jueves, 6 de enero de 2011

Corazón Sangrante, Alma Rota IX





Mana despertó sobresaltado en la cama en la que llevaba durmiendo durante años, al parecer Gackt-sama lo había llevado de vuelta a la casa sin despertarlo, se levantó descubriendo su desnudez casi completa algo avergonzado, caminó hasta el baño donde en el espejo pudo ver las marcas de su escapada del día anterior, retiró el slip sin querer verse desnudo por completo en la pulida superficie de cristal y entró a la ducha moviendo las manillas del agua hasta conseguir que saliera templada, se enjabonó con su esponja azul cielo ignorando el escozor que las pequeñas heridas le provocaban, después lavó el cabello aplicando primero el acondicionador para asegurarse de que su melena de azabache quedaría tan suave y delicada como siempre, luego aplicó el champú cerrando los ojos para que no le entrara en ellos y masajeó su cuero cabelludo con cuidado, se aclaró y tras repetir el proceso un par de veces salió de la ducha.

Envolvió su delicada figura con una toalla también azul y secó sus cabellos con cuidado, era muy sensible y no quería dañarse más de lo que lo había hecho en la madrugada, cuando terminó regresó al cuarto sacando del armario un delicado vestido negro de seda sin más adornos que un lazo también de seda, de color azul que entallaba la prenda moldeando sus hermosas caderas de forma deliciosa y una diadema de flores azules del mismo tono que el del lazo que no hacía más que resaltar su brillante pero oscuro tono de cabello, se lo puso todo con lentitud, no le apetecía nada bajar a realizar sus tareas, finalmente se calzó los zapatos de puntera redondeada inclinándose a atar las correas, ese día había optado por una atuendo recatado por lo que no había escogido calzado con plataformas, algo muy raro en él, caminó con hastío hasta a puerta abandonando el cuarto, por lo que pudo oír en la habitación de Hizaki-hime estaban limpiando, y Jasmine debía de estar abajo preparando la comida por lo que decidió bajar a ayudarle, sin embargo cuando ya estaba frente a la puerta de la cocina oyó unos lastimeros gemidos provenientes de uno de los cuartos contiguos, se usaban como celdas para los chicos novatos que se resistían pero no estaban cerrados para aumentar la humillación de los castigados, giró el pomo y lo que vio al empujar la hoja de la puerta lo dejó sin aliento, en el suelo estaba Klaha desnudo, su cuerpo cubierto de verdugones y heridas no paraba de temblar, había roto un vaso y trataba de abrirse las venas con uno de los cristales.
Mana no pudo contener las lágrimas al verle y pese a saber que probablemente sería él el castigado más tarde, se acercó arrodillándose junto al joven, le levantó la cara, tenía un ojo hinchado y el labio roto, al parecer se habían cebado con él, en su cuello estaba el collar de perro que le impedía levantarse, con cuidado le quitó el cristal de entre los dedos y soltó la cadena forzándola, no era muy fuerte nunca lo había sido, pero habían tirado tantas veces de la pieza de metal que había comenzado a ceder, hizo levantarse al hombre que apenas se sostuvo y debió apoyarse en él, Klaha no se tenía en pie porque las repetidas violaciones habían conseguido que su cuerpo sufriera un dolor atroz cada vez que se movía, a pesar de todo Mana consiguió subirlo a su habitación casi a rastras, al llegar a cuarto lo hizo acostar en la cama sin importarle que sus costosas sábanas se mancharan de sangre, ya lo habían hecho otras veces, con cuidado lavó todas y cada una de las heridas, sin embargo no tenía ninguna medicina a mano para curárselas por lo que sigilosamente volvió a bajar a por ellas, sin embargo cuando volvió no pudo evitar que el botiquín se le cayera de las manos creando un gran estruendo, en la cama junto a Klaha-san fumándose un cigarro estaba Gackt-sama observando la cabeza del herido que apenas sobresalía en la cama de su amante, al oír el estrepitoso ruido se volvió en dirección a Mana que le observaba aterrado.

-Hola Mana, me alegro de verte tan recuperado de lo que ocurrió ayer, supongo que de ese modo me podrás explicar que hace eso en tu cama.-

Señaló el cuerpo inerte de Klaha quien al parecer se había desmayado.

Estaba furioso y no sabía cuánto más podría resistirse a descargar su ira en el hermoso moreno, se levantó avanzando a paso lento hasta el chico que retrocedió mirándole muy asustado, hasta que finalmente el hombre lo tomó fuertemente del brazo impidiendo que siguiera huyendo y miró firmemente los ojos de azabache que se estaban llenando de lágrimas, se obligó a relajarse recordando que Mana siempre hacía las cosas por una razón no simplemente para molestar, aflojó el agarre para no seguir dañando al chico y le hizo sentar sobre sus rodillas cuando volvió a apoyarse en el lecho de sabanas azules.

-Cuéntame por qué Mana, tal vez haya una forma de solucionar esto.-

Cuando el chico estaba a punto de separar sus labios para contestar a su amo, el inquilino de su cama comenzó a revolverse gritando y llorando, al parecer alucinaba por causa de las drogas que Közi le había dado para tratar de doblegarlo y no paraba de llamar a personas de su familia, principalmente a su madre, aunque también había un nombre, un nombre que al oírlo hizo pensar a Mana en los sueños que llevaba teniendo y no pudo evitar que las lágrimas acudieran a sus ojos, ese nombre despertaba en él recuerdos, recuerdos que creía haber perdido hacía mucho tiempo, como si fueran parte de un bello pero imposible sueño, comenzó a sollozar en los brazos de Gackt-sama, no podía ser cierto, tenía que ser un sueño, solo eso, se dijo a sí mismo que los sueños son solo eso, sueños.

