sábado, 1 de enero de 2011

¡¡Piratas!! VIII





Capítulo 8: La sombra de la oscuridad

Mana despertó con la primera luz del alba solo en el lecho del pirata, se levantó observando un hermoso kimono azul cobalto bordado con delicadas aves y nubes en las mangas y el cuerpo, mientras que en la falda se apreciaban dibujos de montañas bordados en un hilo tan parecido al de la tela de fondo que parecían diluidos, al lado de la prenda estaba el obi en un precioso tono cielo, sin embargo no tenía calzado apropiado por lo que caminó descalzo tras vestirse hacia la cubierta donde estaba Gackt charlando con su padre mientras Yoshiki acariciaba los cabellos de su hijo pequeño que tenía la cabeza apoyada en su voluminosa barriga embarazada, el pirata de largos cabellos rubios le indicó con un gesto que se acercara mientras empujaba al menor de sus hijos, que dentro de poco tiempo sería el mediano, en la dirección en la que estaban tanto su padre como su hermano mayor después hizo al doncel de cabello azabache arrodillarse junto a su silla y apoyar la cabeza en el lugar donde antes la había tenido Klaha-chan, es decir sobre su abultado vientre, con cuidado acarició el cabello sedoso y negro notando las suaves caricias que le devolvía el chico en su tripa calmando al bebé que en sus últimos meses no paraba de moverse, entonces en ese momento decidió hablar.
-¿Es hermoso verdad?-
Tuvo que esforzarse para poder oír bien al doncel de ojos negros que avergonzado susurró con su delicada voz de prepúber.
-Parece un milagro.-
Era tan impresionante, tan mágico sentir al bebé moviéndose bajo la palma de su mano.
-Es mejor cuando lo sientes dentro.-
Mana le miró asustado y se cayó de culo hacia atrás intentando retirarse y haciendo reír al capitán Hayashi que le observó incrédulo y divertido ante la reacción del doncel más joven.
-Yo, yo no quiero tener bebés…no…no podría…no seré buena mamá.-
Mana se echo a llorar desconsolado y el rubio de largos cabellos ondulados se arrodilló para abrazarle y le obligó a apoyar la cabeza en su hombro con cuidado.
-Estoy seguro de que serás una madre estupenda Mana, eres un chico dulce y tierno bajo esa coraza que te colocas para parecer despiadado, créeme cuando te digo que yo una vez fui como tú en eso, trataba de aparentar que era un ser duro para de ese modo poder demostrar que era capaz de comandar un barco y hacer el mismo trabajo que un hombre, pero eso no impidió que amara a mis hijos por encima de todo.
Eres la pareja que mi pequeño Gackuchin ha elegido, y si no te aceptara no diría esto, pero estoy seguro que serás la madre ideal para mis nietos y que cuidarás de mi hijo.-
Mana devolvió el abrazo a Yoshiki emocionado dándose cuenta de que poco a poco la barrera que había edificado entorno a su corazón comenzaba a quebrarse.
-Gra…gracias Yoshiki-sama.-
-Nee no me llames “sama” que me haces sentir viejo.-
El capitán del Kurenai torció sus labios en un gracioso e infantil puchero que devolvió la alegría al rostro de Mana y luego cuando volvió a esbozar su tranquilizadora sonrisa, Yoshiki, secó las lágrimas de la pálida, casi resplandeciente, piel del hermoso doncel, que después le tendió una mano para hacer que se levantara poco a poco para no dañar al bebé, al cabo de un rato llegaron al lugar donde continuaban hablando sobre la maternidad tanto Gackt como Atsushi que se acercaron interesados en lo que estaban discutiendo, en cuanto el hombre de pelo castaño oyó hablar de niños sonrió como un bebé feliz de los progresos que estaba haciendo su pareja y también contento de la aceptación que estaba recibiendo por parte de su madre, se acercó y los tomó por sorpresa enlazando con sus brazos la cintura del moreno y besándole con cuidado en los labios, ese día Mana no se había puesto maquillaje pero con aquel kimono azul estaba más radiante que nunca, el de ojos castaños no podía apartar sus pupilas de chocolate de los hipnotizantes ojos de azabache mientras sus padres no podían evitar evocar los recuerdos de cuando tenían aquella misma edad y se quedaban durante horas mirándose absortos.
Pero el entrañable momento debía terminar ya que el Heaven’s Heroine tenía que partir, Atsushi tenía una cosa pendiente, una cosa de veinte años que debía aprender a obedecer y Yoshiki debía terminar su embarazo en calma por lo que pese a lo que amaba tener la compañía de su rubio no podía exponerles ni a su hijo ni a él al peligro que conllevaba la misión, al fin y al cabo él se había creado aquel problema y él debía solucionarlo, no necesitaron palabras, ya que ya lo habían hablado, Imai protegería a su esposo con su vida en nombre del mayor de los capitanes Sakurai mientras que Toshi acompañaría al marido de su mejor amigo para protegerle en nombre de su embarazado amor. Al atardecer Yoshiki y Atsushi se fundieron en un apasionado beso antes de que el hombre de largo cabello negro que volvió reticentemente a su hermoso navío de velas negras y zarpó mirando los ojos de su amado hasta que su figura se perdió en el horizonte junto con la luz, mientras las velas con el emblema del clan Sakurai se disolvía en la oscuridad de la noche, el barco navegaría toda la noche hasta alcanzar las aguas de Port Victory donde podría ocuparse del incordioso asunto. Mientras Toshi se encargaba de la navegación con ayuda del entusiasta muchacho nuevo que se ocupaba del turno de noche, el capitán se retiró a idear una estrategia que le permitiera entrar en la colonia sin causar una masacre, ya que por primera vez en su vida atacaba un puerto sin el objetivo de saquearlo.
