domingo, 30 de enero de 2011

El baile de los Vampiros II




II. Mi amado pintor


Tumbado en la cama con un simple camisón blanco no podía dejar de acariciar sus tirabuzones rubios ni de pensar en el bello pintor que había conocido la noche anterior, aquel misterioso hombre hacía latir su corazón mucho más fuerte de lo que había latido nunca, se dio la vuelta en el lecho sin lograr encontrar la postura adecuada y finalmente, hastiado consigo mismo se levantó caminando hasta la ventana y la abrió de un golpe recordando cómo sus labios casi habían tocado los del rubio que lo había salvado, el cabello de aquel hombre era tan brillante como la luz del sol que aún no se ponía, entonces se acordó de su vestido que aún estaba tirado en la silla en vez de colgado en el maniquí correspondiente para que no se arrugara, con delicadeza agarró la fina tela aterciopelada caminando hacia la figura de madera, al colgar el vestido observó con asombro como un papel se deslizaba desde la falda hasta el suelo, se agachó tomándolo entre sus dedos y pudo ver sorprendido una fina aguja que estaba coronada con una perla negra, debía de ser lo que había prendido el pliego de pergamino a la tela, lo abrió viendo una elaborada y hermosa letra cursiva que decía así “Piazza dei Popolo, Palazzo Kamijo, mañana al anochecer gran baile de máscaras”.

Hizaki miró por la ventana observando cómo los tenues rayos mortecinos del atardecer comenzaban a ya a ocultarse, ciertamente ese día había decidido acostarse pronto porque necesitaba descansar pero una parte de si le impedía olvidar la invitación que aún sostenía entre sus dedos, finalmente se convenció de ir y corrió hasta el armario, ya era tarde, por lo que las sirvientas debían de estar atendiendo la reunión de su padre, no las molestaría, escogió un vestido negroazulado que dejaba sus hombros al descubierto, en el borde de estos una línea de finas perlas de río brillaban en su nacarada magnitud, mientras que en el centro un zafiro cuadrado iba engastado en un fino broche de plata tallado, el cuerpo era muy ajustado resaltando su cintura estrecha y estaba completamente bordado en un color azul pálido muy próximo al blanco creando hermosos dibujos florales que ayudaban a resaltar su figura, la falda se abría a los lados en el mismo color que el cuerpo con idénticos bordados en toda su superficie excepto en el bajo, de donde parecían brotar bellos e intrincados rosales espinados, el resto de la falda eran tres capas superpuestas de encaje negro sobre una de tul semitransparente azul oscuro, las mangas comenzaban siendo acuchilladas justo en los hombros hasta la mitad del brazo donde un hermoso lazo gris perla daba paso a una zona ajustada que terminaba con varias capas de encaje que se abrían hasta casi la mitad de la palma de su mano desde los antebrazos, se calzó unos botines de ante negros por encima de las medias ajustadas también de color negro y para terminar su atuendo se arregló el cabello en un elegante moño que dejaba ver la belleza de sus rizos los cuales sujetó con varios broches de diamantes con forma de pequeñas estrellas, después ató una gargantilla de terciopelo negro en cuyo centro había una rosa azul con un pequeño zafiro redondo a su cuello, apenas se maquilló, solo aplicó un poco de color en el párpado móvil para acentuar el tamaño de sus ojos, una vez que se consideró listo tomó entre sus dedos enguantados su antifaz negro que poseía dos plumas del mismo color en el lado derecho y delicados cristalitos en los bordes, bajó hasta el estudio de su padre despidiéndose de él, aunque el hombre como siempre, apenas le hizo caso, ni siquiera le había regañado la noche anterior por llegar tarde, a su madre ni le dijo adiós, y salió de la casa observando sorprendido al gondolero del día anterior esperándole en su barca, el hombre del sombrero calado le hizo un gesto para que montara mientras comenzaba a remar –He estado esperándoos mucho tiempo, aunque al final me alegro de que hayáis decidido venir, vuestra ausencia habría apenado al señor en grado sumo.-

El joven rubio asintió con una suave sonrisa sin saber muy bien que decir y comenzó a mirar a su alrededor tratando de llenar el vacío que el silencio provocaba, aunque para alivio suyo no tardaron mucho en llegar, y fue el propio barquero quien le ayudó a bajar, al sentir como agarraba su mano pudo notar que sus dedos desprendían el mismo frio helador que los de su señor, tímidamente entró en el salón de baile del enorme y majestuoso Palazzo que estaba repleto de gente, todos parecían apartarse a su paso, como si fuera especial, entonces se dio cuenta de que era el único que no se había puesto el antifaz apresurándose a corregir su error. En ese mismo instante la suave música del cuarteto de cuerda dejó de sonar dando paso al Vals del Emperador, que anunció la llegada del dueño de la casa. Kamijo miró a su alrededor reconociendo al instante la delicada figura de su hermoso Hizaki aunque se paró durante un segundo observando a sus invitados uno a uno, todos portaban sus mejores galas, pero sin duda ninguno estaba tan radiante como el bello rubio, bajó los escalones despacio disfrutando de la sensación de ser el centro de atención, luego se acercó a su amado, tomó la elegante mano y la besó sacándolo a bailar al ritmo que cada vez tomaba más fuerza.

Hizaki observó anonadado como el pintor se acercaba a él, ambos iba conjuntados en los colores, la chaqueta larga del hombre era completamente negra y bordada enteramente en hilo de plata, sus pantalones de cuero negro ajustados iban sujetos a la altura de la cintura por un fajín de seda azul que hacía resaltar la camisa negra de encaje cuyas chorreras se abrían levemente mostrando parte de su pecho blanco que tan solo estaba adornado con una cruz de plata con zafiros engastados, las botas tenían algo más de tacón que las del día anterior y sus enganches de plata iban unidos con finas cadenas dobles, su cabello al igual que la vez anterior estaba peinado hacia atrás aunque sus labios parecían más rojos y sus pupilas más brillantes cuando lo miró hacia arriba al besar su mano. Lo cierto era que el antifaz resaltaba el color tanto de unos como de otros, pues su tono negro y plateado hacía que tanto el rojo como el verdiazul se potenciaran hipnóticamente.
Casi de inmediato la música del vals cobro intensidad a la vez que el anfitrión y su pareja abrían el baile siendo seguidos del resto de parejas de la fiesta, Hizaki pudo sentir los fríos dedos de aquel seductor en su cintura mientras que él ponía su mano en el hombro fuerte del hombre que le sonrió comenzando a dar vueltas suavemente.

Cuando la hermosa música terminó el joven rubio sintió como tiraba de él hasta una sala lateral tan hermosamente decorada como el salón de baile, aunque sin espejos por doquier, algo que agradó al chico de aspecto femenino, aunque el tiempo de asombro ante la riqueza del artista acabó pronto cuando sintió las manos del propio pintor subir por su torso desde atrás, confuso miró al frente viendo la imagen que el único espejo de la sala le devolvía y no pudo evitar sorprenderse ante lo sensual que le resultaba aquella situación. Kamijo besó su cuello con devoción antes de hablar –He retrasado mi aparición por ti, no podía soportar la idea de recibir a mis invitados y que tu no estuvieras, ya no soporto más esta agonía, deseo convertirte en mi modelo, pintarte y perpetuar tu belleza.- el de grandes ojos de azabache se giró mirando sorprendido al pintor, no podía creer lo que oía –Tan solo hace un día que nos conocemos y ya me tuteas.- Yuuji sonrió poniéndose de rodillas ante su hermoso ángel -Y aun así siento que te conozco de toda la vida, por favor, no me obligues a suplicar, porque soy capaz de hacerlo para obtener tu favor aunque ello hiera mi orgullo.-

Se sintió enternecido por las elegantes y amables palabras de las que era objeto, tiró del hombre para evitar que continuara con las rodillas en el frío suelo de mármol –Seré tu modelo.- El pintor sonrió feliz al escuchar la respuesta afirmativa –No puedo esperar para plasmar tu figura en mi lienzo, ven sígueme, te llevaré a mi estudio de inmediato.- Hizaki asintió abrumado por el despliegue de devoción que sufría, aunque también notó un cosquilleo en el estómago que le hizo mostrar su bella sonrisa. Al llegar al estudio el invitado pudo ver diversos lienzos desperdigados por todas partes y varios caballetes sosteniendo obras inacabadas, la que más le llamó la atención fue la que estaba justo delante de un diván cubierto de telas de seda roja, pues se parecía a las vistas que cualquier ángel podría observar en las mansiones celestiales del Señor.

El artista le indicó que se sentara en el mueble, después se quitó la chaqueta para no mancharla arrojándola a un lado para luego arrodillarse de nuevo, solo que esa vez agarró sus pies soltando los botines, con cuidado le bajó el vestido, soltó sus cabellos y retiró la gargantilla, finalmente, sin mediar palabra comenzó a bajar sus medias pero él por fin fue capaz de reaccionar deteniéndolo, no obstante no pudo resistirse a la sensual petición del hombre –Por favor, permíteme mostrar tu belleza en plenitud.- después este continuó bajando la última prenda que protegía su cuerpo de la desnudez, aunque antes de verle cerró los ojos como un buen caballero tendiéndole una de las telas, le ordenó que se tumbara en el diván tras ofrecerle una manzana roja que Hizaki inocentemente mordió, aunque este hecho solo logró potenciar el efecto que Kamijo pretendía imprimir a su obra, mientras la música seguía sonado en el piso inferior.

El rubio apenas despegaba la vista de la hermosa figura inocente que tenía ante sí mientras perfilaba con su pincel cada curva, cada línea de aquel cuerpo perfecto, una vez terminó tras varias horas en las que ya casi se había hecho de día tomó con cuidado el cuadro llevándolo a su habitación, para hacer lo mismo a continuación, con el cuerpo dormido de su modelo que posó en el lecho de sábanas negras, se abrió un poco más la camisa bajándose las mangas que previamente había remangado y soltó el fajín arrojándolo sin ningún cuidado sobre una silla tapizada en azul, después comenzó a acariciar los cabellos rizados y rubios hasta que logró que el muchacho despertara suavemente, acarició así mismo sus hombros y piernas en gestos seductores que subyugaron a Hizaki que, al fin y al cabo, era nuevo en aquel mundo oscuro que Kamijo le estaba comenzando a mostrar, aquel mundo de seducción y pasión, entonces su maestro oscuro le miró sonriendo -¿Qué tal has dormido?- contestó con la voz aún somnolienta –Estupendamente, aunque me gustaría saber cuanto a pasado, debo volver a casa de todas formas.-

Continuó acariciándolo mientras lo levantaba y situaba frente a un espejo de cuerpo entero, despertando poco a poco su lujuria por primera vez, pero no le contestó, solo le hizo girar la cabeza para que observara la pintura, en el centro estaba él, con el pubis apenas cubierto por una fina tela que insinuaba las formas de su secreto más oculto, en su mano izquierda sujetaba una manzana mordida y al fondo el paisaje del paraíso lo decía todo –No te das cuenta amor mío, eres un ángel que incita a la lujuria, pues no hay nadie más bello que tú, ni más puro, ningún demonio podría tentar tanto a los hombres como el deseo de poseer un ser celestial, sin embargo a mí nadie podría tentarme más que tú, ni siquiera le mismo Dios.- El rubio se inquietó por las blasfemias que su pintor pronunciaba aunque no pudo evitar sentirse alagado, entonces se dio cuenta de que realmente no quería alejarse de él y siguió escuchándole –Seré tu ángel de la oscuridad si me aceptas mi amor.-

Entonces Hizaki vio como los rojos labios se separaban mostrando unos agudos colmillos a la vez que las pupilas verdiazules brillaban con deseo y amor, en ese instante Hizaki lo tuvo claro, el ardor que había sentido en su pecho durante aquellos días no podía significar otra cosa, lo amaba y el muchacho rubio cerró los ojos para abrirlos de nuevo mirando su reflejo atrapado en los brazos de su vampiro, después le ofreció su cuello. Kamijo mordió la blanca piel observando las pupilas negras reflejadas en el puro cristal. Los ángeles de la oscuridad se habían unido, en el piso de abajó la música no dejaba de sonar, pues el príncipe de los Vampiros tenía a su princesa y todo el pueblo celebraba.

¡¡Piratas!! IX




Capítulo 9: Ojos azules y pupilas negras, corazón dividido

Ya en su cama Yoshiki había despertado en medio de la noche al oír el llanto de su pequeño recién nacido que hasta hacía unos momentos dormía tranquilamente en su cuna al lado de la cama de su agotada madre que se movió perezosamente tomando al pequeño entre sus brazos sin levantarse del lecho dada la proximidad de la pequeña cama, con cuidado lo meció, al parecer el pequeño Miyavi tenía hambre en mitad de la madrugada, para desgracia de los miembros de la tripulación a los que estaba despertando con la fuerza de sus pulmones, porque el recién nacido de pelito negro y ojos de color castaño como sus papás era sumamente diminuto, sin embargo al parecer los órganos respiratorios ocupaban mayor espacio en su cuerpo del normal, a juzgar por los desgarradores gritos hambrientos que emitía.


Con suavidad, dada la sensibilidad que el parto había provocado en su dermis, desató los botones de la prenda china que había elegido usar para dormir, mostrando sus tetillas hinchadas y coloradas por la leche que se almacenaba en su cuerpo, esta era menor que la de las mujeres, dado lo reducido de los pechos masculinos, sin embargo se producía también con más rapidez y abundancia en el momento mismo de la lactancia para satisfacer las necesidades de los pequeños ávidos de alimento.

Cuando colocó la boquita de su tercer tesoro sobre el pezón sintió de inmediato como esta se cerraba entorno a su fuente alimenticia comenzando a succionar con avidez, haciendo sin saberlo cosquillas a su papá que rió suavemente al ver a su hijito beber la leche cada vez más calmado, con dos dedos acarició el suave pelito del peque que ronroneó sin abandonar su comida, cuando terminó de comer ya satisfecho, lo tomó por las caderitas haciéndole expulsar los gases para que el resto de la noche pudiera dormir y dejar descansar tranquilos a los demás, sin embargo cuando fue a coloca al pequeño de nuevo en la cuna la nostalgia lo invadió haciendo que sostuviera a Miyavi contra su pecho en un gesto de protección maternal que habría enternecido a cualquiera, al sentir los brazos de su mamá rodeándolo y los dedos acariciando su naricita el pequeño gimió adormilado y apretó sus deditos diminutos entorno a la mano, enorme en comparación, del doncel que le había dado a luz, el legendario pirata cantó una delicada nana deseando que su esposo, que tenía mucha mejor voz, estuviera allí a su lado para tararear la inocente y dulce melodía de cuna que acabó de dormir al pequeño, envuelto en una mantita suave de tela color crema con los rebordes azul cielo que lo mantenían calentito en las fría noche de las islas de la Trinidad.


Una cubierta por encima Gackt acariciaba el cuerpo delicado de Mana, que se aferraba a él en busca de calor, ya que no conseguía desterrar el frío de su cuerpo, tal vez por el susto que había pasado al notar a los tiburones nadar a su alrededor, sin embargo al cabo de un rato las suaves manos de Gackt, nada que ver con las de los rudos marineros corrientes, lograron calmar su alma, como sus labios habían logrado calmar su corazón. Tras el heroico rescate, la delicada cura y el nacimiento del nuevo componente de la familia Sakurai, su salvador lo había tumbado en las sábanas, después de cambiarlas por unas limpias, comenzando a acariciarlo delicadamente, recorriendo su cuerpo con las yemas de los dedos, haciéndole descubrir sensaciones que jamás había creído poseer, puesto que no se trataba solo de sexo, también era ternura, cariño y preocupación, algo que el hermoso nunca había recibido antes, por lo que por primera vez en su vida durmió feliz sin miedo a los recuerdos.


