martes, 6 de julio de 2010

Corazón Sangrante, Alma Rota V




Cuando llegó a la habitación lo primero que notó fue que el ambiente estaba más relajado de lo normal, además Kamijo en vez de actuar ansioso y deseoso por tomarle simplemente tiraba de él con cuidado conduciéndole hacia el baño, una vez que entraron se asombró de lo hermoso que estaba todo, la enorme bañera rectangular estaba llena de agua perfumada cubierta de pétalos de rosas rojas, a su alrededor estilizadas velas con esencia de flores colocadas en ornamentados candelabros de pie iluminaban la estancia que no contaba con más luz, en el equipo de sonido una bella melodía llenaba la habitación haciéndola más romántica aún si cabe.
El de cabellos castaños retiró la capa de su princesa, soltó el lazo del obi dejándolo caer y haciendo que el kimono se deslizara, después sujetó la fina mano de dedos blancos haciéndole bajar de las altas plataformas, retiró la ropa por completo dejándolo tan solo con los tabi que se apresuró a retirar también, luego lo tomó entre sus brazo y lo llevó hasta la bañera donde lo sentó en los primeros escalones de la escalerilla sumergiendo su cuerpo parcialmente en el agua templada, procedió a quitarse su propia ropa y a acompañar a su joven amante entre las rosas. Acarició el delicado cuerpo de Hizaki acercando sus cuerpos hasta que sus pechos se rozaron, enredó sus dedos en el cabello rubio antes de propinar un largo y apasionado beso al joven que sin darse cuenta pasó sus brazos por el cuello intensificando aún más el contacto. Se estaba rindiendo, lo sabía, cada vez resistía menos y se entregaba más, lo peor era que disfrutaba cuando Kamijo le tomaba y era feliz al notar que era amable con él, lo peor es que su corazón comenzaba a vibrar con la mirada de hielo.
Abrió las piernas que rodearían su cintura en un futuro no muy lejano y se introdujo entre ellas acariciándolas de arriba abajo enterrando su cara en el hombro del muchacho que simplemente acarició sus rizos relajadamente mientras su mente trataba de analizar lo sentía, había una fuerte presión en su pecho que le indicaba que algo no iba bien, algo que evidentemente tenía que ver con el centro de todo su universo que ahora besaba su garganta suavemente mientras deslizaba los dedos por su espalda causándole escalofríos en la columna vertebral, cerró los ojos para evitar que las lágrimas cayeran por sus mejillas aunque no las pudo contener durante más de unos pocos minutos y se echó a llorar desconsolado.

Estaba tranquilamente saboreando la deliciosa y fina piel del cuello de su princesa cuando notó como las lágrimas caían sobre su cara y levantó los ojos hasta ver como Hizaki cerraba los suyos tratando de evitar los hipidos.
Sin mediar palabra lo levantó entre sus brazos cogiendo un albornoz y envolviéndole en él y después lo llevó a la habitación donde lo poso con delicadeza en la cama sin importarle que su cabello mojara las sábanas, puso sus manos a ambos lados de la cabeza rubia y miró los ojos de azabache que acababan de abrirse.

-Hizaki, noto que desde hace días te ocurre algo y quiero saber qué es.-
Pero el más joven en vez de responderle volvió el rostro sin despegar los labios tratando de ignorar tanto el frío tono como la inquisitiva mirada que amenazaba con conocer aquello que ni él mismo comprendía, aquello que lo tenía en semejante estado emocional. Kamijo torció el gesto ante la reacción de su princesa y tomo la cara redondeada por el mentón obligándole a girarla, sin embargo el rubio cerró los ojos negándose a mirarle.

-Primero, mírame cuando te hablo, y segundo, no me obligues a hacerte daño para averiguar qué es lo que te ocurre.-

Tembló al oír la imperiosa voz de su dueño y abrió lentamente sus orbes oscuros que reflejaban tanto su miedo como su incertidumbre, y se echó a lloras de nuevo mientras trataba de tragar el nudo que se había instalado en su garganta y que le impedía hablar. Cuando por fin lo consiguió solo fue capaz de suplicar débilmente.

-Po…por favor, déjame ir…me…me duele, por favor déjame…-

Se levantó impresionado ante la respuesta de su pequeño y sin saber qué hacer se dirigió al baño de donde cogió su propia bata colocándosela y frotando sus extremidades por encima de la esponjosa tela para secarse, luego salió y se encontró con la cama vacía y la puerta abierta, furioso consigo mismo más que con Hizaki salió corriendo para encontrarlo antes de que hiciera una locura.
Cuando se dio cuenta de que Kamijo había salido de la habitación se decidió a escapar como fuera, sin hacer ruido se levantó y abrió la puerta agradeciendo que el cerrojo estuviera quitado, corrió por el pasillo sin encender la luz, por suerte se sabía el camino de memoria, bajó las escaleras lo más rápido que pudo, luego agarrándose a la pared tanteó en busca de una puerta, recordaba de cuando era pequeño que la entrada estaba disimulada en la pared. Estaba a punto de encontrarla cuando sintió un fuerte tirón en su cintura y una mano apretó su boca salvajemente haciéndole daño.