En el puente de mando Ginga apartaba su cabello azulado indicando a Toshi-sama cual era el rumbo a mantener en el timón principal, porque un navío de primera clase de semejante tamaño no se podía gobernar solo con una rueda, mientras el timonel habitual, Yagami Toll se mantenía en su puesto sujetando firmemente la pesada rueda que sin embargo se guiaba por los movimientos de la otra guiada hábilmente por el moreno segundo que parecía divertirse superando aquel reto, el joven de ropa y cabello tan brillante como el sol de mediodía miraba a su ídolo como si no pudiera creer que estaba allí frente a él aunque los mechones azules que le habían acomplejado de niño no paraban de llegar a sus ojos incordiándole e impidiéndole ver con atención al hombre de ropajes negros que durante toda la noche se mantuvo en su puesto controlando la dirección tal y como había prometido a su amigo y protegido Yoshiki, cuando la mañana del siguiente día terminó de amanecer el joven y entusiasta Ginga dormía apoyado de mala manera en el poste del timón a los pies de Toshi que lo tomó en brazos bajándolo a la bodega de la tripulación donde lo arropó en una de las tantas hamacas durmiéndose él en otra mientras Atsushi subía para encargarse del timón principal junto a Higuchi que como cada día sustituía a su amigo Yagami-san que también como cada día se fue a dormir a la bodega agradeciendo tener una hamaca para él solo y una agradable manta sin chinches.
La rutina de los barcos era aburrida, especialmente para los muchachos jóvenes que se encargaban de fregar la cubierta, uno de estos chicos, el que tenía la sonrisa más hermosa frotaba con todas sus fuerzas, ese día le había tocado limpiar el mascarón de proa y estaba precariamente sostenido en un objeto similar a un columpio pero hecho enteramente de cuerda, con una mano Kai se aferraba al casco del barco y con la otra limpiaba la desgastada madera que representaba a una hermosa dama con alas de ángel a la que los marineros siempre llamaban Angélica, sus pies descalzos se movían al ritmo de la canción que silbaba, desde que había llegado al navío junto con Ginga-san había aprendido a comportarse como un hombre a pesar de que sus escasos once años impedían que su cuerpo levantara más de siete palmos, también había aprendido a silbar y a beber una jarra de ron de un solo trago, algo que pese a no ser muy útil le hacía sentir muy orgulloso, puesto que eran campos de dominación pirata y le acercaban un poco más a la estela de su padre uno de los hombres más importantes de Sakurai Atsushi, su segundo de abordo Imai, que tras embarazar a su madre apenas había vuelto a casa dos veces, pero eso había servido para crear en el pequeño un poderoso recuerdo que le había llevado a abandonar su casa que si bien no era el lugar más seguro del mundo, al menos lo era más que un barco pirata. Su progenitor lo había recibido fríamente porque no le hacía ninguna ilusión que el pequeño inocente y bueno siguiera sus pasos siendo tan joven, sin embargo otro de los chicos del pequeño pueblo pesquero en el que había vivido y que también se había convertido en bucanero se ocupaba de él y lo protegía como si de un hermano se tratara, y Kai no podía sentirse más en deuda con Ginga-san.
Cuando terminó de limpiar a la dama ángel trepó por las cuerdas haciendo gala de toda su agilidad infantil y bajó corriendo a donde el chico de pelo azul descansaba, lo despertó y se tumbó a su lado, mientras el mayor lo acunaba hasta que finalmente se durmió en sus brazos. Ginga observó satisfecho como Kai se dormía, ese niño era tan tierno que le hacía sonreír cada vez que se presentaba ante él como en ese momento ocurría, aunque también hacía aflorar una parte amarga de su persona, él nunca había sido un niño tierno, ni había tenido un padre al que seguir, su destino siempre había estado marcado por la desgracia, primero había perdido a sus progenitores y después había tenido que mendigar comida hasta que había aparecido uno de ellos, de esa gente que explota a los niños y lo había intentado comprar, porque legalmente vivía en un orfanato aunque en la práctica viviera en la calle como un pordiosero, sin embargo los piratas aparecieron y atacaron el puerto, y su infierno terminó, porque el trabajo en el barco era duro, peligroso y si desobedecías una sola orden recibías cincuenta latigazos sin excepción, sin embargo, cuando hacías bien tu trabajo recibías una parte mayor del botín, podías divertirte al desembarcar y podías beber con tus camaradas, pero sobre todo nadie intentaba abusar de ti, podías acostarte con otros hombres cuando estabas en alta mar pero todos sabían que si intentaban forzar a alguien el castigo era ser tirado al mar con una bala atada a los pies, y no era agradable. Finalmente recostó su cabeza acomodando mejor a Kai contra su pecho y se durmió también porque esa noche de nuevo tendría turno de noche.

