lunes, 4 de enero de 2010

Corazón Sangrante, Alma Rota I




Capítulo 1

Cuando despertó lo primero que notó fue que no reconocía el sitio, estaba tan oscuro que no podía ver prácticamente nada.

Intentó hablar, gritar por el pequeño Hide, pero la gruesa mordaza se lo impidió.

Parpadeó un par de veces tratando de aclarar su visión sin resultado alguno, se movió descubriendo que sus brazos habían sido doblados tras su espalda y unidos por los antebrazos, intentó soltarse sin éxito por lo que hizo amago de levantarse cayendo de bruces a causa de los grilletes que portaba en los tobillos.

Luchando contra las nauseas, la desorientación y el cansancio comenzó a moverse.

Se retorció por el suelo que a juzgar por el tacto era de cemento como una serpiente moribunda dañándose en el proceso la suave piel que salvo por el calzoncillo estaba por completo al descubierto.

Sin darse cuenta llegó hasta la pared, también de cemento y apoyándose como pudo se puso en pie, una vez en esa posición se dedicó a tirar de sus brazos con todas las fuerzas que tenía, aunque solo logró herirse hasta hacerse sangre.

Finalmente el agotamiento y la desesperación ganaron la batalla y cayó sin apenas poder respirar.
No supo cuanto tiempo pasó en esa posición, pero al cabo de un rato comenzó a sentir frio, hambre y unas ganas de llorar casi incontenibles.

Mientras tanto en una habitación cálida y mucho mejor iluminada un hombre de unos veinticinco años poseedor de una larga y hermosa cabellera negra y unos ojos de igual color observaba en la pantalla colocada delante de su sillón orejero de cuero negro, los intentos del bello rubio por no llorar.

Sonrió al ver como se caía y ya no hacía intentos por levantarse, era un avance.

En ese instante su hermano pequeño cruzó el gran marco de la puerta realizado en madera negra, que contrastaba con el suave color crema de las paredes y combinaba con el resto de la sobria decoración en negro y vidrio.

Su hermano llevaba al igual que el mismo un traje de corte elegante negro, había dejado por una vez su amada cazadora de cuero, igual que su camisa y corbata, por el contrario el llevaba una corbata blanca.
Toshi cuyo nombre completo era Deyama Toshimitsu, puesto que siempre usaba el apellido de soltera de su madre, la segunda esposa del padre de ambos, sonrió al mayor y se acercó a la pantalla.

-Te lo montas la mar de bien, ¿eh Atsushi? El nuevo es la mar de mono, aunque prefiero al pequeño Hide.-

-Es evidente, Toshi, dado que no te has separado de él desde que abrió la puerta de la casa.-

-Que le voy a hacer, me parece tierno.-

-No te encariñes mucho con él, si lo subasto cualquier otro podría pujar por él, al fin y al cabo solo es un buen negocio.-

-El hecho de que pujen por él no quiere decir que lo consigan, sigo siendo el hermano del gran Sakurai Atsushi.-

El aludido sonrió, sabía que Toshi era incorregible y en cierto modo eso era lo que más le gustaba de su medio hermano, su insistencia y cabezonería, en ocasiones podían resultar insoportables, pero también le habían ayudado en numerosas ocasiones.

Atsushi se levantó, apagó la pantalla y observó al hombre que se encontraba delante de él, era alto, aunque no tanto como el mismo, y poseía el mismo pelo azabache y liso aunque por la altura de los hombros, llevaba como casi siempre unas gafas de sol que acrecentaban su imponente aspecto.

Comenzaron a andar, y Toshi miró a su hermano, realmente admiraba a Atsu, como comúnmente le llamaba en privado, con tan solo dieciocho años había conseguido eliminar a más de la mitad de la competencia forjándose la fama de cruel y sanguinario que ahora le precedía, y realmente no podía afirmar que fuera inmerecida, a los diecinueve se hizo con el control del círculo de los siete, del que el también formaba parte y lo reformó introduciendo nuevas caras y reforzando antiguas alianzas, ahora con veinticuatro años, a punto de cumplir los veinticinco era el mayor de los líderes en la sombra de Japón, ya que al ser jefe del círculo ni siquiera tenía que temer a las fuerzas del orden.

-Toshi…Toshi…¡¡Toshi!!-El interpelado parpadeó, no sabía en qué momento había dejado de andar.