Cuando por fin encontró al rubio este estaba a punto de encontrar la puerta de principal de la casa, aceleró el paso agarrando la estrecha cintura y le tapó fuertemente la boca para evitar cualquier sonido que advirtiera a Atsushi de lo que acababa de ocurrir, no sabía por qué estaba salvando a Hizaki del castigo puesto que en otro tiempo hubiera llegado incluso a disfrutar de él, lo cargó duramente escaleras arriba hasta llegar de nuevo al cuarto, una vez allí lo arrojó sobre el lecho y antes de que pudiera reaccionar y levantarse se volvió y marcó la clave de la cerradura electrónica que solo él conocía.
Al ver cómo el castaño marcaba la contraseña toda la esperanza desapareció para él puesto que aunque llegara a la puerta ni siquiera le daría tiempo a marcar la primera combinación de números, tragó saliva tratando de hacerse a la idea de que iba a ser castigado tan duramente como al principio, sin embargo no fue capaz, hacía mucho tiempo que no era tratado tan duramente, cerró los ojos al ver cómo Kamijo se acercaba de nuevo, sin embargo no notó ningún golpe o insulto como había esperado, sino algo que caía sobre su cara. Miró y descubrió un fardo de ropa compuesto por unas medias blancas, la ropa interior de igual color, una especie de vestido de color rosa pálido con puntillas en los bajos y un abrigo a juego que además tenía piel blanca en el cuello, las mangas y los bajos y dos corazones también de piel en los bolsillos. Finalmente extrajo de una caja unas botas de cuero blanco con piel y dos borlas en el extremo de los cordones y se las lanzó también.

-Póntelo, vamos a salir.-

No dijo nada más antes de volverse a elegir su propia ropa, una vez que se decidió retiró su albornoz pensando que había dado el regalo a Hizaki bastante antes de tiempo, la ropa iba a ser entregada el diecisiete de febrero, el día de su cumpleaños, pero la extraña sensación que las palabras del joven le habían causado le había hecho actuar de una forma poco conforme con su habitual tranquilidad, se subió los bóxers negros y agarró sus pantalones vaqueros favoritos también oscuros y se los puso, luego se abrochó la camisa azul marino pero decidió no ponerse corbata, se calzó los brillantes zapatos de vestir y la chaqueta de ante, luego agarró el largo abrigo y miró a Hizaki que ya estaba listo, se acercó y tiró de él fuera de la habitación, recorrió el mismo camino de hacía unos instantes pero esta vez fue él quien abrió la puerta e indicó al chico que saliera.
Una vez en el exterior caminaron hasta su deportivo, dio la vuelta al capó y abrió la portezuela del copiloto para su princesa, en un gesto de perfecto caballero, Hizaki entró aterrado, pensando mil y una barbaridades, trató de calmarse pero el ruido de la puerta de Kamijo al cerrarse retumbó en el abrumador silencio que se había instalado entre ellos. Apenas le dio tiempo de abrocharse el cinturón de seguridad antes de que el terrible coche arrancara alcanzando en pocos segundos una velocidad muy por encima de la permitida, miró por la ventana tratando de nuevo, de calmarse, intentando no pensar que se lo llevaba a otra parte para matarle, sin embargo tras el cristal la increíble velocidad que llevaban convertía todo en luces fugaces bajo un cielo que ya comenzaba a aclararse. No tardaron mucho en llegar a donde quiera que estuvieran, Kamijo apagó el motor y bajó repitiendo el gesto elegante de antes y ayudándole a bajar, miró a su alrededor para saber donde estaba y lo que vio hizo que sus ojos se abrieran como platos, frente a él se encontraba un cúmulo de arena al que cualquier libro daría el nombre de playa, y tras él estaba su más anhelado sueño, la ilusión de la que había vivido en los momentos más difíciles.
Al ver que Kamijo no decía nada bajó corriendo las escaleras que daban acceso a la playa y corrió riendo como un niño hasta llegar al borde del agua. Al ver la felicidad de su pequeño le siguió a paso lento y una vez estuvo sobre la arena olvidó su medida elegancia y se despatarró alegremente sobre la arena. Tras contemplar las saladas olas azules se acercó a Kamijo que se había sentado y se acurrucó a su lado, tras un rato viendo el final del amanecer se levantó sobre sus rodillas siguiendo el impulso que su corazón le dictaba, su mente se había quedado en blanco hacía rato. Tomó entre sus manos la cara de Kamijo y unió sus labios a los del hombre, luego completamente sonrojado por su acción se sentó de nuevo y posó su cabeza en el hombro de su amante.

Kamijo abrió los ojos sorprendido al notar como su princesa le besaba, pero los cerró casi de inmediato profundizando el contacto que los unía, entonces una luz se prendió en su cerebro, una luz que le indicaba por qué Hizaki había estado así de raro durante las últimas semanas, el pequeño pese a todo el daño que le había causado comenzaba a sentir algo por él, ese beso era la prueba fehaciente de ello, cuando acabó miró las mejillas sonrojadas de su pequeño, el que llevaba siendo su pequeño once años, casi doce, el único que se había ganado su corazón aunque nunca se lo hubiera demostrado. El rubio se acurrucó contra él de nuevo y pasó un brazo entorno a sus hombros acercándolo aún más a su cuerpo, así, juntos vieron el amanecer.