Atsushi guiaba personalmente su navío mientras veía a sus hombres poner a punto los botes y durante un instante su mente vagó hacia su amado que estaba a más de un día de distancia, y se preguntó que qué estaría haciendo en ese instante. El pirata rubio sentado en la misma silla cómoda de antes devoraba un cuenco de fideos con verduras que Mana había llevado para él, por fin Gackt le dejaba hacer algo aunque eso fuera atender a su madre, pero se alegraba puesto que esa tarea le distraía y no tenía que ver como Klaha comandaba su hermoso junco, lo cual no habría hecho más que deprimirle dada la inexperiencia del chico y lo complicado que era para los hombres novatos el manejar el timón del barco de casco japonés ya que estos, ya habían estado a punto de inundar la cubierta a través de la oquedad que se creaba para poder mover el timón, es decir, el pozo de popa, que si no se sabía manejar terminaba por hundir el junco ante el fuerte oleaje de popa que había comenzado a haber a causa del viento del norte que enfriaba el ambiente anticipando la llegada de la estación fría.
Hacia la noche del segundo día Mana que acababa de despertar en mitad de la noche al sentir como Gackt abandonaba el lecho, se levantó y tras colocarse una larga capa del capitán del Metamorphoze, que aseguró con un cinturón a modo de túnica, salió a cubierta tras él, y lo que vio estuvo a punto de provocarle un ataque al corazón, su barco, el terrorífico Dix Inferno hacía aguas, mientras los muchachos de Klaha y el propio hermano, mayor de los Sakurai trataban sin éxito de enderezar el timón provocando que el agua entrara aún más deprisa en el junco a través del pozo de proa, Mana corrió hasta Gackt que desde el puente de mando trataba de hallar una solución, el doncel tiró de la manga del más joven de los capitanes Sakurai que se volvió encontrándose con la hermosa cara del doncel de cabellos de azabache que desesperado trató de hacerle entender que tenía que volver a su barco con la tripulación para evitar que se hundiera, sin embargo el hombre de ojos castaños no confiaba en él y por lo tanto se negó, aunque no estaba dispuesto a perder el Dix y en cuanto Gackt se volvió para seguir dando instrucciones se soltó el cinturón y dejando caer la capa se echó al mar solo con la amplia pero corta camisola que usaba para dormir, nadó ignorando los gritos del hombre que le había mostrado la auténtica cara del sexo y con gran habilidad se enganchó a la cadena del ancla de estribor trepando por ella como un mono sube las ramas de los árboles hasta llegar a su amada cubierta, una vez allí corrió hasta Klaha que sujetaba patéticamente el timón, lo apartó de un empujón y tomando el madero vertical con las dos manos lo bajó hasta hundirlo lo máximo posible ordenando que soltaran las velas y levaran anclas si no querían morir.
Los hombres asustados hicieron lo que decía y el barco poco a poco comenzó a moverse con lentitud hasta que estuvo a salvo, o eso creía pues al cabo de unos pocos momentos el junco comenzó a sacudirse y un fuerte golpe hizo que Mana saliera despedido golpeándose fuertemente en la cabeza y cayó por la borda mientras Klaha gritaba y corría tratando de salvar su cuerpo. En el barco de enfrente el capitán, frenético, oteaba el mar que estaba ante sí con un catalejo, sin embargo no veía nada, hacía unos minutos una fuerte niebla se había levantado, una niebla que nublaba su visión frustrando los intentos por