domingo, 12 de febrero de 2012

Corazón Sangrante, Alma Rota (XII-Parte I)




Yoshiki chilló asustado cuando oyó el disparo y se refugió en los brazos de Atsushi que le obligó a enterrar la cabeza en su hombro cuando se dispuso a acabar con las vidas de los italianos, el rubio además, se tapó los oídos pero aun así escuchó el fuerte estruendo que le recordó a aquel fatídico día en que lo había perdido todo. El joven de sedosas ondas rubias y ojos de chocolate despertó en mitad de la noche con un grito, sus largos mechones se pegaban a su piel sudorosa mientras al cerrar los ojos recordaba cómo sus manos se habían manchado de sangre, tras el disparo su autoimpuesto amante le había ordenado que extrajera la bala de su sirviente, sin embargo él no tenía ni idea de cómo hacerlo, al fin y al cabo no era más que un crío de quince años con demasiadas responsabilidades sobre sus hombros. Alzó una mano hasta tocar su rostro que aún presentaba una leve hinchazón donde Sakurai-sama le había golpeado al negarse a extraer el proyectil, después de eso le había hecho colocarse los guantes y comenzar a hurgar en la herida hasta que encontró el pequeño trozo de metal, cuando terminó la operación vendando el fuerte torso del joven salió corriendo del cuarto al que el herido había sido trasladado en el sótano, siendo perseguido por aquel que se llamaba su dueño, sin embargo el rubio solo fue capaz de caer de rodillas vomitando todo lo que había ingerido ese día mientras trataba de quitarse los guantes que estaban manchando su ropa con la sangre que goteaba. Al verle vomitar Atsushi simplemente se cruzó de brazos esperando a que terminara, y cuando lo hizo se acercó a él ofreciéndole un pañuelo para que pudiera limpiarse los labios, después levantó su cara obligándole a que le mirara.

-Sube a mi habitación y métete en la cama, tienes que dormir algo.-

El muchacho asintió, y ahí estaba, despertando horrorizado en medio de la noche, la cama estaba vacía salvo por su presencia, sin embargo una tenue luz procedía de la parte delantera del cuarto, se levantó caminando hasta la entrada pudiendo observar a Sakurai-sama que sentado en una cómoda butaca leía un pliego de papeles a la luz de un hermoso candelabro, sin embargo cuando sintió los leves pasos de los pies desnudos de su joven amante, apartó las hojas atrayendo al joven hacia sí, el muchacho de larguísimos cabellos apenas llevaba una larga camiseta que dejaba uno de sus hombros al descubierto, mientras los mechones rubios se apelmazaban sobre su otro hombro más revueltos de lo normal, pero a Atsushi nada de eso le importó, simplemente abrazó al joven por la cintura estrechándolo contra sí en un fuerte gesto posesivo mientras acariciaba sus perfectas piernas blancas. Después el hombre de larga cabellera azabache apoyó su cabeza en el hombro desnudo de su amante que para su sorpresa y agrado comenzó a jugar suavemente con sus mechones de carbón despejando toda la tensión que el hombre había tenido, entonces el mayor líder del crimen de Japón sonrió abrazándolo aún más fuerte.

-Por fin has entendido que no puedes escapar de mí, ¿verdad Yoshi-chan?-

El hermoso rubio esbozó una mueca triste antes de contestar con resignación.

