domingo, 24 de enero de 2010

Corazón Sangrante, Alma Rota II





Capítulo 2

De pronto notó como le movían y alzó el rostro, todos se estaban levantando, no entendía que estaba ocurriendo, y de hecho interrogó a Hizaki-hime con la mirada pues era el que más cerca estaba, sin embargo el muchacho rubio se limitó a bajar la cabeza.

En ese instante Sakurai-sama llamó con un gesto al tipo que tenía a su hermano en brazos, el pequeño Hide estaba dormido.

-Toshi, llévalo a la habitación, si quieres líate con uno de los chicos libres, creo que Bou descansa esta noche.-

-No voy a acostarme con nadie esta noche, después de lo de hace un rato no sé cómo tenéis ganas de tiraros a nadie, la verdad es que estoy hecho polvo.-

-Eres un flojo, hermanito, no eres capaz de aguantar nada de acción.-

Atsushi se giró para irse agarrándolo fuertemente de la muñeca cuando oyó la voz de Toshi de nuevo.

-¡De nada por salvar el cargamento!-

El aludido se limitó a sonreír y seguir tirando del joven al que iba a estrenar esa noche, casi no podía esperar para tenerlo, aunque no estaba muy seguro de cómo hacerlo sin crearle un trauma permanente, el pequeño tenía un algo que le hacía desear conservarlo, al menos un tiempo, hasta que se cansara de él.

Yoshiki se dio cuenta de que el miedo se estaba convirtiendo en un compañero habitual, pero no pudo evitar temblar mientras el hombre de larga cabellera oscura prácticamente lo arrastraba por un largo pasillo oscuro, poco a poco sus ojos fueron acostumbrándose a la falta de luz y fue capaz de distinguir algunas formas de lo que parecían plantas, y también se dio cuenta de por qué no veía nada, no solo el pasillo no tenía lámparas o bombillas, además las paredes estaban pintadas de negro.
Llegaron a una escalera que a pesar de estar pintada de negro tenía dos candelabros, que le ayudaron a subir, pero no hicieron más que incrementar su nerviosismo y la horrible sensación de ser parte de una película gore.

Cuando acabaron de subir Sakurai-sama tiró salvajemente de él haciéndole caer al suelo. Se hizo daño en las rodillas.

-¿Se puede saber qué haces? Levántate y date prisa.-

Puesto que ningún comentario inteligente le pasó por la cabeza, no dijo nada, solo obedeció con rapidez.
Ni siquiera le dio tiempo a frotarse la zona adolorida, ya que su secuestrador tiro de nuevo de él con mucha fuerza y el joven llegó a creer que le rompería el brazo.

Finalmente llegaron delante de unas puertas enormes de color rojo, dorado y negro, al más puro estilo tradicional chino.
El moreno estiró un brazo, pero sin soltar a Yoshiki que comenzó a palparse las rodillas, se le estaba empezando a hinchar, y empujo.

Las gruesas hojas de madera labrada y pintada cedieron fácilmente ante la fuerza de su dueño, aunque el más joven tuvo la impresión de que a él no le iba a ser tan sencillo abrir las puertas.

Estaba sumido en esos pensamientos cuando Sakurai-sama lo empujó sin ningún tipo de delicadeza para que entrara en el cuarto provocando que Yoshiki cayera de nuevo, esta vez se tropezó con las enormes plataformas y se torció el tobillo izquierdo trató de levantarse y al final lo consiguió agarrándose a la plataforma de ébano que soportaba el colchón, solo entonces se dio cuenta de que en el centro de la habitación había una cama redonda tamaño King con sábanas granates y negras de seda y cortinas del mismo color con hermosos bordados.

La iluminación se limitaba a un montón de velas aromáticas rojas colocadas en candelabros dorados, que daban un cierto aire romántico que al parecer el propietario no compartía, puesto que lo levantó tirándole de la manga y le ordenó con voz imperiosa.

-¡Desnúdate!-

Yoshiki abrió los ojos sorprendido y su mente se quedó en blanco.

-¿Q…que?-

-¿No me has oído? Te he dicho que te desnudes, si no lo haces tú, lo haré yo, y no te va a gustar nada.-

Quiso negarse pero recordó las palabras de Hizaki-hime y del mismo Sakurai, no podía arriesgarse a que le hiciera daño a Hide, por lo que ante la mirada asesina de Sakurai-sama se quitó los geta y los tabi sintiendo el frío mármol en sus pies desnudos y comenzó a desatar el obi con manos temblorosas, este cayó al suelo siendo seguido por el kimono y la ropa interior, después bajó la cabeza avergonzado, nunca había estado con tan poca ropa delante de un desconocido.
Atsushi le miró indiferente.