establecer contacto y entonces, cuando el casco de su propio barco pasó tan cerca de las rocas que su catalejo se rompió al chocar se dio cuenta, estaban en el las islas de la Trinidad, el lugar más peligroso del mundo para navegar, ni siquiera los peces lo frecuentaban salvo los tiburones, por lo que cuando salieron de aquella especie de gruta y volvieron a mar abierto, y pudo escuchar los gritos del Dix de “hombre al agua” y los de su hermano gritando el nombre del doncel que amaba no lo dudó, se quitó la camisa, desenvainó la espada con el emblema del cerezo, y tomando en su mano izquierda la pistola se echó al mar.
Mana comenzó a despertar al sentir que no podía respirar, se dio cuenta de que había caído al agua, trató de subir a la superficie sin embargo notó unos golpes en su cuerpo que le asustaron, podía ver formas en el agua pero no sabía que eran, hasta que sintió la aleta bajo su espalda, y trató más que nunca de subir, los tiburones comenzaron a moverse hacia él que había tratado de nadar hacia arriba sin apenas conseguir avanzar, cuando sintió los dientes de uno de aquellos monstruos rozar su pierna se perdió el poco aire que le que la daba en los pulmones y estuvo seguro de que iba a morir, al menos hasta que vio un fuerte fogonazo en la superficie que iluminó todo a su alrededor, a continuación un bulto entró en el agua y esta se tiñó de sangre de los peces que fueron masacrados por el hombre que justo un segundo después atrapó su cintura subiéndole a la superficie obligándole a respirar.
Mana fue izado hasta la cubierta por varios hombres que ayudaron a su capitán antes de que más tiburones se acercaran al agua atraídos por el olor de la sangre, Gackt tendió el cuerpo de su amante cuan largo era y apretó el delgado pecho que casi se veía a través de la tela blanca empapada, el joven comenzó a toser todo el agua que había tragado temblando aún por la terrible experiencia, el hombre cuya piel tostada se reflejaba a la luz de los faroles, lo tomó en brazos hasta llegar a su camarote tras ordenar que echaran el ancla, tendrían que salir de allí por la mañana. Klaha que había oído el sonido del disparo y los gritos de los marineros del barco de su hermano respiró tranquilo y respondió a las órdenes de Gackt imitándole al ordenar que echaran el ancla. Mana se movió cuando su amante pasó por su pierna un paño rozando los rasguños que los dientes de aquel tiburón habían dejado en la finísima piel de su extremidad, lo primero que el capitán había hecho al entrar en la habitación había sido retirarle la ropa empapada y entregarle un grueso pero suave paño para que se envolviera en él, lo segundo había sido desnudarse y secarse él mismo y finalmente hacerle exponer su pierna para curársela que era lo que estaba ocurriendo en ese momento, al menos hasta que Yoshiki entró corriendo poniéndose la mano en la zona baja del vientre, acababa de romper aguas.
Gackt se alarmó al ver a su madre en semejante estado, pues había sido muy pequeño cuando su hermano había nacido y ni siquiera se había enterado, el propio Yoshiki no paraba de hiperventilar, Atsushi no estaba y dudaba que su hijo hubiera atendido un parto, sin embargo el joven de largos cabellos de azabache y hermosos ojos del mismo color no tuvo inconveniente alguno en levantarse y ayudarle a recostar su cuerpo en la cama, entonces Mana se dirigió a su amante, y con su habitual expresión imperturbable comenzó a darle órdenes.