Közi descansaba tumbado sobre la cama del camarote de Klaha que se veía demasiado vacía sin él entre las lujuriosas sabanas carmesí, se movió hasta quedar boca arriba con las manos bajo la cabeza, aunque al estar en esa posición, cada poco debía soplar para alejar los rebeldes tirabuzones que componían su flequillo, aunque al final se hartó tumbándose de lado, sin prestar atención a que la sábana había quedado atrapada bajo su cuerpo de tal modo que al moverse sus piernas y trasero blancos quedaron al descubierto, cosa que en realidad no le importaba en absoluto, cabía decir que el pelirrojo era un hombre que no tenía vergüenza alguna a la hora de mostrar su cuerpo para deleite de sus amantes pasados y de su amante presente.


Al cabo de un rato, sin poder soportar por más tiempo la inactividad, se levantó sin cubrir sus intimidades y caminó hasta un mueble de donde extrajo una botella y una copa, se sirvió el vino deseando estrechar entre sus brazos el cuerpo delicado del mediano de los Sakurai, deseando que amaneciera pronto para poder tenerlo, y es que en aquellas semanas se había acostumbrado a prodigar caricias al exigente doncel que lo tenía encandilado.


Mientras tanto Klaha también echaba de menos a su prisionero de rizos de de fuego que se había llevado su virginidad, aunque reflexionando se daba cuenta de que no podría habérsela llevado ningún otro, emitió un suspiro perfectamente audible cuando se acurrucó mejor bajo la manta, el suelo no era muy cálido ni cómodo, pero había considerado una descortesía usar la cama de Mana, una falta de respeto hacia el formidable pirata amante además, de su hermano mayor, se tapó hasta la boca pensando en dónde podían estar en ese momento su padre y su tripulación, y antes de cerrar los ojos para abandonarse en brazos de Morfeo su último recuerdo fue para él, el que amaba, Közi, aquel que había puesto su mundo patas arriba, aunque en el fondo se lo agradecía, ahora su vida podía resultar más caótica, pero también más divertida y todo era gracias al segundo de a bordo del Dix Inferno, el pelirrojo más bello de Asia.

Yuki acarició con cuidado el hermoso cuerpo de Jasmine que descansaba sobre el suyo, amaba cada parte de la blanca piel que descansaba sobre su propio cuerpo rozándole suavemente con cada movimiento que hacía para respirar, acarició los delicados tirabuzones cobrizos del hermoso doncel que descansaba entre sus brazos, no podía creer que el amor le hubiera llegado de una forma tan delicada y hermosa, jamás habría imaginado siquiera que pudiera mantener una relación con el hermoso hermano de su capitán.


Había conocido a You desde pequeño, su padre, un importante marino de la flota francesa los había repudiado a su madre y a él abandonándolos a su suerte, la mujer incapaz de tomar un nuevo esposo a casusa de la deshonra se había visto obligada a prostituirse en las calles de la cuidad del amor para conseguir sacara adelante a su hijo, sin embargo al morir esta, el pequeño Yuki que por aquel entonces tenía tan solo cinco años de edad tuvo que dedicarse a robar para poder sobrevivir viviendo en las calles, entonces un día decidió colarse de polizón en uno de los tantos barcos que llegaba hasta las colonias de Luisiana, sin embargo fue descubierto antes de llegar, y el hecho de que fuera un niño no evitó que lo arrojaran al mar. Cuando lo creía todo perdido tras dos días aferrado a un barril de ron vacío apareció el barco, una bella fragata francesa de purísimas líneas claras comandada por una mujer, a bordo estaba él, el delicado doncel más hermoso del planeta.

Había amado sin saberlo a Jasmine desde el primer momento en que le había visto y aún sin saberlo durante todos los días de su vida, jamás podría olvidarse de la sensación que había notado en aquel instante cuando la mano de delicados dedos acarició su mejilla despertándolo con su calidez y suavidad, el hermoso moreno acompañaba a la esposa de su padre y a su propia madre, asistente de esta, junto con su hermano mayor a bordo del Princesse, desde ese momento jamás había sido capaz de dejar de soñar con los brillantes ojos castaños del hermoso doncel que en ese mismo instante comenzó a despertar.


Habían decidido hacer el amor antes de las operaciones que se desarrollarían con el objetivo de rescatar al más joven de los hermanos, como siempre, podía ser la última vez que estuvieran juntos, pero de pronto sintieron como su avance se detenía y ambos se vistieron con rapidez, Jasmine se puso un delicado conjunto de falda y corsé negros con delicado morado en los rebordes, dejaba sus hombros al descubierto por lo que se colocó una cadenita en el cuello para compensar la desnudez de la zona superior de su torso, mientras que Yuki tras ponerse unos pantalones de cuero verde oscuros, se colocó una camisa abierta hasta casi el ombligo de lino egipcio blanco, finalmente tomó un bridecú en el que enfundó su sable, de vez en cuando disfrutaba portándolo a la espalda. Una vez estuvieron listos salieron de la mano a la cubierta encontrándose con los marineros que iban muy ajetreados corriendo de un lado para otro por sobre los largos tablones de madera oscura, enfrente ambos pudieron ver un navío que se acercaba, por lo que se besaron suavemente en los labios antes de correr cada uno a su puesto.


Kamijo dejó que el poderoso navío de los Sakurai se acercara hasta su bella fragata, ignoraba qué hacía allí uno de los piratas legendarios de Asia y antiguo conocido de su padre, sin embargo sabía que tendría alguna clase de relación con su hermano, por lo que necesitaba saber de qué se trataba, ordenó que tendieran la rampa e invitó al capitán de cabello de azabache a subir a bordo, estrecharon las manos a pesar de que el moreno se sorprendió ante lo joven que el nuevo L’Espanaye parecía, sabía que su amigo había muerto hacía años, pero jamás había conocido a su hijo que se parecía más a la madre, al menos físicamente, de eso no había duda alguna, le contó por qué estaba allí oyendo a su vez las explicaciones del joven Kamijo.


-Se llevó a mi hermano Hizaki, ya que el Princesse fue destruido pero al parecer, tanto mi hermano como el capitán Teru fueron apresados por un Capitán de la flota de la Reina que según tengo entendido tiene su base en este puerto, por lo que he venido aquí dispuesto a rescatar a mi hermano a sangre y fuego si es necesario.-


Atsushi asintió, él habría hecho lo mismo por sus hijos o Yoshiki por lo que acordó con el joven de larga cabellera castaña que atacarían juntos, personalmente se encargaría de guiar a su tripulación en tierra para buscar en tierra a su hijo, mientras que una vez solucionado el problema encontraría al joven doncel llamado Hizaki, a la vez que el Versailles atacaría con sus cañones el puerto y la fortaleza, ambos capitanes se tomaron por los antebrazos en un curioso gesto que en el antiguo Egipto había sido una vez el saludo de los guerreros.


Una vez ultimaron los detalles, mientras los dos se preparaban para realizar su parte del acuerdo, la puerta del camarote del capitán se abrió y por ella apareció el joven doncel de brillante cabello de platino con una mano puesta en el vientre que apenas comenzaba a hincharse, se había puesto un delicado vestido vaporoso que le tapaba hasta las rodillas y que apenas se ajustaba a su cuerpo, aunque sus evidentes formas, que ya comenzaban a cambiar hacían que la tela se adaptara a él perfectamente sin que esto llegara a resultar peligroso para el bebé, sus delicados pies se hallaban cubiertos por unas suaves pero abrigadas zapatillas que le cubrían hasta los tobillos y que junto con el vestido creaban un bello conjunto azul pálido y lila, imitando los colores de la hortensia, una de las flores favoritas del chico.


El pirata moreno haciendo gala de su habitual elegancia y cortesía, esa que solo mostraba a sus amigos y aliados, tomó la mano del embarazado besándola según la costumbre francesa, después al ver el brillo en los ojos tan puros y hermosos como el mar sonrió reconociéndolo como el mismo brillo que poseía Yoshiki cuando se quedaba en estado. Se acercó al chico aún sosteniendo su mano pasa susurrarle al oído ante la mirada sorprendida de Kamijo y del joven de cabello plateado que estaba junto a él tras apuntarse a la misión en su grupo.


-En el primer embarazo lo mejor es tomar mucha agua, no andar demasiado a partir del sexto mes y pedir masajes en los pies de vez en cuando, junto con una comida sana por supuesto.-


Kaya que al despertar había decidido salir a investigar el por qué del ruido que había en cubierta encontrándose con un atractivo moreno que galantemente besó su mano, y después le dio un consejo que le dejó perplejo, normalmente debería ser su madre la que hablara con él de esas cosas, sin embargo en la única conversación que había tenido con su progenitora esta se había limitado a advertirle de que debía de ser un hijo obediente, nada más ni siquiera una palabra de amabilidad, aunque desgraciadamente con el tiempo se acostumbró al odio de sus progenitores por lo que sentir de pronto toda aquella atención, por muy desconocido para él que fuera el hombre le hizo recordar que jamás había tenido el cariño de su familia, lo que provocó en él, aún más sensible por causa del embarazo, una angustia que hizo que se echara a llorar desconsoladamente dejando atónitos a los duros piratas allí presentes, incapaz de mantenerse en pie, cayó de rodillas tapándose la boca y cerrando los ojos intentando, sin éxito, contener el llanto, que cayó en pequeñas gotas sobre los oscuros maderos de la cubierta, entonces Atsushi se retiró dejando sitio para que Kamijo se arrodillara junto a su amante al que abrazó con cuidado dejando que sus lágrimas empaparan su camisa, pero eso le daba igual porque no había para él nada más importante que el bienestar del hermoso doncel que portaba a sus hijos en su interior por lo que acariciando su cabello, lo consoló suavemente para después tomarlo entre sus brazos para llevarlo de vuelta al camarote, donde lo tendió otra vez sobre el lecho para que descansara, toda aquella tensión no era buena ni para la madre, ni para los bebes.


Tras arropar perfectamente el delicado cuerpo del gestante se levantó de nuevo para regresar junto a su invitado, sin embargo fue detenido por la delicada y temblorosa mano de su amado que lo obligó a sentarse de nuevo después notó los brazos pálidos de Kaya rodeándole, mientras pegaba su vientre contra su espalda, y oyó la dulce voz suplicándole que no se marchara, no tenía el valor de mirar aquellos puros ojos de cobalto y negarles algo, sin embargo también debía atender a su deber de capitán, por lo que se levantó susurrando que volvería pronto sintiendo como su corazón se rompía al oír los lastimeros hipidos del delicado doncel que no podía dejar de recordar que solo le importaba a los hombres de ese barco, a nadie más. Finalmente logró calmarse recordando cual era su lugar ahora y todo lo que había conseguido en aquellos pocos meses, ahora tenía una familia de verdad y Kamijo debía ir a protegerla, con ese pensamiento cerró los ojos conciliando el sueño de nuevo.


Mientras tanto, de nuevo en la cubierta el capitán de largos cabellos ondulados de tono castaño ordenó que prepararan la artillería mientras entregaba un colgante de madera tallada a su aliado, un colgante que él mismo había tallado para la princesa cuando este había nacido, era un tosco trozo de madera con una delicada P tallada, ya que al ver la carita recién nacida de su hermano no había podido evitar pensar en la de una princesa bebé y con sus tiernos cinco años le hizo aquel pequeño colgante para congraciarse con él, el último integrante de su familia, le dijo a Atsushi que Hizaki lo reconocería y eso bastaba al moreno, de ese modo podría hacer que el hermano de L’Espanaye volver al Versailles.


Los piratas de la tripulación del Heaven’s Heroine desembarcaron como hormigas inundando el puerto silenciosamente, todos vestidos de negro se difuminaban en la noche como espectros en la niebla, rápida y eficazmente diezmaron a los guardias que controlaban los niveles principales poco antes de que los cañones franceses resonaran con fuerza destruyendo la fortaleza y los embarcadero, entonces el grupo que Toshi dirigía sembró el terror por las calles saqueando todo a su paso a la vez que el esposo de su amigo y capitán corría hacia la casa principal, situada, a la usanza inglesa, en una pequeña peña que actuaba como barrera natural, los piratas irrumpieron en el recinto como una horda furiosa que destruyó todo lo que se interpuso en su camino, sin embargo cuando abrieron las puertas principales encontraron al dueño de la misma de pie con gesto serio delate de la gran escalinata principal, con su uniforme impecable y la espada en ristre.
El contralmirante había despertado repentinamente al oír los fuertes cañonazos que resonaron en su puerto, se levantó de la cama poniéndose el uniforme rápidamente, tomando su sable y mirando por la ventana, al parece los bucaneros una vez roto el efecto sorpresa se habían apropiado de antorchas con las que corrían hacia la casa, él mismo corrió hasta la alcoba de Hizaki encerrándole en ella, no sabía si aquellos piratas eran enemigos o simpatizantes del rubio por lo que no se iba a arriesgar a que lo dañaran, mientras bajaba las escaleras pudo oír los golpes en la puerta y los gritos furiosos del joven conocido como la princesa, pero no dijo ni hizo nada más, era por su bien, solo bajó lentamente las escaleras mentalizándose de que tal vez fuera su última batalla, una vez que estuvo frente a la puerta de entrada desenvainó su sable lentamente oyendo el sonido del metal contra la tela y se puso en posición de ataque, mientras tanto, Hizaki un poco más calmado posó su oreja contra la madera de la puerta tratando de averiguar lo que ocurría, pero solo consiguió oír un silencio atronador que en cierto modo lo aterrorizó.


Al entrar Atsushi ordenó a los marineros que se detuvieran, caminando él solo hacia el hombre que tanto se le parecía, con su largo cabello azabache recogido en una coleta y su porte altivo, cruzaron las espadas con habilidad, el joven compensaba su carencia de experiencia con una impresionante imaginación para las fintas, sin embargo no conseguía estar a la altura del capitán Sakurai, aunque aguantaba bastante bien el ritmo para sorpresa de los improvisados espectadores que lo habían apostado todo por su capitán, Asagi consiguió interceptar una estocada directa a su corazón describiendo un arco con su sable, no obstante no estaba preparado para la impresionante fuerza con la que su contrincante giró el filo desviando por completo su finta, mientras tanto, Hizaki que había conseguido forzar la cerradura, corrió hasta las escaleras donde observó la lucha de ambos morenos, llevaba entre sus manos un pequeño abrecartas de plata que se le cayó de la impresión al observar la terrible lucha que los hombres mantenían, a su lado el pequeño gatito adoptado como mascota por el rubio maulló fuertemente acurrucándose contra las piernas de su nuevo amo.


El joven contralmirante giró la cabeza al oír el ruido que la improvisada arma hizo al caer al suelo, tal distracción solo consiguió que un nuevo y fuerte golpe por parte del mayor de ambos hizo que la espada del menor se escapara de entre sus dedos cayendo a varios metros de distancia, Asagi bajó la mirada derrotado cuando sintió la espada del Sakurai en su cuello, pero la levantó de nuevo enfocando sus pupilas de azabache en las idénticas de su progenitor, examinó cada rasgo idéntico que tenían, su madre, una joven noble deshonrada tras la aventura con un pirata, siempre había afirmado que se parecía al hombre que pese a todo jamás había dejado de amar.