-El calzoncillo entra en la categoría de ropa, ¿sabes?-

Vio e ignoró la mirada suplicante del muchacho que estiró la cinturilla de su ropa interior y la dejó caer al suelo con el resto de ropa, entonces Sakurai-sama se acercó y le hizo tumbarse notando como todo el cuerpo pálido y hermoso del pequeño transpiraba de temor, su idea original era tomarle causando el menor daño psicológica al pequeño, pero al ver el perfecto cuerpo desnudo no pudo contenerse más, mandó todo su autocontrol a hacer puñetas y comenzó a tocar aquellos finos miembros que estaban a su completa disposición.

El temblor del pequeño se incrementó.

Yoshiki no pudo evitar que la bilis subiera hasta su garganta al notar las manos del moreno recorrer todo su cuerpo, sabía lo que iba a pasar, por supuesto que lo sabía, y aunque se lo llevaba negando desde que había despertado en aquella celda era consciente de que esa noche su virginidad junto con su dignidad iban a desaparecer a manos, o más bien gracias a otros órganos menos agradables, de aquel hombre que había asesinado a su familia y les había secuestrado a su hermano y a él.

De pronto cuando sintió la pálida mano de largos miembros bajar peligrosamente por su vientre, el instinto tomó el control y débilmente trató de apartar a su atacante, que no se tomó muy bien ese intento de su parte y lo inmovilizó salvajemente atrapando sus muñecas con una mano y separando con brutalidad sus rodillas hasta lograr colarse entre ellas, en ese instante más que en cualquier otro maldijo su debilidad y vagancia a la hora de hacer deporte, aunque su consuelo podía ser que de todas las maneras el moreno no solo le superaba en habilidad y experiencia, sino también en fuerza.
No pudo seguir pensando en nada, puesto que el miedo se adueñó completamente de él al ver como Sakurai-sama abría la bragueta de su elegante pantalón sacando su miembro erecto y comenzaba a posicionarlo frente a su entrada.

Yoshiki se retorció como una serpiente moribunda, en cuanto observó este acto, lo que provocó Sakurai-sama le pegara un fuerte puñetazo en el estómago que le cortó la respiración e hizo que se le saltaran las lágrimas dejándolo, de ese modo totalmente indefenso, más aún que antes si cabe.
Solo fueron unos segundos, pero bastó para que el moreno comenzara a hacer fuerza contra su ano.

Chilló, chilló tan fuerte que creyó que se le rompería la garganta, mucho más fuerte de lo que había gritado en toda su vida, al sentir el grueso y duro pene comenzar a invadir su, hasta ahora virgen entrada.

Habría tratado de moverse pero el dolor era tal que todos sus músculos se hallaban en tensión. Sentía como cada fibra de su cuerpo se desgarraba. Al final solo fue capaz de emitir una lastimera súplica entrecortada.

-Sa…sácala…por…favor…haré…lo…que…sea…pero…sácala.-

Al oír el tenue ruego entrecortado por el dolor y el llanto Atsushi sintió algo extraño, algo que le hizo recobrar la cordura.
No era la primera vez que tomaba a uno de sus chicos, ni la primera que abusaba de alguien, pero al ver las mejillas cubiertas de lágrimas, los ojos y los dientes apretados en un esfuerzo por evitar el dolor y todo el frágil cuerpo en tensión se dio cuenta de que si era la primera en que perdía el control de esa forma, siempre había lágrimas, ruegos y gritos, pero su cabeza permanecía fría e imperturbable, siempre hacía gala de la crueldad que le hacía famoso, siempre excepto esa vez, y eso le molestaba.

Más furioso consigo mismo que con el joven sollozante bajo su cuerpo, salió con cuidado de la estrecha entrada.

-G…gracias.-

El tenue y casi imperceptible suspiro de Yoshiki le sorprendió, habría esperado cualquier cosa menos eso.

Miró hacia abajo y pudo ver entre las piernas aún abiertas el sangrante orificio. Con cuidado juntó los muslos del rubio y caminó hacia la derecha de la habitación donde un enorme y bello baño se encontraba.