El hombre de cabellos castaños acarició con delicadeza la espalda de su joven amante enterrando su cara en el hombro para que se desahogara a gusto, cuando por fin se le agotaron las lágrimas tomó su cara limpiándola mientras miraba sus ojos negros y acuosos por el llanto anterior, no sabía cómo reaccionar ni que decir al chico, su ira se había calmado ligeramente por lo que fue más cuidadoso al dirigirse al hermoso muchacho de ojos de azabache de nuevo.

-Mana-chan, cuéntame lo que te ocurre, necesito que me lo digas, porque si no lo haces pensaré mal y te castigaré.-

El chico tenía más miedo del que había tenido en toda su vida le asustaba el hecho de que el hombre no le gritara ni maltratara, era como la calma que precede a la tempestad, sin embargo no podía negarse a una orden directa sin exponerse a terribles represalias por lo que tomó aire, no sabía que como decir las cosas, ni siquiera sabía que decir.

-Pu…pues no, no lo sé, yo, yo le vi y re…recordé cosas, cosas que creía que no eran reales…-

Con cuidado volvió a levantar la cara del joven para mirar sus ojos de nuevo pues mientras hablaba Mana se había escondido otra vez en fuerte el hombro del hombre de ojos azules, lo que encontró en las pupilas de obsidiana le dejó atónito y se dijo a sí mismo que tendría que acostumbrarse a esa sensación de incertidumbre que en aquellas últimas horas se estaba repitiendo una y otra vez en su interior, suspiró y trató de componer una sonrisa que debió de ser sumamente amenazante a juzgar por la expresión del chico pese a que había intentado por todos los medios de que se tratara de una sonrisa tranquilizadora. Borró la sonrisa en favor de un gesto neutro que tranquilizó su semblante, tampoco quería matar al chico de miedo, intentó usar un tono comedido.

-Esas cosas, ¿son buenas o malas?-

-Son buenas, casi siempre, pero tristes, soy pequeño y, y camino por el puerto, y estoy perdido, pero llega él y me salva.-

-¿Él?-

-Mi hermano mayor.-

Se le quedó mirando como si le hubieran aparecido tres brazos de más, luego miró al hombre que sollozaba entre las sábanas, las drogas habían dejado de hacer efecto hacía un momento y se había despertado a causa del lacerante dolor que no le abandonaba, después volvió a mirar al chico atónito.

-¿Ese es tu hermano?-

-No…no, mi hermano está muerto, yo le vi morir, pero él me recuerda a Masa-nii, no quiero verle sufrir. Por favor no dejes que sufra más, por favor.-

Gackt sabía que no podía negar nada a la bella muñeca de porcelana cuando lo miraba con aquellos ojos suplicantes y húmedos, decidió que hablaría con Közi, tal vez, después de todo, ese idiota que había osado desafiarle pudiera hacer que la relación que tenía con Mana mejorara y es que últimamente era como si todos los sentimientos que el chico había guardado bajo la máscara de hielo e imperturbabilidad estuvieran saliendo a flote en un huracán de emociones que se antojaba imparable, y a pesar que prefería que el chico fuera expresivo había descubierto que tras tantos años se había acostumbrado a no oírle ni verle mostrar emociones así que no sabía cómo tratar a un chico que reaccionaba de una forma más o menos normal, por lo que optó por abrazarle acariciando su cabello como cada vez que quería dar a entender que todo estaba bien, sin embargo aquel entrañable momento fue roto por Közi que no dudó en irrumpir ruidosamente en busca de su mascota, Gackt lo miró regañándolo con la fría mirada de sus pupilas azules.

-Közi, no vuelvas a entrar de esta forma en una habitación en la que yo esté, y espero que sepas valorar lo complicado que me resulta pedirte esto, pero no quiero que drogues más a Klaha ni lo tortures a menos que te desobedezca, claro, debe aprender a quien pertenece, además permitirás que vea a Mana de forma íntima siempre que estemos uno de los dos presente.-

El hombre de rizos pelirrojos se quedó anonadado observando el cambio que se había producido en su jefe, y todo por el muchacho que trataba de contener sus hipidos y se sorbía los mocos entre los brazos del usualmente terrible castaño.

-De acuerdo Gackt, aunque me costará domesticarlo.-

-No hay problema, estará bajo la responsabilidad de Mana-chan, sabrá comportarse si no quiere que sus todas y cada una de sus acciones repercutan en la salud de mi pequeño.-

Klaha no pudo evitar que una última lágrima acudiera a sus ojos, su vida entera se había derrumbado, era como si nada tuviera sentido y ni siquiera podía matarse porque en ese caso no quería ni pensar en lo que harían aquellos psicópatas al pobre Mana, al parecer aquel maldito de Gackt había encontrado la manera perfecta de controlarle.

Cuando Közi lo obligó a levantarse casi no pudo sostenerse en pie y necesitó la ayuda del hombre de cabellos rojos como el fuego que lo tomó por la cintura pegándolo a su cuerpo, pero su jefe lo detuvo cuando se lo iba a llevar explicando que había decidido ponerle una cama al ex policía en uno de los cuartos contiguos que en aquel momento funcionaba como almacén, la limpiarían y acondicionarían para que pudiera usarla, quería que Mana viera su buena voluntad pero no estaba tan loco como para ponerlos juntos en el mismo cuarto.