-Nunca he tenido escapatoria Atsushi, y siempre lo he sabido.-

El moreno se sorprendió sobremanera cuando escuchó su nombre de los labios de su pequeño amado, sin embargo no le molestó en absoluto y simplemente acercó más su cara a aquella piel sedosa que lo volvía loco, definitivamente se quedaría con Yoshiki, tal vez incluso podría conseguir que se enamorara de él. Al cabo de un rato atrapó al muchacho de tal forma que pudo levantarlo para conducirlo al lecho, cuando lo hizo ya era casi de día, la luz se filtraba por entre las cortinas vaporosas de color gris perla que se agitaban levemente por la fina brisa de la mañana, el sol aún no había salido pero no era necesario, pues ambos veían a la perfección las líneas de la cara del otro, entonces el mayor juntó sus labios con los del pequeño en un suave roce que pronto prendió las llamas de la pasión despertando sus cuerpos. Atsushi levantó suavemente la camisita para tener acceso completo a las intimidades de su amante mientras que este soltó la camisa negra del hombre teniendo acceso a su fornido pecho, el cual acarició tímidamente, sorprendentemente esa vez el adolescente no se sentía obligado a estar con el mayor, simplemente el deseo le desbordaba, realmente tenía ganas de pertenecer a aquel hombre y no sabía por qué pues su mente, como cada vez que estaba cerca del moreno, estaba confusa, una parte de él deseaba odiarlo con toda su alma mientras que la otra simplemente se perdía en la profundidad de aquellos hermosos ojos más negros que la misma oscuridad, en aquel momento era esa parte de él la que tenía el control de su cuerpo por lo que le abrazó con fuerza rodeando su cintura con sus largas piernas también, acercando sus cuerpos calientes y provocando que sus gargantas emitieran sonidos de pasión con cada roce, Atsushi sonrió justo antes de fundir sus labios a los del muchacho de nuevo sintiendo la tímida lengua penetrar en su boca, ya tenía lo que deseaba, y por primera vez en su vida se sentía completo.

Yoshiki apretó un poco más su presa entorno a la cintura de su dueño rozando aún más fuerte sus deseosos miembros ya muy despiertos, entonces el moreno comenzó a besar sus hombros sin dejar de acariciar sus muslos en ningún momento causando gemidos necesitados del muchacho que a su vez tironeó el cabello largo y negro sin llegar a ser muy consciente de lo que hacía, ya que si lo hubiera pensado, jamás se le habría ocurrido tratar así a aquel hombre. Al notar los insistentes gestos, la punta de la lengua de Sakurai-sama bordeó el pene del jovencito para a continuación lamerlo en profundidad, así el torturador, oyó con placer los gritos agitados e intermitentes del objeto de sus torturas, el muchacho no podía parar los excitantes y mojados sonidos que partían de su garganta, y pudo aún menos cuando sintió la humedad de la boca de Atsushi rodeando su miembro, sentía que iba a morir con cada roce de aquella lengua experta, aunque cuando notó los dedos del hombre cubiertos de lubricante comenzar a entrar en su interior, su espalda se curvó en una postura imposible obligando al mafioso a tomarlo más profundamente en su boca y provocando que los dedos del mismo alcanzaran su próstata haciéndole gritar como nunca, Yoshiki jamás había sentido un placer tan profundo y primitivo en toda su vida. Tras acabar la felación, sin dejar que el joven alcanzara la tan ansiada liberación, el de profundos ojos azabache se incorporó en el lecho colocando las largas y delicadas piernas de aquel delicioso cuerpo que iba a poseer sobre sus hombros para facilitar la penetración, después envistió suavemente el estrecho pasaje que gracias a la preparación era más accesible que otras veces, luego, cuando notó al bello rubio mover las caderas y arañar sus fuertes brazos en una cadena de gestos desesperados, empujó con fuerza apretando una y otra vez el punto de placer del interior de su amante provocando nuevos gritos esta vez con su nombre escrito en ellos. Atsushi no supo por qué, tal vez fuera por los apasionados gritos, el oír su nombre de aquellos sensuales labios le estaba volviendo loco, tal vez fueron las rítmicas contracciones del ano de Yoshiki o simplemente la pasión desenfrenada del momento, pero esa vez duró mucho menos de lo habitual, no obstante, aquel fue una de las sesiones de sexo más placenteras de su vida. El joven rubio se aferró a los hombros fuertes de Sakurai Atsushi al notar las erráticas envestidas que este último le propinaba y chilló con toda la fuerza de sus pulmones al sentir como las corrientes de placer recorrían su cuerpo, esa mañana, pudo ver las estrellas danzando bajo sus párpados. Al terminar, el cuerpo poderoso del moreno se desplomó sobre el jovencito, pero a este no le molestó y simplemente lo retuvo contra sí sin permitir siquiera que saliera de él, después de un último y suave beso, mucho más calmado esta vez, ambos se durmieron abrazados, con las sábanas rodeándoles apenas y las manos entrelazadas.