Caminó por el elegante suelo de mármol verde veteado en negro dejando a derecha e izquierda el lavabo y la mampara que protegía la zona del inodoro, subió los pequeños escalones y encendió las velas aromáticas con olor a rosas, luego se inclinó sobre la enorme bañera de hidromasaje y abrió los grifos del agua caliente y fría nivelándolos hasta conseguir que la misma saliera templada, después hecho unas gotas de esencia concentrada de una de sus colonias favoritas, Egoiste de Channel.

Ni siquiera sabía por qué estaba haciendo eso, pero lo que si sabía era que si le daba más vueltas acabaría por cabrearse.
Anduvo hacia la salida y al llegar a la altura de la puerta pulsó el interruptor dejando el baño alumbrado solo por las velas.

Caminó de vuelta a la cama donde el pequeño se había hecho un ovillo y acarició suavemente su pelo haciéndole temblar de nuevo.

Cuando Yoshiki notó que el hombre se levantaba y se iba, movió conteniendo un nuevo grito sus pesados y adoloridos miembros consiguiendo quedar encogido en la cama.
No supo cuanto tiempo pasó echado en esa posición, pero en cuanto vio reaparecer al moreno le pareció demasiado poco.
Se sentía extraño, como si no estuviera dentro de su cuerpo, probablemente el dolor lo tenía en ese estado.

Cuando trató de moverse de nuevo notó que llevaba llorando todo ese tiempo, de pronto la extraña sensación terminó y el dolor lo golpeó de nuevo con mayor fuerza, pero su garganta era tan partícipe en el que ni siquiera fue capaz de emitir una simple queja.

Se sentía sucio y repugnante, mientras las nauseas acudían a su garganta, y débil, mucho más pequeño e impotente que cuando el moreno le había inmovilizado, puesto que ahora nadie le sujetaba y sin embargo era incapaz de mover un solo músculo.

El mareo se hizo presente mientras gracias a la falta de comida la bilis subió a su garganta rota, en esos momentos incluso la muerte le habría parecido una liberación aceptable, y más sabiendo que la pesadilla no había hecho más que empezar.

Por fin consiguió emitir un sollozo lastimero con el que no podía expresar ni un cuarto del dolor que le invadía, puesto que este no era del cuerpo sino del alma, no se había dado cuenta hasta ese instante de que ya no había vuelta a atrás, su vida tal y como la había conocido había llegado por completo a su fin, ahora estaba encerrado en un cofre del que no tenía la llave, del que nunca podría escapar.

Pero en ese instante también comprendió por qué lo hacía, la cara sonriente de Hideto llegó a su mente, supo que por conservar la sonrisa de su hermano sería capaz de hacer un pacto con el mismo diablo.

En cualquier otra situación habría sonreído ante la ironía, pues en cierto modo eso era exactamente lo que había hecho.

Notó como el colchón se hundía bajo el peso de su dueño y no pudo reprimir un temblor al sentir la suave caricia que el de los ojos negros le proporcionó, luego todo su cuerpo gritó por la agonía cuando fue tomado en brazos, se dirigieron hacia una puerta lateral que daba a un baño tan magníficamente decorado como la habitación que lo precedía.

Cuando entraron un suave aroma a rosas y esencia les recibió, Atsushi dejó suavemente a Yoshiki en un banco al lado de la bañera y se desnudó ante la mirada de nuevo aterrorizada del más joven, luego lo tomó en brazos de nuevo y entró en la bañera con él.

Yoshiki no pudo evitar un gemido de gusto cuando notó el agua templada rozar su piel, acariciarla, nunca en toda su vida había estado en una bañera tan grande o tan cómoda como esa, entonces el propietario de la misma le acercó a su cuerpo y le hizo levantar los brazos para que rodearan su cuello, luego para su sorpresa unió sus labios en lento beso.

Que le impulsó a hacer eso seguía siendo un misterio, un misterio que en ese momento no tenía ni tiempo ni ganas de desvelar.
Con una lentitud y una parsimonia impresionantes recorrió con ambas manos las caderas y la espalda sedosa que se estremeció ante el toque, luego anduvo hasta el otro lado de la pared de la bañera arrinconando a Yoshiki mientras levantaba las largas piernas separándolas por los muslos a la vez que continuaba con sus caricias, con cuidado se pegó más a él y comenzó a besar su cuello mientras comenzaba a acariciar su miembro.