Hasta que el momento llegara el hombre de hermoso cabello negro hasta los hombros se quedaría en una de las habitaciones de los muchachos que vivían abajo por lo que su amo lo llevó hasta el cuarto de los mayores, donde dormían Kalm y Kang-Ta entre otros, que en aquel momento ocupaban sus camas tras una noche terrible de trabajo, el mayor de todos ellos, Kalm le cedió un hueco en su cama para que se tumbara pero antes le entregó una camiseta vieja para que se la pusiera de pijama.

Los dos jóvenes se acurrucaron uno junto al otro para darse calor ya que el raído edredón blanco apenas les tapaba cuando estaban dos sobre el mismo colchón.

Mientras tanto Gackt dejó que su hermoso moreno bajara de nuevo a ayudar a Jasmine con la comida.

Hizaki que estaba subido a una pequeña escalerita para descolgar las cortinas de su cama, las únicas que no se habían retirado, no pudo evitar tropezar con los escalones cuando por fin consiguió tomar la pesada tela de entre sus brazos, sin embargo, cuando creía que ya se iba a romper algún hueso contra el suelo notó unos brazos rodeando su cintura, impidiendo que cayera, se agarró como pudo al que le sostuvo dejando caer la tela que se arrugó en el suelo, después miró a su salvador descubriendo sorprendido que se trataba de Kamijo-sama, el hombre de cabello castaño no pudo menos que bendecir su suerte cuando atrapó a su princesa en brazos, aunque reticentemente lo tuvo que dejar en el suelo de nuevo. Tendrían una comida juntos, le dijo el de ojos de hielo, en un salón especial acondicionado solo para ellos dos, el chico no sabía qué decir, como reaccionar por lo que simplemente asintió dejando que el hombre le besara en la mejilla antes de irse, al parecer estaría todo el día allí por lo que era lógico que le hubiera avisado personalmente en vez de enviar a un mensajero como hacía habitualmente, suspiró arrastrando la cortina hasta la entrada de la habitación de donde sería recogida por los chicos que luego la llevarían a la tintorería. A su vez Kaya que había estado ayudando a Yoshiki en la limpieza del baño cogió la escalera para limpiar la parte superior de los doseles, que tras varios años sin recibir ningún tipo de cuidado estaban indecentes.

Finalmente la princesa había hecho todo lo que le tocaba hacer por lo que agotado se sentó en la cama que se veía muy desnuda sin las cortinas y se dedicó a alisar con los dedos el edredón limpio de color rosa suave observando los movimientos de los otros dos jóvenes con los que compartía cuarto, dejó caer su cuerpo hasta estar tumbado sobre el cómodo colchón viendo el techo por primera vez en años, al cabo de un rato, cuando Yoshiki fue a mirar cómo se encontraba la hermosa princesa rubia descubrió sorprendido que el joven dormía como un bebé, con cuidado le puso por encima una manta de cuadros verdes y naranjas que Kaya le ofreció, después ambos, tanto el chico de cabellos blancos como el de largos mechones rubios ondulados abandonaron silenciosamente el cuarto para bajar a ayudar en el acondicionamiento de los nuevos salones, ese mes el club abría dos nuevas salas, lo que le convertía en el local de prostitución gay más importante de Japón, por lo tanto los muchachos debían decorar el lugar dado que la contrata externa podía afectar a la tranquilidad de Sakurai-sama, algo que no le convenía a nadie.

Cuando bajaron descubrieron a parte de las habitaciones saliendo en fila de una de las salas en dirección a la otra, pero por supuesto no les dijeron nada, tenían prohibido hablar con ellos, Yoshiki observó con tristeza infinita la mirada de dolor de algunos que apenas superaban la edad de su hermano a juzgar por su altura, quería hablarles, abrazarles, como lo hacía con Hide, sin embargo era la seguridad del propio niño pelirosa la que estaba en juego, por lo que tristemente desvió la mirada y caminó tras Kaya hasta el cuarto, este vio la mirada apenada de su acompañante, no era la primera vez que la veía en alguien, hacía pocos meses que Teru se había mostrado igual y no lo recordaba bien, pero estaba seguro de que él mismo una vez tuvo aquella mirada de lástima, puso la mano en el hombro del muchacho cuando entraron para tratar de levantarle los ánimos aunque sin mucho éxito, al ver que no surtía efecto le entregó varios pedazos de telas de colores para que eligiera las dos que más le gustaran para alternarlas en la decoración de la pared, una era de color que era una mezcla de azul y lila cremoso con delicados bordados con motivos de plantas y flores en el mismo tono que había encantado al chico de hermosos cabellos de nieve dado que gran parte de las flores eran hortensias, una de las que más le gustaban en el mundo, otro de los retales era de color berenjena claro con hermosas grecas de inspiración árabe de colores apagados que combinaba a la perfección con la pieza morado pálido de motivos geométricos en color púrpura, finalmente estaba un delicado verde mar con dibujos muy sencillos que apenas eran líneas en un tono más verde pero tan delicado que en vez de hacerlo ver recargado, resaltaba su sencillez.

Lo cierto es que a ambos muchachos les impresionó lo bellos que el verde y el suave azul amoratado quedaban creando un ambiente fresco y relajado que en cierto modo era lo que los jóvenes, que debían entregar su dignidad en aquel lugar, necesitaban para poder olvidar durante un instante sus penas antes de verse obligados a ir a los cuartos privados.

Yoshiki estaba sorprendido de la autonomía que los chicos en general, y los privados en particular parecían tener, no solo para cocinar, lavar y limpiar, sino también para decorar.