Kaya se removió perezosamente en el lecho extendiendo el brazo sobre la porción de cama que Juka había ocupado y que por lo tanto debía estar vacía, sin embargo no era así y al tratar de retroceder asustado por la presencia de otro bulto en el lecho se enredó con las sábanas y se cayó al suelo ante la mirada de un peliplateado más que despierto que al ver cómo trataba de librarse de la tela forcejeando sobre la alfombra se echó a reír fuertemente. Se levantó tan enfadado con Juka por reírse que ni siquiera se dio cuenta de que al caer la tela no había nada más cubriendo sus partes más íntimas, se tapó con las manos pero no ocultaban mucho, por lo que se metió en la cama y se tapó con las mantas hasta la cabeza, pero no fue buena idea ya que Juka estaba también bajo las sábanas y se apresuró a atrapar el frágil y pálido cuerpo que le volvía loco, Kaya se retorció riendo en los fuertes brazos del hombre que amaba, estaba feliz sabiendo que por fin habían dormido juntos. Besó el cuello y los hombros de su amante y lo acomodó de espaldas, sin embargo en vez de abrirle las piernas y continuar con los juegos sexuales, acarició su mejilla mirándole a los ojos.

-No me volveré a ir, porque ya sé lo que te ocurre.-

Abrió los ojos espantado ante tal declaración, trató de alejarse pero le fue imposible, su cuerpo no le respondía puesto que tenía miedo de que no le correspondiera.

-Pero antes de que contestes has de saber que nadie me lo ha contado, digamos que no eres el mejor actor que he conocido. Te quiero.-

Justo acabó de pronunciar esas palabras y besó los voluptuosos labios de su amor, sonriendo mentalmente por haber sido capaz de decirlo, siempre había sabido que nunca podría merecer el amor de un ser tan sumamente hermoso y puro como Kaya y con el tiempo lo había aceptado acostumbrándose al sexo forzado, por obligación, por lo que descubrir que el joven sufría por amarle era el mayor regalo que podía recibir, entregó en aquel simple contacto todos los sentimientos que durante años había tratado de ignorar, que durante años le habían hecho sufrir como la peor de las heridas, esas que son incurables, que te dejan vivir restregándote día a día, noche a noche todo lo que te falta. No fue capaz de procesar lo que acababa de oír y al notar los tibios labios de su dueño sobre los suyos solo pudo abandonarse al contacto electrizante que puso su mente en blanco, cuando la falta de aire requirió que se separaran notó humedad en sus mejillas, se había echado al llorar, y sabía la razón, Juka acababa de afirmar que le quería, le miró a los ojos buscando cualquier rastro de mentira, sin embargo los ojos oscuros del hombre no le mostraron ningún tipo de engaño, y es que con el tiempo había aprendido a leer aquellos pozos grises que una vez que te atrapan ya no te liberan jamás, y como en su caso te llevan al más doloroso y desesperado amor que una persona puede sentir.
Le abrazó sollozando desconsolado y enterró su cabeza en el cuello pálido del hombre que amaba tratando de tragar el nudo de su garganta provocado por el mar de emociones en el que se estaba ahogando, quería decir algo, pero no se sentía capaz, se sentía muy extraño, por un lado feliz y por otro confuso, pero cuando notó la mano de Juka en su espalda supo que todo estaba bien, suspiró un par de veces y cerró los ojos tranquilo por fin. Luego notó como volvía a recostarle y le acariciaba retirando su cabello.

-¿Recuerdas la primera vez que te vi?-

-Es imposible olvidarlo, esa noche no pude dormir.-

Se echó a reír ante la contestación y apoyó su cabeza sobre el pecho delgado y blanquecino de su pequeño amante que comenzó a recordar cómo había sido su primer día en aquella casa de la que no había vuelto a salir.

--Flash-Back—

Era diecisiete de julio, el día de su cumpleaños, el día que cumplía siete años de edad, y lo normal en ese tipo de casos era que un niño recibiera muchos y diversos regalos, sin embargo como ya era habitual tan solo había recibido el de su hermano, Jasmine como siempre había gastado el poco dinero que tenía para sí mismo en una rosa brillante y roja para su pequeño hermanito al que desde luego no había contado que ese mes tampoco se iba a poder comprar unos zapatos nuevos que no le apretaran y se mojaran con la lluvia. Agarró fuertemente la mano de Kaya cuyo pelo blanco y hermoso se veía bajo el pequeño gorrito azul cielo, y caminó por la calle esquivando las piernas de los adultos que amenazaban con arrollarles, tenían que buscar un nuevo lugar donde dormir dado que el sitio que antes ocupaban acababa de ser desmantelado.