Abrazó a Hizaki con cuidado estrechando el frágil cuerpo de su princesa contra el suyo en un suave gesto que desconcertó y confundió al bello rubio, sobre todo cuando el hombre apuesto y fuerte que era Kamijo, depositó un suave beso de mariposa sobre su frente, nada parecido a sus usuales y demandantes contactos, y Hizaki no pudo dejar de preguntarse si aquel comportamiento civilizado se debía a su respuesta del día anterior, aunque sinceramente no estaba muy convencido de ello, tal vez simplemente el mayor se había hartado de tener que obligarle. Estaban en la misma habitación con decoración oriental de la última vez, recostados en el lecho uno en brazos del otro, el muchacho rubio simplemente se acurrucó contra el cuerpo de su abusador en busca de calor sin que el otro hiciera nada por evitarlo, de hecho Kamijo ya parecía estar dormido, o eso creyó su joven amante cuando cerró los ojos, ya era de día sin embargo la tensión de la noche le cobraba factura. A su lado el hombre de cabello castaño sonrió abriendo los ojos, había fingido dormir para no inquietar a su princesa que desde la confesión estaba algo distante, con mucho cuidado tapó el cuerpo del rubio con las sábanas tras levantarse del lecho, ataviado tan solo con un ajustado pantalón negro, bajó hasta la cocina, en la que nunca había entrado, recogiendo lo que había ordenado a los muchachos de Atsushi que le prepararan, después subió de nuevo al cuarto sonriendo al ver la pacífica cara del hermoso joven que descansaba entre las sábanas blancas de seda, y cuando se sentó a su lado acariciando sus cabellos no pudo menos que preguntarse por qué el destino había puesto a aquel ángel en su vida cuando él no conocía otro camino más que el del pecado.

Hizaki abrió sus bellos ojos oscuros descubriendo los largos dedos de Kamijo-sama muy cerca de ellos, sin embargo no le molestó y simplemente observó al hombre que lo miró sonriendo, después, en un gesto extrañamente principesco, le tendió la mano ayudándolo a incorporarse en la cama, el silencio envolvía sus gestos pero a ninguno le importó. Al cabo de un momento el de ojos de hielo señaló el bulto envuelto en un tapete de cuadros tirando suavemente de la extremidad del muchacho para hacerlo levantar.

-Vamos princesa, hoy te tengo preparada una sorpresa.-

-¿De qué se trata Kamijo-sama?-

-Bueno, si te lo contara no sería una sorpresa, ¿no crees? Pero no te preocupes, no es nada peligroso, solo asegúrate de llevar ropa cómoda porque si no te vas a quejar bastante.-

El chico asintió algo inquieto, con todo su ser esperaba que fueran a salir, aunque realmente no esperaba que Kamijo-sama hiciera algo así por él, aun así hizo lo que le había ordenado bajando a la habitación, al entrar observó que estaba vacía pero no le dio importancia pues aún era pronto, rebuscó entre su ropa hasta encontrar lo que andaba buscando, unas sandalias de cuero con tiras que se ataban a los tobillos, unos pantalones anchos de color negro, una camiseta muy ajustada roja y una camisa de manga corta que tenía diversas líneas formando cuadros en rojo y negro, y que se colocó abierta sobre la camiseta, finalmente peinó sus larguísimos cabellos en una coleta que colocó sobre su hombro derecho, aunque eso no impidió que muchos de los cortos mechones que rodeaban su cara se soltaran dándole un aspecto tierno e inocente. Una vez se consideró listo, caminó hacia la salida donde ya le esperaba el dueño de su tormento ataviado con un ajustado pantalón de cuero que marcaba todo lo que se podía marcar de la parte inferior de aquel cuerpo perfecto, para vergüenza de Hizaki que terminó mirando zonas que se suponía no debía mirar, ya que las conocía demasiado bien. Cubriendo apenas su torso, portaba una camisa negra que se abría hasta más abajo que la mitad de su pecho mostrando seductoramente su torso pálido, casi no se había peinado, pero por más que el joven rubio lo negara para sí mismo, estaba más atractivo que nunca. En una mano Kamijo llevaba el paquete que le había enseñado en el cuarto, mientras que en la otra llevaba unas llaves de coche, Hizaki sonrió entre sorprendido y emocionado, al parecer iba a cumplir su deseo de salir al exterior.