-No lo entiendo Kaya-chan, ¿Por qué nos ponen a decorar?-

Había tantas cosas incongruentes en los comportamientos de sus dueños, sin embargo los muchachos cuanto más trabajo tuvieran menos tiempo para pensar en escapar les quedaba, visto de esa manera era un plan inteligente, aunque ninguno de los hermosos jóvenes que allí vivían tenían ni idea de eso, por supuesto.

-El salón de los espejos, el del día del cumpleaños de Kamijo-sama lo decoró Sakurai-sama, el salón de las mesas ya estaba aquí antes de que yo llegara, tiene muchos años pero lo redecoraron Yuu-nii y Mana-chan hace unos meses, el salón de espectáculos del otro día también estaba desde hace mucho tiempo, y que yo sepa no ha sido redecorado desde que se construyó porque es uno de los favoritos de Sakurai-sama, supongo que de este modo hacemos algo útil, o simplemente que él no quiere molestarse, tendrá otros asuntos, como conseguir más chicos.-

En la última frase se pudo notar la rabia del hermoso albino de ojos de cielo al pronunciar aquellas palabras, sabía que la mayoría de los niños eran llevados desde las calles, niños indigentes como su hermano y él habían sido, otros llegaban desde orfanatos o centros de acogida, finalmente estaban los que provenían de otros países, de lugares cercanos como Corea y China, muchachos incluso más pobres de lo que ellos habían sido, con familias numerosas que apenas tenían para comer, que muchas veces enviaban a sus hijos en busca de un futuro mejor o de un trabajo, cada mes el dinero llegaba puntual hasta sus hambrientas familias que no podían más que agradecer a Sakurai-sama que con su dinero que les permitía comprar comida y ropa para el resto de una prole que probablemente acompañaría a sus hermanos cuando más niños nacieran en el seno familiar e incluso algunos a quien sus familias vendían.

Sacudió la cabeza alejando aquellos pensamientos, al fin y al cabo de lo único de lo que podía alegrarse era que no tenía más hermanos que sufrieran su mismo destino, observó las alfombras que tenía ante sí, dos eran de color anaranjado con bordados en diversos tonos, aunque una incorporaba también vetas en verde y azul, después estaba una de tonos completamente verdosos que provocaban el efecto de estar viendo algo a través de una pantalla de agua, la última la rechazó de plano puesto que el conjunto de colores resultaba tan dañino a la vista que amenazaba con dejarlo ciego, miró a su alrededor viendo que un hombre ataviado con una sencilla yukata blanca sujeta apenas por un estrecho cinturón, entraba en el salón, parecía ido, y hasta que no se acercó a ayudarle después de que tropezó no fue capaz de ver en él al hombre que había detenido a Gackt-sama unos días atrás, lucía demacrado y los golpes y heridas recibidas no habían sanado aún resaltando su debilidad.

-¿Estás bien?-

-Sí, solo tropecé, no es nada, por cierto me han enviado a buscar a Kaya, ¿Sabes quién es?-

El joven, a su lado de rodillas, esbozó una sonrisa tranquilizadora para no hacer que el hombre se sintiera más nervioso de lo que ya estaba.

-Soy yo, ¿Por qué te han enviado aquí?-

-Es mi nuevo cuarto, tenéis que ayudarme a acondicionarlo.-

-Pero no hemos acabado esto.-

Miró a su alrededor viendo como el otro muchacho parecía orientarse bien el lo que debían hacer en el salón, aunque dudaba que pudiera hacerlo en la habitación, conocía menos como hacer las cosas, él con el paso del tiempo se había acostumbrado, como le ocurriría al bello rubio de ojos castaños con después de unos meses, sin embargo aún no había ocurrido.

-Mejor si te ayudo, dudo que Yoshi-chan sepa que hacer.-

Klaha asintió sin saber que otra cosa hacer, era como una enorme pesadilla de la que no podía escapar, una pesadilla creada por dos hombres que en aquel momento observaban junto con el dueño del lugar que se sentaba tranquilamente en su cómodo sillón orejero de cuero con una taza de café solo humeante.

-Así que al final dejasteis que viviera Közi y Gackt, y lo que es más incluso le otorgáis privilegios que solo los privados tienen, me habéis sorprendido, aunque mientras su manutención esté cubierta no me importa en absoluto que esté aquí, solo te advierto un cosa Közi, mantenlo bien atado porque si mete ideas raras en la cabeza de los chicos lo mataré.-

-Ya lo imaginaba Sakurai-sama, tranquilo, estará bien atadito.-

Los hombres siguieron observando cómo los jóvenes prisioneros interactuaban subiendo las escaleras hasta el rellano que estaba antes de llegar al piso superior donde los cuartos de los privados estaban, y donde había una puerta apenas visible, dado lo tétricas y oscuras que eran las escaleras, que daba acceso a la pequeña habitación, pequeña en comparación con las otras, en la que Klaha haría su vida a partir de ese momento, cuando ambos llegaron a la puerta el mayor observó con desagrado el deprimente color blanco de las paredes que además estaba manchado en algunas zonas pues no debía olvidar que se había tratado de un almacén aunque prefería no pensar en lo que había contenido, no había nada más, solo el suelo de madera oscura como el de los pasillos, el hombre de delicado y sedoso cabello negro observó al muchacho que a su vez miró con sus brillantes ojos cobalto y gesto extrañado a su alrededor, no había nadie a quien preguntar ni nada que utilizar para acondicionar el lugar, sin embargo cuando estaba a punto de volver al salón llegaron dos chicos del servicio de Sakurai-sama portando un carrito con botes de pintura de diferentes colores, que según les dijeron era para que eligieran cual querían pintar, después los dejaron allí.