-Lo siento, ¿me llamabas?-

-Sí, te decía que mientras voy a por mi pequeño recibieras al resto del círculo, ya sabes lo quisquilloso que es Kamijo cuando llega y no ve a su princesita, y con Juka pasa igual, diles que pasen al reservado y ordena a Mana que les diga que se preparen para acondicionar al nuevo, esta noche empezará.

-De acuerdo.-

Comenzaron a ir en dirección contraria cuando Atsushi se volvió.

-¡Eh, Toshi!-

Su hermano se volvió.

-¿Si?-

-Avisa a Kaya de que vaya a atender al nuevo cuando acabe con él, no sé por qué, pero me da que voy a tener que enseñarle a mostrar respeto desde el primer dia.-

Atsushi continuó hasta llegar a unas escaleras que daban a los sótanos.
Anduvo por los tétricos pasillos tenuemente iluminados por tubos fluorescentes, se detuvo ante una puerta de hierro macizo, sacó la llave del bolsillo interno de la chaqueta y la metió en la cerradura y giró el pomo.

Yoshiki levantó la cabeza notando un fuerte tirón en el cuello cuando la puerta comenzó a abrirse, una figura oscura se recargó en el marco y encendió la luz de tal modo que cegó al más joven.

Cuando por fin logró ver algo, Yoshiki se asustó aún más si cabe, puesto que vio al mismo hombre de cabello largo que había entrado en su casa, y que más tarde le había capturado.

Sin embargo su miedo fue rápidamente sustituido por la rabia. Tenía delante al culpable de la muerte de sus padres. Sin poder aguantarlo más estalló.

-¡¡MALDITO HIJO DE PUTA, TU MATASTE A MIS PADRES, CABR”N!!-

Atsushi le observó con expresión imperturbable y lentamente se acercó a él, se inclinó hasta la altura del joven y le agarró del largo y suave cabello para a continuación tirar con fuerza hasta levantarle medio cuerpo.

Ignoró el agudo grito de dolor del rubio y con mirada matadora y un tono de voz más frio que el hielo le dijo:

-A mí nadie me grita, ¿queda claro?-

Yoshiki no contestó, se limitó a escupirle en la cara, lo cual por otra parte no fue una buena idea dado que logró enfurecer más si cabe al moreno, que soltó su pelo y le arreó un fuerte bofetón que hizo que su cabeza rebotara contra el suelo.

Cuando levantó la cabeza se dio cuenta de que todo le daba vueltas y tuvo que cerrar el ojo izquierdo notó un líquido recorrer su párpado, el impacto le había abierto la ceja.
Trató de arrastrarse para alejarse del hombre pero su cuerpo no le respondía.

Chilló de dolor de nuevo al sentir la gruesa suela del zapato del hombre en sus costillas. Notó como apretaba y estuvo seguro de que le rompería algo, no obstante unos golpes en la puerta desviaron la atención de su torturador.

Atsushi se volvió al oír una tenue llamada y la dulce voz de Kaya pidiendo permiso para entrar. Quitó el pie del cuerpo del chico y se dirigió a la puerta donde un hermoso muchacho esperaba con un botiquín en las manos.

Con un gesto le indicó que entrara y se dispuso a irse, pero antes se giró una última vez y le ordenó al recién llegado que soltara a su reciente prisionero, y después clavando directamente sus ojos azabache en los castaños del menor le dijo:

-Ten en cuenta que hoy te he castigado a ti, pero la próxima vez será el pequeño Hide quien sufra las consecuencias de tus actos, así que piénsatelo.-

A continuación cerró la puerta y se fue.

Yoshiki había abierto los ojos espantados, y al ver que ya no estaba su torturador se echó a llorar mientras el joven llamado Kaya trataba de consolarle.

El recién llegado se inclinó y tiró de las correas soltando los brazos entumecidos del rubio que se apoyó en el suelo con dificultad mientras el otro joven procedía a hacer lo mismo con las ataduras de los tobillos.
Después abrió el botiquín y sacó unas gasas y vertió un poco de alcohol en ellas pasándolas, a continuación por la zona afectada provocando un gemido del herido que sin embargo no hizo nada más.