-Lo intentaremos de nuevo, así que tranquilízate y relaja tu cuerpo, voy a entrar.-

-Nh…no.-

-No es una opción, pero tendré más cuidado.-

Yoshiki gimió de dolor al sentir, de nuevo, el grueso pene comenzar a rozar su ano, para a continuación notar el empuje, esta vez más suave.
Sintió como sus paredes comenzaban a estirarse dolorosamente, a la vez que empezaban a sangrar de nuevo.
Entonces el dolor se mitigó ligeramente cuando Sakurai-sama tomó su miembro entre sus dedos acariciándolo al ritmo del suave vaivén.

Atsushi se sintió en la gloria al notar las apretadas paredes estrangular su miembro, aunque esta vez pudo darse cuenta de cómo se adaptaban con más facilidad, sonrió, esta vez él tenía el control.

-Ahh…e…res…tan es…tre…cho……ahhhh.-

Yoshiki emitió una serie de gemidos incomprensibles que solo lograron excitar más a Atsushi y que le invitaron a aumentar el ritmo de las envestidas.

El joven ya no era consciente de nada de lo que le rodeaba, todo se limitaba al dolor de su ano y al placer que sentía en el pene, de pronto notó como una corriente de eléctrica le recorría todo el cuerpo y se liberó en la mano de su captor con un fuerte gemido, apretando su entrada aún más haciendo gritar a Sakurai-sama de placer y apresurando su propia descarga.

Respiraron agitadamente abrazados durante un rato, después Atsushi salió delicadamente del interior de Yoshiki, pero no lo soltó, simplemente salió de la bañera y agarró una toalla negra de gran tamaño con la que los envolvió, frotó un poco sus cuerpos y después separó las sábanas y posó a su amante al que ya podía clasificar como el mejor polvo de su vida, entre ellas, se volvió y dejando la toalla sobre una butaca tapizada en verde esmeralda, se acostó acariciando la cara de Yoshiki.

Se acercó y continuó los toques y besos por todo el cuello del más joven que no hizo ningún movimiento ni emitió sonido alguno.

Iba a ser una noche muy larga, y él se sentía como una auténtica puta, había disfrutado de una violación y sabía que iba a disfrutar de las siguientes.
Se odiaba, aún más de lo que odiaba a su violador, y mientras este bajaba por su cuerpo repartiendo lamidas y besos no pudo evitar romper en llanto ante la mirada sorprendida del temido gángster que, como le llevaba ocurriendo en las últimas horas sin tener una buena explicación paró los preliminares y abrazó al joven que lloraba desconsoladamente, con una ternura sumamente impropia en él y que tal como se anotó mentalmente, tendría que corregir, levantó su cara y secó los bellos ojos de Yoshiki, para a continuación agarrar las sábanas y cubrir sus cuerpos con ellas, finalmente besó en la frente a Yoshiki y murmuró un quedo “Buenas noches”.

Que algo raro le ocurría era una cosa de la que ya se había percatado, pero estaba tan cansado que dejó su investigación para el dia siguiente.
Cerró los ojos y se dejó vencer por el sueño relajado al sentir la delicada respiración del joven en sus brazos sobre su pecho.


Asagi acarició el suave cabello bicolor del pequeño Teru antes de lubricarse bien y entrar en su interior, que pese a todas las veces que había sufrido ese trato continuaba igual de estrecho y apretado haciendo al moreno emitir un fuerte gemido de placer cuando por fin se sintió dentro, por otro lado el muchacho casi un niño, pues solo tenía trece años, no pudo contener las lágrimas, como cada vez que el hombre de ojos rojos lo tomaba.

Sin embargo Asagi que había pasado una buena parte de la tarde comentando con su mejor amigo, Yuki, sus problemas con Teru en la cama decidió poner en práctica uno de los consejos del mismo y ser tierno con el pequeño, o al menos intentarlo, no se le daba nada bien tener cuidado con nada en realidad.

Mientras el hombre sobre su cuerpo pensaba en como intentar sacar provecho de ese consejo, Teru trataba de llevar su mente a cualquier otra parte, a cualquier lugar donde aquel dolor no existiera, donde pudiera ser libre, libre de aquellas cadenas que lo ataban a Asagi, no eran cadenas físicas, sino emocionales.