-Trae a Közi, su madre era partera y sabe qué hacer, trae también agua caliente y trapos limpios, ah, y consigue ungüentos calmantes y relajantes para la piel.-
El hombre de ojos de chocolate asintió e hizo lo que su amante le había ordenado dejando a los dos donceles solos, Mana se acercó al yaciente acariciando su frente perlada de sudor con cuidado, retirando los largos cabellos hacia atrás y retirando le vestido suavemente para poder separar las piernas mostrando el canal de parto que comenzaba a dilatarse.

-Tranquilo, Yoshiki-san, está comenzando a dilatar perfectamente, en unas dos horas ya tendrá al hermoso bebé entre sus brazos.-

-Gracias, Mana-chan, pero por primera vez en mi vida, tengo miedo, no…no quiero que le pase nada a mi pequeño.-

-Estoy seguro de que será un bebé hermoso, y de que no le ocurrirá nada malo.-
-Pe…pero viene antes de lo previsto.-

-No importa, estará bien, ¿nunca le ha ocurrido que sabe algo pero no puede explicar cómo? Pues a mí me ocurre eso ahora, sé que el bebé estará bien.-

Cuando llegaron los dos hombres con lo que Mana había pedido, este se retiró dejando a su segundo que tomara su lugar para examinar al embarazado, el de rizos pelirrojos tanteó con cuidado el canal de parto del legendario pirata rubio que comenzaba a dilatarse con más dificultad, entonces alcanzó un pequeño tarro, lo destapó y cubrió la entrada con una pasta verde que le ayudaría a relajarse y acelerar la apertura del conducto, al cabo de un momento se comenzaron a ver los efectos cuando los músculos del pasaje comenzaron a distenderse con mayor facilidad permitiendo que el dolor del doncel remitiera considerablemente y que por tanto que la presión que ejercía en las manos de su hijo mayor y el amante de este también se redujera para alivio de ambos que pudieron recuperar la sensibilidad de sus dedos, gracias a los cuidados de Közi no pasó mucho antes de que el canal de parto estuviera dilatado casi por completo, mientras el hombre de cabellos de fuego retiraba sus caracolillos hacia atrás a la vez que hacía los ejercicios de respiración junto con Yoshiki que cada vez estaba más asustado y nervioso sudando a más no poder porque no conseguía respirar bien, sin embargo cuando el fuerte dolor comenzó de nuevo y las contracciones se hicieron presentes otra vez haciendo gritar de forma desgarradora al avezado pirata que volvió a apretar las manos de Mana y Gackt tratando de empujar, sin embargo el segundo del capitán del Dix Inferno le detuvo, si comenzaba a pujar antes de tiempo podía desnucar al bebé.

No tuvieron que esperar mucho tiempo antes de que Közi diera el visto bueno para que Yoshiki comenzara a apretar sus músculos para obligar al pequeño bebé a salir del cálido vientre de su mamá, los gritos se sucedieron junto con los intentos del partero por tranquilizarlo aunque finalmente los llantos del bebé los que llenaron la habitación junto con las risas y llantos de emoción de las personas allí reunidas, cuando hubo limpiado al diminuto Sakurai, Közi se lo entregó a la orgullosa mamá que acarició una de las manitas cuyos dedos se apretaron con fuerza contra el pulgar de su madre que se echó a llorar de la emoción, mientras Gackt que intentaba mantener su reputación a salvo abrazó a Mana cuyas lágrimas ya corrían por sus mejillas, e intentó esconder su propio llanto en el hombro del bello doncel que por primera vez en su vida se sintió completo y absolutamente feliz. Entonces Yoshiki sonrió mirando al bebé a su carita dormida y rozó las puntas de sus narices.