-Vamos Hizaki, seguro que cuando veas la sorpresa te quedarás sin palabras.-

El chico, aún esbozando una tierna sonrisa miró los ojos increíblemente azules.

-Dudo que eso sea posible.-

Kamijo rió tirando de él hacia la salida del complejo, en cierto modo, pensó el hermoso joven, era más difícil salir que no hacerlo, porque después de sentir la libertad quemándote la piel resultaba mucho más complicado regresar a aquella jaula, movió rápidamente la cabeza hacia los lados para despejar de ella aquellos pensamientos tan negativos, lo que importaba en aquel momento era que iba a salir fuera. Montó en un coche impresionante, no era el mismo de la última vez, de eso se pudo dar cuenta cuando observó las puertas de tijera, era la máquina más bonita que había visto en toda su vida, aunque cuando se sentó sobre la tapicería de cuero blanco se dio cuenta de cómo había sido adquirido aquel vehículo y le dieron ganas de vomitar. El de cabello castaño manejó el volante sin dejar de pisar el acelerador, de hecho, como la vez anterior, iban tan rápido que ni siquiera podía apreciar a los demás coches de la carretera, aunque al parecer debían de estar yendo por el carril de adelantamientos, esa era la única respuesta posible a la pregunta de por qué no se chocaban con nadie. Esa vez tardaron más por lo que Hizaki, que apenas había podido descansar, se durmió sobre el cómodo asiento, a su lado Kamijo Yuuji apenas se concentraba en el camino embobado como estaba mirando el dulce rostro que presentaba su princesa cuando se hallaba en el mundo de los sueños.

Al llegar, aparcó en el pequeño parking privado que había ordenado construir, después bajó del coche rodeando el capó para abrirle la puerta a su amante, una vez lo hizo se colocó en cuclillas para estar a la altura del muchacho, al que despertó con un suave pero apasionado beso. Cuando Hizaki notó, aún en sueños, los cálidos labios sobre los suyos, no pudo evitar corresponder aquel contacto que tanto había anhelado en secreto entregándole toda su pasión, al despertar, maldijo a Kamijo-sama por haberlo asaltado en un momento de debilidad como aquel, sin embargo al observar el paisaje que tenía ante sí todo su enfado se evaporó, no podía creerlo, era simple y llanamente una maravilla. Bajó del impresionante deportivo corriendo, y se tuvo que apoyar en la valla de madera porque era incapaz aún de creer lo que veía, ante sus ojos había una hermosa playa salvaje, era de hierba verde hasta casi el agua, convirtiéndose en finísima arena blanca al llegar al borde de las olas, en todo el borde de aquel pequeño paraíso había hermosos cerezos que en aquel momento estaban repletos de su dulce fruto, a un lado, bajo varios árboles sin frutas había una cabaña de madera a la que no habría dado importancia de no haber sido conducido a ella por su dueño. Kamijo, tomó la suave mano de su pequeño amado entre sus dedos de pianista guiándolo hasta la que durante años había sido el retiro familiar en el que había pasado los veranos con su madre. Cuando entraron en la cabaña, observó con nostalgia como todo seguía igual que la última vez que había estado allí, tan solo habían cambiado él y su compañía, a la que se dirigió nada más tomar asiento sobre uno de los cómodos sillones de cuero negro.