Mientras tanto en el salón el hermoso joven de larguísimos cabellos brillantes como el sol y ojos de chocolate, había comenzado hacía un rato a colocar las alfombras que en ausencia de su compañero, había elegido, se trataban de varias delicadas telas, las de tonos verdosos y la naranja con azules para los bordes del cuarto, de tal forma que las principales ocuparan la zona donde los clientes realizaran las acciones creando junto con el color de las paredes un espacio que se asimilara con ambientes marinos y fuera relajante, al cabo de un rato cuando por fin colocó la última alfombra se dejó caer en el suelo agotado, acarrear todas aquellos pesados rollos de tela le había dejado extenuado, era la mayor cantidad de ejercicio que había hecho en toda su existencia, respiró dándose cuenta de que si no se movía sus músculos se enfriarían y llegarían las temidas y odiadas agujetas pero sus parpados pesaban tanto que poco a poco se fue quedando dormido ante la sonrisa del hombre que había destruido a su familia que como cada vez que tenía oportunidad, lo observaba a través de las cámaras perfectamente disimuladas en las lamparillas que pendían de la pared aportando una luz azulada que concordaba con el tema del cuarto.

Cuando Hizaki despertó se encontró encogido en el lecho enrollado en la manta de cuadritos de Kaya como un gusano de seda en su capullo, solo su nariz se veía fuera de la tela, con cuidado y algo de vergüenza al saber que cualquiera podía estar viéndole, retiró la suave manta levantándose y caminando hasta el baño como un zombi, aunque cuando se vio en el espejo no pudo contener un grito a la vez que de un bote volvía a la realidad, y no era para menos, su cabello usualmente delicado y sedoso distribuido en delicados rizos estaba tan enredado que creyó que tendría que cortárselo, al parecer la manta le había creado electricidad estática y las vueltas que había dado le habían hecho nudos en el pelo que no podía desenredar, se cepilló como un loco hasta que consiguió dejar su melena de nuevo suave y brillante, puesto que aunque tardó más de diez minutos para él valió la pena.


Tras arreglar su cabello el joven caminó fuera de la habitación hasta que oyó ruidos a la derecha en el primer rellano, curioso cómo era empujó la puerta encontrándose con su amigo de brillantes mechones rubios platino y blancos como la nieve manchado de pintura verde manzana con un rodillo en su mano mientras a su lado un hombre de brillante cabellera negro y ojos de igual color sostenía una gruesa brocha con la que repasaba las esquinas, se quedó asombrado ante la edad del hombre ya que no era muy normal ver a un novato tan mayor, sin embargo había algo raro en él, independientemente de que su cara y lo que podía ver de su cuerpo estuvieran llenos de magulladuras, por triste que pareciera, la hermosísima princesa rubia se había acostumbrado a ver golpes en la piel de los que le rodeaban, había un brillo especial en sus pupilas, como si hubiera conocido la libertad, se acercó y cuando enfocó sus pupilas más profundamente pudo descubrir en él al hombre que había irrumpido días antes retando a toda la mafia japonesa, aquello le había dado esperanza, esperanza de que pudiera haber una salida, sin embargo al verle allí aquel delgado rayo volvió a apagarse y bajó la cabeza negándose a creer que nunca sería libre.

Tras saber de boca de Kaya lo que estaban haciendo allí decidió bajar en ayuda de Yoshiki que se había quedado solo en el salón y caminó con su habitual elegancia hasta los escalones bajándolos con delicadeza apoyando tan solo las yemas de sus dedos en la barandilla con un gesto tan sutil que parecía casi una caricia, cuando llegó al primer piso y no oyó ruido alguno proveniente del salón en cuestión caminó de puntillas pensando que tal vez su compañero de brillantes mechones ondulados, tan rubios como los suyos propios, estaba dormido, cuando entró en el cuarto pudo ver que en efecto era de ese modo, ya que el cuerpo del amante de Sakurai-sama reposaba sobre unas bellas alfombras nuevas, el bello joven conocido como la princesa sonrió al verle y caminó hasta la columna de mesas que había a una lado comenzando a distribuirlas de una en una en varias filas hasta que estuvieron todas en su sitio, después colocó los pequeños porta velas de cristal azulado en cuyo interior estarían más tarde las velas flotantes y aromáticas que terminarían de ambientar el salón acentuando su aspecto casi marino, después el muchacho se sentó junto al cuerpo del durmiente que se acurrucó contra él en busca de calor mientras el otro rubio colocaba la cabeza de su amigo y compañero de habitación sobre su regazo sumergiendo las puntas de sus delicados dedos blancos en el sedoso cabello tan parecido al que pendía de su propia cabeza, con cuidado removió las mechones ondulados respirando la deliciosa esencia que el champú había dejado en ellos, ante el contacto el bello durmiente comenzó a despertar y se frotó los ojos aún adormilado sonriendo tenuemente al ver quien le estaba acariciando.


Había sido un largo día y eso que aún ni siquiera había llegado la hora de la comida, ninguno necesitaba palabras para saberlo o expresarlo, el más joven de los dos no se molestó en levantarse, sino que permaneció con la cabeza apoyada en los muslos de Hizaki-hime, que cariñosamente siguió tocando su cabello mirando lo hermosa que había quedado a habitación después de que Yoshi-chan la decorara prácticamente solo, y sin embargo no podía dejar de odiarla con todas sus fuerzas, como a todos los cuartos que componían aquella prisión, odiaba lo que representaba, lo que significaba, no había nada en el mundo más repugnante para él que aquella habitación que demostraba su esclavitud.