Cuando notó que terminaba de curarle alzó el rostro y observó los purísimos ojos azules rodeados de larguísimas pestañas negras que contrastaban con la fina y blanquísima piel del joven que tenía delante que se revolvió el aún más increíble cabello, de un rubio tan claro que parecía blanco, más tarde se daría cuenta de que en algunas zonas en efecto era del color de la nieve.

-Me llamo Kaya, encantado.-

La cantarina y suave voz completaba su imagen de figura mágica y perfecta que no pudo menos que impresionarle.

-Yo…Yoshiki.-

-Diría que es un placer, pero no puedo dejar de lamentar que estés aquí, pero este no es un buen sitio para hablar, sígueme, te llevare a tu nueva habitación.-

Yoshiki aturdido solo atinó a seguir la fulgurante estela blanca de Kaya, que también portaba ropa de ese color.

Subieron por unas escaleras de madera, iluminadas por pequeños apliques violetas en su base que le daban un aspecto un tanto tétrico y escalofriante.
A causa de la luz no pudo ver nada de la decoración, aunque en ese momento era lo que menos le importaba, hizo un inmenso esfuerzo por no caerse y trató de pensar una posible solución a sus problemas, aunque no podía olvidar la integridad física de su hermano.

Solo entonces fue consciente de lo egoísta que había sido, cuando huyo, preocupándose solo por sí mismo y por nadie más y ese pensamiento solo consiguió hacerle sentir peor.

Estaba tan sumido en sus pensamientos que no se dio cuenta de que habían llegado a una profusamente decorada habitación.

Había puestas en círculo tres camas con dosel, cada uno de un color que combinaba con el edredón.
En dos había peluches y diversos objetos que sugerían el hecho de que pertenecían a alguien excepto la que estaba enfrente de la puerta.

Kaya la señaló.

-Esa es la tuya.-

La cama era enorme, con cortinas de tela de color verde y azul superpuestas creando un conjunto que simulaba las olas del mar.
Por un instante olvidó su penosa situación abrumado por lo lujoso de la habitación en general, y de la cama en particular.

Interrumpiendo su asombro entraron en el cuarto un par de lo que parecían muchachas, sin embargo la voz de una de ellas denotó junto con el pecho plano de la otra que en realidad eran ellos.

-Buenos días Mana-san, Hizaki-hime.-

Saludó Kaya a los recién llegados, con la elegancia que le caracterizaba.
El rubio se giró y miró inquisitivamente la expresión dulce e inocente de su interlocutor, mientras el moreno comenzó a examinar inquisitivamente a Yoshiki, este al sentirse observado por semejante belleza se sonrojó y trató de desviar la mirada, sin embargo fue incapaz de sustraerse a la profundidad de esos ojos negros.

Tenía al igual que Kaya una belleza irreal e hipnotizante, pero en su caso su atractivo procedía casi exclusivamente del aura tenebrosa que le rodeaba.
Las largas pestañas estaban adornadas con bellas perlas simulando lágrimas, sus párpados pintados con una mezcla de azul y negro resaltaban la palidez casi cadavérica de su piel, a la vez que los labios pintados de negro ayudaban.

Sus vestimentas parecían las de una muñeca, llenas de encajes, puntillas y lazos, todo ello en negro, la falda era corta y con mucho vuelo, y las medias del mismo color asomaban por debajo de unas botas de cuero de caña alta con plataforma, hasta alcanzar la rodilla, donde unas ligas también de encaje las mantenían en su sitio.

El único punto de color residía en la flor azul de adorno que había en su pelo también del color del carbón.

-Buenos en qué exactamente, Kaya.-

Yoshiki se giró hacia el rubio vestido de rojo que había hablado, y lo examinó de arriba abajo, mientras este departía con Kaya.

Tenía el cabello muy rubio, peinado en elaborados bucles que caían sobre sus hombros cubiertos de terciopelo granate.
Su vestido que dejaba en ridículo a todas las princesas de cuento, era largo hasta el suelo y estaba, en su mayoría, compuesto de una mezcla de terciopelo granate y blanco.

El granate componía toda la parte trasera de la falda y terminaba con una puntilla negra superpuesta a la capa inferior de terciopelo blanco, que subía desde el bajo, que quedaba un poco elevado dejando ver la piza anterior que básicamente era de encaje, hasta el escote donde un lazo de encaje negro constituía el último adorno.

Sin embargo según pudo apreciar lo más elaborado eran las mangas abullonadas en los hombros y a partir de ahí se estrechaban hasta el codo, donde volvían a ancharse abriéndose mostrando las dos capas de tela inferiores.