Anduvieron durante gran parte del día y cuando la noche cayó el pequeño Kaya aún no había comido nada, por lo que aprovechando su pequeña estatura caminó dentro de un bar sin que nadie advirtiera su presencia, para sus nueve años era demasiado bajito y delgado, había dejado al pequeño cerca de la puerta por si tenían que salir corriendo. Se acercó a una mesa ocupada por dos hombres trajeados y de aspecto serio que no paraban de hablar ignorando el pastel de crema de aspecto delicioso que llenaría el estómago de su pequeño hermano.
Extendió su fina mano y hasta tantear la superficie glaseada que le pringó los dedos, luego la fue retirando lentamente suplicando por que los hombres no se dieran cuenta, sin embargo no era su día de suerte puesto que uno de ellos, el rubio agarró su muñeca fuertemente haciéndole daño y tiró de ella haciéndole gritar, en ese momento los demás hombres que había en el establecimiento se levantaron de sus asientos y taparon las salidas, solo entonces fue consciente del error que había cometido, oyó el grito de Kaya cuando un hombre alto de mirada peligrosa y cabello plateado le tomó en brazos y trató de soltarse para auxiliar a su hermano que ahora no dejaba de llorar asustado, pero el hombre que le sujetaba simplemente retorció su mano haciendo que cayera de rodillas sin fuerzas y que las lágrimas comenzaran a brotar por el dolor de su muñeca.
Fue levantado en vilo, al igual que Kaya, por aquel señor rubio, y vio cómo lo montaban en un coche negro tan imponente como su dueño, tenía tanto miedo que si siquiera era capaz de gritar sobre todo porque sabía que aunque los mataran a los dos a nadie le importaría, no tenían familia, ni amigos, ni siquiera un lugar decente para dormir.

--Fin del Flash-Back—

Una lágrima se deslizó por la hermosa y andrógina cara de Jasmine pero antes de que llegara a la altura del cuello fue secada por Yuki que descansaba a su lado con solo un bóxer como pijama, luego pasó un brazo por la estrecha cintura del joven de cabello rizado sintiendo la cálida piel bajo el camisón de rayas moradas y blancas que usaba para dormir.

-¿En qué piensas?-

-En la primera vez que nos vimos, nunca en mi vida había tenido tanto miedo.-

-No pienses en esas cosas ahora, solo descansa, no me gusta que te pongas triste.-

Jasmine asintió omitiendo el comentario de que era el propio Yuki el que causaba su tristeza y cerró los ojos tratando, sin éxito, de que las imágenes del recuerdo no volvieran a su mente.

--Flash-Back—

Habían llegado a una casa enorme que además tenía calefacción, esos últimos días hacía mucho frío por la noche, el hombre le había amenazado con hacer daño a Kaya si trataba de huir o gritaba y luego los había dejado en un cuarto con una hermosa cama de sábanas rojas que estaba ocupada, había sentado a su hermano sobre la colcha y le había quitado el fino abrigo que llevaba dejando ver el vestido blanco que contrastaba con las medias negras y los pequeños zapatos del mismo color, luego se había dejado caer en un pequeño y blando puf de cuero enfrente de la cama.

Al cabo de un rato el ocupante del lecho comenzó a despertar y poco a poco se fue levantando aún abrazado a un peluche que hizo que por él corriera la envidia, habría dado casi cualquier cosa por conseguirle uno igual a su hermanito y no esas rosas que al cabo de un día se marchitaban, sin embargo el pequeño Kaya no se había enterado de que otro niño de cabello rubio miraba con interés la rosa que acariciaba para tratar de calmarse. El pequeño se acercó con la curiosidad brillando en sus grandes y expresivos ojos negros, pero sin soltar a su conejo de peluche, hasta llegar a la altura de Kaya a quien tomó del hombro para ver mejor la flor y asustándolo sin querer. Se incorporó al ver a su hermanito temblar, pero al observar la mirada del niño se calmó de nuevo.

-No te asustes, soy Hizaki y me gusta tu flor.-

Escuchó la voz infantil del niño tan parecida a la del propio Kaya que no tardó en contestar.

-So…soy Kaya y me gusta tu peluche.-

-Se llama Lavi.-

Jasmine sonrió ante el inocente comentario y aún más cuando vio cómo el otro infante le tendió su conejo a su nuevo amigo que lo aceptó encantado tendiéndole la rosa, sin saber que mientras tanto en una habitación tres hombres observaban a través de las cámaras colocadas en las lámparas las acciones de los tres niños, en el centro un hombre alto e imponente de cabello largo y negro giró su cabeza para observar a su colega de pelo rizado que miraba las acciones del niño rubio con los ojos completamente abiertos por la sorpresa, nunca se podría haber imaginado que Hizaki llegara a compartir a Lavi, puesto que ni siquiera dejaba que él lo tocara, analizó atentamente el comportamiento del rubio respecto a la flor roja, hacía ya dos años que su pequeña princesa como se empeñaba en llamarle vivía allí, pero aún estaba averiguando cosas sobre él.
Yuki observaba con interés al niño de rizos castaños tratando de decidir si quedárselo para él o entregárselo a Atsushi para que lo usara en su negocio, finalmente se decidió por la primera opción.

-Te pagaré su manutención Atsu, la de los dos.-

El aludido pasó por alto aquel mote tan poco imponente que el rubio le acababa de poner y le miró algo impresionado.

-¿A los dos?-

-Sí, de ese modo el mayor me obedecerá.-

Atsushi asintió pensando en que de todas formas controlar a un niño de esa edad no podía resultar tan difícil, sin saber el error que estaba cometiendo.

--Fin del Flash-Back—

Yuki suspiró acariciando uno de los suaves rizos de Jasmine que tenía la cabeza apoyada en su pecho desnudo, amaba cada parte de aquel bello joven que tras constantes torturas se había rendido a él, abrazó un poco más el cuerpo cubierto por aquella fina tela que en aquel momento le impedía sentir aquella piel increíblemente suave, juntó los párpados, se sentía lleno de paz, absolutamente calmado.