Dejando de lado su usual entereza, aquella con la que trataba de infundir valor a los demás, cerró los ojos en un gesto de fragilidad que conmovió al chico que reposaba sobre sus piernas, y es que la más bella de las princesas del planeta apenas era capaz de contener las lágrimas, los últimos acontecimientos ocurridos con Kamijo-sama le habían trastornado y ya ni siquiera podía reconocerse al mirar su reflejo en el espejo, era como si una parte de él hubiera muerto, y no tenía solución para eso, finalmente su pecho se deshacía cada vez que veía a su terrible dominador y no pudo evitar que una vez más los recuerdos llegaran a su mente, quería olvidarlo de una vez por todas, pero no podía, era como si algo en su interior se lo impidiera, como si el recuerdo tuviera vida propia y su único objetivo fuera el de destrozar todos sus momentos tranquilos.


--Flash-Back—

Estaba jugando en la habitación con su amigo Kaya que llevaba puesto un vestido blanco, su color favorito, largo hasta las rodillas y unas medias de motitas grises combinadas con unos zapatitos de cuero blanco que en aquel momento estaban tirados de cualquier manera a los pies de la cama, mientras que él tenía el cabello recogido en dos coletas, cuyos mechones cubrían los tirantes del delicado peto-falda rosa claro que llegaba a medio muslo, bajo el que resaltaba una camiseta de manga corta con flores de colores estampadas, junto con unas medias negras y los zapatitos rosas que al igual que los de Kaya estaban desperdigados por el suelo, el chico de pelo blanco portaba un peluche con forma de gato de color azul claro con un enorme lazo en el cuello en color naranja y un osito blanco con un delicado vestido rosa y negro mientras que él solo agarraba a Lavi, juntos movían a los peluches por la superficie del edredón plateado del más joven mientras reían y bromeaban como cualquier niño de su edad, hasta que Kamijo-sama entró en el cuarto que ambos muchachos guardaron un silencio sepulcral, los dos chicos le tenían miedo, y no era para menos, pues juntos habían visto como había pegado a un hombre, que había tratado de propasarse con la princesa, hasta matarlo, el de cabellos castaños caminó hasta la cama donde se sentó enlazando la estrecha cintura de chico rubio de largos cabellos para, a continuación, besar su frente con cariño.


Enfocó sus ojos azules en los oscuros de su princesa que tembló ligeramente ante la profundidad de aquellas pupilas de hielo, después le indicó que caminara junto a él, ya era hora de enseñar al pequeño cual era su auténtica función en aquel lugar, lo llevó hasta la hermosa habitación que había mandado preparar para su bella princesa con el delicado aspecto de un auténtico cuarto real, una vez allí se arrodilló a sus pies quitándole los zapatitos con cuidado, le dijo al niño que soltara su camisa, orden que fue acatada de inmediato por las pequeñas y temblorosas manos del pequeño rubio que no comprendía lo que estaba ocurriendo, cuando por fin pudo deshacer los incordiosos botones se puso colorado al ver el fuerte torso masculino, tan diferente de su pecho delgado de crío, no sabía por qué pero una parte de él quería tocar los músculos marcados del hombre que sonrió soltando el peto con cuidado, dejó que cayera lentamente al suelo e hizo lo propio con las medias mientras Hizaki se removía incómodo, nunca había estado con tan poca ropa delante de alguien, sus piernas delicadas y blancas resaltaban con las sábanas negras bordadas, al igual que los apretaditos slip de ositos, Kamijo acarició las suaves piernas del muchachito rubio que rió al notar cosquillas, se atrevió a tocar la piel pálida que estaba a su disposición dando, sin saberlo, gran placer al de cabellos castaños, que llevaba años esperando aquel momento, y que lo tumbó sobre el lecho haciendo que los largos mechones rubios se desparramaran sobre los almohadones, acarició el pequeño cuerpo terminando de retirar la camisita exponiendo por casi completo el delicioso cuerpo del infante que estaba cada vez más nervioso, sobre todo cuando sintió las manos masculinas de delicados dedos de pianista recorrer su piel. Después observó al hombre soltar su pantalón revelando los calzoncillos negros como el carbón que se apretaban entorno a las intimidades de Kamijo, quien simplemente abrió las piernas de su princesa a la vez que besaba sus labios profundamente, haciendo que el jovencito separara sus labios dándole acceso a su deliciosa cavidad, saboreó el suave gusto de inocencia de su pequeño con deleite mientras continuaba acariciándole las piernas, no tardó mucho en deslizar la última prenda que cubría al niño rubio arrojándola lejos, este se asustó y trató de moverse bajo el cuerpo de su dueño, pero no podía hacer nada en contra de la fuerza de aquel hombre que sin embargo se levantó ligeramente permitiéndole moverse, cada vez estaba más asustado porque era como si una parte de é supiera lo que iba a ocurrir, y pese a las tranquilizadoras palabras de Kamijo-sama seguía teniendo un miedo atroz a lo que iba a ocurrir en aquella habitación.