La primera era el miedo, miedo a los terribles castigos a los que había sido sometido al principio de su relación, usaba esa palabra a falta de una mejor para definir lo que tenían, también estaba el hecho de que tanto su familia como todos los bienes habían desaparecido y por lo tanto hasta los calcetines que ahora no llevaba estaban comprados con el dinero que Asagi daba a Sakurai-sama para su manutención, incluyendo la alimentación y el cuarto donde usualmente dormía.
Salvo aquella casa-prisión en la que vivía no había un solo lugar al que pudiera ir.

Asagi deslizó las yemas de sus dedos por la pálida y fina piel de Teru sonriendo al verle temblar y continuó con las caricias hasta lograr sacar un gemido del pequeño.

Escuchó su lastimero quejido con sorpresa, nunca en todos los meses que llevaba en la cama de Asagi había disfrutado ni por equivocación, de hecho normalmente se contentaba cuando acababa rápido y lo dejaba tranquilo enseguida y después no tenía ganas de repetir.

Sin embargo esa vez, con pasmosa lentitud se dedicó a recorrer su cuerpo acariciando cada centímetro de piel a su alcance, a besar los rosados labios de aquel bello ángel que ahora estaba en su cama.

Teru volvió a gemir al notar el roce en su miembro, Asagi nunca le había hecho eso, y por lo tanto nadie a parte de el mismo le había tocado jamás ahí. Poco a poco el moreno reanudó las envestidas a la vez que masturbaba el pene del más joven.
No duró mucho puesto que al no tener experiencia Teru en seguida se liberó apretando tanto el anillo muscular que le hizo venirse a é también en mucho menos tiempo del habitual. Luego salió del pequeño y se tumbó a su lado preparándose para dormir.

No tenía muy claro qué había sucedido, al principio de la noche todo era como siempre, había llegado a la hermosa habitación donde el moreno le había recostado en el enorme futon blanco de matrimonio del centro del cuarto, luego sin ninguna delicadeza le había quitado la ropa y tras una cortísima preparación había entrado en él, lo habitual, sin embargo de pronto había comenzado a acariciarle y a penetrarle con suavidad provocando en él un auténtico huracán de sensaciones que no sabía como interpretar.

Estaban la repulsión y el miedo clásicos además del asco y las nauseas, sin embargo el placer se había hecho un diminuto hueco trastornando aún más si cabe la mente del adolescente.
Ya no sabía que pensar de nada, obviamente seguía odiando el contacto con el moreno, sin embargo un nuevo sentimiento incapaz de ser interpretado se colaba en su pecho, mientras él solo podía preguntarse qué le estaba pasando.

Se giró y abrazó el calido cuerpo de Asagi por inercia pensando que ya averiguaría al dia siguiente lo que esa presión en su pecho significaba.
Sus ganas de luchar estaban tan apagadas por el trato recibido que ya ni siquiera era consciente de sus propios sentimientos más allá del miedo, al fin y al cabo ya se lo había dicho Asagi un vez, ¿Qué futuro cabía esperar?


Kaya respiró agitadamente mientras Juka le acariciaba con una mano la nuca y con la otra el pelo para que retomara su trabajo oral, así lo hizo lamiendo desde la base a la punta, donde se detuvo para dar un pequeño mordisco provocando un fuerte gemido del receptor de sus atenciones.

-Eres increíble, Kaya, nunca había conocido a nadie capaz de llevarme tan rápido al límite.-

El aludido no respondió, se limitó a seguir con su trabajo.

Para Juka, ver el frágil y blanco cuerpo del rubio entre sus piernas, y sentir la lengua pasar por su miembro eran demasiado, por lo que no pudo aguantar más, y arqueándose obligó a Kaya a tomarle más profundamente y se liberó en su boca.

El muchacho tragó toda la semilla del hombre de pelo plateado, le resultaba sumamente asqueroso, toda esa situación le repugnaba, pero con el tiempo había aprendido que no hacer lo que Juka esperaba y quería de él no era una buena idea, puesto que al albino le gustaba tanto una buena sesión de sexo como la de esos momentos como una dura de sadomasoquismo, que no solía terminar bien para el receptor de las atenciones.

También había que tener en cuenta que en esos momentos su captor estaba mucho más tranquilo de lo habitual, y si quería sobrevivir era mejor obedecer para mantenerlo en ese estado.