-Ven cariño, siéntate a mi lado.-

Sonrió al ser obedecido por el muchacho que se preguntaba acerca de la razón que había impulsado a aquel atractivo pero letal hombre, a ponerle aquel apodo cariñoso.

-Desde hoy, los veranos vivirás aquí, sé lo que amas el mar por lo que espero que recuerdes portarte bien para poder estar aquí, los comportamientos irrespetuosos o desobedientes conllevarán que no puedas venir, cada vez que seas impertinente retiraré un día de visita a este lugar, aunque si eres amable podrás ganar algunos premios, como fuegos artificiales en la playa, excursiones en invierno o baños al anochecer, creo que la elección es muy sencilla, pero está en tus manos.-

Hizaki apoyó la cabeza en el hombro recubierto por aquella suave tela sintiendo como la mano de Kamijo le acariciaba suavemente el cabello, sin embargo su momento de tranquilidad fue roto por el sonido de las tripas de la princesa que se revolvían hambrientas para vergüenza de su dueño que se sonrojó al oír la risa del hombre de cabello castaño, después este se incorporó en el blando sillón para alcanzar el paquete desenvolviéndolo al instante, luego le mostró el contenido al bello rubio.

-¿Te apetece un picnic en la playa o lo prefieres aquí?-

-Lo cierto es que me encantaría comer al aire libre.-

-Perfecto, entonces te enseñaré la casa luego. Vamos, conozco un lugar estupendo.-

Como antes, agarró su mano tirando de él para llevarlo fuera esta vez, caminaron el uno junto al otro hasta un pequeño montículo de tierra cubierta de hierba desde la que se veía toda la pequeña playa, se sentaron muy cerca el uno del otro, pero de pronto Kamijo recordó que había olvidado el paquete en la casa y volvió a por él dejándole solo. En ese instante Hizaki comprendió que tenía la posibilidad de huir, al fin y al cabo estaba completamente solo en aquel lugar, se levantó caminando hacia el parking, sin embargo sintió que algo le obligaba a quedarse, y es que si lo pensaba, podía darse cuenta de que no tenía nada ni a nadie, no había un solo lugar en el mundo al que pudiera ir, ni una sola persona fuera de la casa-prisión de Sakurai-sama a la que le importara, solo tal vez, a aquel hombre de ojos azules que le había hecho sufrir más que nadie, se giró suavemente acariciando el suave tronco de un cerezo joven, después tomó uno de sus pequeños frutos degustándolo, sabía delicioso. Cuando Kamijo regresó de la cabaña le sorprendió comprobar que su amada princesa seguía allí, el joven masticaba algo que pudo identificar como cerezas al besarle, después, sin mediar palabra extendió el mantelito sobre la hierba abriendo la fiambrera repleta de comida, le ofreció una bola de queso rebozada pinchada en sus palillos con una sonrisa.

-Prueba esto, está delicioso, ordené a los chicos de Atsushi que lo prepararan para ti, es tu queso preferido.-

Hizaki lo miró un poco sorprendido, Kamijo nunca había prodigado semejantes atenciones hacia su persona, de hecho el chico incluso había dudado de que conociera algo de lo que le gustaba, sin embargo cuando mordió la bolita descubrió sorprendido que en efecto se trababa de queso camembert francés, el que más le gustaba.

-Está delicioso, dame más.-

-Tranquilo cielo, puedes cogerlo tú mismo, si es que te dejo alguna.-

Kamijo rió tomando dos bolitas y metiéndoselas a la boca ante la mirada furiosa de Hizaki-hime que de inmediato tomó las otras que quedaban atragantándose ante la afluencia de comida en su boca, después pasaron a devorar el arroz, aunque esta vez sí que lo hicieron como personas normales. Tras el arroz, pudieron comer suave sashimi y unas deliciosas brochetas de yakitori con salsa teryaki. Al terminar el joven pudo ver que no tenían postre pero eso no importó porque Kamijo-sama se levantó recogiendo todas las cerezas que pudo y compartiéndolas con él.