Los ojos del chico eran entre castaño y negro, y tenía unas rizadas pestañas negras resaltadas por el maquillaje rojo y rosa, el mismo color que adornaba sus labios creando una bella continuidad con la piel pálida.
Desvió la mirada con vergüenza al sentir la mirada del objeto de sus análisis.

-A todo esto, ¿no deberíais estar en la reunión?-

La suave voz de Kaya los devolvió a la realidad, pero antes de que pudiera preguntar al menos una de las millones de cuestiones que rondaban por su cabeza el rubio se le adelantó.

-Toshi-sama nos ha informado de que nuestros servicios
debían aplazarse puesto que habían surgido complicaciones en el Círculo, ¡Como si me importara, por mí que se pudran!!-

La bella faz se arrugó en una mueca de ira y Kaya cuya sonrisa se había evaporado asintió a las palabras dichas por el otro rubio que continuó con su perorata.

-También ha ordenado que el nuevo esté presente bien arreglado para Sakurai-sama-

Pronunció las últimas palabras con tanto desprecio que a Yoshiki le dio un escalofrío.

-¿Estás seguro de eso Hizaki-hime?-

Hizaki no contestó, pero asintió.
Al momento siguiente buscaba en el interior de la puerta que había detrás de su cama que se había revelado como un gigantesco armario, estuvo en esa posición un buen rato hasta que reapareció con lo que parecía una extraña pero elaborada sábana de color rojo en un brazo y otra pieza de tela aún más elaborada en el otro.

En ese momento tanto Mana como Kaya se acercaron a ayudarle sacando lo que parecían gruesas cintas de tela y unas sandalias tradicionales con plataforma.

-¿Qu…qué es eso?-

Yoshiki no pudo aguantar la curiosidad.

-Es la ropa que llevarás para servir a Sakurai-sama esta noche, le gustan mucho los kimonos.-

La simpleza de la frase no pudo menos que preocuparle, y trató de protestar, pero se dio cuenta de que tenía la misma ropa que en aquella especie de celda, es decir, un simple calzoncillo cuando comenzaron a ponerle la primera capa de ropa.

Cuando estuvo vestido con la ropa interior tradicional femenina comenzó a despegar los labios para, esta vez sí, protestar, pero un dedo en sus labios le hizo desistir.

Los tristes ojos azules de Kaya comenzaron a brillar ante el intento de su propietario de contener las lágrimas.

-Ahora solo eres el sirviente de Sakurai-sama, como
nosotros, y tu única meta debe ser complacerle en todo, sobre todo si no quieres poner la vida de tu hermano en juego.No trates de decir que es horrible e incomprensible, porque somos conscientes de ello, y antes de que lo intentes, no hay nada que hacer.-

Yoshi notó como se le rompía el corazón al ver las idénticas miradas de desesperación en los rostros de los hermosos jóvenes.

Trató de decir algunas palabras de consuelo, pero descubrió que tenía la garganta seca no solo por sus expresiones faciales, sino también porque se acababa de dar cuenta de que probablemente en pocos días el tendría igual cara, en ese instante los chicos ajustaron el obi quitándole, por un momento la respiración.

Tras eso le pusieron los tabi y le ayudaron a subirse a los geta, después le condujeron hasta otra puerta que daba a un baño, allí le hicieron sentar en una banqueta, y mientras Kaya y Hizaki desenredaban y peinaba su largo cabello Mana comenzó a perfilar sus ojos en negro, pintó los párpados de rosa y los labios con un suave brillo.

Luego le dejaron en la habitación mientras Kaya cambiaba sus anchos pantalones y camiseta por un elegante vestido completamente hecho en encaje blanco que llegaba por debajo de las rodillas donde se podían ver unas medias del mismo material y unas botas grises con hebillas plateadas, en la cabeza se colocó un adorno de puntillas, con un broche de nácar y de perlas blancas, finalmente se maquilló perfilando sus ojos en negro y aportando un suave y cremoso color rosa a sus labios.

Se volvió y a Yoshiki le pareció estar en presencia de un ángel. En ese mismo momento un chico más pequeño ataviado igual que él con un elaborado kimono entro en la habitación y les avisó de que el Círculo estaba por llegar.