Toshi acarició una última vez la cabeza rosada y salió de la habitación mientras el pequeño cuerpo se removía entre las sábanas extrañando el agradable calor del hombre de negro, pero el trabajo le reclamaba y debía ocuparse de él antes de que la policía llegara, según tenía entendido había un informante en la organización y debía poner a salvo el cargamento antes de que diera el soplo. Montó en la flamante moto negra y se puso el casco que evitaría un posible reconocimiento facial, luego aceleró recordando la bella cara durmiente de Hideto, el ser más bello sobre la tierra, y es que pese a vivir rodeado de bellezas como Hizaki o Kaya aquel niño de mirada inocente y horrible gusto para vestir le había robado poco a poco el corazón con sus ojos de chocolate.


Teru apartó las mantas que le agobiaban pero casi de inmediato estas volvieron a cubrirle casi por completo, mientras Asagi reía divertido ante los gestos del pequeño, luego lo agarró y comenzó a hacerle cosquillas provocando las risas del muchacho a pesar de sus intentos por resistirla, finalmente dejó que el pequeño cuerpo descansara sobre el suyo propio, era tan bello cuando descansaba agotado sobre él. Movió sus enormes ojos cobalto que daban un aspecto sumamente infantil a su cara hasta que se encontraban en las pupilas carmesí del hombre de cabello negro, aquellos ojos que tanto le habían asustado la primera vez que los había visto, tenía doce años, tan solo habían pasado unos meses desde aquel momento. Su familia había desaparecido, sus padres, la única que tenía, se habían esfumado, sabía que tenían deudas puesto que su progenitor era un ludópata consumado, pero lo que jamás había podido imaginar es que había sido tan estúpido como para pedir dinero a la mafia, esta tras desmantelar lo que hasta hacía unas horas era el único hogar que conoció, le había llevado hasta un edificio de aspecto majestuoso donde dos hombres de cabello negro le habían examinado profundamente causándole más miedo del que estaba acostumbrado, luego uno de ellos le había ordenado a un tipo con aspecto de gorila que lo llevara al lugar en el que estaba en ese instante, una habitación con dos camas, una con cortinajes azules y negros y la otra con adornos que iban desde el morado más claro hasta el violeta más oscuro.

Mientras examinaba el cuarto entraron en él varios jóvenes de sorprendente belleza que le miraron apenados, el primero tenía largos rizos rubios y bellos ojos negros, y vestía pantalones muy anchos y una camiseta ajustada, todo ello negro, el chico con el que había estado hablando era aún más impresionante, pues si el primero parecía un modelo, el segundo vestido enteramente de blanco como estaba se asemejaba con una figura celestial, y en su cara dos purísimas turquesas parecían brillar con luz propia. Los acompañaban dos morenos impresionantes, el de la derecha tenía rizos castaños y grandes ojos del mismo color, portaba pantalones blancos y una chaqueta morada, mientras que el otro ayudado por su vestimenta oscura parecía una figura en blanco y negro, sus ojos y cabello del color de la noche parecían brillar en contraste con la piel de porcelana inmaculada, su ropa era idéntica a la de una muñeca, llena de encajes y lazos haciéndole ver aún más irreal.

-¿Eres el nuevo?-

La voz cantarina del chico de pelo blanco le hizo salir de su ensimismamiento y se puso colorado al darse cuenta de que había sido descubierto y asintió torpemente antes de contestar.

-No estoy muy seguro.-

-Yo soy Kaya, ellos son Hizaki, Yuu y Mana.-

-Me llamo Teru.-

-Nosotros te ayudaremos a acostumbrarte a la vida de aquí.-

-No…no lo entiendo, ¿y mis padres?-

El chico que parecía un ángel lo miró con pena, ese gesto le hizo sentir mal por dentro, algo le decía que no los volvería a ver.

-Tus padres tenían una deuda con Asagi-sama, como no la han podido pagar completa debes hacerlo tu.-

Notó como las lágrimas comenzaron a acudir a sus ojos cuando notó la mano del chico en su hombro, sabiendo que vendría a continuación.

-Lo siento, ellos han escapado, probablemente se han ido del país.-

-¿¿Me…me han abandonado??-

-Lo siento, ahora nosotros somos tu familia.-

Finalmente rompió a llorar siendo abrazado por tres de los jóvenes, el cuarto, el bello muchacho que parecía una muñeca solo les miró con su expresión imperturbable. Parpadeó regresando a la realidad ante la mirada curiosa de Asagi que se imaginó lo que había estado pensando su pequeño y le acarició suavemente, Teru había sido uno de los pocos que había aceptado su destino desde el principio, y es que no era para menos, no tenía absolutamente nada, así como los demás habían sido relativamente felices en su niñez, por lo que había logrado sonsacar al pequeño él no lo había sido en absoluto, su padre se dedicaba a su peligrosa afición al póker mientras que la madre fingía que todo iba bien en su matrimonio a pesar de que este llevaba muerto demasiados años, mientras el pequeño debió crecer solo en una situación que no entendía. Acarició el pelo retirándolo de la cara de su niño para ver mejor sus ojos.

