan solo tapado por un picardías rojo y por un fino culotte de encaje, movió al muchacho que despertó poco a poco levantando su cabeza haciendo que los largos rizos dorados cayeran sobre su hombro abandonando la almohada, se volvió hacia él con gesto de enfado, al fin y al cabo a las princesas no les gusta que interrumpan su sueño, pero no dijo nada, solo lo observó con sus pupilas de azabache, con un gesto que lo hizo estremecer, no solo por lo intenso sino también por todas las cosas que averiguaba en el horizonte negro de los ojos de su amor, cada llanto secreto, cada vergüenza, cada golpe, todo el dolor que le había ocasionado, y entonces ocurrió lo impensable, Kamijo Yuuji se sintió avergonzado por el daño que había causado a aquel hermoso joven inocente que lo miró de nuevo, esta vez con tristeza mientras se levantaba de la cama, solo pronunció una frase pero fue suficiente como para hacer que uno de los hombres más temibles de Japón, la pesadilla de la princesa más hermosa, sintiera su corazón romperse.

-Espero que entiendas ahora por qué no puedo contestar lo que quieres oír.-

Cuando Hizaki cerró la puerta colocó una mano en su pecho y cerró los ojos, su corazón dolía, pero sabía que el orgullo era lo único que le quedaba, el hombre que en aquellos momentos se tiraba de los pelos sentado en la cama se había encargado de quitarle todo lo demás, su ilusión, su dignidad y su libertad, pero no el orgullo, porque el orgullo es el alimento de los valientes, no pudo evitar reír al recordar aquella frase, aún podía rememorar el día en que la había leído, era una de las pocas cosas que siempre recordaría porque aquello le había dado fuerzas después de cada castigo para no derrumbarse. El hermoso rubio se escurrió hasta el suelo quedando sentado con las rodillas pegadas al pecho mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, porque dos simples palabras habían logrado desarmarlo, acabar con todo su aplomo, suspiró levantándose tras secarse la cara y caminó hasta el cuarto donde Yoshiki comenzaba a despertar, Kaya había pasado la noche con Juka a juzgar por el hecho de que su cama estaba vacía, se acercó al armario sin hacer ruido para no molestar al otro rubio, lo abrió extrayendo un pantalón ancho negro y una camiseta muy ajustada con el dibujo de un águila en color rojo cereza, lo tomó todo entre sus manos pasando al baño donde se dio una rápida ducha sin prestar atención a nada, absorto como estaba ni siquiera advirtió que Yoshiki entraba al baño para lavarse la cara y peinarse, aunque al salir le agradeció que le ofreciera una toalla, aquel chico era un encanto, se cubrió y tras secarse se puso la ropa peinándose luego, más por acto reflejo que por otra cosa, al entrar de nuevo en el cuarto caminó con gesto ausente hasta su cama tendiéndose en ella fijando la mirada en el techo. A su vez el otro muchacho de largas ondas rubias se vistió con un pantalón de cuero negro, una camiseta lisa blanca y un chaleco también negro, dejó el cabello suelto como cada vez que no tenía que servir a su dueño, y con gesto hastiado esperó a que llegara la hora del desayuno, aunque no debió hacerlo mucho porque pronto llegó un muchacho con el carrito, para su sorpresa ya que normalmente cuando no dormía con Sakurai-sama, no recibía desayuno privado y debía bajar con el resto de muchachos. Contento tomó una de las tostadas en su mano pero dejó la otra pues a la princesa no le habían llevado nada ya que en teoría aún estaba con Kamijo-sama. Suspiró, tenía muchas ganas de dar un paseo por la bahía, en cierto modo una parte de él aún tenía la esperanza de ser libre, al fin y al cabo, ¿no se dice siempre que a esperanza es lo último que se pierde?

En el cuarto más cercano Hide despertaba como cada mañana en los brazos de Toshi-sama que también como cada mañana, besó su flequillo rosado y lo llevó en brazos hasta el baño ayudándolo a lavarse y ocupándose del peinado del chiquillo, aunque no lo pareciera, conseguir el aspecto capilar de un electrocutado no era tarea fácil, cuando volvieron al cuarto la bandeja del desayuno pero el pequeño la apartó mirándole con aspecto serio, clavó sus pupilas de chocolate en las azabache del hombre, y suspiró pues le daba miedo la reacción que este podía tener ante la pregunta que iba a realizar.

-Tú mataste a mamá, ¿por qué lo hiciste? La echo de menos.-

El niño luchó para retener las lágrimas sin éxito alguno mientras el moreno no sabía cómo reaccionar ante aquella pregunta, tomó aire tratando de hallar la respuesta menos cruel.