-Gracias, Teru.-

Fue el mismo ángel blanco quien le contestó mientras sacaba con ayuda de Mana un espejo de tamaño natural donde pasaron uno a uno para verse.

Cuando vio la imagen que la brillante superficie le devolvía no pudo evitar asombrarse, el kimono lleno de bordados, en la zona inferior de grullas, pinos, agua y demás elementos naturales y en la superior de flores era una auténtica obra de arte, la madera de las sandalias estaba pintada, y el recogido de su pelo hacía que su cara se viera iluminada.

Notó como le tomaban de la mano y la voz de Hizaki le susurró al oído que no hiciera nada que pudiera disgustar a Sakurai-sama, y que les imitara en todo.
Ni siquiera intentó decir nada, ya era consciente de que la vida de su hermano pequeño estaba en peligro.

Bajó por las mismas escaleras tétricas y esta vez caminaron por unos pasillos más anchos hasta llegar a una elegante sala llena de bajas mesas repletas de gente.

-No mires a tu alrededor, mantén la cabeza alta y la espalda recta.-

Siguió las instrucciones de la princesa al pie de la letra y se encaminó hacia una sala separada por cortinas de terciopelo rojo.
En el centro había una mesa de madera negra alrededor de la cual había siete hombres sentados en semicírculo.

En el centro se situaba el mismo tipo de pelo largo negro, que le miró con expresión imperturbable.

-Es Sakurai-sama, ahora debes ir, inclinarte y sentarte a su lado un paso por detrás.-

Quiso negarse, gritar y lanzarse a matar a aquel cabrón, pero un pequeño jadeo a la derecha del mismo le hizo desistir.
Hide ataviado con un kimono naranja chillón trató de lanzarse hacia adelante para abraza a su hermano, y Yoshiki hizo lo mismo, en ambos casos fueron detenidos, el por Hizaki y su hermano por el hombre situado a su lado lo abrazó contra su cuerpo.

El tipo que estaba sujetando a su hermano era el mismo que había atrapado a Hide en la casa, entre este y Sakurai había un tipo de cabello castaño y ojos azules, Mana se sentó a su lado, y fue inmediatamente estrechado por aquel que se proclamaba su dueño.

Se inclinó y sentó como correspondía y sintió una caricia en la mejilla, cerró los ojos sintiéndose entre avergonzado y humillado, luego notó un brazo rodear su cintura y fue obligado a recargar su cabeza en el hombro de su captor, desde esa posición observó al resto de los presentes.

Kaya se sentó al lado de un tipo de cabello plateado y cara peligrosa que sonrió e hizo al joven abrazarle.

El niño al que habían llamado Teru estaba ya en brazos de un tipo de largo cabello azabache y ojos rojos, mientras que un chico al que no conocía, y del que no habría descubierto el sexo de no ser porque le oyó hablar estaba
con la cabeza recostada en el regazo de un hombre rubio.

Finalmente Hizaki-hime se acercó el hombre situado a la izquierda de Sakurai-sama, que le dedicó una sonrisa socarrona y extendió un brazo en su dirección que Hizaki no aceptó, sentándose con gracia a su lado, como si tuviera mucha práctica, cosa que en realidad era cierta.

-O-hime-sama, creía que ya no vendrías, estaba muy preocupado.-

-No es como si pudiera ir a cualquier otra parte, Kamijo-sama.-

El tono de amargura fue palpable y el comentario solo consiguió aumentar la sonrisa del hombre de cabello ondulado que tomó la estrecha cintura de su joven acompañante y lo levantó colocándolo sobre sus rodillas en un posesivo gesto, que por el gesto de hastío de la princesa ya era habitual, el rubio no volvió a decir nada,
simplemente apoyó su cabeza en el pecho del mayor.

Entonces Sakurai-sama comenzó a hablar sobre diversos temas relacionados con las armas y algo sobre drogas, cuando se dio cuenta de lo que se trataba en la reunión dejó de hacer caso.

Todo era como una horrible pesadilla, notaba la mano del moreno a lo largo de toda la zona de la espalda, sintió como las ganas de llorar se hacían incontenibles, y aunque cerró los ojos no pudo evitar que las traicioneras lágrimas humedecieran la elaborada seda del kimono.

Quería huir, pero al notar que Sakurai-sama le secaba las lágrimas se dio cuenta de que su pesadilla acababa de comenzar.


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