-No sigas pensando en aquella época, han pasado meses suficientes como para que te olvides de ellos, no valen la pena y lo sabes.-

Asintió, pues aunque odiara admitirlo el hombre tenía razón, y de todas formas su vida no había cambiado, salvo por las noches, en absoluto, podía decir que excepto la obligación sexual, todo era mejor que cuando vivía con su propia familia.

-Cuando los encuentres, ¿qué ocurrirá?-

-Pagarán su deuda con sus vidas.-

Abrió los ojos alarmado, a pesar de todo eran sus padres.

-Pe…pero ¡son mis padres!-

Aquel comentario le enfureció, no eran más que basura que jamás habían hecho nada por él y se preocupaba por ellos, no sabía si era muy bueno o muy estúpido. Inspiró para tranquilizarse antes de contestar, no quería pagar su mal humor con el pequeño, entonces se le ocurrió una de las mejores ideas que jamás había tenido, por lo que se permitió esbozar una sonrisa sarcástica antes de comenzar a hablar de nuevo.

-Después de lo que te hicieron no sé cómo puedes rogar por sus vidas, pero has de tener en cuenta que si no lo pagan ellos lo harás tú.-

Teru asintió con una mirada decidida, acababa de firmar su esclavitud de por vida. Asagi sonrió, ahora el chico no tendría ninguna excusa para huir, puesto que él mismo se había comprometido a quedarse, acarició su cabello de nuevo antes de cerrar los ojos y conminar al niño a imitarle.

-Duérmete que no has descansado nada.-

-Hai, Asagi-sama.-


Cuando el sol estuvo muy alto en el cielo dejaron los abrigos en el coche y fueron a desayunar a una cafetería del centro, para sorpresa de Hizaki que había esperado que le devolviera a la casa, aunque le resultó aún más sorprendente que le dejara elegir su comida, normalmente no podía, compraban siempre cosas que les mantenían en un peso adecuado que satisficiera a los clientes, por lo que aprovechó sabiendo que habría pocos días como ese y pidió una taza de chocolate caliente y una napolitana de crema con abundante glaseado por encima, cuando se lo llevaron sonrió, iba a ser la envidia de Kaya que salvo en los cumpleaños no podía probar sus amados dulces, mientras engullía el enorme dulce observó la mirada divertida de Kamijo que daba pequeños sorbos a su humeante café solo tras apartar la torta dulce que le habían servido de acompañamiento, al ver a la princesa terminar de ingerir su desayuno le tendió la porción de torta que el rubio aceptó feliz y se comió en menos de cinco segundos, luego sopló el humo de su chocolate que aún no se había enfriado ni un poco.
Sin embargo la calma duró poco puesto que Kamijo recibió una llamada al móvil cuando Hizaki estaba a punto de terminar la bebida, era Atsushi que ya había notado la evidente falta del más joven, bueno era lógico, al fin y al cabo había cámaras por todo el recinto, sobre todo en la habitación compartida de Kaya y Hizaki ya que era en la que más intentos de huida e incluso de suicidio se habían producido, el rubio pudo oír la voz del moreno a través del auricular lo que le dio una idea de lo alto que estaba gritando, sin embargo las respuestas del castaño de ojos claros eran tan tenues y susurrantes que no era capaz de entenderlas eclipsadas como estaban por los gritos de Sakurai-sama.
Tras un rato de discusión Kamijo consiguió convencer a su amigo y tranquilizarlo, y agarró la mano de su princesa conduciéndolo de nuevo hasta el vehículo, este echó una mirada de tristeza al océano sabiendo que aún tendría que pasar mucho tiempo para que Kamijo le dejara verlo de nuevo, aunque estaba contento por haberlo observado al menos una vez. Viajaron a la misma velocidad que antes pero por supuesto la sensación horrible que le había invadido desapareció casi por completo, al llegar y entrar se dirigió a su cuarto tal y como su amante había “sugerido” mientras él iba a hablar con Sakurai-sama, una vez allí encontró tanto a Kaya como a Yoshiki sentados con la misma expresión absorta e inmóvil sobre sus camas mirando la puerta cuyo marco acababa de cruzar, ambos jóvenes parpadearon en un gesto tan idéntico que pareció ensayado y se levantaron rápidamente a recibirle.

-¡Oh, Hizaki-hime! ¡Nos has tenido tan preocupado!-

Kaya le abrazó estrechándolo fuertemente entre sus brazos. Después le llegó el turno a Yoshiki que enterró la cara en su hombro.

-Yoshiki-chan vino muy preocupado porque Sakurai-sama estaba enfadado porque tú habías desaparecido, pensamos toda clase de cosas.-

El joven albino se secó las lágrimas que comenzaban a brotar de sus bellos ojos azules mientras el muchacho rubio a su lado asentía examinándole en busca de algún tipo de daño.

-Estoy bien, chicos, no me ha pasado nada, en serio.-
-Cuando Sakurai-sama vio que no estabais me dio mucho miedo, temí que me pegara o algo, pero después de hablar con Kamijo-sama se calmó un poco. ¿Qué ocurrió?-

-¡Me llevó a ver el mar!-

Rió contento y dio vueltas ante la mirada asombrada de los dos jóvenes que tras asimilar sus palabras lo siguieron compartiendo su alegría.