-Tu mamá era mala, Hide-chan, nos robó y teníamos que castigarla.-

El niño de chillones cabellos rosados se sorbió los mocos mirándole con la mirada más triste y tierna que había visto en su vida.

-Pero era mi mamá y la extraño, no es justo.-

-La vida no es justa pequeño, ¿sabes? Yo también extraño a mi madre, pero la gente no puede volver, ahora nos tienes a Yoshiki y a mí.-

Hideto sintió abrazándolo y es que ¿qué más le quedaba?

Mientras tanto Teru se dejaba acariciar en la bañera, no tenía otra opción pero con el tiempo se había acostumbrado a las caricias de Asagi-sama que en aquel momento no podía apartar sus pupilas de color rojo sangre de las azules cobalto del hermoso adolescente, no podía evitar el perderse en ellas cada vez que las observaba, igual que no podía evitar sonreír cada vez que veía curvarse aquellos labios perfectos, aquel niño lo volvía loco y lo amaba aunque jamás se lo diría, por supuesto, o al menos eso creía. El jovencito de cabellos bicolor suspiró, acercándose al hombre de largos cabellos de azabache que ese día se tomaba la mañana libre para estar con él, sabía que en el fondo, muy en el fondo, Asagi no era malo, pero también sabía que lo estaba comenzando a querer y no había vuelta atrás, de eso era consciente gracias a la mirada que veía cada día en los ojos de sus sempai, con el tiempo amaría más y más al hombre que había acabado con la única vida que había conocido conduciéndolo a aquel perpetuo estado de confusión y miedo, lo abrazó sabiendo que se estaba rindiendo, una parte de él se reprochaba el ser tan cobarde, pero la otra no podía remediar sus sentimientos, en cierto modo habría deseado ser tan fuerte y valiente como Hizaki-hime, Jasmine-san y Kaya-san juntos, pero puestos a soñar, también quería salir en la Rock&Read.

Uno de los héroes del muchachito, el ángel más hermoso de los tres, el de los enormes ojos castaños y los rizos de cobre, se cepillaba en aquel momento dichos rizos ante la mirada sonriente de su amo Yuki que lo besaba en el cuello aprovechando que el joven se sentaba en sus rodillas, amaba al muchacho, no solo por su belleza, de hecho lo primero que le había conquistado de Yuu había sido su coraje, ese que tantos problemas le había dado después, pero sabía que no podía vivir con un cobarde miedoso, y el dulce mago que estaba sentado sobre él era cualquier cosa menos esa.

-Te amo Jasmine, como no tienes ni idea.-

El aludido sonrió, el tiempo de las confesiones había pasado hacía años, y el rubio prácticamente no se lo había repetido jamás, su contestación había sido cuanto menos, cortante, pero esa vez no lo pudo evitar, el atractivo hombre había sido capaz de esperar el tiempo suficiente.

-He de alabar tu paciencia, Yuki, has sabido esperar el momento preciso para enamorarme, espero que Kamijo-sama sea igual de inteligente.-

El rubio sonrió, la princesa de su amigo era demasiado parecida a su hermosa bruja a la que besó con todo su cariño mientras el propio Jasmine se preguntaba cómo habían podido pasar del robo de un simple pastel a estarse abrazando y besando como si la vida les fuera en ello, pero las simples caricias de su amado hicieron que pronto dejara de pensar en nada.

En su habitación Klaha, al contrario que el bello Yuu, no podía dejar de pensar, entonces lo vio claro, y se horrorizó, con furia, corrió hasta el despacho de Sakurai Atsushi, le costó encontrarlo dado que hacía muchos meses desde que había estudiado los planos de la casa, aunque al final pudo llegar y abrió la puerta con fuerza encontrándose con el propio Sakurai fumando, con una taza de café en la mano y mirando hacia él, el hombre sonrió cuando escuchó su grito furioso.

-¡¡Tú lo sabías!!-

El dueño del complejo tras levantarse y vestirse había caminado hasta su despacho desde donde controlaba absolutamente todos y cada uno de los aspectos de la mansión, había pedido un café para después centrarse en las imágenes que las cámaras de vigilancia le ofrecían, entonces fue cuando vio a Klaha correr hasta allí, debía de ser el único de los muchachos que conocía el emplazamiento del estudio. Al oír el grito no pudo menos que sonreír, pero habló con calma pese a su enfado.

-Por supuesto que lo sabía, ¿pero en serio crees que me importa? En lo que a mí respecta no sois de mi familia, tu madre se casó con un policía y traicionó a su hermano, mi padre. En ese momento fue expulsada del clan, tú podías haber regresado, serías un hombre libre ahora, pero decidiste seguir los pasos del desgraciado de tu padre.-

Klaha lo miró furioso, acercándose y tomándole del cuello de la camisa.