El de cabellos rizados y castaños acarició con delicadeza su cara justo antes de bajar besando el torso del muchacho hasta colocarse enfrente del pequeño miembro, luego lo acarició suavemente provocando que el muchacho soltara un gemido que a su vez lo hizo sonrojar, nunca nadie le había tocado en esa zona, ni a él se le había ocurrido jamás que podía tocarse ahí, sin embargo el contacto sobre su pene le producía un enorme placer que le torturaba cuando sentía aquellos dedos recorrerlo lentamente, entonces, con la otra mano, Kamijo-sama retiró su propio calzoncillo mostrando su miembro erecto evidentemente más grande que el de su pequeño, que cada vez más avergonzado no podía dejar de observar la rosada punta del enorme y húmedo pene que su dueño poseía, este le tomo la mano llevándola hasta la erección, pasando sus pequeños dedos por ella sintiendo la humedad mojarle, aquello le resultaba vergonzoso pero una parte de él estaba excitado y su mente infantil no comprendía por qué, entonces el hombre le colocó las piernas sobre sus hombros para mostrar el pequeño tesoro virgen que iba a poseer, con cuido vertió unas gotas de lubricante en sus dedos y comenzó a masajear la entrada del pequeño dilatándola poco a poco, cuando introdujo el primer dedo Hizaki gritó.

Un dolor lacerante atravesó su columna aunque se disipó lentamente con las caricias proporcionadas a su primera erección, sin embargo el segundo provocó que se le saltaran las lágrimas, pero el dolor se volvió a disipar, esta vez dejando una molestia punzante en su ano, lo peor fue cuando entró el tercero, el pequeño gritó y se revolvió sollozando sin poder aguantar, era una horrible tortura aunque lo peor llegó después, cuando el pene de su dueño comenzó a abrirse paso en su recto con dificultad desgarrándolo por dentro, pronto, la sangre ayudó a que el miembro de Kamijo-sama terminara de entrar en él, su pequeña erección había desaparecido sin que al hombre de brillantes ojos azules le importara, en aquel momento sentía su pene aprisionado de una forma deliciosa, por lo que se permitió gemir ajeno al dolor que provocaba, finalmente Hizaki se desmayó.

--Fin del Flash-Back—


Una lágrima solitaria se escurrió por a suave mejilla de la princesa que sacudió la cabeza tratando de alejar las memorias al menos un momento, por suerte fue interrumpido por Jasmine que tras acabar de cocinar había subido a avisarlos de que ya estaba la comida lista, entonces el mayor de rubios se levantó corriendo, había olvidado que ese día comía con Kamijo-sama, subió corriendo a la habitación, allí tiró la ropa usada por doquier se lavó en poco tiempo y secó su cabello lo más rápido que pudo, luego se puso un delicado y elegante kimono blanco, parecido a un shiromoku pero con bordados de rosas rojas con espinas, no se calzó solo caminó en dirección a las mesillas donde guardaba los pendientes y demás adornos, escogió una gargantilla de terciopelo negro con un hermoso rubí en el centro y delicadas perlas de coral que pendían del encaje negro de los rebordes, se colocó un delicado conjunto de pequeñas rosas rojas en la cabeza tras hacerse un elegante moño con sus delicados rizos dorados, luego esperó al de cabellos castaños que llegaba tarde, aunque finalmente no le hizo esperar mucho.

Kamijo se había vestido elegante para la ocasión, llevaba un traje de vestir negro, de corte clásico con solapas de seda donde tenía prendida una rosa azul de igual color que la camisa con delicados pliegues bordados a la altura del cuello que estaba bajo el chaleco de terciopelo también negro con bordados en plateado y azul pavo real, llevaba unos zapatos de piel tan negros como los pantalones bajo los que se situaban. Tendió una mano al hermoso joven que caminó con sus delicados pies por el frío suelo hasta una hermosa habitación que no había visto nunca.

Estaba inspirada en los grandes salones de los maharajás indios, con delicadas alfombras bordadas y cojines de seda y telas finas por doquier, también había varias cortinas semitransparentes que caían en cascadas sobre las alfombras, en el centro del cuarto había una mesa con deliciosos manjares europeos, como jamón y cecina junto con pasta italiana y crepes de queso francesas, y al fondo de al cuarto se había colocada una cama baja con sábanas transparentes blancas y cortinas de la misma tela que se arrastraban varios centímetros por el suelo, su color claro contrastaba con el de las paredes, recubiertas con planchas de madera oscura tallada con elaboradas y diversas formas que creaban un ambiente barroco, pero no tan opresivo como habría cabido esperar gracias a la enorme amplitud del salón, el de cabello castaño se sentó sobre un puf de piel tomando la cintura de su princesa y sentándolo en sus rodillas para comenzar a darle la comida.

Yoshiki que había visto como Hizaki salía corriendo, se levantó acompañando a Jasmine hasta la cocina donde Mana le entregó su bandeja, se sentó junto a Kaya que aún tenía manchas de pintura y que había bajado con Klaha, el moreno no tenía una mesa donde comer por lo que se sentó en la suya que era la única que tenía un sitio libre.