El joven no pudo evitar que una lágrima rodara por su blanca mejilla cuando recordó como se había negado a ser como el bucanero que en ese momento probablemente lo mataría, lo había odiado con todas sus fuerzas, por su culpa no había sido nada más que el hijo bastardo de una importante familia de abolengo inglesa detestado por sus parientes que lo veían como una afrenta a su ancestral sangre, ningún muchacho había querido ser su amigo, los pobres porque era rico, los ricos porque no tenía padre, recordó también cuando su madre murió, contando él con ocho años, cuando juró ante su tumba que lo daría todo por hacerle pagar a aquel que la había abandonado sola y enferma, un día después había cogido las escasas pertenencias que podía conservar, dado que al ser un menor no podía heredar, y se marchó a Londres a ser reclutado, no podía dejar de pensar en lo irónico que era, al parecer iba a cumplir su propia palabra, iba a morir en su intento de cobrarse la venganza. Pero Atsushi no fue capaz de hacer un simple movimiento al ver las pupilas de carbón, al fin y al cabo era su hijo.


Cuando Juka irrumpió en el puerto con los hombres de Sakurai-sama solo tenía un objetivo en mente, el muchacho que estaba a su lado ni siquiera se había dado cuenta de su desaparición, era el primer saqueo de Kai por lo que sonreía feliz junto a Ginga, aprovechando su distracción rápidamente se separó del grupo corriendo hasta lo la parte baja del fuerte, lo único que había sobrevivido tras el bombardeo del que había sido presa, y por suerte donde se encontraba el pasillo de los calabozos, una vez allí corrió llamando a su capitán que le respondió sorprendido, al llegar a la celda en cuestión pidió al joven de cabellos bicolor que echara hacia atrás apuntando el cañón de su pistola hacia la cerradura de las verjas de hierro volándola de un disparo, después abrazó a su segundo alegrándose de que hubiera sobrevivido pese a que él lo había dado por muerto, este le tendió al capitán de ojos cobalto su sable en cuyo extremo volvía a estar anudada la cinta celeste que le había dejado a Kamijo cuando se había llevado a su princesa, lo que significaba que el de cabellos plateados se había encontrado con su enemigo, aunque en aquel momento solo quería huir de aquel horrible sitio, ambos corrieron sin pausa hasta estar fuera, ya que el plan de Juka era el de robar un barco ya preparado y escapar de Kamijo con su capitán, sin embargo el de cabello castaño se le había adelantado, eso explicaba por qué lo había dejado unirse al grupo tan deprisa, el capitán de ojos de hielo se acercó con una sonrisa.


-Hola Teru, cuánto tiempo.-


Al de cabello bicolor no le dio tiempo siquiera de responder con la réplica mordaz que llevaba años guardando para el francés porque lo siguiente que notó fue el puño de este impactando contra su cara y el duro suelo sobre el que su cuerpo se golpeó, su segundo con los ojos que parecían de mercurio líquido se adelantó para defenderlo pero Yuki el contramaestre de L’Espanaye lo sujetó fuertemente mientras le ponían los grilletes a la vez que el capitán de la fragata más bella de Francia tomaba por el pelo al que había raptado a su hermano arrastrándolo hacia el bote en el que habían llegado mientras el Versailles seguía disparando sin pausa para evitar el avance de la milicia que en teoría, protegía la colonia y que en aquellos momentos se hallaba o muerta o agazapada para salvarse.


Una vez llegaron al barco los encerraron a ambos en calabozos separados, al parecer Kamijo iba a tener su tan ansiada venganza. Tras ver como se llevaban a Asagi, Hizaki recogió el abrecartas en una mano mientras en la otra sostenía protectoramente al pequeño Momo-chan que inconscientemente escondió su cabecita en el pecho de su dueño, cuando el otro moreno de largos cabellos se acercó el joven pirata este se colocó en posición de defensa, sin embargo al ver la mano extendida del hombre pudo ver en ella su colgante de princesa como Kami lo llamaba por lo que acompañó al moreno sin soltar a su gatito, el trayecto hasta el Versailles fue en silencio, pero cuando llegaron pudo ver a su hermano esperándole al final de la escala, casi no le dio tiempo a posar ambos pies en su amada cubierta negra cuando sintió los fuertes brazos de su aniki rodeando su cuerpo y no pudo menos que echarse a llorar, había extrañado enormemente a su familia, luego se sucedieron los abrazos con Jasmine, Yuki en incluso Machi que no podía dejar de recordar cómo había acompañado en las travesuras a la princesa, finalmente entró al camarote en el que Kaya aún dormía, con cuidado besó su frente sin despertarlo, pero cuando ya se iba a marchar el doncel embarazado despertó y ambos se fundieron en un abrazo mientras el de cabello platinado no podía dejar de llorar por culpa de las hormonas alborotadas.


Cuando todo el reencuentro terminó, Hizaki con la excusa de descansar, se escabulló hasta los calabozos donde Teru dormía, al ver la figura de su raptor y amor prohibido no pudo evitar que a su memoria llegaran los ojos de azabache que tanto le habían impresionado y no las pupilas de cobalto en las que se suponía que tenía que pensar, entonces se levantó de las escaleras en las que estaba sentado, corrió de nuevo hacia la cubierta que en aquellos momentos estaba vacía, aunque sabiendo que no duraría mucho aquella quietud se apresuró a lanzar un bote al agua y bajar rápidamente, luego lo condujo hasta la playa que había visto desde su habitación en la casa del Contralmirante, mientras remaba se dio cuenta de que aquel ejercicio no era nada digno de una princesa. Al llegar corrió rápidamente por la arena, tenía algo importante que hacer, algo de lo que tal vez se arrepentiría sin embargo su corazón parecía haberse aclarado, no mucho ciertamente, pero sabía que una vez cumplida su misión todo cambiaría, esperaba que fuera para mejor.

Asagi no podía dejar de pensar en lo irónico que era el estar encerrado en aquel calabozo en el que tan solo unas horas antes había estado aquel maldito pirata de cabellos bicolor, suspiró sin poder creer que su vida iba a acabar tan repentinamente, justo después de conocer a un padre que odiaba más que a nada en el mundo, sin embargo, de pronto un ruido lo sacó de su ensimismamiento y levantó la cabeza que hasta ese momento había estado oculta entre sus rodillas, tal vez habían decidido no esperar a la mañana para eliminarlo, se puso de pié al ver la tenue luz de una única vela, también podía oír unos delicados pasos que no se correspondían con ninguno de los que podían emitir cualquiera de los rudos marineros de la tripulación de su progenitor o del Versailles, se acercó a los barrotes, porque la curiosidad le pudo, a sabiendas de que estaba exponiendo su posición, sin embargo pudo respirar tranquilo aunque sorprendido cuando vio a la persona que se acercaba.


La hermosa princesa rubia, llevando como único atuendo el delicado camisón blanco de encaje y unas suaves zapatillas de tela portaba en su mano derecha un candil y el la izquierda el llavero de las celdas, trató de hablar pero el chico se lo impidió, luego introdujo la llave en la cerradura liberándole, agarró su mano y lo sacó del pasillo de las celdas guiándole en una oscuridad casi máxima hasta la salida, una vez en la calle, el joven apagó la llama y corrió por sobre los adoquines sin hacer casi ruido arrastrándole de la mano, obligándole a correr, cuando sus ojos se acostumbraron a la falta de luz pudo ver que le estaba llevando hasta la playa salvaje de New Virginia, una vez sintió las botas hundirse en la arena dejó de caminar usando su fuerza para obligar al bello doncel a pararse.


-¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué me ayudas? Yo te obligué a prometerte conmigo y apresé al hombre que amas.-


Hizaki acarició suavemente la mejilla pálida del hombre y con su delicadeza habitual abrazó suavemente el fuerte cuerpo del antiguo Contralmirante que sorprendido correspondió.

-También me salvaste en vez de condenarme a la muerte por ser y ayudar a un pirata, porque sé que sabías que no era un simple doncel perdido, no soy tan bueno fingiendo.-


-Solo es por eso.-


El moreno estaba desilusionado, había esperado algo más por lo que se golpeó mentalmente, era un estúpido pensando que alguien como el dulce rubio podía fijarse en una persona como él que además era uno de sus enemigos naturales. Empujó el pequeño bote que el doncel había preparado hasta el agua mojándose las botas en el proceso, aunque por supuesto eso era un dato sin importancia, se montó ante la mirada apenada del chico que trataba de poner orden en su corazón, miró una última vez hacia atrás viendo la mirada perdida en el rostro de su joven prometido y remó con todas sus fuerzas deseando alejarse de aquel incómodo silencio, el rubio veía como el hombre que había desestabilizado su vida se iba de la misma con igual fuerza a la que había usado al entrar, entonces tomó una decisión que cambiaría su vida, corrió mojándose las zapatillas y el camisón llegando hasta el borde de la barca, echó los brazos al cuello del hombre de largos cabellos y unió sus labios con los del mayor en un suave beso apretando contra el pecho del hombre la pequeña cruz de plata que acababa de atarle al cuello, después empujó un poco el bote y se quedó en el agua viendo partir a Asagi que supo en aquel mismo instante que no podría olvidarse del sabor de aquellos labios de cereza, amaba a Hizaki, continuó remando mientras el sol terminaba de alzarse en el cielo, al cabo de un rato observó los utensilios que había en la barca, una brújula, un mapa y una botella de ron junto con una bolsa de víveres, rió, todo lo indispensable para un pirata.


Tomó la brújula en una mano y el mapa en otra dejando que el mar lo meciera suavemente, debía admitir que jamás había sentido tanta paz, tras calcular y decidir a donde se dirigiría tiró los utensilios y agarró la botella, le quitó el corcho con los dientes pero cuando iba a echar un trago observó un rollo de papel que había sobre las tablas de madera que componían el suelo de la barca, cogió el papel y comenzó a leer.


“Supongo que escribí esto por si resultaba demasiado cobarde como para aclararme antes de que te fueras, lo cierto es que escribir esta carta también me ha costado mucho, yo, realmente no consigo comprender muy bien lo que siento, pero me alegro de haber tenido la oportunidad de conocerte, por extraño que suene. Pero hay algo en ti que me hace, no sé cómo decirlo, confiar, a pesar de todo y he de decir que espero con ansias verte de nuevo, te espero en el arrecife del León dentro de un mes, aun necesito aclarar mi corazón pero realmente deseo verte.
Con cariño,
Hizaki”
La sonrisa acudió a su cara y cambió rápidamente el rumbo para ponerse en camino hacia el arrecife, no tardaría más de una semana en llegar y tenía alimentos de sobra, después, esperaría.

jueves, 6 de enero de 2011

El baile de los Vampiros I

Los personajes no me pertenecen y no gano nada con esto, solo se trata de diversión sin ánimo de ofender. La pareja será KamijoxHizaki, ya sabéis cuanto me gustan.




I. Encuentro a media noche


Era media noche sobre la bella ciudad de Venecia, las calles estaban vacías de todo signo vital, y es que ningún joven se atrevía a caminar por las estrechas aceras que flanqueaban los canales a semejantes horas de la madrugada, ninguno excepto el hermoso muchacho de grandes ojos de azabache que en aquel momento se movía con agilidad por el callejón apenas iluminado por los faroles de aceite casi extinto, sus largos cabellos dorados de brillantes rizos recogidos en una sencilla coleta se agitaban a cada paso que daba golpeando suavemente la tela de terciopelo granate oscuro que lo cubría , lo estaban persiguiendo, no lo veía sino que podía sentirlo.

Aceleró el paso asustado, con una mano agarraba su rosario de pequeñas cuentas de azabache mientras que con la otra sujetaba la falda que se arrastraba a sus espaldas para que no le hiciera tropezar, cuando llegó al borde del Gran Canal maldijo por no ver ningún gondolero cerca, al sentir los pasos acercarse, el miedo lamió su piel y lo creyó todo perdido, sin embargo de entre la bruma que de pronto se había formado apareció una góndola de aspecto fantasmal conducida por un hombre alto cuya cara estaba tapada por un sombrero negro de ala ancha, no obstante, cuando iba a subir pudo observar con desazón que se hallaba ocupada por el joven más atractivo que había visto en su vida que, en contra de lo que había esperado, le tendió la mano en un caballeroso gesto.

Al tocar los dedos esbeltos sintió como el frío se colaba bajo su piel hasta los huesos, aquella mano era la cosa más fría que había tocado en su vida, pero aquello no disminuía el enorme atractivo de su acompañante, tenía el cabello rubio platinado peinado hacia atrás y los ojos verdiazules, un color tan extraño como penetrante, que le hacía sentir como si con una sola mirada desnudara su alma entera, sus largas pestañas curvadas eran de un negro intenso que acentuaba aún más lo impresionante de sus pupilas mientras que las cejas perfiladas se curvaban casi con desdén aportándole un aire orgulloso con su delicadeza castaña, la piel blanca se asemejaba a la del mármol en su aspecto, pero no en la textura ya que al tocarla era tan suave como la seda. Su atuendo era igual de majestuoso que su cara, un abrigo negro largo de terciopelo cortado a la moda bajo el que se entreveía una chaqueta del mismo material bordada en hilo rojo, aunque lo que más destacaba era la camisa de cuello alto completamente de encaje, también azabache, solo sobresalía el corbatín de seda rojo sangre cuyo nudo estaba sujeto por un broche con el rubí más grande que el bello rubio había visto en su vida, pero el pantalón de montar en cuero desentonaba con el resto del rico atuendo, aunque no se podía negar que estilizaban sus piernas en consonancia con las altas botas de tacón también de cuero que se sujetaban con botones de oro a ambos lados de la pierna.

Durante el viaje ninguno de los dos cruzó palabra, simplemente se limitaron a examinarse mutuamente hasta que el joven de largos rizos rubios se cansó de mirar embobado a su apuesto acompañante, que al contrario que él lo siguió observando absorto prestando especial atención a su cuello inmaculado tan solo adornado con una pequeña cadenita.