-Tienes cara de Miyavi, cariño.-

Atsushi sacudió la cabeza y a continuación retiró los mechones de azabache que se habían quedado en su cara y continuó sujetando firmemente el timón, había sentido como si algo excepcionalmente importante le hubiera ocurrido a su amor y unas terribles ganas de correr a buscarlo lo invadieron, sin embargo debía continuar con su misión, aquel estúpido le se las iba a pagar, sobre todo por haberle apartado de su esposo embarazado en semejante momento, continuó con el rumbo tratando de desterrar de su mente los malos recuerdos que esa misión le provocaba, y es que había cometido muchos errores en su vida, pero haber dejado con vida a aquel maldito había sido, sin duda, el mayor de todos, observó la en la lejanía como la oscuridad comenzaba a abrirse paso mientras la luz anaranjada del amanecer se difuminaba poco a poco en un mar de noche que le avisaba del poco trayecto que les quedaba ya, mientras a exactamente a la misma distancia de su destino, en la dirección opuesta un hombre de cabellos de fuego acariciaba los cabellos castaños de su pequeño amante, Machi no podía despegar sus ojos del cuerpo de Emiru, tampoco podía quitarse de la cabeza la preocupación que sentía por Hizaki-hime, al fin y al cabo conocía al rubio desde que ambos eran unos críos y no podía ni imaginar lo que el Capitán Kamijo estaba sintiendo en ese momento, él no tenía hermanos sin embargo sí que podía imaginar cómo sería su vida tras perder al doncel que en ese momento descasaba entre sus brazos, y es que a pesar de toda la dureza que trataba de demostrar en todas sus acciones, en sus palabras y gestos en el fondo solo trataba de proteger su corazón del dolor que ya había sufrido una vez ya que no estaba dispuesto volver a pasar por ello de nuevo.

Había sido un niño sin hogar como tantos otros en las calles de París, sus padres no habían podido ni querido criar a su séptimo hijo y lo habían vendido a una factoría de tintes, la vida era dura e injusta en la factoría, los más pequeños apenas sobrevivían de hecho él a punto había estado de morir intoxicado en varias ocasiones, sin embargo con el tiempo había aprendido a luchar, no con armas sino con su fuerte carácter contra las adversidades y se había convertido en todo un hombre, que gastaba su paga en alcohol y mujerzuelas, pues pese a su relativamente corta edad, había visto más mundo que la mayoría, sin embargo su terrible existencia dio un completo giro cuando un antiguo vicealmirante, el más joven con esa distinción de la historia de Francia, había seguido los pasos de su padre y había secuestrado la fragata que rápidamente se había convertido en la joya de la corona al igual que el palacio del que llevaba el nombre, la Versailles, el barco más bello que jamás había existido y que tras la muerte del legendario capitán L’Espanaye había regresado a manos de la corona. Se había enrolado en la tripulación para huir de los cargos de asesinato que pesaban contra él y que lo habrían llevado directamente al cadalso a pesar de que simplemente se había defendido de un proxeneta demasiado celoso, también le había convencido la reputación del capitán Kamijo que parecía destinado a seguir los pasos de su padre convirtiéndose en L’Espanaye, un título que indicaba la habilidad sin igual del mejor pirata francés, solo comparable a la de los capitanes Sakurai y Hayashi, allá, en la lejana Asia.