Jasmine se había levantado temprano, no había dormido mucho en realidad, ya que había pasado más de media noche jugando al póker con Yuki-sama, el rubio ya había abandonado la cama, tenía un intercambio que hacer por lo que había tenido que irse muy pronto, se vistió con la ropa de la noche anterior para llegar a su cuarto, pero una vez allí se ducho como cada mañana poniéndose luego un cómodo y ancho pantalón negro combinado con una amplia camiseta de rayas moradas y granates que dejaba su hombro derecho al descubierto, se calzó unas zapatillas de felpa rojas y bajó a cocinar sin poder dejar de pensar en Mana, estaba preocupado por el muchacho que como él no había salido de aquella casa en años, y de pronto había sido arrancado del sitio más parecido a un hogar que conocía, pese a que sabía que Gackt-sama había sido liberado no tenía ni idea de cómo podía estar el joven o donde, trató de relegar su preocupación a un rincón de su cabeza para ser capaz de preparar la comida sin quemarla. Primero hizo una Mouse de patata a la que añadió pimienta negra para darle un toque refrescante, después cocinó unas pechugas de pollo a la plancha con diferentes especias aromáticas y le añadió unas rodajas de piña a la ensalada de escarola y queso fresco que acababa de preparar como guarnición.

Como siempre había que hacer dos menús diferentes se decidió por un plato único griego, la mousaka, por lo que comenzó a pelar y a cortar las berenjenas mientras ponía el horno a precalentar, mientras retiraba las pieles duras entró en la cocina su compañero de hermosos ojos de azabache sorprendiéndolo, el chico de delicados rizos castaños pegó un grito de alegría y corrió para abrazar a su amigo que lo recibió encantado, Mana no podía negar que había echado de menos la efusividad de Jasmine.

Juntos como tantas otras veces se dedicaron repartieron las tareas, You continuó troceando las verduras y poniendo las capas de pasta con tomate frito mientras, el otro moreno preparaba la carne picada y la bechamel, una vez estuvo listo dentro del molde añadieron el queso e introdujeron el recipiente en el horno. Durante ese tiempo Mana no había hablado en absoluto pero Jas no le preguntó, sabía que su hermoso compañero de cuarto mantenía sus bellos labios unidos cuando no quería contar lo que le ocurría, es decir casi siempre, por lo que no iba a obligarlo, el joven se había portado muy bien con él, así que se merecía consideración, suspiró mirando la hora, casi era la de la comida, por lo que subió al salón mientras que la hermosa muñeca de porcelana iba a la habitación donde Klaha y en bello albino de ojos cobalto se encontraban.

Cuando avisó a la más reciente incorporación, este se retiró un largo pero rebelde mechón de la cara caminando a su lado hasta la cocina donde el moreno que acababa de regresar repartía las bandejas de comida, luego todos pararon al comedor donde algunas mesas ya se hallaban ocupadas. Kaya y Klaha habían terminado de pintar la habitación de este último de color manzana y le habían añadido varias grecas en un tono más oscuros para dar algo de alegría al lugar dado lo que iba a ocurrir allí, pero no les había dado tiempo de armar la cama porque cuando estaban a punto Mana-chan había llegado indicándoles con un gesto que la comida estaba lista, al parecer el joven había vuelto a su apatismo habitual, sin embargo su mirada tenía un brillo que antes no poseía.

Teru tras desayunar había bajado a la habitación que compartía con Hideto que sin embargo no estaba allí, se vistió con un pantalón corto azul cielo y una camiseta blanca con su nombre escrito, después tomó los utensilios de limpieza que alguien había colocado apoyados en el marco de la puerta comenzando a barrer el suelo con eficacia, desde siempre se había dedicado a la limpieza de la casa pues sus padres tenían cosas que hacer y a él le gustaba ayudar en lo que podía. Ese día todos los muchachos se dedicarían a limpiar sus habitaciones, por lo que tanto Machi como Hero se encontraron mientras llenaban sus respectivos cubos de fregar con el agua necesaria, después cada uno caminó hasta sus habitaciones donde sus compañeros se repartieron las tareas. Era normal para la mayoría aquello, aunque no les hacía sentir mejor, pues eran empleados domésticos además prostitutos. Mientras en sus respectivos cuartos los muchachos públicos limpiaban, en el suyo Teru, que ya había terminado de barrer y pasar el polvo de todos los muebles, tocaba las cuerdas de su guitarra sentado en la cama de Hide, que tras desayunar con Toshi-sama había subido cuando este se había ido a resolver asuntos con su hermano, le observaba con los ojos brillantes por la emoción, había decidido que cuando fuera mayor tendría una guitarra como aquella y que la tocaría mejor que nadie.

El despertador que tenían puesto para avisarles de la hora de la comida sonó de pronto haciendo gritar a pequeño pelirosa que se cayó de la cama haciendo que su compañero de cabellos bicolor tirara la guitarra de cualquier manera sobre el colchón y corriera hacia él que se levantaba sobándose la espalda con gesto de dolor, el mayor de ambos examinó su torso con cuidado extendiendo una suave crema para los moratones sobre la zona afectada calmando el dolor casi de inmediato, luego agarró la mano del pequeño y ambos bajaron a la cocina de donde pasaron al comedor después de hacerse con sus bandejas, una con cada menú. A la vez que esto ocurría Sakurai Atsushi, que tras esperar un rato había abandonado la casa para ir a una reunión de negocios, comía en un elegante restaurante muy satisfecho tras firmar un importante acuerdo con uno de los mayores exportadores de droga hacia a Europa para suministrarle de la mejor mercancía de Asia para el viejo continente, su compañero se marchó pronto porque al contrario que él estaba perseguido en Japón, cuando terminó su carísimo foi de pato exportado expresamente de Francia se levantó acercándose a la ventana desde la que se veía la bahía de Tokio, cuando se aburrió de la vista se dio la vuelta recordando que aún tenía asuntos que atender en la casa con Kamijo y salió del elegante comedor bajando en el ascensor de cristal hasta su nuevo Lamborgini murciélago negro, se dio cuenta de que no había pagado, pero que importaba, el edificio entero era suyo.

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