Lo cierto es que con el paso del tiempo había aprendido a mostrarse obediente y complaciente, no por el trato recibido, que en comparación con el de Hizaki-hime había sido benévolo, sino por más bien el trato que su hermano había sufrido.
Jasmine había sido, con mucho el más rebelde de todos, e incluso había batido records al igual que la princesa, con quien compartía carácter.

Lo cierto es que los castigos salvajes de Yuu habían conseguido en él lo que no habían logrado en su hermano, doblegarle, aunque solo fuera hasta cierto punto.

Tras esperar a recuperar el aliento durante unos instantes, se movió como un felino gateando hasta estar a la altura de Juka, luego abrió sus piernas y se sentó sobre el regazo del hombre que le observaba sonriente, le había ordenado que tomara la iniciativa.
Amaba tomar a Kaya, puesto que siempre obedecía sin perder ni un ápice de su espíritu.

Justo antes de que se penetrara le levantó la cabeza y miró los bellos ojos azules, que de inmediato se cerraron al sentir la punta del duro miembro comenzar a entrar en su interior.

Kaya cerró los ojos mientras empezaba a empujarse hacia abajo con cuidado, el pene de Juka aún estaba húmedo tras el sexo oral que le había dado, pero esto no constituía una auténtica lubricación por lo que se tomó su tiempo en completar el descenso. Cuando por fin lo tuvo todo dentro arqueó su espalda.

Con el tiempo su cuerpo se había acostumbrado a las penetraciones, aunque eso no parecía evitar la molestia de su ano, de todas las maneras prefería cuando tenía que hacerlo todo él, puesto que esa era la única forma que tenía de controlar el ritmo de las envestidas y por tanto de permitir a su cuerpo adaptarse a la invasión.

Juka acarició los muslos de Kaya indicándole, de ese modo, que debía comenzar el vaivén, una orden que fue acatada de inmediato, mientras el mayor hizo un par de movimientos abrazando a joven sobre él y besando su cuello, mientras agarraba su húmedo y duro pene.

Kaya al sentirse lleno y comenzar a moverse no había podido evitar que el miembro de su interior tocara aquel punto especial dentro de él que lo hacía vibrar haciéndole tener, de ese modo, una erección que de inmediato fue atendida por el causante de la misma.

Mientras continuaban las envestidas Juka se dedicó a mordisquear la suave piel del cuello de Kaya arrancándole más gemidos, luego besó los voluptuosos labios de su amante justo antes de llenar su interior con su semilla.

Respondió inconscientemente al besa, pues ya ni siquiera recordaba donde o con quien se encontraba debido al doble placer que le estaba haciendo sentir.
Se dejó ir en las manos de Juka al sentir el cálido líquido llenar sus entrañas, y como tantas otras veces se tragó las dolorosas palabras que pugnaban por salir de su garganta.

Tenía ganas de llorar.

No podía precisar cuando el odio se había convertido en lo que ahora sentía, ni podía explicar por qué ese sentimiento había florecido en su interior, solo sabía que cada vez el dolor era más y más agudo cuando estaba con Juka, tanto que sentía unas terribles ganas de gritar y huir de su lado, no sabía cuánto iba a poder soportar aquella presión, pero cada dia, o más bien, cada noche eran una auténtica tortura para su pobre corazón.

Se acurrucó entre los brazos de Juka dispuesto a soñar con un mundo en el que sí podía ser feliz.


Sobre una gigantesca cama redonda de sábanas y cortinas blancas que estaba situada frente a una fuente interior, se situaba un bello joven de cabello negro y piel tan blanca como la ropa de cama, de rodillas con las muñecas atadas sobre su cabeza con grilletes acolchados, el hombre que se hallaba a su lado no quería dañar la finísima piel de su amante.

Frente a él la elaborada ropa de muñeca estaba desparramada como si de los peores trapos se tratara.

La cara del moreno como ya era habitual desde que le conocía estaba inexpresiva, aunque con las atenciones que recibiría eso pronto iba a cambiar.
Gackt arrodillado al lado de su muñeca besaba el costado mientras con las manos acariciaba los pezones del joven que apretaba los dientes y derraba los ojos tratando de guardar la compostura y no perder su característica frialdad.
Este hecho hizo ver al de cabellos castaños que iba por buen camino.

Continuó bajando hasta llegar al pene del sometido, y se inclino hasta estar frente a frente con el miembro semierecto diciendo con voz juguetona.