De hecho uno de aquellos legendarios capitanes se retiraba a su camarote recogiendo sus largos mechones tan oscuros como la noche en una coleta para liberarse de la constante y tediosa tarea que era tener que retirar su cabello una y otra vez de los ojos, ya que el viento no amainaba y tampoco daba tregua a su pelo. Como cada noche cedió el timón a sus subordinados que sabrían realizar su cometido con eficacia, como siempre hacían y tras entrar en la amplia pero gótica habitación se sentó en la silla de ébano a la que todos sus marineros llamaban “el trono” por su aspecto de asiento real, no tenía patas, sino que el asiento se apoyaba en una base alta con reposapiés incorporado cuya estructura estaba tallada con arcos apuntados bajo los cuales escenas de La Divina Comedia de Dante se sucedían comenzando por los niveles del infierno hasta llegar a las estructuras celestiales en la zona de la cabeza, el cojín y los apoyabrazos estaban realizados en el terciopelo granate más fino de toda la creación y cada vez que comenzaban a estropearse, él personalmente, buscaba al maestro artífice de tan tamaña maravilla para que los cambiara. Frente a sus ojos el escritorio de caoba cubierto de plumas, tinteros, pergaminos, mapas e instrumentos de medición y cálculo, aportaba el único punto de calidez al camarote mientras que las cortinas que en aquel momento le impedían observar la luna llena eran de un terciopelo negro que contribuía a crear aquel ambiente claustrofóbico del que tanto disfrutaba.

Apartada tras dos hermosos biombos se encontraba la cama, un bello conjunto con dosel, cuyas cortinas de raso rojo sangre con sábanas exactamente idénticas lo hacían ver erótico y sensual incluso cuando Yoshiki no estaba entre ellas, aunque por supuesto en ese caso no les veía interés alguno, al lado de las columnas de estilo gótico que hacían parecer que la cama brotaba directamente de la pared, se situaban dos pequeñas mesitas hechas con dos únicos bloques de madera que contenían sus libros en los cajones, al menos los libros que más leía, porque el resto estaban en tres vitrinas iguales ancladas a la pared al lado de las cortinas negras que tras levantarse abrió dejando pasar la luz blanquecina de los rayos de la luna que dieron directamente en su cara haciendo que la pálida piel de su perfil se iluminara como si brillara con luz propia, sus ojos reflejaron el contraste que había entre sus dos almas, la blanca, que su familia y en especial Yoshiki conseguían hacer salir a flote, y la negra, aquella que solo sus más acérrimos enemigos conocían, para su desgracia.

Se sentó de nuevo en su trono solo iluminado por la tenue luz de las delicadas velas de los candelabros de pie tallados en plata, regalo de una de las tantas amantes que había tenido antes de conocer a Yoshi, una de las tantas a las que desechó, y sin embargo una de las pocas a las que recordaba, aunque solo fuera porque el fruto de su vientre le estaba dando quebraderos de cabeza tratando de conquistar todos sus puertos para la corona, debía admitir que su hijo había salido a él en su cabezonería y su habilidad naval, sin embargo, era esa misma pericia y esa misma terquedad las que le causaban dolores de cabeza. Ciertamente era como si el chico que en ese momento debía de tener unos veinte años le estuviera persiguiendo y ese hecho era el que provocaba que ni siquiera conociera su aspecto, pero no era necesario, cuando lo viera sabría reconocer al fruto de su semilla. No supo cuanto tiempo estuvo en aquella posición pensando en aquel crío que amenazaba con destruir lo que había construido junto al bello Hayashi de largos cabellos de oro, sin embargo el amanecer lo sorprendió en la misma posición sin haber dormido en absoluto.

Atsushi se levantó estirando los músculos adoloridos por la noche en vela y salió a cubierta cuando Toshi se retiraba, saludó al segundo de su amor que correspondió al saludo con igual gesto, mientras con la otra mano se tapaba los ojos que se habían resentido con el cambio lumínico, quedaba otro aburrido día antes de alcanzar su destino pero estaba seguro de que al final de ese, cuando casi diera la noche, el puerto estaría a su merced. Y tal como había previsto cuando el sol comenzaba a ocultarse dando paso a la luna tan hermosa y tan llena como el día anterior el avezado bucanero se irguió comandando el navío a la entrada del puerto personalmente, entonces enfrente suyo pudo observar una hermosa fragata francesa que si no se equivocaba pertenecía a L’Espanaye, y se preguntó que qué haría allí.
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Hizaki entró al hermoso y amplio cuarto que había ocupado en la casa del recién nombrado Contralmirante desde su llegada a puerto, aún podía recordarla con caridad pues aquel día hacía una noche tan hermosa como aquella, la luna brillaba en el cielo de igual forma, aunque aquel día hacía luna menguante y hoy se veía una orgullosa luna llena coronando el firmamento que se le antojó tan oscuro y misterioso como los ojos del hombre que ahora era su prometido. Con cuidado levantó al pequeño gatito gris y blanco que ahora era su mascota de la cama y lo depositó en la cesta que le había conseguido, luego lo tapó con una mantita morada y se dispuso a desvestirse. Se quitó el asfixiante vestido rosado y el aún más asfixiante corsé y se colocó una prenda más floja y cómoda para dormir, ahora que iba a formar parte de la alta sociedad de las colonias no podía dormir desnudo o semidesnudo, sino que debía conservar la ropa interior, es decir, las medias y los pantaloncillos.