-Lo bueno de tener un lugar como este es que puedes hacer lo que gustes en toda una playa, ¿no crees mi amor?-

-Me gustaría tener un sitio como este para mí solo.-

Kamijo sonrió, no era como si su princesa se fuera a librar de él tan fácilmente, aunque pensándolo bien, tampoco parecía que quisiera hacerlo. Se acercó un poco más a él pasando un brazo por su hombro y haciendo que se tumbara a su lado.

-No te has ido, a pesar de que tenías la oportunidad no lo has hecho, ¿por qué?-

A Hizaki le costó responder mucho más de lo que había previsto, no se trataba de una explicación tan simple, después de todo, al reconocerlo con palabras dolía mucho más, pero al final suspiró e hizo un intento, no lo hacía por el de ojos azules sino porque también él lo necesitaba, por muy doloroso que resultara, deseaba liberarse de esa carga.

-Porque nadie me quiere, a nadie le importo, no podría ir a ningún lugar, porque en ninguno tengo cabida.-

Al terminar de pronunciar aquellas palabras el rubio se echó a llorar en brazos del mafioso que lo estrechó con fuerza contra su pecho acariciando su cabello con cuidado y cariño, consolándolo suavemente, después lo tomó en brazos ayudándolo a levantarse y besó sus labios en un gesto sencillo, delicado y amoroso, después lo llevó tranquilamente hasta casi el borde del agua, le preguntó si quería tomar un baño, por lo que comenzó a desnudar al muchacho al recibir una respuesta afirmativa desperdigando las ropas de este sobre la arena, y haciendo lo propio con las suyas al terminar de mostrar la piel blanca sedosa de su amante. Con un simple gesto de timidez el rubio de largos rizos consiguió que Kamijo perdiera el control sobre sí mismo procediendo en ese preciso instante a abrazarlo besando su cuello y acariciando sus brazos, pero antes de que pudiera profundizar su contacto el jovencito corrió metiéndose en el agua que estaba ligeramente fría, lo que provocó que soltara un grito, después salpicó al mayor que rió persiguiéndole y sumergiéndose con él, ambos ascendieron de nuevo a la superficie abrazados, besándose y acariciándose. Cuando el contacto se rompió el mayor obligó al hermoso joven de ojos de azabache a apoyar la cabeza en su pecho, después besó su cabello húmedo infundiéndole una calma que ninguno había sentido en mucho tiempo.

-No estás solo princesa, nunca lo has estado, y hay mucha gente a la que importas...-

Yuuji se calló un momento antes de continuar levantando la cara para mirar aquel hermoso gesto de inocencia que siempre adornaba la faz del hermoso rubio.

-…tal vez no haya muchos lugares a los que puedas ir, pero deberías darte cuenta de que toda la gente a la que quieres y que te quiere solo está en uno de esos lugares por lo que no tienes que ir a muchos más a buscarlos. Además…yo te amo Hizaki-chan, te amo y no voy a dejarte solo nunca.-

El aludido esquivó su mirada girando levemente la cabeza, no sabía exactamente qué hacer ni que decir, al parecer aquella sensación de incertidumbre comenzaba a ser permanente, para su disgusto.

-Ya respondí…yo…-

-No te estoy pidiendo nada Hizaki, solo quiero que no olvides que eres lo único importante a mi.-