Cuando la góndola se detuvo al lado de una moderna calle ligeramente más amplia que las demás, el hermoso joven de aspecto femenino observó sorprendido que frente a él se hallaba su casa, pero aún más sorprendido recordó que no le había dicho al gondolero donde estaba el Palazzo de su familia, se volvió con gesto interrogante hacia el atractivo rubio -¿Cómo…?- el hombre solo sostuvo la pequeña cadena que rodeaba su garganta y de la que pendía el emblema de su apellido –No ha sido difícil, pero perdonad mis modales, permitid que os ayude a bajar- A continuación se levantó saltando a la acera con gran habilidad y tendiendo la mano a su acompañante con una elegancia que provocó el sonrojo en el muchacho, un sonrojo que se aumentó cuando el hombre sostuvo sus manos contra el pecho acercando sus cuerpos y comenzó a susurrar junto a sus labios –Aún no conozco vuestro nombre y sería una verdadera lástima marcharme sin conocerlo, deseo encarecidamente haceros mi modelo pues ni la mujer más hermosa y pura podría igualaros en belleza.-

El hombre acarició ahora su mejilla provocando escalofríos por todo su cuerpo y solo fue capaz de tartamudear –M… mi nombre es Hizaki,- aunque recuperó el aplomo después de sacudir la cabeza -y no tengo ni idea de por qué habría de ser vuestro modelo.- El sensual rubio de ojos verdes enfocó sus bellas pupilas en las negras del joven Hizaki sonriendo –Soy Kamijo Yuuji, pintor.- El de vestido de terciopelo no pudo menos que asombrarse, el hombre parecía demasiado joven para ser el afamado pintor de reyes y papas, pero este no le dejó expresar su asombro pues besó suavemente su mejilla y volvió a la embarcación mirando como el objeto de su deseo entraba confuso en el pequeño Palazzo, una vez que supo que el rubio estaba a salvo indicó a su sirviente que lo llevara a casa –Vámonos Juka, por hoy hemos terminado.-

El aludido asintió retirando su sombrero y mostrando el por qué se lo había puesto, su cabello plateado brillaba con fuerza al igual que sus ojos de pupilas verticales plateadas, unos ojos que sin duda no era humanos -¿Por qué lo has hecho Kamijo?- el rubio sonrió –Por qué va a ser mi ángel.-

Corazón Sangrante, Alma Rota IX





Mana despertó sobresaltado en la cama en la que llevaba durmiendo durante años, al parecer Gackt-sama lo había llevado de vuelta a la casa sin despertarlo, se levantó descubriendo su desnudez casi completa algo avergonzado, caminó hasta el baño donde en el espejo pudo ver las marcas de su escapada del día anterior, retiró el slip sin querer verse desnudo por completo en la pulida superficie de cristal y entró a la ducha moviendo las manillas del agua hasta conseguir que saliera templada, se enjabonó con su esponja azul cielo ignorando el escozor que las pequeñas heridas le provocaban, después lavó el cabello aplicando primero el acondicionador para asegurarse de que su melena de azabache quedaría tan suave y delicada como siempre, luego aplicó el champú cerrando los ojos para que no le entrara en ellos y masajeó su cuero cabelludo con cuidado, se aclaró y tras repetir el proceso un par de veces salió de la ducha.

Envolvió su delicada figura con una toalla también azul y secó sus cabellos con cuidado, era muy sensible y no quería dañarse más de lo que lo había hecho en la madrugada, cuando terminó regresó al cuarto sacando del armario un delicado vestido negro de seda sin más adornos que un lazo también de seda, de color azul que entallaba la prenda moldeando sus hermosas caderas de forma deliciosa y una diadema de flores azules del mismo tono que el del lazo que no hacía más que resaltar su brillante pero oscuro tono de cabello, se lo puso todo con lentitud, no le apetecía nada bajar a realizar sus tareas, finalmente se calzó los zapatos de puntera redondeada inclinándose a atar las correas, ese día había optado por una atuendo recatado por lo que no había escogido calzado con plataformas, algo muy raro en él, caminó con hastío hasta a puerta abandonando el cuarto, por lo que pudo oír en la habitación de Hizaki-hime estaban limpiando, y Jasmine debía de estar abajo preparando la comida por lo que decidió bajar a ayudarle, sin embargo cuando ya estaba frente a la puerta de la cocina oyó unos lastimeros gemidos provenientes de uno de los cuartos contiguos, se usaban como celdas para los chicos novatos que se resistían pero no estaban cerrados para aumentar la humillación de los castigados, giró el pomo y lo que vio al empujar la hoja de la puerta lo dejó sin aliento, en el suelo estaba Klaha desnudo, su cuerpo cubierto de verdugones y heridas no paraba de temblar, había roto un vaso y trataba de abrirse las venas con uno de los cristales.
Mana no pudo contener las lágrimas al verle y pese a saber que probablemente sería él el castigado más tarde, se acercó arrodillándose junto al joven, le levantó la cara, tenía un ojo hinchado y el labio roto, al parecer se habían cebado con él, en su cuello estaba el collar de perro que le impedía levantarse, con cuidado le quitó el cristal de entre los dedos y soltó la cadena forzándola, no era muy fuerte nunca lo había sido, pero habían tirado tantas veces de la pieza de metal que había comenzado a ceder, hizo levantarse al hombre que apenas se sostuvo y debió apoyarse en él, Klaha no se tenía en pie porque las repetidas violaciones habían conseguido que su cuerpo sufriera un dolor atroz cada vez que se movía, a pesar de todo Mana consiguió subirlo a su habitación casi a rastras, al llegar a cuarto lo hizo acostar en la cama sin importarle que sus costosas sábanas se mancharan de sangre, ya lo habían hecho otras veces, con cuidado lavó todas y cada una de las heridas, sin embargo no tenía ninguna medicina a mano para curárselas por lo que sigilosamente volvió a bajar a por ellas, sin embargo cuando volvió no pudo evitar que el botiquín se le cayera de las manos creando un gran estruendo, en la cama junto a Klaha-san fumándose un cigarro estaba Gackt-sama observando la cabeza del herido que apenas sobresalía en la cama de su amante, al oír el estrepitoso ruido se volvió en dirección a Mana que le observaba aterrado.

-Hola Mana, me alegro de verte tan recuperado de lo que ocurrió ayer, supongo que de ese modo me podrás explicar que hace eso en tu cama.-

Señaló el cuerpo inerte de Klaha quien al parecer se había desmayado.

Estaba furioso y no sabía cuánto más podría resistirse a descargar su ira en el hermoso moreno, se levantó avanzando a paso lento hasta el chico que retrocedió mirándole muy asustado, hasta que finalmente el hombre lo tomó fuertemente del brazo impidiendo que siguiera huyendo y miró firmemente los ojos de azabache que se estaban llenando de lágrimas, se obligó a relajarse recordando que Mana siempre hacía las cosas por una razón no simplemente para molestar, aflojó el agarre para no seguir dañando al chico y le hizo sentar sobre sus rodillas cuando volvió a apoyarse en el lecho de sabanas azules.

-Cuéntame por qué Mana, tal vez haya una forma de solucionar esto.-

Cuando el chico estaba a punto de separar sus labios para contestar a su amo, el inquilino de su cama comenzó a revolverse gritando y llorando, al parecer alucinaba por causa de las drogas que Közi le había dado para tratar de doblegarlo y no paraba de llamar a personas de su familia, principalmente a su madre, aunque también había un nombre, un nombre que al oírlo hizo pensar a Mana en los sueños que llevaba teniendo y no pudo evitar que las lágrimas acudieran a sus ojos, ese nombre despertaba en él recuerdos, recuerdos que creía haber perdido hacía mucho tiempo, como si fueran parte de un bello pero imposible sueño, comenzó a sollozar en los brazos de Gackt-sama, no podía ser cierto, tenía que ser un sueño, solo eso, se dijo a sí mismo que los sueños son solo eso, sueños.

El hombre de cabellos castaños acarició con delicadeza la espalda de su joven amante enterrando su cara en el hombro para que se desahogara a gusto, cuando por fin se le agotaron las lágrimas tomó su cara limpiándola mientras miraba sus ojos negros y acuosos por el llanto anterior, no sabía cómo reaccionar ni que decir al chico, su ira se había calmado ligeramente por lo que fue más cuidadoso al dirigirse al hermoso muchacho de ojos de azabache de nuevo.

-Mana-chan, cuéntame lo que te ocurre, necesito que me lo digas, porque si no lo haces pensaré mal y te castigaré.-

El chico tenía más miedo del que había tenido en toda su vida le asustaba el hecho de que el hombre no le gritara ni maltratara, era como la calma que precede a la tempestad, sin embargo no podía negarse a una orden directa sin exponerse a terribles represalias por lo que tomó aire, no sabía que como decir las cosas, ni siquiera sabía que decir.

-Pu…pues no, no lo sé, yo, yo le vi y re…recordé cosas, cosas que creía que no eran reales…-

Con cuidado volvió a levantar la cara del joven para mirar sus ojos de nuevo pues mientras hablaba Mana se había escondido otra vez en fuerte el hombro del hombre de ojos azules, lo que encontró en las pupilas de obsidiana le dejó atónito y se dijo a sí mismo que tendría que acostumbrarse a esa sensación de incertidumbre que en aquellas últimas horas se estaba repitiendo una y otra vez en su interior, suspiró y trató de componer una sonrisa que debió de ser sumamente amenazante a juzgar por la expresión del chico pese a que había intentado por todos los medios de que se tratara de una sonrisa tranquilizadora. Borró la sonrisa en favor de un gesto neutro que tranquilizó su semblante, tampoco quería matar al chico de miedo, intentó usar un tono comedido.

-Esas cosas, ¿son buenas o malas?-

-Son buenas, casi siempre, pero tristes, soy pequeño y, y camino por el puerto, y estoy perdido, pero llega él y me salva.-

-¿Él?-

-Mi hermano mayor.-

Se le quedó mirando como si le hubieran aparecido tres brazos de más, luego miró al hombre que sollozaba entre las sábanas, las drogas habían dejado de hacer efecto hacía un momento y se había despertado a causa del lacerante dolor que no le abandonaba, después volvió a mirar al chico atónito.

-¿Ese es tu hermano?-

-No…no, mi hermano está muerto, yo le vi morir, pero él me recuerda a Masa-nii, no quiero verle sufrir. Por favor no dejes que sufra más, por favor.-

Gackt sabía que no podía negar nada a la bella muñeca de porcelana cuando lo miraba con aquellos ojos suplicantes y húmedos, decidió que hablaría con Közi, tal vez, después de todo, ese idiota que había osado desafiarle pudiera hacer que la relación que tenía con Mana mejorara y es que últimamente era como si todos los sentimientos que el chico había guardado bajo la máscara de hielo e imperturbabilidad estuvieran saliendo a flote en un huracán de emociones que se antojaba imparable, y a pesar que prefería que el chico fuera expresivo había descubierto que tras tantos años se había acostumbrado a no oírle ni verle mostrar emociones así que no sabía cómo tratar a un chico que reaccionaba de una forma más o menos normal, por lo que optó por abrazarle acariciando su cabello como cada vez que quería dar a entender que todo estaba bien, sin embargo aquel entrañable momento fue roto por Közi que no dudó en irrumpir ruidosamente en busca de su mascota, Gackt lo miró regañándolo con la fría mirada de sus pupilas azules.

-Közi, no vuelvas a entrar de esta forma en una habitación en la que yo esté, y espero que sepas valorar lo complicado que me resulta pedirte esto, pero no quiero que drogues más a Klaha ni lo tortures a menos que te desobedezca, claro, debe aprender a quien pertenece, además permitirás que vea a Mana de forma íntima siempre que estemos uno de los dos presente.-

El hombre de rizos pelirrojos se quedó anonadado observando el cambio que se había producido en su jefe, y todo por el muchacho que trataba de contener sus hipidos y se sorbía los mocos entre los brazos del usualmente terrible castaño.

-De acuerdo Gackt, aunque me costará domesticarlo.-

-No hay problema, estará bajo la responsabilidad de Mana-chan, sabrá comportarse si no quiere que sus todas y cada una de sus acciones repercutan en la salud de mi pequeño.-

Klaha no pudo evitar que una última lágrima acudiera a sus ojos, su vida entera se había derrumbado, era como si nada tuviera sentido y ni siquiera podía matarse porque en ese caso no quería ni pensar en lo que harían aquellos psicópatas al pobre Mana, al parecer aquel maldito de Gackt había encontrado la manera perfecta de controlarle.

Cuando Közi lo obligó a levantarse casi no pudo sostenerse en pie y necesitó la ayuda del hombre de cabellos rojos como el fuego que lo tomó por la cintura pegándolo a su cuerpo, pero su jefe lo detuvo cuando se lo iba a llevar explicando que había decidido ponerle una cama al ex policía en uno de los cuartos contiguos que en aquel momento funcionaba como almacén, la limpiarían y acondicionarían para que pudiera usarla, quería que Mana viera su buena voluntad pero no estaba tan loco como para ponerlos juntos en el mismo cuarto.

Hasta que el momento llegara el hombre de hermoso cabello negro hasta los hombros se quedaría en una de las habitaciones de los muchachos que vivían abajo por lo que su amo lo llevó hasta el cuarto de los mayores, donde dormían Kalm y Kang-Ta entre otros, que en aquel momento ocupaban sus camas tras una noche terrible de trabajo, el mayor de todos ellos, Kalm le cedió un hueco en su cama para que se tumbara pero antes le entregó una camiseta vieja para que se la pusiera de pijama.

Los dos jóvenes se acurrucaron uno junto al otro para darse calor ya que el raído edredón blanco apenas les tapaba cuando estaban dos sobre el mismo colchón.

Mientras tanto Gackt dejó que su hermoso moreno bajara de nuevo a ayudar a Jasmine con la comida.

Hizaki que estaba subido a una pequeña escalerita para descolgar las cortinas de su cama, las únicas que no se habían retirado, no pudo evitar tropezar con los escalones cuando por fin consiguió tomar la pesada tela de entre sus brazos, sin embargo, cuando creía que ya se iba a romper algún hueso contra el suelo notó unos brazos rodeando su cintura, impidiendo que cayera, se agarró como pudo al que le sostuvo dejando caer la tela que se arrugó en el suelo, después miró a su salvador descubriendo sorprendido que se trataba de Kamijo-sama, el hombre de cabello castaño no pudo menos que bendecir su suerte cuando atrapó a su princesa en brazos, aunque reticentemente lo tuvo que dejar en el suelo de nuevo. Tendrían una comida juntos, le dijo el de ojos de hielo, en un salón especial acondicionado solo para ellos dos, el chico no sabía qué decir, como reaccionar por lo que simplemente asintió dejando que el hombre le besara en la mejilla antes de irse, al parecer estaría todo el día allí por lo que era lógico que le hubiera avisado personalmente en vez de enviar a un mensajero como hacía habitualmente, suspiró arrastrando la cortina hasta la entrada de la habitación de donde sería recogida por los chicos que luego la llevarían a la tintorería. A su vez Kaya que había estado ayudando a Yoshiki en la limpieza del baño cogió la escalera para limpiar la parte superior de los doseles, que tras varios años sin recibir ningún tipo de cuidado estaban indecentes.

Finalmente la princesa había hecho todo lo que le tocaba hacer por lo que agotado se sentó en la cama que se veía muy desnuda sin las cortinas y se dedicó a alisar con los dedos el edredón limpio de color rosa suave observando los movimientos de los otros dos jóvenes con los que compartía cuarto, dejó caer su cuerpo hasta estar tumbado sobre el cómodo colchón viendo el techo por primera vez en años, al cabo de un rato, cuando Yoshiki fue a mirar cómo se encontraba la hermosa princesa rubia descubrió sorprendido que el joven dormía como un bebé, con cuidado le puso por encima una manta de cuadros verdes y naranjas que Kaya le ofreció, después ambos, tanto el chico de cabellos blancos como el de largos mechones rubios ondulados abandonaron silenciosamente el cuarto para bajar a ayudar en el acondicionamiento de los nuevos salones, ese mes el club abría dos nuevas salas, lo que le convertía en el local de prostitución gay más importante de Japón, por lo tanto los muchachos debían decorar el lugar dado que la contrata externa podía afectar a la tranquilidad de Sakurai-sama, algo que no le convenía a nadie.