Dio un suspiro, se introdujo bajo las mantas extrañando el olor de la brisa del mar y el notar como el oleaje movía el barco y por consiguiente el suelo de su camarote, cuando apoyó su cabeza sobre la almohada de nuevo llegaron las imágenes de aquel día, cuando el navío atracó en puerto Asagi le hizo vestirse con un delicado pero sencillo vestido blanco y bajar agarrado a su brazo, después dijo algo en inglés que no fue capaz de entender porque no hablaba la lengua de la Reina, su único idioma era el francés, aunque entendió fiancée lo que le produjo mucho nerviosismo sobre todo cuando el moreno besó su frente, después le enseñó la casa y la que iba a ser su habitación, era amplia, con las paredes en blanco roto con delicadas grecas verticales de flores en el mismo color que ponían de relieve una sobriedad y elegancia que disminuía la sensación de recargo que los elaborados muebles de corte francés aportaban, estos estaban diseñados en madera rojiza primorosamente tallada con complicados diseños naturales y celestiales, con ángeles y representaciones del Jardín del Edén en sus patas y columnas, las telas que componían las cortinas del lecho reforzaban el ambiente discreto que la pared creaba con sus tonos vaporosos en rojo oscuro y verde pálido, aunque en el borde tenían dos cintas bordadas en verde hierba y rojo fuego respectivamente, en cambio las cortinas que cubrían los amplios ventanales con vistas a la playa salvaje de New Virginia, tenían dos capas de diferente clase textil, las exteriores era de terciopelo granate y las interiores de raso bordado con motivos vegetales que constituía un auténtico tesoro oriental, puesto que los dibujos de pájaros tales como faisanes dorados, criaturas míticas como dragones voladores y plantas asiáticas como la flor de loto creaban un conjunto fantástico que solo se podía dar en las misteriosas tierras del Oriente, el hermoso doncel no pudo ni quiso evitar que su mirada ya somnolienta se perdiera en aquellas líneas casi mágicas.

Cerró los ojos del todo y la última imagen de Asagi mostrándole un simple pero hermoso anillo con un delicado diamante engastado en oro blanco llegó a su mente, el moreno no le había dado más opción y él mismo no había encontrado una salida mejor que la de aceptar el compromiso, decidió dormir porque por la mañana tendría que probarse el vestido de novia.

Teru se revolvía como un felino en su celda, no podía creer que había salido vivo, sin embargo lo que realmente odiaba eran esos barrotes que le impedían abrazar y consentir a su princesa.

Mientras tanto también en la casa el Contralmirante terminaba de firmar los documentos propios de los muchos barcos que estaban bajo su gobierno, se frotó los ojos con gesto cansado y los cerró durante un instante antes de continuar leyendo los informes, y es que a pesar de haber obtenido su ascenso apenas unos pocos días antes tenía mucho trabajo porque su predecesor había muerto sin poder concluir muchas de las operaciones, finalmente lo dejó por imposible decidiendo que concluiría al día siguiente y apagó la luz del candil que le iluminaba cerrando la puerta de estudio, es silencio caminó hasta la habitación que le había dado a su prometido y observó satisfecho como dormía, anduvo hasta su propio cuarto deseando sentir ya el cuerpo del pirata rubio contra el suyo, se desnudó y acostó sin saber que conseguir lo que deseaba sería esa vez más complicado que nunca.

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