Acarició su mejilla con suavidad comenzando a besarle de nuevo, esta vez de forma más pasional y adulta, haciéndole sentir el calor que sus labios desprendían, después ambos batallaron por el control en la boca del otro a la vez que sus manos iniciaban un reconocimiento del territorio previamente conquistado. No pasó mucho antes de que sus cuerpos cayeran sobre la arena húmeda mientras las olas cubrían periódicamente sus cuerpos sin lograr apagar su calor, se besaron y acariciaron quedándose sin aire cada vez, sus cuerpos se juntaban y separaban simulando el movimiento de las olas, entonces Kamijo agarró con fuerza la mano de su amado comenzando a entrar es su interior aprovechando la movilidad que las piernas completamente abiertas del rubio le proporcionaban, al sentirse invadido Hizaki abrazó la cintura del mayor con sus deliciosos muslos gimiendo sonoramente, el vergonzoso muchacho se alegro en ese instante de que la playa fuera privada y nadie pudiera ver aquel erótico espectáculo. Bajo la luz del atardecer se entregaron a la pasión el uno en brazos del otro siendo acompañados por el agua de aquel hermoso mar de color cobalto, cuando terminaron juntos, apretando la mano del otro, besándose fuerte pero dulcemente a la vez . Cuando terminaron ya estaba poniéndose el sol, los días comenzaban a hacerse más cortos y es que ya estaban en agosto, tras perder el tiempo pensando aquello y con algo de esfuerzo, el de ojos de hielo tomó el frágil cuerpo princesil entre sus brazos llevándolo hasta la cabaña, una vez allí lo tumbó sobre la cama de matrimonio acostándose a su lado, mientras se dormía, cansado por el ejercicio acarició los bucles dorados pensando que realmente amaba a aquel chico.

Teru se dejaba acariciar cual cachorro gatuno por Asagi que tranquilamente tarareaba trazando con la mano que no se hallaba sumergida en el suave cabello de dos colores, líneas en el papel con uno de sus pinceles preferidos a imagen y semejanza de los antiguos samurai que cultivaban su paciencia de tal forma. Además, iba ataviado con un largo kimono negro con hermosos dibujos de flores bordados, el muchacho que dormitaba sobre su regazo también portaba un traje tradicional, aunque era más sencillo pues se trataba de una yukata en un color celeste claro, casi blanco en contraposición al de su dueño que, como siempre, estaba enteramente cubierto de negro, incluyendo a su cabello azabache, lo único que tenían en común eran los obi, los dos de tono rojizo, aunque el del mayor se parecía más al granate mientras que el del menor era carmesí, ambos con delicados motivos lineales y geométricos que rodeaban sus cinturas estilizándolas admirablemente, Teru estaba aburrido ya que desde que se había levantado no había hecho nada útil aparte de desayunar, aunque al cabo de un rato el de ojos rojos encendió el pequeño aparato de música que estaba escondida en una de las mesillas, una suave música tradicional, como de Koto llenó la habitación, aunque de fondo se oía el suave sonido del bambú golpeando las piedras.

El adolescente de enormes ojos azules se dio cuenta de que cuando se estaba en silencio se podían apreciar todos los sonidos, no solo la música, sino también el delicado rasgar de los pelos de marta contra el papel, entonces se incorporó suavemente tomando uno de los folios del amplio montículo de hojas en blanco que el moreno tenía a un lado, agarró también un lápiz y comenzó a dibujar lentamente las facciones del hombre que tan solo reflejaban paz mientras continuaba con su ejercicio caligráfico. Acababa de descubrir una nueva afición, aunque de pronto en uno de los rebordes de la hoja comenzó a apuntar algunas de las pocas notas que conocía, sin él saberlo acababa de componer una pequeña pero hermosa canción. Con cuidado de no molestar al moreno comenzó a levantarse sin embargo este no le dejó abrazándolo contra su fuerte pecho, besando sus labios con delicadeza, al fin y al cabo no era más que un crío, un crío hermoso y sexy pero un niño al fin y al cabo, aunque eso no detuvo a Asagi cuando quiso reclamar al jovencito de su propiedad, lo recostó sobre el tatami del cuarto con cuidado exquisito alegrándose de lo sencillo que era abrir una yukata, pues solo había que soltar el obi, lo hizo con premura deseando poder ver al instante el cuerpo pálido, menudo y sensual de su jovencísimo amante, realmente Teru nunca lo decepcionaba, o al menos eso pensó al besarle.

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