-Hoy vamos a probar algo nuevo.-

Mana, como era normal en él no dijo nada, nunca desde la fatídica noche en que lo perdió todo, desde la gente a la que amaba hasta su dignidad humana. Se sabía el ser más repugnante del mundo, había sacrificado todo por conservar su vida, y en momentos como aquel se arrepentía más que nunca.

Nada de lo que Gackt hiciera con él podía degradarlo más de lo que él mismo se había degradado. Había llegado a una casa de putas parecida a esa, tan pequeño como Hizaki-hime cuando llegó a ese lugar, y tardaron unos cuantos años en venderle, pero para aquel entonces ya estaba roto por dentro desde hacía mucho tiempo, lo único que podía agradecer al hombre que ahora chupaba su pene era que nunca, a pesar de todo, había tratado de quebrarlo como habían hecho sus predecesores.

A pesar de mantener los labios pegados no pudo contener un tenue ruido que broto de su garganta incitando a Gackt
a redoblar sus esfuerzos.

No pudo contenerse más y emitió un ronco gemido al llenar la boca de su captor con su esencia, lo que en su caso era el equivalente a un fuerte grito.

Gackt sonrió satisfecho, y tomó al joven de la cadera sentándolo sobre su erección, lo comenzó a penetrar con cuidado, aunque finalmente la estrechez que pese a todo Mana conservaba lo volvió loco y se impulsó con los talones hacia arriba aprovechando para soltar las esposas que retenían al hermoso pelinegro, este por fin, tras mucho tiempo se dejó llevar y aferrándose a la fuerte espalda morena comenzó a gemir sin pudor.

Para Gackt era la mejor música que sus oídos habían escuchado jamás, para Mana era la sensación más extraña de su dolorosa existencia.
Cuando se liberó en el interior apretado de su moreno observó la semilla de este en su mano, se había corrido de nuevo, no obstante al mirar la cara de Mana no pudo evitar la curiosidad, los grandes ojos negros habían dejado por un momento a la tristeza de lado para reflejar una expresión de total incredulidad.

Mana jamás había disfrutado una sola penetración. Notó como el castaño limpiaba su mano y lo recostaba entre les sábana blancas e inmaculadas. Envuelto en el agradable calor de la cama y del cuerpo masculino a su lado se dejo ir en brazos de Morfeo.

Gackt sonrió y dio u suave y casto beso, algo muy raro en él, a los labios pálidos del chico antes de seguirlo en su viaje al mundo de los sueños.


Hizaki-hime se removió entre las sábanas de color vino tratando de alejarse del castaño que le acompañaba, que sin embargo no soltó su presa, le gustaba demasiado ver a su princesa resistirse como para dejarle ir tan fácilmente.

Sujetó los brazos del rubio en su espalda haciéndole gritar de dolor por la presión, luego acercó su boca a su oído, para comenzar a susurrar.

-Si no dejes de moverte, te dolerá más, porque no pienso parar.-

Hizaki apretó los dientes aguantando las ganas de llorar, una vez había jurado jamás rendirse y como todos los que le conocían sabían, era un hombre de palabra.

Trató inútilmente de moverse un poco más, y lo único que logró fue dañarse aun más. Kamijo acarició con su mano libre las piernas de su acompañante, una de las zonas que más le gustaban de su cuerpo, siguió hacia arriba con un único dedo provocando un escalofrío imposible de disimular.

Así continuó con su ascenso, hasta llegar a las redondas nalgas ente las que se introdujo.

La princesa, como era comúnmente conocido, apretó los dientes con más fuerza si cabe, llegando a temer incluso que se le rompieran, cuando sintió a Kamijo acariciar su entrada.

En otra ocasión había probado a juntar las piernas lo máximo posible, sin embargo también había descubierto que su dolor no era más que otro aliciente para el castaño de pelo ondulado, que lo único que hizo fue obligarle a flexionar las rodillas y penetrarle a las bravas, al dia siguiente no había sido capaz de andar sin ayuda.

En ese momento el largo dedo de pianista de Kamijo comenzó a entrar en el apretado anillo de músculo. Hizaki notó como una traicionera lágrima caía de su ojo hasta perderse en la almohada, el escozor que sentía se la había provocado.

-Cuando pones esa cara de sufrimiento, me excitas más, hermoso.-

La lengua de Kamijo recorrió su mejilla y él se apresuró a apartar la cara.