Cuando bajaron descubrieron a parte de las habitaciones saliendo en fila de una de las salas en dirección a la otra, pero por supuesto no les dijeron nada, tenían prohibido hablar con ellos, Yoshiki observó con tristeza infinita la mirada de dolor de algunos que apenas superaban la edad de su hermano a juzgar por su altura, quería hablarles, abrazarles, como lo hacía con Hide, sin embargo era la seguridad del propio niño pelirosa la que estaba en juego, por lo que tristemente desvió la mirada y caminó tras Kaya hasta el cuarto, este vio la mirada apenada de su acompañante, no era la primera vez que la veía en alguien, hacía pocos meses que Teru se había mostrado igual y no lo recordaba bien, pero estaba seguro de que él mismo una vez tuvo aquella mirada de lástima, puso la mano en el hombro del muchacho cuando entraron para tratar de levantarle los ánimos aunque sin mucho éxito, al ver que no surtía efecto le entregó varios pedazos de telas de colores para que eligiera las dos que más le gustaran para alternarlas en la decoración de la pared, una era de color que era una mezcla de azul y lila cremoso con delicados bordados con motivos de plantas y flores en el mismo tono que había encantado al chico de hermosos cabellos de nieve dado que gran parte de las flores eran hortensias, una de las que más le gustaban en el mundo, otro de los retales era de color berenjena claro con hermosas grecas de inspiración árabe de colores apagados que combinaba a la perfección con la pieza morado pálido de motivos geométricos en color púrpura, finalmente estaba un delicado verde mar con dibujos muy sencillos que apenas eran líneas en un tono más verde pero tan delicado que en vez de hacerlo ver recargado, resaltaba su sencillez.

Lo cierto es que a ambos muchachos les impresionó lo bellos que el verde y el suave azul amoratado quedaban creando un ambiente fresco y relajado que en cierto modo era lo que los jóvenes, que debían entregar su dignidad en aquel lugar, necesitaban para poder olvidar durante un instante sus penas antes de verse obligados a ir a los cuartos privados.

Yoshiki estaba sorprendido de la autonomía que los chicos en general, y los privados en particular parecían tener, no solo para cocinar, lavar y limpiar, sino también para decorar.

-No lo entiendo Kaya-chan, ¿Por qué nos ponen a decorar?-

Había tantas cosas incongruentes en los comportamientos de sus dueños, sin embargo los muchachos cuanto más trabajo tuvieran menos tiempo para pensar en escapar les quedaba, visto de esa manera era un plan inteligente, aunque ninguno de los hermosos jóvenes que allí vivían tenían ni idea de eso, por supuesto.

-El salón de los espejos, el del día del cumpleaños de Kamijo-sama lo decoró Sakurai-sama, el salón de las mesas ya estaba aquí antes de que yo llegara, tiene muchos años pero lo redecoraron Yuu-nii y Mana-chan hace unos meses, el salón de espectáculos del otro día también estaba desde hace mucho tiempo, y que yo sepa no ha sido redecorado desde que se construyó porque es uno de los favoritos de Sakurai-sama, supongo que de este modo hacemos algo útil, o simplemente que él no quiere molestarse, tendrá otros asuntos, como conseguir más chicos.-

En la última frase se pudo notar la rabia del hermoso albino de ojos de cielo al pronunciar aquellas palabras, sabía que la mayoría de los niños eran llevados desde las calles, niños indigentes como su hermano y él habían sido, otros llegaban desde orfanatos o centros de acogida, finalmente estaban los que provenían de otros países, de lugares cercanos como Corea y China, muchachos incluso más pobres de lo que ellos habían sido, con familias numerosas que apenas tenían para comer, que muchas veces enviaban a sus hijos en busca de un futuro mejor o de un trabajo, cada mes el dinero llegaba puntual hasta sus hambrientas familias que no podían más que agradecer a Sakurai-sama que con su dinero que les permitía comprar comida y ropa para el resto de una prole que probablemente acompañaría a sus hermanos cuando más niños nacieran en el seno familiar e incluso algunos a quien sus familias vendían.

Sacudió la cabeza alejando aquellos pensamientos, al fin y al cabo de lo único de lo que podía alegrarse era que no tenía más hermanos que sufrieran su mismo destino, observó las alfombras que tenía ante sí, dos eran de color anaranjado con bordados en diversos tonos, aunque una incorporaba también vetas en verde y azul, después estaba una de tonos completamente verdosos que provocaban el efecto de estar viendo algo a través de una pantalla de agua, la última la rechazó de plano puesto que el conjunto de colores resultaba tan dañino a la vista que amenazaba con dejarlo ciego, miró a su alrededor viendo que un hombre ataviado con una sencilla yukata blanca sujeta apenas por un estrecho cinturón, entraba en el salón, parecía ido, y hasta que no se acercó a ayudarle después de que tropezó no fue capaz de ver en él al hombre que había detenido a Gackt-sama unos días atrás, lucía demacrado y los golpes y heridas recibidas no habían sanado aún resaltando su debilidad.

-¿Estás bien?-

-Sí, solo tropecé, no es nada, por cierto me han enviado a buscar a Kaya, ¿Sabes quién es?-

El joven, a su lado de rodillas, esbozó una sonrisa tranquilizadora para no hacer que el hombre se sintiera más nervioso de lo que ya estaba.

-Soy yo, ¿Por qué te han enviado aquí?-

-Es mi nuevo cuarto, tenéis que ayudarme a acondicionarlo.-

-Pero no hemos acabado esto.-

Miró a su alrededor viendo como el otro muchacho parecía orientarse bien el lo que debían hacer en el salón, aunque dudaba que pudiera hacerlo en la habitación, conocía menos como hacer las cosas, él con el paso del tiempo se había acostumbrado, como le ocurriría al bello rubio de ojos castaños con después de unos meses, sin embargo aún no había ocurrido.

-Mejor si te ayudo, dudo que Yoshi-chan sepa que hacer.-

Klaha asintió sin saber que otra cosa hacer, era como una enorme pesadilla de la que no podía escapar, una pesadilla creada por dos hombres que en aquel momento observaban junto con el dueño del lugar que se sentaba tranquilamente en su cómodo sillón orejero de cuero con una taza de café solo humeante.

-Así que al final dejasteis que viviera Közi y Gackt, y lo que es más incluso le otorgáis privilegios que solo los privados tienen, me habéis sorprendido, aunque mientras su manutención esté cubierta no me importa en absoluto que esté aquí, solo te advierto un cosa Közi, mantenlo bien atado porque si mete ideas raras en la cabeza de los chicos lo mataré.-

-Ya lo imaginaba Sakurai-sama, tranquilo, estará bien atadito.-

Los hombres siguieron observando cómo los jóvenes prisioneros interactuaban subiendo las escaleras hasta el rellano que estaba antes de llegar al piso superior donde los cuartos de los privados estaban, y donde había una puerta apenas visible, dado lo tétricas y oscuras que eran las escaleras, que daba acceso a la pequeña habitación, pequeña en comparación con las otras, en la que Klaha haría su vida a partir de ese momento, cuando ambos llegaron a la puerta el mayor observó con desagrado el deprimente color blanco de las paredes que además estaba manchado en algunas zonas pues no debía olvidar que se había tratado de un almacén aunque prefería no pensar en lo que había contenido, no había nada más, solo el suelo de madera oscura como el de los pasillos, el hombre de delicado y sedoso cabello negro observó al muchacho que a su vez miró con sus brillantes ojos cobalto y gesto extrañado a su alrededor, no había nadie a quien preguntar ni nada que utilizar para acondicionar el lugar, sin embargo cuando estaba a punto de volver al salón llegaron dos chicos del servicio de Sakurai-sama portando un carrito con botes de pintura de diferentes colores, que según les dijeron era para que eligieran cual querían pintar, después los dejaron allí.

Mientras tanto en el salón el hermoso joven de larguísimos cabellos brillantes como el sol y ojos de chocolate, había comenzado hacía un rato a colocar las alfombras que en ausencia de su compañero, había elegido, se trataban de varias delicadas telas, las de tonos verdosos y la naranja con azules para los bordes del cuarto, de tal forma que las principales ocuparan la zona donde los clientes realizaran las acciones creando junto con el color de las paredes un espacio que se asimilara con ambientes marinos y fuera relajante, al cabo de un rato cuando por fin colocó la última alfombra se dejó caer en el suelo agotado, acarrear todas aquellos pesados rollos de tela le había dejado extenuado, era la mayor cantidad de ejercicio que había hecho en toda su existencia, respiró dándose cuenta de que si no se movía sus músculos se enfriarían y llegarían las temidas y odiadas agujetas pero sus parpados pesaban tanto que poco a poco se fue quedando dormido ante la sonrisa del hombre que había destruido a su familia que como cada vez que tenía oportunidad, lo observaba a través de las cámaras perfectamente disimuladas en las lamparillas que pendían de la pared aportando una luz azulada que concordaba con el tema del cuarto.

Cuando Hizaki despertó se encontró encogido en el lecho enrollado en la manta de cuadritos de Kaya como un gusano de seda en su capullo, solo su nariz se veía fuera de la tela, con cuidado y algo de vergüenza al saber que cualquiera podía estar viéndole, retiró la suave manta levantándose y caminando hasta el baño como un zombi, aunque cuando se vio en el espejo no pudo contener un grito a la vez que de un bote volvía a la realidad, y no era para menos, su cabello usualmente delicado y sedoso distribuido en delicados rizos estaba tan enredado que creyó que tendría que cortárselo, al parecer la manta le había creado electricidad estática y las vueltas que había dado le habían hecho nudos en el pelo que no podía desenredar, se cepilló como un loco hasta que consiguió dejar su melena de nuevo suave y brillante, puesto que aunque tardó más de diez minutos para él valió la pena.


Tras arreglar su cabello el joven caminó fuera de la habitación hasta que oyó ruidos a la derecha en el primer rellano, curioso cómo era empujó la puerta encontrándose con su amigo de brillantes mechones rubios platino y blancos como la nieve manchado de pintura verde manzana con un rodillo en su mano mientras a su lado un hombre de brillante cabellera negro y ojos de igual color sostenía una gruesa brocha con la que repasaba las esquinas, se quedó asombrado ante la edad del hombre ya que no era muy normal ver a un novato tan mayor, sin embargo había algo raro en él, independientemente de que su cara y lo que podía ver de su cuerpo estuvieran llenos de magulladuras, por triste que pareciera, la hermosísima princesa rubia se había acostumbrado a ver golpes en la piel de los que le rodeaban, había un brillo especial en sus pupilas, como si hubiera conocido la libertad, se acercó y cuando enfocó sus pupilas más profundamente pudo descubrir en él al hombre que había irrumpido días antes retando a toda la mafia japonesa, aquello le había dado esperanza, esperanza de que pudiera haber una salida, sin embargo al verle allí aquel delgado rayo volvió a apagarse y bajó la cabeza negándose a creer que nunca sería libre.

Tras saber de boca de Kaya lo que estaban haciendo allí decidió bajar en ayuda de Yoshiki que se había quedado solo en el salón y caminó con su habitual elegancia hasta los escalones bajándolos con delicadeza apoyando tan solo las yemas de sus dedos en la barandilla con un gesto tan sutil que parecía casi una caricia, cuando llegó al primer piso y no oyó ruido alguno proveniente del salón en cuestión caminó de puntillas pensando que tal vez su compañero de brillantes mechones ondulados, tan rubios como los suyos propios, estaba dormido, cuando entró en el cuarto pudo ver que en efecto era de ese modo, ya que el cuerpo del amante de Sakurai-sama reposaba sobre unas bellas alfombras nuevas, el bello joven conocido como la princesa sonrió al verle y caminó hasta la columna de mesas que había a una lado comenzando a distribuirlas de una en una en varias filas hasta que estuvieron todas en su sitio, después colocó los pequeños porta velas de cristal azulado en cuyo interior estarían más tarde las velas flotantes y aromáticas que terminarían de ambientar el salón acentuando su aspecto casi marino, después el muchacho se sentó junto al cuerpo del durmiente que se acurrucó contra él en busca de calor mientras el otro rubio colocaba la cabeza de su amigo y compañero de habitación sobre su regazo sumergiendo las puntas de sus delicados dedos blancos en el sedoso cabello tan parecido al que pendía de su propia cabeza, con cuidado removió las mechones ondulados respirando la deliciosa esencia que el champú había dejado en ellos, ante el contacto el bello durmiente comenzó a despertar y se frotó los ojos aún adormilado sonriendo tenuemente al ver quien le estaba acariciando.


Había sido un largo día y eso que aún ni siquiera había llegado la hora de la comida, ninguno necesitaba palabras para saberlo o expresarlo, el más joven de los dos no se molestó en levantarse, sino que permaneció con la cabeza apoyada en los muslos de Hizaki-hime, que cariñosamente siguió tocando su cabello mirando lo hermosa que había quedado a habitación después de que Yoshi-chan la decorara prácticamente solo, y sin embargo no podía dejar de odiarla con todas sus fuerzas, como a todos los cuartos que componían aquella prisión, odiaba lo que representaba, lo que significaba, no había nada en el mundo más repugnante para él que aquella habitación que demostraba su esclavitud.

Dejando de lado su usual entereza, aquella con la que trataba de infundir valor a los demás, cerró los ojos en un gesto de fragilidad que conmovió al chico que reposaba sobre sus piernas, y es que la más bella de las princesas del planeta apenas era capaz de contener las lágrimas, los últimos acontecimientos ocurridos con Kamijo-sama le habían trastornado y ya ni siquiera podía reconocerse al mirar su reflejo en el espejo, era como si una parte de él hubiera muerto, y no tenía solución para eso, finalmente su pecho se deshacía cada vez que veía a su terrible dominador y no pudo evitar que una vez más los recuerdos llegaran a su mente, quería olvidarlo de una vez por todas, pero no podía, era como si algo en su interior se lo impidiera, como si el recuerdo tuviera vida propia y su único objetivo fuera el de destrozar todos sus momentos tranquilos.


--Flash-Back—

Estaba jugando en la habitación con su amigo Kaya que llevaba puesto un vestido blanco, su color favorito, largo hasta las rodillas y unas medias de motitas grises combinadas con unos zapatitos de cuero blanco que en aquel momento estaban tirados de cualquier manera a los pies de la cama, mientras que él tenía el cabello recogido en dos coletas, cuyos mechones cubrían los tirantes del delicado peto-falda rosa claro que llegaba a medio muslo, bajo el que resaltaba una camiseta de manga corta con flores de colores estampadas, junto con unas medias negras y los zapatitos rosas que al igual que los de Kaya estaban desperdigados por el suelo, el chico de pelo blanco portaba un peluche con forma de gato de color azul claro con un enorme lazo en el cuello en color naranja y un osito blanco con un delicado vestido rosa y negro mientras que él solo agarraba a Lavi, juntos movían a los peluches por la superficie del edredón plateado del más joven mientras reían y bromeaban como cualquier niño de su edad, hasta que Kamijo-sama entró en el cuarto que ambos muchachos guardaron un silencio sepulcral, los dos chicos le tenían miedo, y no era para menos, pues juntos habían visto como había pegado a un hombre, que había tratado de propasarse con la princesa, hasta matarlo, el de cabellos castaños caminó hasta la cama donde se sentó enlazando la estrecha cintura de chico rubio de largos cabellos para, a continuación, besar su frente con cariño.