-Me convertí en policía para alejarme de ti y de tu maldita familia tal y como madre deseaba, mientras que mantenías a mi hermano así, ¡¿cómo pudiste?! Es tu primo también.-

El mayor de los morenos no se tomó nada bien el gesto del antiguo detective y le pegó un puñetazo haciendo que se arrodillara agarrándose el abdomen por el dolor.

-Te voy a dar dos consejos Masaki, primero, no me grites, y segundo, no me toques. Si quieres ser libre y que Manabu también lo sea solo tienes que aprender un poco de respeto y servir al clan.-

Klaha, aún desde el suelo lo miro con odio.

-Nunca me rebajaré ante ti.-

En cierto modo Atsushi se alegro de que el orgullo de los Sakurai hubiera sido heredado por el chico. Entonces Közi entró en el cuarto encontrándose sorprendido con su pequeño neko en él, pero no dijo nada, al ver el simple gesto de Sakurai-sama lo sacó de allí llevándolo de vuelta al cuarto para que se preparara, esa tarde había espectáculo especial, la mafia italiana firmaría un acuerdo con el circulo.

Cuando entraron en el salón todo volvió a ser como antes, aunque esa vez fue Yoshiki el primero en avanzar, a sus espaldas se arrastraba el reborde de su furisode hermosamente bordado en color blanco, formando delicadas dalias entrelazadas por líneas que se asemejaban al vuelo de una mariposa, conforme se iba subiendo por la prenda el dibujo pasaba a estar repleta de pequeñas formas similares a las de las flores del cerezo, de hecho eran pétalos de sakura en diversos tonos de blanco y rosa, que hacían juego con el color del fondo de la prendas que iba desde el negro en el cuello hasta el naranja pálido del bajo pasando por todos los tonos de violeta, rosa y rojo que existían, las mangas en cambio permanecían en color negro y tenían el emblema del clan Sakurai adornando los hombros en un círculo dorado, con aquel gesto era como si el Líder del Círculo tratara de reafirmarlo como su amante, sin embargo al muchacho de largos cabellos ondulados, que en aquel instante estaban recogidos en una coleta alta adornada con una rosa negra, no le importaba en absoluto, solo quería abrazar a su hermano que en aquel momento caminaba detrás de él, e irse lejos de aquel lugar, pero lo sabía, eso era imposible, nunca podría escapar de las garras de Sakurai Atsushi y sorprendentemente comenzaba a acostumbrarse, solo esperaba no perder nunca al pequeño Hide, porque todo lo demás, ya lo había perdido. El pequeño pelirosa caminaba detrás de su hermano con un delicado yukata rosa con rayas verticales verdes muy sencillo, el obi de flores junto con los tabi y zori completaban el atuendo, tras él caminaba Hizaki-hime envuelto en un vestido de princesa de terciopelo rojo, el cuerpo dorado y la falda compuesta por tres capas de encaje, las mangas acuchilladas se estrechaban a la altura de los codos hasta formar un pico que se ataba al anular, un moño impedía que el cabello el molestara, estaba radiante, aunque no podía competir con Kaya y su vestido de novia, tras él sumamente orgulloso estaba Jasmine con un conjunto violeta que descubría sus hombros, aunque el conjunto de collares los tapaba prácticamente. Por último iba Teru con una yukata tan sencilla como la de Hide-chan, en color azul y rayas blancas, aunque su obi era azul pavo real con intrincados diseños en gamas de verde que no tenían ni principio ni fin. Se sentaron al lado de sus dueños pero la reunión no duró mucho pues de pronto uno de los italianos sacó una pistola, apuntó a Sakurai-sama y disparó. El Líder del Círculo observó anonadado como Ryoushin, que había estado oculto tras las cortinas con el resto de los chicos de su guardia saltaba empujándole y recibiendo la bala por él. Todos los muchachos vieron como en un sueño, o más bien como en una pesadilla como el cuerpo del joven que se acababa de interponer entre la bala y Sakurai-sama. Ryoushin no sintió nada, cuando la bala penetró en su cuerpo simplemente fue como si su alma lo hubiera abandonado, ni siquiera notó el impacto con el suelo y finalmente tampoco fue capaz de distinguir las voces de los jóvenes que comenzaban a arremolinarse a su alrededor solo la de Hiro permaneció fresca en su mente por alguna razón que no alcanzaba a comprender. Esa noche los miembros más importantes de las familias italianas fueron masacrados.

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