-Oh, vamos princesa, no pongas esa cara, que sabes que me encanta.-

Sin embargo a pesar de lo divertida que se le hacía la situación le molestó el rechazo, por lo que tiró al joven y sin ninguna delicadeza le dio la vuelta, luego le obligó a mirarle a los ojos tomándole duramente por el mentón.

-Debería haberte quedado claro hace muchos años que no puedes negarme nada Hime-chan, porque desde la ropa que usas, hasta la comida que comes me pertenecen, incluso ese estúpido conejo rosa que tanto adoras te lo he dado yo Hizaki, acéptalo y ahórrate más dolor, eres mío, siempre has sido mío desde que te ví por primera vez has tenido mi nombre escrito.-

-Tuviste que raptar a un crio de cinco años para conseguir sexo Kamijo, no eres más que un bastardo sinvergüenza.-

El rubio era consciente de que su comentario le iba a salir muy caro, pero estaba dispuesto a pagar cualquier precio, lo que no esperó fue ver la sonrisa sarcástica del hombre de los cabellos ondulados.

-A ti nadie te raptó, Hizaki, a ti te vendieron tus propios padres para poder seguir drogándose.-

La princesa abrió sus grandes y expresivos ojos, horrorizado.

-No…no es cierto, no puede ser cierto, ¡¡¡MIENTES!!!-

Ya sabía que sus padres consumían, pero nunca había esperado que Kamijo dijera algo semejante.

-Ya no tengo por qué mentirte, hime-chan, te conseguí y no hay vuelta atrás, pero por si quieres saberlo, te cambiaron por una jodida dosis de coca, ni siquiera pusieron un buen precio. Yo mismo me encargué de entregársela en mano y de traerte aquí cuando aún era el heredero del negocio de mi padre.-

Hizaki le miraba horrorizado, y sin darse cuenta se había echado a llorar con todas sus fuerzas, aferrándose a lo que más cerca tenía en ese instante, que en ese caso era Kamijo.

Este le recibió entre sus brazos apretándole contra su pecho con cuidado, y le acarició el largo y suave cabello rubio con un gesto delicado que le indicó que podía desahogarse tranquilo.

-Y deberías acordarte de que hasta que cumpliste una edad decente no te tomé.-

-No sé si los diez años se pueden considerar una edad decente.-

-Más que los cinco sí.-

Contestó el castaño con una sonrisa. Después levanto la delicada y bella cara del rubio y le secó suavemente las lágrimas, lo recostó y le dio un beso.

-Después de esto se me han quitado las ganas, buenas noches.-

Hizaki le miró asombrado, jamás desde la primera noche en que se acostaron había dejado de tomarlo, ni al ver su dolor, ni al oír su llanto, sin embargo, no dijo nada y comenzó a cerrar los ojos, no fuera a ser que Kamijo cambiara de opinión.


Realmente esa noche era sumamente extraña y sino que se lo contaran a los muchachos de aquella casa, de pronto los que proclamaban ante ellos y el mundo ser sus dueños y no dudaban en usar los peores métodos para “convencerlos” de ello, se habían convertido, sino en amantes caballerosos, por lo menos en hombres considerados, algo ciertamente incongruente con la imagen de seres sádicos adictos al sexo que disfrutaban con el sufrimiento ajeno que tenían y de la que alardeaban, sin embargo no todo resultaba diferente, seguían, por muy bien que fueran tratados, siendo esclavos de los mismos que les habían capturado y usado a sus personas más queridas para conseguir su sumisión.

Con estos pensamientos Yuu, más conocido por los que le rodeaban como Jasmine, descansaba tras la agotadora sesión de que acababa de tener con su comprador, Yuki, que ahora abrazaba su frágil, pálido y hermoso cuerpo.

-¿Sabes, Jas?-

El joven de aspecto andrógino giró la cabeza provocando que una avalancha de rizos castaños cayera sobre su cara e inmediatamente fue retirada por su rubio acompañante, al principio odiaba ese diminutivo, pero con el paso de los años ya se había acostumbrado.

-¿Mmmmmmmm?-

Estaba tan agotado que no se sentía capaz de contestar nada coherente mientras sus ojos comenzaban a cerrarse.
-Eres el ser más hermoso que he visto en toda mi vida.-
Pero Jasmine ya no oyó esas palabras, puesto que se había abrazado inconscientemente a Yuki y ahora respiraba pausadamente sobre su cuello.


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