Enfocó sus ojos azules en los oscuros de su princesa que tembló ligeramente ante la profundidad de aquellas pupilas de hielo, después le indicó que caminara junto a él, ya era hora de enseñar al pequeño cual era su auténtica función en aquel lugar, lo llevó hasta la hermosa habitación que había mandado preparar para su bella princesa con el delicado aspecto de un auténtico cuarto real, una vez allí se arrodilló a sus pies quitándole los zapatitos con cuidado, le dijo al niño que soltara su camisa, orden que fue acatada de inmediato por las pequeñas y temblorosas manos del pequeño rubio que no comprendía lo que estaba ocurriendo, cuando por fin pudo deshacer los incordiosos botones se puso colorado al ver el fuerte torso masculino, tan diferente de su pecho delgado de crío, no sabía por qué pero una parte de él quería tocar los músculos marcados del hombre que sonrió soltando el peto con cuidado, dejó que cayera lentamente al suelo e hizo lo propio con las medias mientras Hizaki se removía incómodo, nunca había estado con tan poca ropa delante de alguien, sus piernas delicadas y blancas resaltaban con las sábanas negras bordadas, al igual que los apretaditos slip de ositos, Kamijo acarició las suaves piernas del muchachito rubio que rió al notar cosquillas, se atrevió a tocar la piel pálida que estaba a su disposición dando, sin saberlo, gran placer al de cabellos castaños, que llevaba años esperando aquel momento, y que lo tumbó sobre el lecho haciendo que los largos mechones rubios se desparramaran sobre los almohadones, acarició el pequeño cuerpo terminando de retirar la camisita exponiendo por casi completo el delicioso cuerpo del infante que estaba cada vez más nervioso, sobre todo cuando sintió las manos masculinas de delicados dedos de pianista recorrer su piel. Después observó al hombre soltar su pantalón revelando los calzoncillos negros como el carbón que se apretaban entorno a las intimidades de Kamijo, quien simplemente abrió las piernas de su princesa a la vez que besaba sus labios profundamente, haciendo que el jovencito separara sus labios dándole acceso a su deliciosa cavidad, saboreó el suave gusto de inocencia de su pequeño con deleite mientras continuaba acariciándole las piernas, no tardó mucho en deslizar la última prenda que cubría al niño rubio arrojándola lejos, este se asustó y trató de moverse bajo el cuerpo de su dueño, pero no podía hacer nada en contra de la fuerza de aquel hombre que sin embargo se levantó ligeramente permitiéndole moverse, cada vez estaba más asustado porque era como si una parte de é supiera lo que iba a ocurrir, y pese a las tranquilizadoras palabras de Kamijo-sama seguía teniendo un miedo atroz a lo que iba a ocurrir en aquella habitación.

El de cabellos rizados y castaños acarició con delicadeza su cara justo antes de bajar besando el torso del muchacho hasta colocarse enfrente del pequeño miembro, luego lo acarició suavemente provocando que el muchacho soltara un gemido que a su vez lo hizo sonrojar, nunca nadie le había tocado en esa zona, ni a él se le había ocurrido jamás que podía tocarse ahí, sin embargo el contacto sobre su pene le producía un enorme placer que le torturaba cuando sentía aquellos dedos recorrerlo lentamente, entonces, con la otra mano, Kamijo-sama retiró su propio calzoncillo mostrando su miembro erecto evidentemente más grande que el de su pequeño, que cada vez más avergonzado no podía dejar de observar la rosada punta del enorme y húmedo pene que su dueño poseía, este le tomo la mano llevándola hasta la erección, pasando sus pequeños dedos por ella sintiendo la humedad mojarle, aquello le resultaba vergonzoso pero una parte de él estaba excitado y su mente infantil no comprendía por qué, entonces el hombre le colocó las piernas sobre sus hombros para mostrar el pequeño tesoro virgen que iba a poseer, con cuido vertió unas gotas de lubricante en sus dedos y comenzó a masajear la entrada del pequeño dilatándola poco a poco, cuando introdujo el primer dedo Hizaki gritó.

Un dolor lacerante atravesó su columna aunque se disipó lentamente con las caricias proporcionadas a su primera erección, sin embargo el segundo provocó que se le saltaran las lágrimas, pero el dolor se volvió a disipar, esta vez dejando una molestia punzante en su ano, lo peor fue cuando entró el tercero, el pequeño gritó y se revolvió sollozando sin poder aguantar, era una horrible tortura aunque lo peor llegó después, cuando el pene de su dueño comenzó a abrirse paso en su recto con dificultad desgarrándolo por dentro, pronto, la sangre ayudó a que el miembro de Kamijo-sama terminara de entrar en él, su pequeña erección había desaparecido sin que al hombre de brillantes ojos azules le importara, en aquel momento sentía su pene aprisionado de una forma deliciosa, por lo que se permitió gemir ajeno al dolor que provocaba, finalmente Hizaki se desmayó.

--Fin del Flash-Back—


Una lágrima solitaria se escurrió por a suave mejilla de la princesa que sacudió la cabeza tratando de alejar las memorias al menos un momento, por suerte fue interrumpido por Jasmine que tras acabar de cocinar había subido a avisarlos de que ya estaba la comida lista, entonces el mayor de rubios se levantó corriendo, había olvidado que ese día comía con Kamijo-sama, subió corriendo a la habitación, allí tiró la ropa usada por doquier se lavó en poco tiempo y secó su cabello lo más rápido que pudo, luego se puso un delicado y elegante kimono blanco, parecido a un shiromoku pero con bordados de rosas rojas con espinas, no se calzó solo caminó en dirección a las mesillas donde guardaba los pendientes y demás adornos, escogió una gargantilla de terciopelo negro con un hermoso rubí en el centro y delicadas perlas de coral que pendían del encaje negro de los rebordes, se colocó un delicado conjunto de pequeñas rosas rojas en la cabeza tras hacerse un elegante moño con sus delicados rizos dorados, luego esperó al de cabellos castaños que llegaba tarde, aunque finalmente no le hizo esperar mucho.

Kamijo se había vestido elegante para la ocasión, llevaba un traje de vestir negro, de corte clásico con solapas de seda donde tenía prendida una rosa azul de igual color que la camisa con delicados pliegues bordados a la altura del cuello que estaba bajo el chaleco de terciopelo también negro con bordados en plateado y azul pavo real, llevaba unos zapatos de piel tan negros como los pantalones bajo los que se situaban. Tendió una mano al hermoso joven que caminó con sus delicados pies por el frío suelo hasta una hermosa habitación que no había visto nunca.

Estaba inspirada en los grandes salones de los maharajás indios, con delicadas alfombras bordadas y cojines de seda y telas finas por doquier, también había varias cortinas semitransparentes que caían en cascadas sobre las alfombras, en el centro del cuarto había una mesa con deliciosos manjares europeos, como jamón y cecina junto con pasta italiana y crepes de queso francesas, y al fondo de al cuarto se había colocada una cama baja con sábanas transparentes blancas y cortinas de la misma tela que se arrastraban varios centímetros por el suelo, su color claro contrastaba con el de las paredes, recubiertas con planchas de madera oscura tallada con elaboradas y diversas formas que creaban un ambiente barroco, pero no tan opresivo como habría cabido esperar gracias a la enorme amplitud del salón, el de cabello castaño se sentó sobre un puf de piel tomando la cintura de su princesa y sentándolo en sus rodillas para comenzar a darle la comida.

Yoshiki que había visto como Hizaki salía corriendo, se levantó acompañando a Jasmine hasta la cocina donde Mana le entregó su bandeja, se sentó junto a Kaya que aún tenía manchas de pintura y que había bajado con Klaha, el moreno no tenía una mesa donde comer por lo que se sentó en la suya que era la única que tenía un sitio libre.

Jasmine se había levantado temprano, no había dormido mucho en realidad, ya que había pasado más de media noche jugando al póker con Yuki-sama, el rubio ya había abandonado la cama, tenía un intercambio que hacer por lo que había tenido que irse muy pronto, se vistió con la ropa de la noche anterior para llegar a su cuarto, pero una vez allí se ducho como cada mañana poniéndose luego un cómodo y ancho pantalón negro combinado con una amplia camiseta de rayas moradas y granates que dejaba su hombro derecho al descubierto, se calzó unas zapatillas de felpa rojas y bajó a cocinar sin poder dejar de pensar en Mana, estaba preocupado por el muchacho que como él no había salido de aquella casa en años, y de pronto había sido arrancado del sitio más parecido a un hogar que conocía, pese a que sabía que Gackt-sama había sido liberado no tenía ni idea de cómo podía estar el joven o donde, trató de relegar su preocupación a un rincón de su cabeza para ser capaz de preparar la comida sin quemarla. Primero hizo una Mouse de patata a la que añadió pimienta negra para darle un toque refrescante, después cocinó unas pechugas de pollo a la plancha con diferentes especias aromáticas y le añadió unas rodajas de piña a la ensalada de escarola y queso fresco que acababa de preparar como guarnición.

Como siempre había que hacer dos menús diferentes se decidió por un plato único griego, la mousaka, por lo que comenzó a pelar y a cortar las berenjenas mientras ponía el horno a precalentar, mientras retiraba las pieles duras entró en la cocina su compañero de hermosos ojos de azabache sorprendiéndolo, el chico de delicados rizos castaños pegó un grito de alegría y corrió para abrazar a su amigo que lo recibió encantado, Mana no podía negar que había echado de menos la efusividad de Jasmine.

Juntos como tantas otras veces se dedicaron repartieron las tareas, You continuó troceando las verduras y poniendo las capas de pasta con tomate frito mientras, el otro moreno preparaba la carne picada y la bechamel, una vez estuvo listo dentro del molde añadieron el queso e introdujeron el recipiente en el horno. Durante ese tiempo Mana no había hablado en absoluto pero Jas no le preguntó, sabía que su hermoso compañero de cuarto mantenía sus bellos labios unidos cuando no quería contar lo que le ocurría, es decir casi siempre, por lo que no iba a obligarlo, el joven se había portado muy bien con él, así que se merecía consideración, suspiró mirando la hora, casi era la de la comida, por lo que subió al salón mientras que la hermosa muñeca de porcelana iba a la habitación donde Klaha y en bello albino de ojos cobalto se encontraban.

Cuando avisó a la más reciente incorporación, este se retiró un largo pero rebelde mechón de la cara caminando a su lado hasta la cocina donde el moreno que acababa de regresar repartía las bandejas de comida, luego todos pararon al comedor donde algunas mesas ya se hallaban ocupadas. Kaya y Klaha habían terminado de pintar la habitación de este último de color manzana y le habían añadido varias grecas en un tono más oscuros para dar algo de alegría al lugar dado lo que iba a ocurrir allí, pero no les había dado tiempo de armar la cama porque cuando estaban a punto Mana-chan había llegado indicándoles con un gesto que la comida estaba lista, al parecer el joven había vuelto a su apatismo habitual, sin embargo su mirada tenía un brillo que antes no poseía.

Teru tras desayunar había bajado a la habitación que compartía con Hideto que sin embargo no estaba allí, se vistió con un pantalón corto azul cielo y una camiseta blanca con su nombre escrito, después tomó los utensilios de limpieza que alguien había colocado apoyados en el marco de la puerta comenzando a barrer el suelo con eficacia, desde siempre se había dedicado a la limpieza de la casa pues sus padres tenían cosas que hacer y a él le gustaba ayudar en lo que podía. Ese día todos los muchachos se dedicarían a limpiar sus habitaciones, por lo que tanto Machi como Hero se encontraron mientras llenaban sus respectivos cubos de fregar con el agua necesaria, después cada uno caminó hasta sus habitaciones donde sus compañeros se repartieron las tareas. Era normal para la mayoría aquello, aunque no les hacía sentir mejor, pues eran empleados domésticos además prostitutos. Mientras en sus respectivos cuartos los muchachos públicos limpiaban, en el suyo Teru, que ya había terminado de barrer y pasar el polvo de todos los muebles, tocaba las cuerdas de su guitarra sentado en la cama de Hide, que tras desayunar con Toshi-sama había subido cuando este se había ido a resolver asuntos con su hermano, le observaba con los ojos brillantes por la emoción, había decidido que cuando fuera mayor tendría una guitarra como aquella y que la tocaría mejor que nadie.

El despertador que tenían puesto para avisarles de la hora de la comida sonó de pronto haciendo gritar a pequeño pelirosa que se cayó de la cama haciendo que su compañero de cabellos bicolor tirara la guitarra de cualquier manera sobre el colchón y corriera hacia él que se levantaba sobándose la espalda con gesto de dolor, el mayor de ambos examinó su torso con cuidado extendiendo una suave crema para los moratones sobre la zona afectada calmando el dolor casi de inmediato, luego agarró la mano del pequeño y ambos bajaron a la cocina de donde pasaron al comedor después de hacerse con sus bandejas, una con cada menú. A la vez que esto ocurría Sakurai Atsushi, que tras esperar un rato había abandonado la casa para ir a una reunión de negocios, comía en un elegante restaurante muy satisfecho tras firmar un importante acuerdo con uno de los mayores exportadores de droga hacia a Europa para suministrarle de la mejor mercancía de Asia para el viejo continente, su compañero se marchó pronto porque al contrario que él estaba perseguido en Japón, cuando terminó su carísimo foi de pato exportado expresamente de Francia se levantó acercándose a la ventana desde la que se veía la bahía de Tokio, cuando se aburrió de la vista se dio la vuelta recordando que aún tenía asuntos que atender en la casa con Kamijo y salió del elegante comedor bajando en el ascensor de cristal hasta su nuevo Lamborgini murciélago negro, se dio cuenta de que no había pagado, pero que importaba, el edificio entero era suyo.