-Luego fuimos a una cafetería, nunca había estado en una, y desayuné chocolate y un bollo con crema y glaseado que no sé cómo se llama.-

Los grandes ojos azules de Kaya brillaron de envidia. Pero no podía dejar de alegrarse por su amigo, Hizaki se merecía eso y mucho más.

-¿De veras? Cuanto me alegro por ti.-

Le abrazó de nuevo e incluso Yoshiki se unió al contacto. Sakurai Atsushi y Kamijo Yuuji observaron desde el marco de la puerta a los tres jóvenes que reían tirados en el suelo, llevaban ya un rato mirando su interacción, ninguno de los dos podría precisar exactamente cuánto puesto que ambos podrían pasarse la vida entera viendo sus bellas figuras, finalmente fue el moreno el que entró en el cuarto y se aclaró la garganta para llamar su atención, tanto Kaya como Yoshiki se levantaron rápidamente, pero la princesa apenas tuvo tiempo de incorporarse antes de que el hombre hablara.

-Bueno, durante estos días que yo sepa ninguno ha realizado sus tareas, por lo que durante este fin de semana os encargareis de la comida y la colada, Kaya, Hizaki poned a Yoshiki al corriente del sistema de tareas, por cierto esta noche cenarás conmigo, mandaré a alguien para que te recoja a las ocho en punto, ni un minuto más ni un minuto menos, espero que vengas vestido de acuerdo con la ocasión.-

Eso último lo dijo enfocando sus fríos ojos negros en las pupilas castañas que lo miraron ligeramente asustado, luego se giró y sin decir nada abandonó la habitación seguido de Kamijo que justo antes de irse miró a Hizaki provocando en él un sonrojo que no supo cómo explicar. El chico de cabello de nieve sonrió a sus dos acompañantes y se dirigió hasta la cesta donde guardaban la ropa sucia a lo largo de la semana, la agarró cargando con ella y anduvo hasta la salida.

-Seguidme.-

Ambos lo hicieron, el mayor de los rubios ya conocía el camino, pero el más joven se preguntaba a donde se dirigirían, entonces recordó que una de las cosas que Sakurai-sama había ordenado no la había entendido del todo.

-¿A qué se refería con lo de la comida?-

-Los chicos que vivimos aquí nos encargamos también de limpiar, de cocinar, de lavar nuestra ropa, además de servirles por la noche, ellos tienen un servicio que se encarga de eso, son los que viste ayer, los que sirvieron la cena. A nosotros solo nos cambian los cortinajes de las camas o cualquier otra prenda que haya que llevar a la tintorería porque nosotros no podemos salir de esta casa, imagino que ahora me vigilarán más ya que conozco la ubicación de la puerta, aunque no sé por qué pero creo que no voy a volver a salir por ella.-

Le miró con los ojos abiertos como platos, el no sabía cocinar, es más la única vez que había puesto una cazuela al fuego la había quemado, en la cocina era un cero a la izquierda. Así se lo hizo saber a los dos jóvenes que trataron de tranquilizarle diciendo que ellos le enseñarían, algo que por otra parte solo consiguió preocuparle más. Llegaron a una habitación con azulejos blancos y azules casi cubiertos por varias lavadoras iguales de acero inoxidable, también había pequeñas mesas de contrachapado azul claro debajo de las cuales pudo ver más recipientes de ropa, y donde Kaya dejó la cesta antes de destaparla y comenzar a sacar su contenido, lo fue distribuyendo por colores mientras Hizaki, tras hacerle un gesto para que lo imitara, repetía el proceso con el resto de cajas de mimbre, pusieron las cinco lavadoras y se sentaron en el suelo de cemento a conversar un rato, no estaba frío como se había esperado, aunque no sabía por qué.

-¿Por qué el suelo está templado?-

-Por debajo pasan las tuberías del agua caliente, ahora funcionan porque está lavando.-

Asintió sorprendido, pero no dijo nada más, se dedicó a mirar cómo se centrifugaba la ropa hasta que comenzó a notar un ligero mareo, entonces se volvió hacia los otros chicos.

-¿Por qué tenemos tanta libertad? Imagino que en la cocina hay cuchillos y esas cosas, ¿por qué nos dejan tener acceso a ellas?-

-Porque no podemos escapar, hay cámaras de video vigilancia por toda la casa, incluso en los baños, si tratamos de herir a alguien o a nosotros mismos no pasan ni dos minutos antes de que los matones de Sakurai-sama nos encuentren, luego solo podemos rezar para no curarnos rápido, porque eso significa que seremos castigados más duramente por haber hecho algo que nos está prohibido.-

-Pero, ponerlas incluso en el baño es mucho ¿no?-

Hizaki miró elocuentemente a Kaya que bajó la cabeza avergonzado, justo antes de contestar.

-Las pusieron porque me abrí las venas allí con un cuchillo pequeño que cogí de la cocina, tardaron media hora en encontrarme y pasó un mes antes de que se me curaran las heridas del todo, después del castigo que recibí jamás se me ocurriría intentarlo de nuevo.-

Se sumió en los dolorosos recuerdos.