sábado, 1 de enero de 2011

¡¡Piratas!! VIII





Capítulo 8: La sombra de la oscuridad

Mana despertó con la primera luz del alba solo en el lecho del pirata, se levantó observando un hermoso kimono azul cobalto bordado con delicadas aves y nubes en las mangas y el cuerpo, mientras que en la falda se apreciaban dibujos de montañas bordados en un hilo tan parecido al de la tela de fondo que parecían diluidos, al lado de la prenda estaba el obi en un precioso tono cielo, sin embargo no tenía calzado apropiado por lo que caminó descalzo tras vestirse hacia la cubierta donde estaba Gackt charlando con su padre mientras Yoshiki acariciaba los cabellos de su hijo pequeño que tenía la cabeza apoyada en su voluminosa barriga embarazada, el pirata de largos cabellos rubios le indicó con un gesto que se acercara mientras empujaba al menor de sus hijos, que dentro de poco tiempo sería el mediano, en la dirección en la que estaban tanto su padre como su hermano mayor después hizo al doncel de cabello azabache arrodillarse junto a su silla y apoyar la cabeza en el lugar donde antes la había tenido Klaha-chan, es decir sobre su abultado vientre, con cuidado acarició el cabello sedoso y negro notando las suaves caricias que le devolvía el chico en su tripa calmando al bebé que en sus últimos meses no paraba de moverse, entonces en ese momento decidió hablar.
-¿Es hermoso verdad?-
Tuvo que esforzarse para poder oír bien al doncel de ojos negros que avergonzado susurró con su delicada voz de prepúber.
-Parece un milagro.-
Era tan impresionante, tan mágico sentir al bebé moviéndose bajo la palma de su mano.
-Es mejor cuando lo sientes dentro.-
Mana le miró asustado y se cayó de culo hacia atrás intentando retirarse y haciendo reír al capitán Hayashi que le observó incrédulo y divertido ante la reacción del doncel más joven.
-Yo, yo no quiero tener bebés…no…no podría…no seré buena mamá.-
Mana se echo a llorar desconsolado y el rubio de largos cabellos ondulados se arrodilló para abrazarle y le obligó a apoyar la cabeza en su hombro con cuidado.
-Estoy seguro de que serás una madre estupenda Mana, eres un chico dulce y tierno bajo esa coraza que te colocas para parecer despiadado, créeme cuando te digo que yo una vez fui como tú en eso, trataba de aparentar que era un ser duro para de ese modo poder demostrar que era capaz de comandar un barco y hacer el mismo trabajo que un hombre, pero eso no impidió que amara a mis hijos por encima de todo.
Eres la pareja que mi pequeño Gackuchin ha elegido, y si no te aceptara no diría esto, pero estoy seguro que serás la madre ideal para mis nietos y que cuidarás de mi hijo.-
Mana devolvió el abrazo a Yoshiki emocionado dándose cuenta de que poco a poco la barrera que había edificado entorno a su corazón comenzaba a quebrarse.
-Gra…gracias Yoshiki-sama.-
-Nee no me llames “sama” que me haces sentir viejo.-
El capitán del Kurenai torció sus labios en un gracioso e infantil puchero que devolvió la alegría al rostro de Mana y luego cuando volvió a esbozar su tranquilizadora sonrisa, Yoshiki, secó las lágrimas de la pálida, casi resplandeciente, piel del hermoso doncel, que después le tendió una mano para hacer que se levantara poco a poco para no dañar al bebé, al cabo de un rato llegaron al lugar donde continuaban hablando sobre la maternidad tanto Gackt como Atsushi que se acercaron interesados en lo que estaban discutiendo, en cuanto el hombre de pelo castaño oyó hablar de niños sonrió como un bebé feliz de los progresos que estaba haciendo su pareja y también contento de la aceptación que estaba recibiendo por parte de su madre, se acercó y los tomó por sorpresa enlazando con sus brazos la cintura del moreno y besándole con cuidado en los labios, ese día Mana no se había puesto maquillaje pero con aquel kimono azul estaba más radiante que nunca, el de ojos castaños no podía apartar sus pupilas de chocolate de los hipnotizantes ojos de azabache mientras sus padres no podían evitar evocar los recuerdos de cuando tenían aquella misma edad y se quedaban durante horas mirándose absortos.
Pero el entrañable momento debía terminar ya que el Heaven’s Heroine tenía que partir, Atsushi tenía una cosa pendiente, una cosa de veinte años que debía aprender a obedecer y Yoshiki debía terminar su embarazo en calma por lo que pese a lo que amaba tener la compañía de su rubio no podía exponerles ni a su hijo ni a él al peligro que conllevaba la misión, al fin y al cabo él se había creado aquel problema y él debía solucionarlo, no necesitaron palabras, ya que ya lo habían hablado, Imai protegería a su esposo con su vida en nombre del mayor de los capitanes Sakurai mientras que Toshi acompañaría al marido de su mejor amigo para protegerle en nombre de su embarazado amor. Al atardecer Yoshiki y Atsushi se fundieron en un apasionado beso antes de que el hombre de largo cabello negro que volvió reticentemente a su hermoso navío de velas negras y zarpó mirando los ojos de su amado hasta que su figura se perdió en el horizonte junto con la luz, mientras las velas con el emblema del clan Sakurai se disolvía en la oscuridad de la noche, el barco navegaría toda la noche hasta alcanzar las aguas de Port Victory donde podría ocuparse del incordioso asunto. Mientras Toshi se encargaba de la navegación con ayuda del entusiasta muchacho nuevo que se ocupaba del turno de noche, el capitán se retiró a idear una estrategia que le permitiera entrar en la colonia sin causar una masacre, ya que por primera vez en su vida atacaba un puerto sin el objetivo de saquearlo.
En el puente de mando Ginga apartaba su cabello azulado indicando a Toshi-sama cual era el rumbo a mantener en el timón principal, porque un navío de primera clase de semejante tamaño no se podía gobernar solo con una rueda, mientras el timonel habitual, Yagami Toll se mantenía en su puesto sujetando firmemente la pesada rueda que sin embargo se guiaba por los movimientos de la otra guiada hábilmente por el moreno segundo que parecía divertirse superando aquel reto, el joven de ropa y cabello tan brillante como el sol de mediodía miraba a su ídolo como si no pudiera creer que estaba allí frente a él aunque los mechones azules que le habían acomplejado de niño no paraban de llegar a sus ojos incordiándole e impidiéndole ver con atención al hombre de ropajes negros que durante toda la noche se mantuvo en su puesto controlando la dirección tal y como había prometido a su amigo y protegido Yoshiki, cuando la mañana del siguiente día terminó de amanecer el joven y entusiasta Ginga dormía apoyado de mala manera en el poste del timón a los pies de Toshi que lo tomó en brazos bajándolo a la bodega de la tripulación donde lo arropó en una de las tantas hamacas durmiéndose él en otra mientras Atsushi subía para encargarse del timón principal junto a Higuchi que como cada día sustituía a su amigo Yagami-san que también como cada día se fue a dormir a la bodega agradeciendo tener una hamaca para él solo y una agradable manta sin chinches.
La rutina de los barcos era aburrida, especialmente para los muchachos jóvenes que se encargaban de fregar la cubierta, uno de estos chicos, el que tenía la sonrisa más hermosa frotaba con todas sus fuerzas, ese día le había tocado limpiar el mascarón de proa y estaba precariamente sostenido en un objeto similar a un columpio pero hecho enteramente de cuerda, con una mano Kai se aferraba al casco del barco y con la otra limpiaba la desgastada madera que representaba a una hermosa dama con alas de ángel a la que los marineros siempre llamaban Angélica, sus pies descalzos se movían al ritmo de la canción que silbaba, desde que había llegado al navío junto con Ginga-san había aprendido a comportarse como un hombre a pesar de que sus escasos once años impedían que su cuerpo levantara más de siete palmos, también había aprendido a silbar y a beber una jarra de ron de un solo trago, algo que pese a no ser muy útil le hacía sentir muy orgulloso, puesto que eran campos de dominación pirata y le acercaban un poco más a la estela de su padre uno de los hombres más importantes de Sakurai Atsushi, su segundo de abordo Imai, que tras embarazar a su madre apenas había vuelto a casa dos veces, pero eso había servido para crear en el pequeño un poderoso recuerdo que le había llevado a abandonar su casa que si bien no era el lugar más seguro del mundo, al menos lo era más que un barco pirata. Su progenitor lo había recibido fríamente porque no le hacía ninguna ilusión que el pequeño inocente y bueno siguiera sus pasos siendo tan joven, sin embargo otro de los chicos del pequeño pueblo pesquero en el que había vivido y que también se había convertido en bucanero se ocupaba de él y lo protegía como si de un hermano se tratara, y Kai no podía sentirse más en deuda con Ginga-san.
Cuando terminó de limpiar a la dama ángel trepó por las cuerdas haciendo gala de toda su agilidad infantil y bajó corriendo a donde el chico de pelo azul descansaba, lo despertó y se tumbó a su lado, mientras el mayor lo acunaba hasta que finalmente se durmió en sus brazos. Ginga observó satisfecho como Kai se dormía, ese niño era tan tierno que le hacía sonreír cada vez que se presentaba ante él como en ese momento ocurría, aunque también hacía aflorar una parte amarga de su persona, él nunca había sido un niño tierno, ni había tenido un padre al que seguir, su destino siempre había estado marcado por la desgracia, primero había perdido a sus progenitores y después había tenido que mendigar comida hasta que había aparecido uno de ellos, de esa gente que explota a los niños y lo había intentado comprar, porque legalmente vivía en un orfanato aunque en la práctica viviera en la calle como un pordiosero, sin embargo los piratas aparecieron y atacaron el puerto, y su infierno terminó, porque el trabajo en el barco era duro, peligroso y si desobedecías una sola orden recibías cincuenta latigazos sin excepción, sin embargo, cuando hacías bien tu trabajo recibías una parte mayor del botín, podías divertirte al desembarcar y podías beber con tus camaradas, pero sobre todo nadie intentaba abusar de ti, podías acostarte con otros hombres cuando estabas en alta mar pero todos sabían que si intentaban forzar a alguien el castigo era ser tirado al mar con una bala atada a los pies, y no era agradable. Finalmente recostó su cabeza acomodando mejor a Kai contra su pecho y se durmió también porque esa noche de nuevo tendría turno de noche.

Atsushi guiaba personalmente su navío mientras veía a sus hombres poner a punto los botes y durante un instante su mente vagó hacia su amado que estaba a más de un día de distancia, y se preguntó que qué estaría haciendo en ese instante. El pirata rubio sentado en la misma silla cómoda de antes devoraba un cuenco de fideos con verduras que Mana había llevado para él, por fin Gackt le dejaba hacer algo aunque eso fuera atender a su madre, pero se alegraba puesto que esa tarea le distraía y no tenía que ver como Klaha comandaba su hermoso junco, lo cual no habría hecho más que deprimirle dada la inexperiencia del chico y lo complicado que era para los hombres novatos el manejar el timón del barco de casco japonés ya que estos, ya habían estado a punto de inundar la cubierta a través de la oquedad que se creaba para poder mover el timón, es decir, el pozo de popa, que si no se sabía manejar terminaba por hundir el junco ante el fuerte oleaje de popa que había comenzado a haber a causa del viento del norte que enfriaba el ambiente anticipando la llegada de la estación fría.
Hacia la noche del segundo día Mana que acababa de despertar en mitad de la noche al sentir como Gackt abandonaba el lecho, se levantó y tras colocarse una larga capa del capitán del Metamorphoze, que aseguró con un cinturón a modo de túnica, salió a cubierta tras él, y lo que vio estuvo a punto de provocarle un ataque al corazón, su barco, el terrorífico Dix Inferno hacía aguas, mientras los muchachos de Klaha y el propio hermano, mayor de los Sakurai trataban sin éxito de enderezar el timón provocando que el agua entrara aún más deprisa en el junco a través del pozo de proa, Mana corrió hasta Gackt que desde el puente de mando trataba de hallar una solución, el doncel tiró de la manga del más joven de los capitanes Sakurai que se volvió encontrándose con la hermosa cara del doncel de cabellos de azabache que desesperado trató de hacerle entender que tenía que volver a su barco con la tripulación para evitar que se hundiera, sin embargo el hombre de ojos castaños no confiaba en él y por lo tanto se negó, aunque no estaba dispuesto a perder el Dix y en cuanto Gackt se volvió para seguir dando instrucciones se soltó el cinturón y dejando caer la capa se echó al mar solo con la amplia pero corta camisola que usaba para dormir, nadó ignorando los gritos del hombre que le había mostrado la auténtica cara del sexo y con gran habilidad se enganchó a la cadena del ancla de estribor trepando por ella como un mono sube las ramas de los árboles hasta llegar a su amada cubierta, una vez allí corrió hasta Klaha que sujetaba patéticamente el timón, lo apartó de un empujón y tomando el madero vertical con las dos manos lo bajó hasta hundirlo lo máximo posible ordenando que soltaran las velas y levaran anclas si no querían morir.
Los hombres asustados hicieron lo que decía y el barco poco a poco comenzó a moverse con lentitud hasta que estuvo a salvo, o eso creía pues al cabo de unos pocos momentos el junco comenzó a sacudirse y un fuerte golpe hizo que Mana saliera despedido golpeándose fuertemente en la cabeza y cayó por la borda mientras Klaha gritaba y corría tratando de salvar su cuerpo. En el barco de enfrente el capitán, frenético, oteaba el mar que estaba ante sí con un catalejo, sin embargo no veía nada, hacía unos minutos una fuerte niebla se había levantado, una niebla que nublaba su visión frustrando los intentos por establecer contacto y entonces, cuando el casco de su propio barco pasó tan cerca de las rocas que su catalejo se rompió al chocar se dio cuenta, estaban en el las islas de la Trinidad, el lugar más peligroso del mundo para navegar, ni siquiera los peces lo frecuentaban salvo los tiburones, por lo que cuando salieron de aquella especie de gruta y volvieron a mar abierto, y pudo escuchar los gritos del Dix de “hombre al agua” y los de su hermano gritando el nombre del doncel que amaba no lo dudó, se quitó la camisa, desenvainó la espada con el emblema del cerezo, y tomando en su mano izquierda la pistola se echó al mar.
Mana comenzó a despertar al sentir que no podía respirar, se dio cuenta de que había caído al agua, trató de subir a la superficie sin embargo notó unos golpes en su cuerpo que le asustaron, podía ver formas en el agua pero no sabía que eran, hasta que sintió la aleta bajo su espalda, y trató más que nunca de subir, los tiburones comenzaron a moverse hacia él que había tratado de nadar hacia arriba sin apenas conseguir avanzar, cuando sintió los dientes de uno de aquellos monstruos rozar su pierna se perdió el poco aire que le que la daba en los pulmones y estuvo seguro de que iba a morir, al menos hasta que vio un fuerte fogonazo en la superficie que iluminó todo a su alrededor, a continuación un bulto entró en el agua y esta se tiñó de sangre de los peces que fueron masacrados por el hombre que justo un segundo después atrapó su cintura subiéndole a la superficie obligándole a respirar.
Mana fue izado hasta la cubierta por varios hombres que ayudaron a su capitán antes de que más tiburones se acercaran al agua atraídos por el olor de la sangre, Gackt tendió el cuerpo de su amante cuan largo era y apretó el delgado pecho que casi se veía a través de la tela blanca empapada, el joven comenzó a toser todo el agua que había tragado temblando aún por la terrible experiencia, el hombre cuya piel tostada se reflejaba a la luz de los faroles, lo tomó en brazos hasta llegar a su camarote tras ordenar que echaran el ancla, tendrían que salir de allí por la mañana. Klaha que había oído el sonido del disparo y los gritos de los marineros del barco de su hermano respiró tranquilo y respondió a las órdenes de Gackt imitándole al ordenar que echaran el ancla. Mana se movió cuando su amante pasó por su pierna un paño rozando los rasguños que los dientes de aquel tiburón habían dejado en la finísima piel de su extremidad, lo primero que el capitán había hecho al entrar en la habitación había sido retirarle la ropa empapada y entregarle un grueso pero suave paño para que se envolviera en él, lo segundo había sido desnudarse y secarse él mismo y finalmente hacerle exponer su pierna para curársela que era lo que estaba ocurriendo en ese momento, al menos hasta que Yoshiki entró corriendo poniéndose la mano en la zona baja del vientre, acababa de romper aguas.
Gackt se alarmó al ver a su madre en semejante estado, pues había sido muy pequeño cuando su hermano había nacido y ni siquiera se había enterado, el propio Yoshiki no paraba de hiperventilar, Atsushi no estaba y dudaba que su hijo hubiera atendido un parto, sin embargo el joven de largos cabellos de azabache y hermosos ojos del mismo color no tuvo inconveniente alguno en levantarse y ayudarle a recostar su cuerpo en la cama, entonces Mana se dirigió a su amante, y con su habitual expresión imperturbable comenzó a darle órdenes.