--Flash-Back--

Ya ni siquiera era capaz de sentir el dolor le habían dado tantos golpes sobre su piel desnuda que se había desmayado dos veces, tanto Juka-sama como Sakurai-sama le estaban castigando, esperaron a que el dolor más fuerte pasara para seguir golpeando su frágil figura, si no notaba nada no se podía considerar un castigo efectivo. Lo primero que le devolvió a aquella horrorosa realidad fue el tirón que uno de ellos dio a las cadenas que sujetaban sus muñecas haciendo que sus músculos se estiraran dolorosamente obligándole a exponer su estómago y vientre, entre los labios tenía una mordaza que le impedía gritar, y que además hacía más presente el dolor de sus mejillas provocado por los primeros golpes en forma de bofetada que había recibido, luego una gruesa suela de bota se apretó contra su estómago y chilló aunque este fuera reprimido por la bola roja, las lágrimas volvieron a brotar y cuando notó que paraba y que soltaban las correas de su cara prometió con la voz ronca que jamás volvería a hacerlo, lo juró por lo que más se importaba con la voz rota mientras trataba de encogerse, sin embargo aún no llegaba lo peor, oyó la puerta cerrarse y supo lo que iba a ocurrir a continuación, sus piernas fueran bruscamente separadas y apenas pasó nada de tiempo antes de que el duro y húmedo miembro de Juka-sama rompiera sus entrañas con saña, pero esta vez no gritó, ni siquiera se movió, el dolor que sentía en el pecho era mucho más fuerte que cualquiera que hubiera sentido antes, más fuerte que el que los dos hombres le habían hecho sentir, era su corazón rompiéndose.

--Fin del Flash-Back—

Cuando vio la expresión vacía en la cara de Kaya-san se arrepintió de haber preguntado pero lo hizo aún más al ver una lágrima deslizarse por la blanca tez del muchacho y maldijo su curiosidad, se acercó y lo acogió entre sus brazos mientras este por fin rompió a llorar desconsolado, el hecho de amar a Juka solo complicaba las cosas, y aunque él le había dicho que le quería, eso no borraba los malos tratos, de los cuales el que acababa de recordar había sido el más terrible de toda su existencia. Tomó aire antes de volver a hablar, necesitaba hacerlo pues de ese modo sentía que se quitaba un gigantesco peso de encima.

-Tras lo que me hicieron no me pude mover en varios días, si no hubiera sido por Hizaki y Jasmine me habría vuelto loco, solo prométeme una cosa Yoshi-chan…-

Agarró su cara con las dos manos mirándole con aquellos ojos llenos de lágrimas que debido a su color parecían bellos y enormes lagos.

-…no lo intentes nunca, no soportaría ver cómo te hacen lo mismo que a mí.-

Hizaki miró a otro lado frunciendo los labios en una mueca reprobatoria, ya conocía el carácter de Kaya, era mucho más delicado, dulce y tierno que el resto de ellos, pese a su edad a veces era el más infantil de todos, lo que le molestaba no era eso, por supuesto, sino la falta de valor que a veces demostraba, aún podía recordar cuándo le había gritado “¡Y qué sí soy un cobarde!”. Aunque no podía culparle, después de lo que había visto sufrir a Yuu, pero le seguía incomodando su falta de lucha, era el corazón más frágil de los tres, puesto que Mana no contaba, su mutismo casi perpetuo también era seguido por una obediencia casi continua. Se levantó para dirigirse a la cocina pero antes de salir puso su mano en el hombro del albino.
-Ya no pienses más en eso, Kaya-chan.-

-No te enfades conmigo Hime-chan, yo no puedo evitarlo.-

-No me enfado contigo, aunque no comparta tu opinión nunca me enfadaría contigo por algo semejante.-

Se arrodilló a su lado y secó las lágrimas del de ojos azules antes de tenderle la mano para ayudarle a levantarse, luego salieron los tres, rumbo a la habitación que también estaba decorada con azulejos, esta vez con imágenes de fruta y comida, comenzaron a extraer utensilios de los armarios de madera rojiza y a colocarlos sobre la encimera de granito verde, él se quedó parado detrás de ellos sin moverse ni hacer nada, simplemente mirando cómo se dividían y coordinaban a la perfección para comenzar a cocer unos macarrones y picar algo de pescado para hacer la salsa de acompañamiento. Le indicaron que comenzara a abrir latas de aceitunas, una de las cosas que podía hacer sin poner en peligro la vida de todos, y así lo izo, luego las fue vertiendo enteras sobre el tomate y el queso que se fundían en la sartén en medio de un delicioso y agradable chisporreo. Era todo tan normal, tan familiar que parecía que nada malo podría ocurrir, esbozó una sonrisa, una de las pocas que había conseguido formar desde que estaba allí, aunque no tuvo tiempo apenas de regodearse en aquella felicidad momentánea, puesto que de inmediato sus acompañantes comenzaron a hablar a toda prisa sobre el guiso obligándole a vigilar la sartén y la cazuela, durante un segundo se permitió suspirar y cerrar los ojos. Durante el día todo era mucho mejor de lo que había esperado, ahora solo esperaba que Sakurai-sama no estuviera de mal humor.
Se volvió al oír un estrepitoso ruido seguido de las risas de los chicos, con ellos era tan fácil olvidar la realidad.

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