-Trae a Közi, su madre era partera y sabe qué hacer, trae también agua caliente y trapos limpios, ah, y consigue ungüentos calmantes y relajantes para la piel.-
El hombre de ojos de chocolate asintió e hizo lo que su amante le había ordenado dejando a los dos donceles solos, Mana se acercó al yaciente acariciando su frente perlada de sudor con cuidado, retirando los largos cabellos hacia atrás y retirando le vestido suavemente para poder separar las piernas mostrando el canal de parto que comenzaba a dilatarse.

-Tranquilo, Yoshiki-san, está comenzando a dilatar perfectamente, en unas dos horas ya tendrá al hermoso bebé entre sus brazos.-

-Gracias, Mana-chan, pero por primera vez en mi vida, tengo miedo, no…no quiero que le pase nada a mi pequeño.-

-Estoy seguro de que será un bebé hermoso, y de que no le ocurrirá nada malo.-
-Pe…pero viene antes de lo previsto.-

-No importa, estará bien, ¿nunca le ha ocurrido que sabe algo pero no puede explicar cómo? Pues a mí me ocurre eso ahora, sé que el bebé estará bien.-

Cuando llegaron los dos hombres con lo que Mana había pedido, este se retiró dejando a su segundo que tomara su lugar para examinar al embarazado, el de rizos pelirrojos tanteó con cuidado el canal de parto del legendario pirata rubio que comenzaba a dilatarse con más dificultad, entonces alcanzó un pequeño tarro, lo destapó y cubrió la entrada con una pasta verde que le ayudaría a relajarse y acelerar la apertura del conducto, al cabo de un momento se comenzaron a ver los efectos cuando los músculos del pasaje comenzaron a distenderse con mayor facilidad permitiendo que el dolor del doncel remitiera considerablemente y que por tanto que la presión que ejercía en las manos de su hijo mayor y el amante de este también se redujera para alivio de ambos que pudieron recuperar la sensibilidad de sus dedos, gracias a los cuidados de Közi no pasó mucho antes de que el canal de parto estuviera dilatado casi por completo, mientras el hombre de cabellos de fuego retiraba sus caracolillos hacia atrás a la vez que hacía los ejercicios de respiración junto con Yoshiki que cada vez estaba más asustado y nervioso sudando a más no poder porque no conseguía respirar bien, sin embargo cuando el fuerte dolor comenzó de nuevo y las contracciones se hicieron presentes otra vez haciendo gritar de forma desgarradora al avezado pirata que volvió a apretar las manos de Mana y Gackt tratando de empujar, sin embargo el segundo del capitán del Dix Inferno le detuvo, si comenzaba a pujar antes de tiempo podía desnucar al bebé.

No tuvieron que esperar mucho tiempo antes de que Közi diera el visto bueno para que Yoshiki comenzara a apretar sus músculos para obligar al pequeño bebé a salir del cálido vientre de su mamá, los gritos se sucedieron junto con los intentos del partero por tranquilizarlo aunque finalmente los llantos del bebé los que llenaron la habitación junto con las risas y llantos de emoción de las personas allí reunidas, cuando hubo limpiado al diminuto Sakurai, Közi se lo entregó a la orgullosa mamá que acarició una de las manitas cuyos dedos se apretaron con fuerza contra el pulgar de su madre que se echó a llorar de la emoción, mientras Gackt que intentaba mantener su reputación a salvo abrazó a Mana cuyas lágrimas ya corrían por sus mejillas, e intentó esconder su propio llanto en el hombro del bello doncel que por primera vez en su vida se sintió completo y absolutamente feliz. Entonces Yoshiki sonrió mirando al bebé a su carita dormida y rozó las puntas de sus narices.

-Tienes cara de Miyavi, cariño.-

Atsushi sacudió la cabeza y a continuación retiró los mechones de azabache que se habían quedado en su cara y continuó sujetando firmemente el timón, había sentido como si algo excepcionalmente importante le hubiera ocurrido a su amor y unas terribles ganas de correr a buscarlo lo invadieron, sin embargo debía continuar con su misión, aquel estúpido le se las iba a pagar, sobre todo por haberle apartado de su esposo embarazado en semejante momento, continuó con el rumbo tratando de desterrar de su mente los malos recuerdos que esa misión le provocaba, y es que había cometido muchos errores en su vida, pero haber dejado con vida a aquel maldito había sido, sin duda, el mayor de todos, observó la en la lejanía como la oscuridad comenzaba a abrirse paso mientras la luz anaranjada del amanecer se difuminaba poco a poco en un mar de noche que le avisaba del poco trayecto que les quedaba ya, mientras a exactamente a la misma distancia de su destino, en la dirección opuesta un hombre de cabellos de fuego acariciaba los cabellos castaños de su pequeño amante, Machi no podía despegar sus ojos del cuerpo de Emiru, tampoco podía quitarse de la cabeza la preocupación que sentía por Hizaki-hime, al fin y al cabo conocía al rubio desde que ambos eran unos críos y no podía ni imaginar lo que el Capitán Kamijo estaba sintiendo en ese momento, él no tenía hermanos sin embargo sí que podía imaginar cómo sería su vida tras perder al doncel que en ese momento descasaba entre sus brazos, y es que a pesar de toda la dureza que trataba de demostrar en todas sus acciones, en sus palabras y gestos en el fondo solo trataba de proteger su corazón del dolor que ya había sufrido una vez ya que no estaba dispuesto volver a pasar por ello de nuevo.

Había sido un niño sin hogar como tantos otros en las calles de París, sus padres no habían podido ni querido criar a su séptimo hijo y lo habían vendido a una factoría de tintes, la vida era dura e injusta en la factoría, los más pequeños apenas sobrevivían de hecho él a punto había estado de morir intoxicado en varias ocasiones, sin embargo con el tiempo había aprendido a luchar, no con armas sino con su fuerte carácter contra las adversidades y se había convertido en todo un hombre, que gastaba su paga en alcohol y mujerzuelas, pues pese a su relativamente corta edad, había visto más mundo que la mayoría, sin embargo su terrible existencia dio un completo giro cuando un antiguo vicealmirante, el más joven con esa distinción de la historia de Francia, había seguido los pasos de su padre y había secuestrado la fragata que rápidamente se había convertido en la joya de la corona al igual que el palacio del que llevaba el nombre, la Versailles, el barco más bello que jamás había existido y que tras la muerte del legendario capitán L’Espanaye había regresado a manos de la corona. Se había enrolado en la tripulación para huir de los cargos de asesinato que pesaban contra él y que lo habrían llevado directamente al cadalso a pesar de que simplemente se había defendido de un proxeneta demasiado celoso, también le había convencido la reputación del capitán Kamijo que parecía destinado a seguir los pasos de su padre convirtiéndose en L’Espanaye, un título que indicaba la habilidad sin igual del mejor pirata francés, solo comparable a la de los capitanes Sakurai y Hayashi, allá, en la lejana Asia.

De hecho uno de aquellos legendarios capitanes se retiraba a su camarote recogiendo sus largos mechones tan oscuros como la noche en una coleta para liberarse de la constante y tediosa tarea que era tener que retirar su cabello una y otra vez de los ojos, ya que el viento no amainaba y tampoco daba tregua a su pelo. Como cada noche cedió el timón a sus subordinados que sabrían realizar su cometido con eficacia, como siempre hacían y tras entrar en la amplia pero gótica habitación se sentó en la silla de ébano a la que todos sus marineros llamaban “el trono” por su aspecto de asiento real, no tenía patas, sino que el asiento se apoyaba en una base alta con reposapiés incorporado cuya estructura estaba tallada con arcos apuntados bajo los cuales escenas de La Divina Comedia de Dante se sucedían comenzando por los niveles del infierno hasta llegar a las estructuras celestiales en la zona de la cabeza, el cojín y los apoyabrazos estaban realizados en el terciopelo granate más fino de toda la creación y cada vez que comenzaban a estropearse, él personalmente, buscaba al maestro artífice de tan tamaña maravilla para que los cambiara. Frente a sus ojos el escritorio de caoba cubierto de plumas, tinteros, pergaminos, mapas e instrumentos de medición y cálculo, aportaba el único punto de calidez al camarote mientras que las cortinas que en aquel momento le impedían observar la luna llena eran de un terciopelo negro que contribuía a crear aquel ambiente claustrofóbico del que tanto disfrutaba.

Apartada tras dos hermosos biombos se encontraba la cama, un bello conjunto con dosel, cuyas cortinas de raso rojo sangre con sábanas exactamente idénticas lo hacían ver erótico y sensual incluso cuando Yoshiki no estaba entre ellas, aunque por supuesto en ese caso no les veía interés alguno, al lado de las columnas de estilo gótico que hacían parecer que la cama brotaba directamente de la pared, se situaban dos pequeñas mesitas hechas con dos únicos bloques de madera que contenían sus libros en los cajones, al menos los libros que más leía, porque el resto estaban en tres vitrinas iguales ancladas a la pared al lado de las cortinas negras que tras levantarse abrió dejando pasar la luz blanquecina de los rayos de la luna que dieron directamente en su cara haciendo que la pálida piel de su perfil se iluminara como si brillara con luz propia, sus ojos reflejaron el contraste que había entre sus dos almas, la blanca, que su familia y en especial Yoshiki conseguían hacer salir a flote, y la negra, aquella que solo sus más acérrimos enemigos conocían, para su desgracia.

Se sentó de nuevo en su trono solo iluminado por la tenue luz de las delicadas velas de los candelabros de pie tallados en plata, regalo de una de las tantas amantes que había tenido antes de conocer a Yoshi, una de las tantas a las que desechó, y sin embargo una de las pocas a las que recordaba, aunque solo fuera porque el fruto de su vientre le estaba dando quebraderos de cabeza tratando de conquistar todos sus puertos para la corona, debía admitir que su hijo había salido a él en su cabezonería y su habilidad naval, sin embargo, era esa misma pericia y esa misma terquedad las que le causaban dolores de cabeza. Ciertamente era como si el chico que en ese momento debía de tener unos veinte años le estuviera persiguiendo y ese hecho era el que provocaba que ni siquiera conociera su aspecto, pero no era necesario, cuando lo viera sabría reconocer al fruto de su semilla. No supo cuanto tiempo estuvo en aquella posición pensando en aquel crío que amenazaba con destruir lo que había construido junto al bello Hayashi de largos cabellos de oro, sin embargo el amanecer lo sorprendió en la misma posición sin haber dormido en absoluto.

Atsushi se levantó estirando los músculos adoloridos por la noche en vela y salió a cubierta cuando Toshi se retiraba, saludó al segundo de su amor que correspondió al saludo con igual gesto, mientras con la otra mano se tapaba los ojos que se habían resentido con el cambio lumínico, quedaba otro aburrido día antes de alcanzar su destino pero estaba seguro de que al final de ese, cuando casi diera la noche, el puerto estaría a su merced. Y tal como había previsto cuando el sol comenzaba a ocultarse dando paso a la luna tan hermosa y tan llena como el día anterior el avezado bucanero se irguió comandando el navío a la entrada del puerto personalmente, entonces enfrente suyo pudo observar una hermosa fragata francesa que si no se equivocaba pertenecía a L’Espanaye, y se preguntó que qué haría allí.
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Hizaki entró al hermoso y amplio cuarto que había ocupado en la casa del recién nombrado Contralmirante desde su llegada a puerto, aún podía recordarla con caridad pues aquel día hacía una noche tan hermosa como aquella, la luna brillaba en el cielo de igual forma, aunque aquel día hacía luna menguante y hoy se veía una orgullosa luna llena coronando el firmamento que se le antojó tan oscuro y misterioso como los ojos del hombre que ahora era su prometido. Con cuidado levantó al pequeño gatito gris y blanco que ahora era su mascota de la cama y lo depositó en la cesta que le había conseguido, luego lo tapó con una mantita morada y se dispuso a desvestirse. Se quitó el asfixiante vestido rosado y el aún más asfixiante corsé y se colocó una prenda más floja y cómoda para dormir, ahora que iba a formar parte de la alta sociedad de las colonias no podía dormir desnudo o semidesnudo, sino que debía conservar la ropa interior, es decir, las medias y los pantaloncillos.

Dio un suspiro, se introdujo bajo las mantas extrañando el olor de la brisa del mar y el notar como el oleaje movía el barco y por consiguiente el suelo de su camarote, cuando apoyó su cabeza sobre la almohada de nuevo llegaron las imágenes de aquel día, cuando el navío atracó en puerto Asagi le hizo vestirse con un delicado pero sencillo vestido blanco y bajar agarrado a su brazo, después dijo algo en inglés que no fue capaz de entender porque no hablaba la lengua de la Reina, su único idioma era el francés, aunque entendió fiancée lo que le produjo mucho nerviosismo sobre todo cuando el moreno besó su frente, después le enseñó la casa y la que iba a ser su habitación, era amplia, con las paredes en blanco roto con delicadas grecas verticales de flores en el mismo color que ponían de relieve una sobriedad y elegancia que disminuía la sensación de recargo que los elaborados muebles de corte francés aportaban, estos estaban diseñados en madera rojiza primorosamente tallada con complicados diseños naturales y celestiales, con ángeles y representaciones del Jardín del Edén en sus patas y columnas, las telas que componían las cortinas del lecho reforzaban el ambiente discreto que la pared creaba con sus tonos vaporosos en rojo oscuro y verde pálido, aunque en el borde tenían dos cintas bordadas en verde hierba y rojo fuego respectivamente, en cambio las cortinas que cubrían los amplios ventanales con vistas a la playa salvaje de New Virginia, tenían dos capas de diferente clase textil, las exteriores era de terciopelo granate y las interiores de raso bordado con motivos vegetales que constituía un auténtico tesoro oriental, puesto que los dibujos de pájaros tales como faisanes dorados, criaturas míticas como dragones voladores y plantas asiáticas como la flor de loto creaban un conjunto fantástico que solo se podía dar en las misteriosas tierras del Oriente, el hermoso doncel no pudo ni quiso evitar que su mirada ya somnolienta se perdiera en aquellas líneas casi mágicas.

Cerró los ojos del todo y la última imagen de Asagi mostrándole un simple pero hermoso anillo con un delicado diamante engastado en oro blanco llegó a su mente, el moreno no le había dado más opción y él mismo no había encontrado una salida mejor que la de aceptar el compromiso, decidió dormir porque por la mañana tendría que probarse el vestido de novia.

Teru se revolvía como un felino en su celda, no podía creer que había salido vivo, sin embargo lo que realmente odiaba eran esos barrotes que le impedían abrazar y consentir a su princesa.

Mientras tanto también en la casa el Contralmirante terminaba de firmar los documentos propios de los muchos barcos que estaban bajo su gobierno, se frotó los ojos con gesto cansado y los cerró durante un instante antes de continuar leyendo los informes, y es que a pesar de haber obtenido su ascenso apenas unos pocos días antes tenía mucho trabajo porque su predecesor había muerto sin poder concluir muchas de las operaciones, finalmente lo dejó por imposible decidiendo que concluiría al día siguiente y apagó la luz del candil que le iluminaba cerrando la puerta de estudio, es silencio caminó hasta la habitación que le había dado a su prometido y observó satisfecho como dormía, anduvo hasta su propio cuarto deseando sentir ya el cuerpo del pirata rubio contra el suyo, se desnudó y acostó sin saber que conseguir lo que deseaba sería esa vez más complicado que nunca.